por José Luis Rojo

“Una vez más, la anomia económica aflora como síntoma del vacío político (…) El riesgo es que aquello que la política no puede ordenar concluya en un enfrentamiento de final imprevisible entre la calle y los dueños del capital” (Eduardo Fidanza, La Nación, 16/06/18).

En los últimos días el gobierno logró un respiro coyuntural. A través de una serie de maniobras financieras, logró capear un nuevo vencimiento de lebacs, a la vez que el dólar se sofrenó un poco y subió la Bolsa.

Que el MSCI (Morgan Stanley Capital International) le reconociera al país la condición de “mercado emergente”, ayudó a este respiro. La Bolsa se había derrumbado el viernes pasado, cuando se esperaba que este reconocimiento no llegara.

Es evidente que estas instituciones de calificación de riesgos no le dan la menor importancia a la situación de la economía real (la Argentina de Macri sacaría un aplazado), sino a las garantías que ofrecen los gobiernos de que los capitales tendrán siempre aseguradas sus inversiones, sin importar el costo.

En cualquier caso, la dinámica de la crisis es tan grave que hay que seguirla día a día. El gobierno viene de pasar las peores semanas de su gestión. La crisis es tan profunda que a la vuelta de cualquier esquina, van a retornar las zozobras.

Es en este contexto que se irá al paro general del lunes 25. El paro va a ser contundente: la bronca entre los trabajadores es creciente. Las derrotas futbolísticas de la Argentina suman también al repudio al gobierno; muchos trabajadores las conectan (correctamente) con lo mal que está el país.

El paro va a ser contundente, pero una tarea más compleja será hacerlo activo. Todas las fracciones de la burocracia trabajan para que sea dominguero, para que los trabajadores y las trabajadoras se queden en sus casas tomando mate.

El propio Moyano contribuyó a esto porque luego de pintarse la cara de combativo y anunciar un paro camionero de 72 hs. la semana que viene, terminó arreglando por el 25% en tres cuotas.

Es verdad que rompió el techo salarial antediluviano del 15%. Pero lo logró luego de una corrida contra el peso que ha llevado la devaluación al 60%. Una devaluación que, inevitablemente, se trasladará a los precios.

Así las cosas, todos los analistas señalan que el gobierno debería agradecerle al sindicato camionero conformarse con ese aumento, y no hacer más olas.

El carácter activo del paro es imprescindible para lograr la continuidad de las medidas de fuerza. Para lograr derrotar el pacto del gobierno con el FMI (el súper ajuste que ya están imponiendo), no va a alcanzar con una medida de fuerza aislada: hace falta continuidad.

Pero para imponerla hay que desbordar a una burocracia que siquiera ha roto con el gobierno; una burocracia que, en todas sus expresiones, está en el operativo “Hay 2019” (canalizar la bronca en unas elecciones a un año y medio vista).

La militancia del Nuevo MAS y la Corriente Sindical 18 de Diciembre nos vamos a jugar con todo para que la medida del lunes sea activa, sumándonos a los piquetes en todo el país.

Un mundo en crisis

El primer elemento de la crisis del gobierno es la situación internacional. El mundo ha cambiado en los últimos años y el gobierno parece no registrarlo.

Macri llegó a la presidencia prometiendo “abrir el país al mundo” justo cuando este comenzaba a… cerrarse. La orientación capitalista neoliberal de libre mercado ha producido tal descontento social, que desde que asumió Trump han comenzado a imponerse medidas proteccionistas.

En lo inmediato, el cuestionamiento a la globalización está viniendo desde la derecha (mañana podría venir por la izquierda). Lo que Macri parece no haber registrado es que está produciéndose un cambio de parámetros internacionales; nuevos parámetros al cual su gobierno parece no ajustarse.

A los conflictos geopolíticos y las disputas comerciales, se le suman las cuestiones específicamente económicas (que han dificultado el entorno en el cuál se desenvuelve la economía argentina).

La salida de Trump del acuerdo con Irán, sumado al traslado a Jerusalén de la embajada yanqui en Israel, ha hecho que se disparen los precios del petróleo.

Mientras años atrás los precios habían caído a 30 dólares el barril, en estos momentos están rozando los 80 dólares. Esto ocurre cuando a Temer en Brasil como a Macri en Argentina, se les había ocurrido liberar el precio de las naftas. Conclusión: ¡las presiones inflacionarias se multiplican hacia el infinito!

