por Ian Fer

El pasado viernes, en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, Estados Unidos vetó un proyecto presentado por Kuwait en el que se pedía la protección internacional para palestinos que sufren las consecuencias de la ocupación y represión israelí. El texto que exigía “se consideren medidas para garantizar la seguridad y la protección de los civiles palestinos”, solicitaba un informe al secretario general de la ONU sobre mecanismos de protección internacional, condenaba el uso de fuerza excesiva e indiscriminada por parte de Israel y pedía su cese inmediato.

Nikki Haley, embajadora de los Estados Unidos en la ONU, días antes de la resolución anunció: “EE.UU. vetara inmediatamente el proyecto (…) no menciona ni una vez a HAMAS”. Su país acusa a esta agrupación islámica de ser el principal responsable de la violencia en la Franja de Gaza, a pesar de que al menos 122 palestinos han muerto y más de dos mil resultaron heridos por disparos de los militares israelíes desde finales de marzo, en el marco de la gran Marcha del Retorno, que reivindica el derecho de los palestinos de regresar a sus tierras y, en esta ocasión, expresa un fuerte rechazo por el traslado de la embajada estadounidense a los territorios ocupados de Jerusalén y el reconocimiento de ésta como capital israelí por parte de Trump. Estados unidos, además, bloqueó una investigación independiente apoyada por Alemania y Gran Bretaña en el mismo organismo, que pretendía investigar la violencia en Gaza.

En la ONU, cinco miembros tienen derecho a veto (Rusia, China, Francia, Gran Bretaña y EE UU) y pueden así eliminar una propuesta con sólo votar en contra, incluso cuando el resto ha votado a favor. Escondido tras la justificación de la “unidad de las potencias”, este veto no es más que un despotismo de cinco potencias sobre decisiones que competen a todo el mundo. Fue este mismo organismo el que propuso la partición del estado palestino para crear el engendro de Israel. Fue el 29 de noviembre de 1947, como producto de una votación dividida en la que los países europeos aliados con los latinoamericanos y otros de su esfera de influencia, hicieron valer su mayoría sobre los países árabes, aprobando la partición de Palestina. Los palestinos nunca fueron consultados, la Liga árabe compuesta por la región se mostró completamente en contra y el sionismo no acepto la parte que le tocaba, conquistando el resto del territorio a sangre y fuego. Claro que no es sorpresa, después de esto, que Israel sea un aliado estratégico en la región durante los conflictos posteriores (e incluso actuales) en los que intervino yanquis e ingleses. ¡La ONU no es más que un títere utilizado para justificar el accionar de las potencias, que no puede siquiera repudiar la masacre palestina!

El apartheid israelí desplaza familias día a día que solo encuentran la calle para protestar ante los oídos sordos de la ONU y las maniobras despóticas de las potencias. Desde todo el mundo repetimos el pedido y ya no para que se respete un plan de partición impuesto por extranjeros en la región, sino por un estado palestino, laico, democrático y socialista en el que musulmanes, judíos y católicos sean iguales.

¡Viva palestina libre!

 

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