por Federico Dertaube

A pesar del evidente intento de ocultar al resto del país la crisis política desatada en la provincia patagónica, entre la noche de ayer y la madrugada de hoy ha venido a pegar un nuevo salto. El gobierno nacional y todos los altos funcionarios del país, miran con aprehensión los acontecimientos del sur del país porque pueden ser una anticipación de una crisis nacional que se cocina a fuego lento. Como dijera Marx con su habitual brillantez: “Es natural que en las extremidades del cuerpo burgués se produzcan estallidos violentos antes que en el corazón, pues aquí la posibilidad de compensación es mayor que allí”.

La situación de crisis abierta se ha procesado en primer lugar con la lucha de los docentes contra la paritaria de miseria que ofrece el gobierno provincial de Arcioni. Según lo estipulado en el presupuesto para el 2018, éste busca un recorte del “déficit” del 50%. Para variar, la variable más “costosa” parece ser la que trabaja. No importa que haya mucha, muchísima plata, que se vaya a unos pocos bolsillos. El 29 de mayo, los docentes ingresaron y ocuparon el edificio del Ministerio de Educación provincial en Rawson en una contundente medida de fuerza. A los trabajadores de la educación se les fueron sumando compañeros de otros gremios simpatizando con su medida, como estatales, petroleros, etc. El conflicto docente se fue transformando en una lucha general de amplios sectores de trabajadores contra el gobierno provincial.

Los ideólogos del ajuste nos dirán que el gasto público provincial es “inviable” por ser demasiado alto. Es curiosa la forma en que esta gente encara su «análisis» del problema de las crisis en zonas geográficas enteras, hablando de ellas como si fueran empresas que se pueden declarar en quiebra y así “cerrarlas” por poco competitivas. Para ellos, para el presidente y los gobernadores, los trabajadores son un “gasto” pero las empresas que se llevan millones y millones con el extractivismo, con la explotación de los recursos naturales de la provincia y se llevan lo ganado para afuera con total impunidad, son algo que no se puede tocar ni evitar, como la lluvia que moja los campos petrolíferos. Chubut es una provincia minera, con una de las mayores plantas de aluminio del subcontinente latinoamericano y un importante sector petrolero. Viendo los números, tenemos que el presupuesto total para el Estado provincial se estipuló para este año en algo más de 40 mil millones de pesos, que incluyen 7100 de ingresos por exportación de petróleo cuando las exportaciones totales de esa rama (y sólo de esa rama, volvamos a mencionar que hay varias más netamente exportadoras) superan los 53 mil millones. Lo único “inviable” son las inmensas ganancias empresarias con los recursos provinciales que se van para no volver nunca más. Si sumamos que una buena parte del ingreso del Estado provincial es la co-participación de los gastos nacionales, no deberíamos perder de vista que el acuerdo con el FMI establece un recorte en este rubro de más del… ¡70%!

Ayer, la represión desatada fue de una brutalidad que dejó por momentos impactados a los compañeros presentes, pero que le dio más leña al ya gran fuego de la ira popular. Gas lacrimógeno, gas pimienta, palazos a discreción, empujones hacia el fuego de las gomas quemadas. Uno de los ministros de Arcioni llegó a negar que la represión haya sucedido, un nuevo ejemplo de que la doctrina de la “posverdad” llega hasta las más tradicionales estructuras del PJ. Lograron exactamente lo contrario a lo que buscaban, el día de hoy las escuelas amanecieron todas cerradas, las privadas incluidas. Tal fue el rechazo a la brutalidad represiva.

Tenemos entonces: recorte de gastos estatales, suba de precios, paritarias a la baja, aumento de las ganancias empresarias por la devaluación del peso, conflictividad creciente. Buenos Aires debería mirar su futuro en el espejo del sur.

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