Arranca el Mundial cruzado por duras luchas obreras en Brasil y la Argentina –

 

Al cierre de esta edición está comenzando el Mundial de Brasil. Sin embargo, el uso reaccionario que le quiere dar el kirchnerismo presenta las cosas como si se realizara aquí. Fue el propio jefe de gabinete, Jorge Capitanich, el que semanas atrás cuando la presentación del equipo argentino para el Mundial que de ahí en más “sólo se hablaría de futbol”. Pero enseguida sobrevino la lucha histórica de los pibes de Gestamp, de la cual habló todo el país.

A la inmensa mayoría de los trabajadores le gusta el futbol, y está muy bien. Pero un problema es el negocio multimillonario que está detrás de los mundiales y del futbol en general, y otro, el uso antipopular que le quieren dar Dilma y Cristina al Mundial. No es una novedad. Así fue en la Argentina bajo la dictadura militar, cuando se lo usó como cortina de humo para esconder la desaparición de personas. Y lo mismo pasa hoy bajo la democracia patronal. Ambos gobiernos pretenden utilizarlo para barrer bajo la alfombra la crisis económica que se está profundizando en Brasil y la Argentina, así como las luchas que crecen plantándose contra el ajuste.

 

Una cortina de humo

 

Las coyunturas de Brasil y la Argentina se parecen en más de un aspecto, y no sólo por el Cristo Redentor iluminado de celeste y blanco en Río de Janeiro y el Obelisco de amarillo y verde en señal de la hermandad de ambos países. Tampoco de las especulaciones de que la final sería entre los dos vecinoss, o las comparaciones entre Messi y Neymar. Se trata de que ambos países se encuentran sumidos en una situación de deterioro económico, de que sus respectivos gobiernos sufren caídas de popularidad, y de que frente al desarrollo de un proceso de luchas obreras que se radicaliza, desbordando a las direcciones sindicales tradicionales ligadas al PT allá y al PJ acá, están apelando a un giro reaccionario contra ellas a modo de acción ejemplificadora para que nadie salga a pelear.

Es al servicio de este tipo de operativos que se pone la utilización del Mundial. Podríamos resumir en dos grandes aspectos sus objetivos. Uno es proyectar internacionalmente al país anfitrión como aspirante a ingresar en el selecto club de naciones privilegiadas por el desarrollo capitalista, vendiéndoles eso cual gran proyecto a los explotados y oprimidos del respectivo país. Claro que los profundos problemas revelados en Brasil desde el inicio de las grandes movilizaciones populares en junio del año pasado han mellado ya, antes de empezar el propio Mundial, esta aspiración; de ahí la histeria del gobierno del PT para evitar todo desborde durante su desarrollo.

Pero el Mundial tiene, también, objetivos de política interna, tanto en Brasil como en la Argentina. Primero, operar como una cortina de humo que tape todos los problemas. Mientras el Mundial se lleva a cabo y los trabajadores están pendientes de él, se hacen pasar duras medidas de ajuste económico. Segundo, se utiliza la excusa de la organización del Mundial para criminalizar a todos los que osen salir a luchar. Es el caso de los trabajadores del subterráneo de San Pablo en el hermano país.

Si la criminalización en Brasil se pretende legitimar entre las clases medias en función de garantizar el “orden” para el “buen desarrollo” del evento, en la Argentina la excusa es el rechazo a los métodos supuestamente “extorsivos” que utilizaron los trabajadores de Gestamp al subirse al puente-grúa de la planta.

De más está decir que todo esto cuenta con la complicidad de la oposición patronal y la burocracia sindical. Toda la oposición forma filas para que no sea tema de debate el ajuste económico brutal que está aplicando Cristina. Colocan en el centro el caso Boudou, que aunque es un escándalo vergonzoso vinculado a manejos turbios de nada menos que de un vicepresidente de la Nación, sólo podría transformarse en un grave problema institucional si planteara  la caída anticipada del gobierno de Cristina y pusiera en la agenda la reorganización integral del país. Mientras esto no es así, el “combo” Mundial más caso Boudou es puro humo para esconder la aplicación del brutal ajuste. Humo para criminalizar las luchas y perseguir a los activistas. Humo para que sólo se hable de estos dos temas y no de la necesidad de realizar un paro nacional contra los despidos. No es casual que Moyano hable de “castigar al gobierno en las urnas” (¡faltan 16 meses!) y siquiera hable de la ola de suspensiones y despidos o de una nueva medida de fuerza.