Otro aspecto presiona sobre la economía argentina. Estados Unidos se encuentra creciendo en estos momentos, razón por la cual la Reserva Federal (el Banco Central de dicho país), está aumentando las tasas de interés. Luego de años de tasas bajísimas casi del cero por ciento, el aumento de las mismas está llevando al retorno de los capitales hacia el norte del mundo.

Cuando las tasas estaban bajas llegaron capitales con relativa facilidad a países como Argentina. Pero esta circunstancia se está acabando; de ahí la fuga de capitales, como así también la devaluación de las monedas, el encarecimiento del crédito, etc.

Un tercer elemento complica la economía nacional. Brasil había comenzado a recuperarse luego de la recesión histórica que sufrió los últimos años. Sin embargo, el paro camionero de un mes atrás fue de tal magnitud, que puso entre paréntesis dicha recuperación. Y a esto se le suman las turbulencias políticas: este año se realizarán unas elecciones presidenciales cuyos resultados son inciertos.

En un mundo que se está dando vuelta, que está dejando atrás el imperio de la globalización neoliberal; la orientación de libre mercado de Macri significa dejar inerme una economía como la argentina, que no puede funcionar sin algunos mecanismos básicos de “protección”.

Esta desubicación internacional del gobierno es el primer elemento de su crisis general.

Derrumbe económico

El segundo elemento de la crisis es el derrumbe económico que se está viviendo. Quizás la palabra derrumbe suene muy fuerte. Pero la realidad es que mientras el gabinete económico lleva adelante sus “enjuagues” financieros, la economía real se cae a pedazos.

Esta semana logró renovar 300.000 de los 500.000 millones de pesos en Lebacs que vencían. Al resto se le ofrecieron instrumentos financieros para evitar que se pasen directamente a dólares. Al mismo tiempo, como subproducto del reconocimiento de “país emergente”, las acciones de la Bolsa se recuperaron y el dólar mantuvo su nivel.

Además, el gobierno espera con ansiedad la llegada de los 15.000 millones de dólares del préstamo del FMI, fondos que se repartirán por mitades: una mitad para afrontar pagos de deuda externa, la otra para desarmar las Lebacs y abastecer la demanda de dólares.

Pero mientras se llevan adelante estos “pases de magia” financieros, lo que está ocurriendo es un derrumbe de la economía real. Para evitar la venta de todas las lebacs, las tasas de interés se llevaron al 47% anual: ¡no hay economía que pueda funcionar con esas tasas!

Ocurre que tasas tan altas significan el corte completo del crédito (se multiplican, por ejemplo, los negocios que aceptan pagos contado y con débito, pero no con tarjetas de crédito). El corte del crédito puede significar una ruptura en las cadenas de pagos, quebrantos, despidos y cierre de empresas. ¿Quién va a invertir en la economía real cuando se pueden hacer semejantes negocios en los mercados financieros?

Junto con las tasas siderales, está la no menos sideral devaluación ocurrida este año: el peso se ha devaluado un 60%, la devaluación más grande detrás de Venezuela. Y si todavía no se siente en los precios, es porque el traslado lleva algún tiempo.

Llamado técnicamente pass through, ningún analista tiene dudas que va a llegar y que será brutal. La escalada de los precios que se viene no tiene antecedentes en los últimos años.

Para colmo, y como ya hemos señalado en estas páginas, el gobierno dolarizó muchos precios de la economía: los energéticos, las tarifas, incluso el peso. Muchísimos precios han sido dolarizados, salvo el precio que más interesa a los trabajadores: el salario (que languidece detrás de la escalada de los precios y cae en términos reales[1]).

El efecto que tiene la suma del aumento de las tasas de interés y del dólar, además de inflacionario, es recesivo. Significa el parate total del crecimiento económico, lo que está a punto de apreciarse en la economía real.

El nombre económico de este fenómeno es estanflación: inflación más recesión. Se trata del peor de los mundos: porque al azote del alza de los precios, se le suman los despidos.

El fracaso del plan económico nos está llevando a un derrumbe económico (que va a dejar a muchísimos trabajadores y trabajadoras en la calles, amén de una caída del salario real); un acontecimiento que adelanta que grandes choques de clase están en el horizonte.  

Crisis política

Son estos elementos los que dan las bases materiales para la crisis política. El país está viviendo una crisis global; crisis global que de profundizarse va a colocar el problema de la continuidad del gobierno.

