por Martín Primo

El gobierno de Macri viene atravesando una crisis global (política, económica y social) que lo muestra desorientado en relación a cómo conjurar los demonios de la economía que no para de deteriorarse. Es que en los últimos meses, tanto el precio del dólar, como el aumento de tarifas, la inflación, los índices de pobreza y de desempleo redoblaron su ritmo de deterioro y amenazan con descontrolarse. El índice de desempleo en el primer trimestre subió dos puntos porcentuales, la producción industrial en general y la automotriz en particular cayeron en el último mes, el dólar trepó un 50% de mayo a esta parte, la inflación de junio rondará el 4% y se espera un inflación anual por encima del 30%, y las últimas mediciones revelaron que un tercio de los chicos de la Argentina deben recurrir a comedores populares para poder alimentarse.

Un ciclo interminable de endeudamiento y ajuste

Para que se entienda el fondo del problema. Desde hace varias semanas se ha puesto en evidencia que la economía argentina ha entrado, una vez más, en una de las tantas crisis cíclicas que caracterizan el esquema productivo nacional marcado por una bajísima productividad del trabajo producto de una nula inversión por parte de los empresarios, quienes se limitan a explotar el país y fugar las ganancias. Este es el motivo que explica la anemia sistémica de dólares que sufre continuamente el país. Lo cierto es que el problema de fondo es que el capitalismo argentino consume (y fuga hacia el exterior) muchísimos más dólares que los que produce. Este circuito es sostenido mediante el endeudamiento externo perpetuo y cuando el chorro de deuda se agota aparecen una y otra vez las mismas recetas que pretenden cargar el fardo sobre las espaldas de los trabajadores mediante la devaluación, la inflación, los despidos y el ajuste más salvaje.

En definitiva, esta crisis endémica es la demostración del fracaso histórico de la burguesía y las clases poseedoras locales para constituir un proyecto nacional de país.

Así las cosas, los últimos días la inestabilidad económica se manifestó mediante la interminable “batalla” del Banco Central contra la subida del dólar. Una batalla en la cual cada día Luis Caputo presenta un nuevo esquema de ingeniería financiera con el objetivo de “contener definitivamente al dólar”, contención ésta que dura apenas unos pocos días para luego descubrir que la realidad no se ha modificado sustancialmente y las presiones devaluacionistas y la fuga de dólares continúan.

El problema es que la “inventiva financiera” cada vez es menos original, y en definitiva, siempre terminan apelando a la misma receta: enfriar cada vez más la economía aumentando las tasas de interés (las cuales llegaron al nivel asfixiante del 72% anual) para ofrecerles cada vez más jugosos negocios a los especuladores financieros con el único fin de que posterguen para un poco más adelante la compra de dólares, y de este modo quitar momentáneamente un poco de presión sobre la divisa verde.

Recordemos que el gobierno de Cambiemos desde que asumió encaró una política 100% neoliberal que apuntaba exclusivamente a garantizar los negocios del sector empresario y sus socios extranjeros. De allí que las primeras medidas que tomó fue la liberación del dólar, lo que permitió que se ponga en marcha con mayor libertad la fuga de capitales; la anulación de las retenciones a la minería y a todos los cereales (menos a la soja, sobre la cual mantuvo una promesa de una rebaja mensual del 0.5% de la alícuota), y también les permitió diferir la liquidación de los dólares producto de las exportaciones hasta en diez años, lo que supuso una nueva merma en el ingreso de divisas. A esto se le sumaron los tarifazos en los servicios públicos y la dolarización del precio de los combustibles y de la energía, lo que se tradujo en inmensas ganancias para los empresarios mediante un traslado mecánico de los precios internacionales a las tarifas. Y finalmente le garantizó al sector financiero un enriquecimiento extraordinario por medio de tasas de interés exorbitantes, y luego una fuga de más de 14.000 millones de dólares en tres meses.

¿Cómo se financió este festival de enriquecimiento empresario en un país que no produce dólares suficientes? Sencillo: por medio del mayor festival de deuda que haya conocido la historia de la humanidad.

Insisto en que tengamos bien presente este marco, porque luego de desfinanciar al Estado para favorecer al sector empresarial y la fuga de dólares, el gobierno y el FMI levantan la bandera de ajustar porque no hay plata.