 

Las relaciones de fuerza puestas a prueba

 

Dijimos que hay más de un elemento que une la coyuntura de Brasil y la Argentina, más allá del Mundial. Las economías de ambos países están muy integradas bajo el marco del Mercosur. Y ambas economías se encuentran en un momento de caída de la producción y aumento inflacionario. Más en general, Brasil y la Argentina sólo acompañan la mediocridad económica en la que están sumidos los demás países “emergentes”, impactados por la disminución en el ritmo de crecimiento de China. El gigante asiático pasó de un crecimiento anual del 12% a un actual 7%, una tasa sideral para los estándares internacionales, pero que de todos modos muestra una tendencia a la baja en relación a lo que China supo ser.

Además, mientras la recuperación económica en los Estados Unidos luce raquítica y en la UE directamente inexistente (Japón está más o menos estancado hace 20 años), no hay otras “locomotoras” económicas alternativas a la vista. El caso es que China consume muchas de las materias primas que producen Brasil y la Argentina, y no tiene sustitutos. Además, en ambos países la principal rama industrial es la automotriz, rama que se encuentra actualmente sometida a la presión del encarecimiento del crédito, razón por la cual para 2014 se espera un retroceso global en torno del 30% en la producción automotriz en ambos países.

A este deterioro económico, y como producto del combo de inflación más recesión, está despuntando una oleada de luchas obreras de importancia en ambos países. En junio del año pasado comenzó en Brasil una rebelión popular que, más allá de sus desigualdades, puso en cuestión las relaciones de fuerza desfavorables a los trabajadores heredadas de las derrotas de mediados de la década del 90 y que el gobierno del PT pretende mantener. Como subproducto del comienzo de este proceso de rebelión, se está viviendo la mayor oleada de luchas obreras en las últimas dos décadas, que tiene entre sus rasgos más salientes el desborde a las direcciones tradicionales agrupadas en la CUT (central sindical controlada por el PT).

En el mismo sentido, en nuestro país el gobierno de Cristina está tratando de dar pasos para revertir unas relaciones de fuerza heredadas de la rebelión popular de 2001 que la patronal considera que no se puede soportar más. La brutal respuesta del gobierno, la patronal y la burocracia mecánica a la lucha de los obreros de Gestamp, con la militarización de la planta, el desconocimiento de la conciliación obligatoria por las propias autoridades que la dictaron y el accionar provocador de la burocracia del SMATA, son elementos que van en el mismo sentido que en Brasil, aunque viniendo de circunstancias distintas: intentar quebrar las relaciones de fuerza heredadas imponiendo unas más hacia la derecha.

De ahí el tratamiento reaccionario de las luchas más importante del momento en ambos países. Son los casos ya señalados del subterráneo de San Pablo y Gestamp en nuestro país. Sus rasgos comunes son la represión y/o militarización de ambos conflictos, el discurso abiertamente provocador de los gobiernos frente a ellos y la apelación a los despidos masivos: 69 en Gestamp, 42 en el subte paulista, a modo de factor disciplinador para el conjunto de los trabajadores.

 

Una nueva generación luchadora

 

Hay otra manera, sin embargo, de mirar los desarrollos en curso. En la Argentina desde hace algunos años y en el Brasil en los últimos meses, se deja ver un proceso en el seno de los trabajadores de enorme importancia estratégica: está entrando en escena una nueva generación obrera. Comienza a hacer sus primeras experiencias, se muestra crítica con los gobiernos “progresistas” de ambos países y, sobre todo, cuestiona el control burocrático de sus organizaciones.