Se está hablando que luego del mundial se largaría la campaña presidencial. Se trataría de una campaña larguísima, quizás la más larga que se tenga memoria.

Y todo por qué: porque de lanzarse la misma, se daría un cauce para canalizar la bronca por la vía electoral; no vaya a ser que se traduzca en luchas que pongan en riesgo la gobernabilidad.

Las marchas y contramarchas del gobierno son los signos de una crisis política. Y ya no se trata solamente de las presiones que han crecido dentro de Cambiemos con los radicales bregando por un plan económico “más productivista”, o Carrió haciendo una escena por la media sanción del derecho al aborto en Diputados.

Se trata de que dentro mismo del gabinete oficialista se han producido desplazamientos de ministros que introducen algún “ruido” en la decisión de ir al ajuste en regla.

El gobierno sigue meneando la palabra “gradualismo”. Pero la reducción del déficit fiscal de este año al 2.7% y el 1.3% en el 2019, es un ajuste brutal.

Sin embargo, a punto de lanzarse a esta tarea Macri despide a Aranguren, que fue uno de sus mejores “soldados”: el que mejor aplicó el ajuste fiscal que reclama el presidente.

También son contradictorios los pasos en Industria donde se despidió otro soldado de Macri, Cabrera, y se nombró a Dante Sica, un técnico con simpatía por la industria automotriz, supuestamente para trabajar para reducir el déficit comercial que sufre el país.

Por lo demás siguen los rumores de que se frenaría la rebaja de las retenciones a la soja; incluso podrían reestablecerse retenciones al maíz y el trigo… Aclaremos que los productores agrarios se están llenando nuevamente de dólares: la enorme devaluación del peso significa una sideral transferencia de renta a sus manos[2].

Pero volver a imponer retenciones, o al menos suspender su reducción para la soja, amenaza con pataleos en el campo, lo que pega sobre la línea de flotación política del gobierno, que en cierto modo es el reflejo de la coalición reaccionaria que salió a las rutas en el 2008.

Una crisis política puede tener varias expresiones. Una de ellas son los pasos contradictorios de un gobierno que amenaza que su gestión termine siendo una “suma cero”. Esto es lo que podría pasarle a Macri agigantando la imagen de desgobierno que por momento toma su gestión.

No se puede esperar al 2019

Todas las fuerzas políticas y sindicales de la oposición coinciden en un punto: Macri tiene que llegar al 2019. Sin embargo, existen fuerzas sociales y políticas que son más fuertes que cualquier gobierno, que cualquier partido patronal o cualquier burocracia.

El contexto internacional, la economía y la bronca popular son esas fuerzas que cuando se desatan, pueden barrer con todo. Los factores subjetivos, las direcciones, son clave para el desenlace de los desarrollos pero no para su desencadenamiento (recordemos aquí la experiencia del Argentinazo).

Claro que las direcciones pueden intentar contener y evitar desbordes. Pero estas fuerzas objetivas conjugadas pueden cambiar la historia generando las condiciones para la maduración de los factores subjetivos (conciencia de clase, organización independiente, partido revolucionario).

Nadie puede decir hoy si Macri va a llegar al año que viene. Lo que sí podemos estar seguros, es que para derrotar el ajuste hay que derrotar su gobierno.

Macri ha pactado el ajuste con el FMI. Se viene un paro general que será contundente más allá que pasivo por la acción de la burocracia.

El paro no va a ocurrir en medio de un desborde en las luchas. Pero venimos del triunfazo de la media sanción al aborto legal. Y, por lo demás, la bronca por abajo es inmensa.

Hay que jugarse por el carácter activo del paro general. Y hay que ser conscientes que la crisis llegó para quedarse, que se vienen grandes enfrentamientos de clase donde va a estar planteada la continuidad del gobierno.

La tarea de nuestro partido es tener claras las circunstancias y trabajar por una salida obrera a la crisis; esto mientras multiplicamos nuestras filas.

[1] El carácter patronal del gobierno de Macri se muestra, entre otros tantos ítems, en cómo ha liberalizado todos los precios salvo el salario. El mecanismo institucional vinculado al aumento de los mismos, hace de los salarios el precio más controlado de la economía.

[2] El mecanismo de la renta agraria funciona de tal manera que cuando la moneda se devalúa, se llevan muchos más pesos por cada unidad exportada configurándose así una renta extraordinaria que no estaba en los cálculos iniciales.

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