por Marian Busch

Pasó otro 28 de junio y en esta ocasión se cumplieron 49 años de la revuelta de Stonewall. La intentaron enterrar bajo toneladas de pink-washing*, de institucionalización de la diversidad, de normalización, de ridiculización, de división de las identidades LGBTTTI en mil sectores aislados sin luchas en común y hasta enemistados, pero no lo han logrado. Somos miles en  todo el mundo que aun levantamos las banderas arcoíris sin olvidar ni por un segundo que el día del Orgullo existe por Stonewall y que Stonewall fue una revuelta que duró 4 noches con piedras, barricadas, fuego y enfrentamiento directo con la policía. Esa revuelta encabezada por travestis, protagonizada mayormente por negros y latinos, parió un movimiento LGBTTTI combativo que se expandió a todo el mundo en una oleada de movimientos y organizaciones que rompieron el silencio y salieron a pelear por todos nuestros derechos.

Hoy en Argentina nos encontramos con enormes contrastes. Por un lado, Peter Robledo, la cara diversa de Cambiemos, la que nos recuerda que se puede aceptar la homosexualidad siempre que esté presente en un hombre burgués que no cuestione las relaciones de propiedad y sea discreto, sin contagiar de su “condición” al resto de la sociedad. Por otro lado la lucha encausada y normalizada, las federaciones hijas del kirchnerismo que buscan insertar nuestras identidades y sexualidades en un sistema capitalista que no está dispuesto a tolerarlas, cuya función fue principalmente tratar de frenar la enorme fuerza en las calles que en nuestro país conquistó el matrimonio igualitario y convertirla en un leve murmullo parlamentario mal teñido de colores. Que hoy en día se sientan en la mesa de las más rancias burocracias sindicales (véase la reunión de sectores de la FALGBT con la CGT) a posar de combativas frente a un gobierno ultra patriarcal y reaccionario que viene por todos nuestros derechos. Más allá, la división de las luchas, el sector que escudado en teorías ultra posmodernas que olvidando toda lucha de conjunto y trasladando absurdamente todo al plano individual, cierra las puertas a toda modificación de la sociedad que tiene que darse necesariamente en indisoluble alianza con todo el movimiento feminista, con la clase trabajadora y todos los sectores explotados y oprimidos.

Desde nuestro lugar en estos párrafos buscamos darle voz al sector que aun quiere cambiar todo. Al que lucha en las calles por el desprocesamiento de Higui, el que enfrenta el protocolo represivo de Macri y Bullrich, el que le puso el cuerpo a la pelea por el travesticidio de Diana Sacayan, el que exige justicia por Joe Lemonge, el que pide cupo laboral trans para que ninguna compañera tenga que morir en las esquinas, el que lucha por el desprocesamiento de Mariana Gomez y sabe que la lucha por la legalización del aborto es la lucha de todxs. Al que comprende que la cuestión de la diversidad es tan profunda que instala un cuestionamiento profundamente revolucionario: En un sistema que necesita como el aire a la sagrada familia patriarcal, en un sistema que hace de la sexualidad un medio de producción bajo control del empresariado, la lucha por nuestra identidad y por nuestra sexualidad tiene que cuestionar las bases mismas de la sociedad. Al calor de las peleas del movimiento de mujeres y trans tenemos una generación entera que desde las escuelas ya levanta la voz contra las imposiciones de género. Para no seguir teniendo cientxs de niñxs y adolescentes que sufren por no poder aceptarse, que son golpeadxs y asesinadxs, para no seguir teniendo travestis muertas por crímenes de odio, compañerxs procesadxs y encarceladxs, para descubrir un enorme horizonte de diversidad y libertad, tenemos que revivir el fuego de Stonewall. La comunidad LGBTTTI, junto al movimiento de mujeres, junto a todos los explotados y oprimidos, tiene la tarea de cambiarlo todo.

*Pink-washing: Variedad de estrategias políticas y publicitarias para parasitar la visibilidad LGBTTTI en la promoción de productos de mercado y políticas conservadoras.

 

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