Ahora el gobierno nacional navega jalonado por dos objetivos divergentes: cómo hacer para aplicar el ajuste acordado con el FMI y al mismo tiempo no enterrar definitivamente sus aspiraciones reeleccionistas en medio de una creciente crisis social. Estas tensiones entre la economía y la política son las que explican los intentos de Cambiemos de llegar a un acuerdo con el PJ alrededor del Presupuesto del 2019. Un presupuesto que supone (según las exigencias del Fondo) un recorte del 50% en el déficit fiscal, lo que no es otra cosa que un ajuste monumental sobre el Estado nacional y las provincias. Así las cosas, el PJ en boca de Pichetto y los gobernadores, le anunció que eventualmente estarían dispuestos a acompañar la política de ajuste del gobierno sólo a condición de que sea Macri en primer término, y Vidal y Larreta en segundo lugar, quienes asuman el costo político principal del mismo. En este punto el gobierno parece el perro que se muerde la cola, da vueltas y vueltas sin saber cómo resolver el intríngulis.

Así las cosas, es que se abrió una interna dentro de Cambiemos entre la llamada “ala política” y el “ala económica”. El ala económica está representada por Dujovne y Caputo, ellos son los principales articuladores del acuerdo con el FMI y son quienes impulsan el ajuste fiscal más severo (despidos en el sector público, salarios a la baja, recorte en obra pública), y el enfriamiento de la economía a costa de mayor recesión. Por parte del ala política tenemos principalmente a quienes gobiernan territorios: María Eugenia Vidal y Rodríguez Larreta. La preocupación de éstos está centrada en mantener vivas las aspiraciones reeleccionistas de Macri y de ellos mismos. Pero el problema está en que como nadie discute la necesidad del ajuste, la cuestión se traslada a cómo efectivizar el mismo.

El único plan del gobierno: garantizar los derechos propietarios

En las últimas horas se barajaron diferentes alternativas para distribuir en alguna medida entre distintos sectores el peso del ajuste, y que éste no caiga exclusivamente sobre los hombros de los trabajadores.

Algunas propuestas fueron suspender la baja de retenciones a la soja, en la medida de que este sector se vio fuertemente favorecido por la devaluación del peso que les garantiza un salto exponencial de la renta extraordinaria. Otra de las propuestas en el aire era renegociar con las petroleras la dolarización de los combustibles que había acordado Aranguren, acuerdo que devaluación mediante conducirá en las próximas semanas a un aumento del 50% en las naftas (ya aumentaron un 9% esta semana), del gas y en menor medida de la electricidad. Junto con esto, se habló de suspender el incremento de tarifas en los servicios públicos, el postergar la anulación del impuesto a los ingresos brutos y hasta se habló de imponer algún impuesto al turismo internacional y al gasto con tarjetas de crédito en el exterior. Todas estas medidas fueron inmediatamente desautorizadas por Dujovne o directamente por Macri.

El gobierno le prometió a los empresarios y al capital internacional que con Cambiemos están garantizadas las condiciones para que ellos desarrollen sus negocios, y que ese es su principal capital político. Está claro que el Presidente está dispuesto a escuchar a todos sus delfines, pero en definitiva parece tener bien en claro que el suyo es un gobierno de ricos, manejado por los ricos y para los ricos. En este sentido es que más allá de todas las divergencias que hay en su espacio político, hay algunas definiciones que no está dispuesto a cuestionar: la defensa cerrada de los derechos propietarios.

El gobierno sabe que por el momento no hay mayor garante de los negociados de las patronales y del imperialismo que él, y que en definitiva la burguesía no tiene mejores opciones que sostenerlo.

