por Tofi Mazú

El movimiento de mujeres le ganó una pulseada a Urtubey

El martes 15 de mayo, el movimiento de mujeres argentino se conmocionó, cuando se dio a conocer el caso de una niña salteña de 10 años a la que se pretendía obligar a continuar con un embarazo producto de las sucesivas violaciones perpetradas por su padrastro. La nena había acudido con su mamá al Hospital Materno Infantil por dolores abdominales, cuando el médico la diagnosticó… con un embarazo de casi cinco meses. Entonces, ella se animó a relatar lo ocurrido.

Este caso barbárico puso de manifiesto el atraso en la legislación salteña. Es que en dicha provincia, con el troglodita de Urtubey al frente, no se reconocía el protocolo que debería haber estado vigente desde el 2015. En el Feudo prostibulario y monacal que es Salta, para acceder a una ILE, debía presentarse una orden judicial, alargando así el tiempo de gestación. La guía que contemplaba esta cláusula adicional, además imponía un plazo límite de 12 semanas para la realización de la práctica. De conjunto, los “agregados” de Urtubey al protocolo imposibilitaban que se llevaran a cabo los abortos no punibles en caso de violación o riesgo de vida de la mujer gestante.

Días después de este escándalo, se dio a conocer la “reculada” del gobernador salteño, que declaró que la provincia adherirá al Protocolo para la Atención Integral para las Personas con Derecho a la Interrupción Legal del Embarazo. Esto no es casual. Si el títere clerical que hace solo unos meses declaraba en los medios que con un app de celular se pueden “predecir los embarazos adolescentes” debió acatar lo estipulado por la CSJ hace ya seis años, no es por otro motivo que la irrupción masiva del reclamo por el aborto legal. La fuerza del movimiento de mujeres es tan grande que hace doblegar hasta a los más reaccionarios.

La maternidad obligatoria es un crimen

Ni lerdo ni perezoso, Urtubey publicó en su Twitter que tomaba esta medida “más allá de la voluntad de la niña y de su familia de continuar con el embarazo”. Esta declaración no es ingenua. Todo lo contrario: es un triste intento de decir que pretende adherir al protocolo, aún cuando no es necesario. Lo peor de semejante aclaración es que esconde el hecho de que la Iglesia Católica es el principal formador de opinión en una provincia en cuya capital hay una Iglesia o convento por manzana… Esa es la formación ideológica cristiana que lleva a una madre a negarse a que su hija de 10 años se practique un aborto legal para terminar con embarazo producto de una violación intrafamiliar. Aún, cuando las autoridades sanitarias de la Provincia insistieron en la necesidad de llevarlo a cabo por considerar riesgoso el embarazo, tratándose de una niña tan pequeña. Es preciso recordar, en este sentido, que en las escuelas públicas salteñas es obligatoria la catequesis, mientras que está prohibida la educación sexual. Queda así de manifiesto, que aunque el Estado – en el plano legal- le ha dado vía libre a la niña para decidir no continuar el embarazo, la relación que la Iglesia mantiene con el mismo, le ha vetado ese derecho por decisión de su familia. ¿Qué clase de vida puede tener una nena de 10 años si se ve obligada por la condena social que significa abortar, a parir y criar el producto de sucesivos abusos? Siguen sin ser las mujeres las que deciden sobre el propio cuerpo.

Recordemos que se hizo viral en el Plenario de Comisiones, la intervención de una reaccionaria ignota que afirmaba que era una barbaridad que una nena de 12 años pudiera acceder por voluntad propia a practicarse un aborto. Y eso es exactamente lo que el movimiento de mujeres quiere: el derecho a decidir de todas y cada una de nosotras. Que las niñas y adolescentes puedan continuar con sus vidas y sus estudios y que decidan siendo adultas si les interesa ser madres o no.

A días de finalizar las exposiciones en el Congreso, es imprescindible que las mujeres no bajemos los brazos en la defensa del proyecto de ley de la Campaña Nacional por el derecho al Aborto, el único que los garantiza sin la intromisión de la Iglesia, los Comités de Bioética y los objetores de conciencia que pretenden limitar el acceso a esta práctica. Sigamos en las calles hasta ganar el aborto legal en el hospital.

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