Un debate con el PTS – 

El gobierno ha tomado el camino del ajuste recesivo para asestar un duro golpe a la clase trabajadora, tratando de establecer una nueva relación de fuerzas entre las clases sociales. Para ello acompaña las medidas económicas con medidas políticas contra la protesta social como la ley anti-piquete, y se aprovechan los despidos para “limpiar” al activismo de las fábricas y disciplinar a la clase obrera. En esta política cuenta con el apoyo incondicional de todos los partidos burgueses, de los patrones de cada fábrica y de la burocracia sindical, que alineados detrás de este plan, persiguen y calumnian a los luchadores y a la izquierda, y garantizan el control burocrático y la dictadura patronal dentro de los lugares de trabajo. Pero además el gobierno administra el ajuste y los golpes con una conciencia clara de los tiempos. En 25 días comenzará el mundial de fútbol, lo cual se busca que sea una amansadora que corra el eje de la discusión acerca del ajuste.

Pero donde empiezan los despidos, los trabajadores responden poniéndose en pie de lucha. Ejemplo de ello son Gestamp y Cerámica Neuquén, Valeo, Calsa, entre otros. Estos conflictos responden no sólo a una resistencia espontánea de los trabajadores frente a los ataques de la patronal y el gobierno, son también expresión de un proceso de recomposición obrera en amplios sectores, y en el que la izquierda tiene cierta influencia. Esa recomposición empieza a ser más visible, y se muestra a la cabeza de las luchas, y en eventos como el Encuentro Sindical Combativo y los piquetes del 10 A. El gobierno y la burocracia toman nota y buscan cortar de cuajo esta experiencia, endureciendo la mano con el activismo.Gestamp es un claro ejemplo de esto; la patronal declarando lockout, militarizando la fábrica y despidiendo al activismo; acto seguido la burocracia iniciando una campaña macartista contra los “zurdos” y mandando la patota del SMATA a golpear a los compañeros que salieron a volantear a VolksWagen. Es así que en las luchas actuales se procesan discusiones de mucha importancia, porque ponen sobre la mesa un enfrentamiento más duro que empuja a los obreros a tomar medidas más radicalizadas y a elevar la pelea sindical a un plano político.

Discutiremos aquí principalmente con el PTS. El PO tiene una táctica completamente electoralista que lo hace quedar por fuera de las luchas obreras en la coyuntura actual.

El PTS parece haber adoptado una posición a la defensiva frente al ajuste del gobierno. Esto se expresa en los siguientes aspectos: el fuerte legalismo con el que intervienen en los conflictos;el tomar como eje central la política represiva del estado; y la orientación de encarar la lucha de clases “fábrica por fábrica” de manera sindicalista y aislada, y no como una lucha de clases global contra el ajuste.

El abogado por delante

El PTS encara su construcción como un fin en sí mismo, por fuera de la lucha política. De esta manera han acumulado una masa crítica considerable en la vanguardia, pero cediendo a la resistencia y los prejuicios imperantes en la conciencia de la clase obrera. Muchas veces “separando” al activista que se quiere ganar del propio conflicto. Este abordaje oportunistade la construcción partidaria los ha llevado a una mistificación de la lucha de clases dentro de los límites del estado y el derecho burgués, Interviniendo en los conflictos poniendo “el abogado por delante”. Es una realidad que la mayoría de los obreros no comprenden que las leyes no son neutrales sino que responden a los intereses de la clase dominante. Esta es la “falsa conciencia burguesa” a la que se adapta el PTS para construirse dentro de la clase trabajadora aportando abogados a los conflictos que, frente a los ojos de los obreros, tienen muchas veces más legitimidad que sus propios compañeros trabajadores. No es que el terreno de la lucha legal no sean una mediación a tener en cuenta, o que no sea útil la intervención de un abogado de izquierda en los conflictos, pero esta intervención debe estar subordinada al desarrollo mismo de la lucha, como un campo auxiliar de intervención, dispuesto, en todo caso, a romper los límites de la propia ley si la lucha lo exige.

Esta política de poner las consideraciones legales por encima de la lucha misma entra en crisis en momentos en que los choques entre las clases comienzan a ser más directos y los obreros se ven obligados a tomar acciones más radicales so pena de ser derrotados, perder su puesto de trabajo y ver descabezada su organización sindical. En este marco, el estrecho abordaje “legalista” del PTS frente a los conflictos se vuelve un obstáculo que muchas veces entra en contradicción con el triunfo de la lucha en curso.