Hacia un choque social de proporciones

El gobierno está decidido en avanzar en su plan de ajuste, lo que se traduce en un avance directo contra los trabajadores. Una prueba de esto es el brutal ataque a los trabajadores de Télam, quienes están peleando contra 357 despidos, lo que representa alrededor del 40% de la planta de la agencia de noticias estatal, o la avanzada de retiros voluntarios en la administración pública, el cierre de ingresos al Estado o la baja de todos los trabajadores que estaban contratados por medio de convenios con las universidades. A esto se le debe sumar el brutal saqueo que se está perpetrando contra el salario por medio de la devaluación y la inflación. En el caso de los trabajadores privados, se han visto obligados a reabrir formalmente la discusión paritaria porque los acuerdos cerrados en el 15% para todo el año, ya fueron superados por la inflación de estos meses. El nuevo objetivo del Ministerio de Trabajo es cerrar paritarias al 25% a sabiendas que la inflación va estar más bien cerca del 35%. Pero peor aún están los trabajadores estatales y docentes. La burocracia de UPCN había cerrado una paritaria vergonzosa al 12% y aún no hay ninguna iniciativa en pos de modificar este saqueo. En el caso de los docentes que vienen de desarrollar un importante paro nacional este martes en repudio a la represión en Chubut y Corrientes y por el reclamo de la paritaria nacional, el horizonte no está nada claro. En gran medida esto es así como producto de la política de la CTERA que juega a que lucha pero que no ha desarrollado ningún plan de lucha coherente en defensa del salario, lo mismo se ve en el caso del SUTEBA de Baradel y el FUDB, que pese a que la paritaria en julio aún no ha sido firmada y que Vidal ni se digna a convocarlos, éstos mantienen un plan cansino de paros aislados sin continuidad y a la espera de que Vidal los llame.

En definitiva, el principal punto de apoyo que aún tiene Macri es la burocracia sindical enrolada en alguna de las variantes del PJ que sigue apostando a la gobernabilidad y a jugar sus cartas recién en 2019. La burocracia y el PJ tienen aire porque la dinámica del ajuste está mediatizada. Pese a que la inflación no cesa, lo cierto es que el traslado de la devaluación a los precios va pasando poco a poco; y que aún no se ha efectivizado una ola generalizada de despidos. Así las cosas, pese al brutal ajuste, todavía no hay desborde por abajo, la procesión por el momento va por dentro y las tensiones se siguen acumulando.

Los revolucionarios debemos tener presente que las contradicciones en la economía se desenvuelven en el plano político. Lenin decía que la política es economía concentrada, esto significa que en última instancia las claves de los problemas económicos se resuelven en el terreno de la lucha de clases. La posibilidad de que Macri se salga con la suya está estrechamente vinculada a la resistencia que le impongan los trabajadores en las calles. El gobierno está decidido a avanzar con su plan de ajuste brutal y esto no se puede imponer si no es por medio de fuentes choques sociales, como ya se anticipó el 14 y 18 de diciembre de 2019. Esa fue una primera muestra en donde los trabajadores con la izquierda en primera fila, le mostraron los dientes al gobierno y se puso en claro que no nos van a pasar por arriba tan fácilmente. También vimos esa reserva de fuerza el 14J cuando cientos de miles de mujeres, de jóvenes y trabajadores coparon el Congreso y le arrancaron a los diputados la media sanción a la legalización del derecho al aborto, al mismo tiempo que le abrieron una profunda división al interior del bloque de Cambiemos que se está manifestando en estos días en la discusión en el Senado, en donde Michetti parece estar quedando aislada dentro de su propio espacio. De todas formas, la clave para asestarle un nuevo golpe al gobierno y conseguir este reclamo histórico del movimiento de mujeres pasa por no depositar ninguna confianza en el cabildeo parlamentario y volver a apostar todas nuestras fichas a la movilización masiva en las calles hasta que sea ley.

No se puede esperar al 2019. Jornada nacional de lucha y paro general de 36 horas

El gobierno apuesta todas sus cartas a derrotar a los trabajadores y aplicar el acuerdo del FMI y sobre esa victoria reaccionaria apuntalar su proyecto reeleccionista. La izquierda no puede postrarse a esperar pasivamente a las elecciones de octubre de 2019, eso es de un cretinismo parlamentario y electoralista que condena a la inacción a la vanguardia de los trabajadores, y le allana el camino al ajuste.

Si “la patria está en peligro” como dice el kirchnerismo, no se puede esperar al 2019, el pueblo tiene derecho a decidir ahora cómo afrontar la crisis económica y quiénes deben pagar los costos del desaguisado que las patronales han desarrollado durante décadas. Los trabajadores debemos levantar nuestro propio Plan B frente a la crisis nacional. Que sean los empresarios los que paguen el costo del ajuste, no al acuerdo con el FMI, no al pago de la deuda externa. Desde la izquierda y los luchadores debemos poner en pie una Jornada nacional de lucha y arrancarle a la burocracia un paro nacional de 36 horas para derrotar al gobierno.

 

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