Este proceso en nuestro país viene de varios años atrás y se expresa en varios gremios, lo que preocupa al gobierno, la patronal y a la propia burocracia sindical. En este marco, Gestamp ha introducido de lleno la novedad de que una nueva generación obrera, vinculada a los partidos de izquierda como el nuestro, comienza a expresarse en uno de los gremios más estratégicos del país: la rama automotriz. Esto es lo que hizo sonar el alerta rojo y llevó a movilizar las fuerzas mancomunadas de la Santa Alianza reaccionaria gubernamental, patronal y sindical para quebrar esta heroica lucha.

En el caso del Brasil, si bien el fenómeno es más emergente, a partir de la triunfante lucha independiente de los barrenderos (guaris) de Río de Janeiro, San Pablo y otras ciudades, comenzó un proceso de luchas de trabajadores que, desbordando a la burocracia petista de la CUT, llegó a ocupar también, a días del Mundial, el centro de la escena nacional.

El último capítulo por el momento de este proceso es la actual lucha del subterráneo de San Pablo, de tradición combativa y cuya dirección está en manos de una organización del trotskismo de dicho país, un sector que si bien desde el 2007 no realizaba luchas de importancia, quedó ahora en el centro de la escena, más allá de las limitaciones y problemas en la preparación y conducción de la lucha que no podemos abordar aquí.

 

La izquierda revolucionaria debe ponerse a tono

 

El propio desarrollo de una polarización entre las luchas que comienzan a despuntar desbordando a las burocracias y el giro reaccionario de los gobiernos de Dilma y Cristina es lo que llama a la izquierda revolucionaria de ambos países a estar a la altura del desafío.

Sin entrar aquí en detalles respecto del Brasil (ver artículos específicos en esta misma edición), en nuestro país las corrientes integrantes del FIT (PO y PTS) se han mostrado todo el año por detrás de los acontecimientos, algo que ya advertimos en ediciones anteriores. Sólo subrayaremos aquí la falta de sintonía del PO, que por anticipado ordenó toda su actividad y política alrededor de la campaña presidencial del 2015 y que llega al caso ridículo de presentar su magra votación en las recientes elecciones de la CTA Micheli (unos 7.500 votos, el 6% de la votación; nuestro partido obtuvo 2.500 votos, el 2%; ver nota aparte) como “el mayor avance histórico de la izquierda en el movimiento obrero”. Un disparate: se trata de una votación sindical, no de un logro a partir de una lucha directa de la clase obrera. A la vez, se mantuvo a todos los efectos prácticos al margen de una lucha histórica como la de Gestamp.

Por su parte, el PTS sí estuvo volcado al conflicto (aunque no lo transformó en su eje nacional), fue sólo para renguear por detrás de los desarrollos. Lo más importante de nuestra polémica con esta corriente es cómo se las arregló para retrasar por casi 10 días la medida de la ocupación parcial de la planta, que fue la que la catapultó nacionalmente y creó las mejores condiciones para un posible triunfo.

 

Sumate al Nuevo MAS

 

Por nuestra parte, desde comienzos de año planteamos que la lucha contra el ajuste debía ser el centro de la política de los revolucionarios. No con un enfoque meramente economicista, sino como principal tarea política para lograr la salida anticipada del gobierno, que estuvo planteada en determinados momentos. Además, fuimos vanguardia en plantear la necesidad de un 1° de Mayo unificado en Plaza de Mayo, y planteamos allí algo que el PO y el PTS se han negado a realizar hasta el momento: un encuentro nacional unificado del clasismo.

Pero no sólo esto: hemos sido el partido que más se jugó por la lucha de Gestamp, que planteó que el eje de la actual coyuntura es rodear cada lucha en su apoyo para que no quede aislada, que batalló día tras día por una orientación revolucionaria para el conflicto de Gestamp que partiera de que la lucha había que tratar de darla desde adentro de la planta, y que ésa era, además, la mejor manera de lograr que los compañeros de adentro lograran parar.

En cualquier caso, la pelea de los pibes de Gestamp aún no está cerrada. Te llamamos a sumar fuerzas en el apoyo a esta histórica pelea, a ir sacando las lecciones de esta gran lucha obrera y a sumarte a las filas de nuestro partido, el Nuevo MAS, que se viene fortaleciendo y calificando en el terreno privilegiado de los revolucionarios: la lucha directa entre las clases.

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