La represión como eje de su política

El PTS se posiciona defensivamente frente a los avances reaccionarios del gobierno, haciendo el centro de su política la denuncia de las leyes reaccionarias y la persecución a los luchadores; pero sin ligar esta importante bandera al problema del ajuste en curso. Pretenden defenderse de estos ataques sin partir de las relaciones entre las clases, sino de una defensa de la “democracia” en abstracto. De esta manera abordan el problema apelando a la conciencia “democrática” de la población, pero sin dar la pelea por una conciencia “clasista” que lige el problema de la represión al sometimiento y explotación que quieren descargar sobre la clase trabajadora. Iniciativas como la “ley antipiquete” o la condena a los petroleros de las Heras buscan ser ejemplificadoras para los luchadores y la clase obrera, como método para imponer condiciones más duras de explotación. No se puede derrotar la ofensiva represiva si no se parte de comprender a qué intereses responde. Si no se aborda desde una perspectiva clasista, las peleas quedan separadas de la pelea de la clase obrera contra el ajuste, que no las ve como luchas propias sino como hechos aislados.

La pelea defensiva “fábrica por fábrica”

El PTS se ha construido adaptándose a los “prejuicio a los partidos y a la política”, interviniendo de manera sindical y aprovechando estos prejuicios para cerrarle el paso a sus competidores dentro de la propia izquierda de manera oportunista. Es una realidad que para hacer pie en la clase se debe partir de los obreros tal cual son, con su estado actual y contradicciones, pero no para adaptarse a ello, sino dando peleas para que avance, al calor de las luchas, su conciencia y su organización, lo cual responde a una necesidad estratégica que va mas allá de la lucha misma en la que se intervenga, y permite generar mejores condiciones para enfrentar futuros desafíos. En el marco de recuperación económica que vivimos los últimos 10 años podía haber conflictos en los que mediante la lucha sindical o la presión al gobierno se lograra que el ministerio de trabajo intervenga mediando a favor de los trabajadores, o el patrón afloje alguna conquista, quedando más velada la relación irreconciliable entre las clases, cubierta por las mediaciones institucionales. Ahora que el ajuste se radicaliza, los conflictos adquieren un carácter más directo en el cual intervienen conjuntamente el patrón, la burocracia y el gobierno para reventar a los obreros y barrer su organización gremial. El PTS busca defender la acumulación obtenida en la clase obrera sin elevar las luchas a la pelea política contra el gobierno. Teme a los prejuicios contra la izquierda y los partidos a los que se adaptó durante tantos años y eso lo lleva a una completa falta de iniciativa política. Últimamente no se presenta en conflictos como PTS, sino como “obrero de tal fábrica” y a lo sumo apunta como partido a solidarizarse con donaciones a los fondos de huelga. Lo que PTS no ve es que esta posición desarma completamente a la vanguardia obrera, porque si los trabajadores no pasan al frente para enfrentar al gobierno elevando la lucha sindical a lucha política, si la vanguardia no se pone a la cabeza de impulsar a la “guerra” contra el ajuste, embretando a la burocracia sindical a convocar a un nuevo paro general; el enemigo de clase avanza, la represión y persecución se acentúan y se ponen en peligro las posiciones obtenidas en estos años de acumulación por la izquierda revolucionaria. Esta política oportunista sumada a sus seguidismo electoralista al PO en el FIT los ha llevado al criminal abstencionismo frente a las elecciones de la CTA, retirando de la pelea política por recuperar el sindicato a importantes sectores de vanguardia que influencian.

Pasar a la ofensiva

El fin de ciclo actual pone al gobierno K en vilo, por abajo se acumula la bronca frente a las medidas que está aplicando. Pero al avanzar el ajuste con la complicidad de toda la patronal, sumado a la inacción total de la burocracia sindical, otorgan cierta estabilidad al gobierno y al ajuste recesivo, que, de cristalizarse, establecerían una nueva relación de fuerzas entre las clases, más desfavorable para los trabajadores. Cada batalla en cada fábrica debe ser tenida en cuenta en ese marco, como ejemplo para el resto de la clase trabajadora, dando una pelea por hacerla visible, rodearla de solidaridad y elevarla al plano político de la pelea contra el gobierno. A la vez es necesario poner a la vanguardia y la izquierda a la cabeza de la pelea contra el ajuste, organizando una gran marcha a plaza de mayo y haciendo un nuevo encuentro nacional del sindicalismo combativo que sea un polo de referencia para enfrentar el ajuste, exigiéndole a la burocracia un paro activo de 36hs. La intervención de la izquierda en ese momento puede servir de presión para poner sobre la palestra el debate del paro general, medida que de concretarse condicionaría la continuidad del ajuste en curso. La pérdida de este tiempo precioso otorga a nuestros enemigos de clase la posibilidad de ajustar con todo usando el mundial como pantalla. ¡Pasemos a la ofensiva!

Cristian Leiva – Regional Río Negro

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