Por Tofi Mazú

 

Verde que te quiero verde 

Verde viento. Verdes ramas 

El barco sobre la mar 

y el caballo en la montaña.

Con la sombra en la cintura 

ella sueña en su baranda, 

verde carne, pelo verde, 

con ojos de fría plata. 

Verde que te quiero verde 

Bajo la luna gitana

 García Lorca

 

A horas de haber conquistado la media sanción para el proyecto de ley por el aborto legal, seguro y gratuito, quizás sea imposible relatar hasta el final lo acontecido en estas jornadas. Para muchas, era la primera vez que salían a pelear un derecho. Para otras tantas, que llevan una vida peleando por esto, un hecho que creían que no iban a vivir nunca. Con un inmenso protagonismo de la juventud, la movilización y vigilia garantizaron, sin lugar a dudas, este triunfo histórico contra el gobierno y la Iglesia.

Fueron 36 horas de lucha sin cuartel. Desde las seis de la mañana, Las Rojas y todas las organizaciones y colectivos de mujeres nos plantamos sobre Rivadavia y sobre Callao. Banderas, gazebos, pilas de bolsos, mochilas, frazadas y bolsas de dormir, carpas, afiches, libros, boletines y periódicos, bombos, redoblantes y micrófonos, parrillas, termos y bidones con agua, carbón y leña: antes de que el sol saliera y con un frío glacial, ya nos estábamos apostando en las calles para arrancar lo que serían esas 36 horas de aguante. 36 horas. ¿Pero cuántas horas habremos, cada una de nosotras, usado para pelear por el derecho al aborto en el hospital? Estas 36 horas, en verdad, fueron la batalla más heroica de una guerra de años, de décadas.

La acampada junto al Congreso empezó al amanecer del miércoles 13 de junio. Pero las vigilias, en muchos casos, se habían iniciado la noche anterior, con las tomas de colegios y facultades. La juventud, sujeto protagónico de este movimiento de mujeres renovado y gigante, se plantó con toda su fuerza, sin haber dado nunca antes una pelea política de semejante calibre. Estamos hablando de miles y miles de pibas de entre 13 y 30 años que probaron estar dispuestas a dejarlo todo en la calle para sentirse un poco más libres de la opresión que nos imprime este sistema capitalista y patriarcal.

Las Rojas arrancamos el día celebrando un primer triunfo del movimiento de mujeres: a eso de las 10 de la mañana, Iara Carmona escuchó la sentencia que condenaba al policía violador Marcelo Cuello a 15 años y medio de cárcel por haber abusado de ella durante toda su adolescencia. La fuerza y la alegría por esta victoria allanaron el terreno para ponerle el cuerpo a la dura lucha que estaba en puertas.

Así fue transcurriendo el día: con una batucada que repartió 3000 cancioneros a militantes, amigas y activistas independientes, agitamos sin parar por más de 24 horas. La garra de la juventud que, a voz en cuello y baqueta en mano, mandaba a los curas a laburar y le decía “chau” a Macri, ponía los pelos de punta. Era una fiesta combativa, que no cesaba de marcar el ritmo de una jornada donde nada ni nadie estaba quieto: ni las personas, ni el contador de los votos que iban y venían.

 

En los noticieros la pantalla estaba partida: una mitad era el interior del Congreso y las placas “poroteras” de la pelea intraparlamentaria; del otro lado del televisor, el agite, los pañuelos que pintaban de verde las calles, las banderas rojas, las pibas. Y se notaba que estábamos haciendo historia. Se notaba, se percibía en el aire, que no podían ignorar a medio millón de personas con las cosas tan claras, con tanto por ganar y tan poco por perder. Del otro lado del “corredor de seguridad” un grupejo marginal que aglutinaba lo más rancio de la sociedad clamaba en contra del derecho a decidir de las mujeres. Pero estallando Rivadavia, Callao, Sáenz Peña, estábamos las trabajadoras y trabajadores, estudiantes, artistas de todo tipo, militantes, familias enteras, grupos de amigos, juntos en masa de a cientos de miles, gritando “queremos aborto legal”, haciendo valer nuestra primera conquista: haber vuelto de masas este reclamo y saber que teníamos el consenso social de nuestra parte.

La noche cayó, más fría que la mañana, y los cuerpos ocupaban el asfalto en bolsas de dormir, mantas o junto al fuego. Otros se reunían frente a la pantalla que transmitía el debate en vivo, para seguir el “minuto a minuto”. Cuando hablaba alguien a favor del derecho al aborto se festejaba, y se abucheaba cuando escuchábamos que comparaban a las mujeres embarazadas con perritos o se deliraba acerca del tráfico de cerebros de fetos. Los bombos seguían sonando y, aunque la temperatura era casi bajo cero, el calor de la lucha nos mantenía juntas, esperando que el amanecer llegara con la media sanción que tanto ansiábamos.

Y llegó. A las diez de la mañana, encolumnadas, dentro de bares o en el trabajo, las mujeres gritamos, saltamos y corrimos a abrazarnos con nuestras compañeras y compañeros. Lloramos de la alegría, del orgullo y de la pasión por hacer historia al ganar los derechos en las calles. Y volvimos a cantar, a agitar, a rugir: “Para la Iglesia que lo mira por TV”, “la calle hay que llenar contra este gobierno”. Parecía increíble haber avanzado tanto en tan poco tiempo. Parecía increíble que lo que hacía dos años resultaba imposible estuviera de pronto a un paso de volverse ley. Las pibas que no habíamos sido parte de los grandes procesos de nuestro país, como el Cordobazo o el 19 y 20 de Diciembre del 2001, estábamos decididas a ser la generación del aborto legal y lo estábamos logrando. Parecía mentira, pero era verdad…

Se desconcentró hacia el mediodía, aunque en las calles del centro porteño las mujeres seguían pululando con una sonrisa en la cara y su orgulloso pañuelo verde, habiendo sacado una importantísima conclusión: la lucha garpa. “Sin la vigilia esto no pasaba”, “lo hicimos luchando”, “nos tuvieron que escuchar”.  Aún no sabemos para cuándo pretenden tratarlo en Senadores. Pero sí sabemos que este movimiento de mujeres se la jugó hasta el final el 13 y 14 de junio y que va a estar movilizando con la misma o más fuerza cuando eso suceda. Porque, es cierto: esta quiere ser la generación del derecho a decidir. Esta generación está haciendo historia y quiere ganar.

 

#QUESEALEY

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