“Soy un hombre de ciencia y de partido” K. Marx

Continuamos con estas breves notas en el mes del bicentenario de Karl Marx. Nos habíamos apoyado en “las cinco dificultades para descubrir la verdad”, pequeño trabajo de Bertold Brecht para ir destacando aspectos nodales del revolucionario alemán (ver SoB 466). Nos quedaban tres de ellas. Veamos la primera:

El arte de hacerla entendible

Y esta premisa (verdadera dificultad para todo aquel que desarrolla una tarea educativa, desde un humilde maestro de escuela rural al mismísimo partido bolchevique hasta antes de su destrucción por el estalinismo) está ligada al sujeto de la transformación para quien estaba dirigida: la clase obrera internacional. En el prólogo a la edición francesa de El Capital, Marx pone el acento que a excepción del primer capítulo (“algo abstruso y en donde coqueteo con la dialéctica hegeliana”), el resto del portentoso trabajo fue realizado tratando por todos los medios que sea entendible y asimilable para la mayoría de los trabajadores. Algo que también pinta de cuerpo entero a su autor: el de no ponerse como el pedagogo “iluminista” que se eleva por encima de la sociedad y de la clase y “tira línea” casi pedantemente. Años más adelante junto con su amigo Engels (la obra saldrá sólo con el nombre de este último), en el Anti Dühring y valiéndose de las barrabasadas expresadas por un “socialista” alemán de aquella época, escriben una obra para popularizar  las etapas que lleva recorridas la humanidad, volver sobre el funcionamiento del capitalismo y esbozar los requisitos de la sociedad de transición o socialista. Sin olvidarnos, claro está, de esa verdadera joya política programática que es el Manifiesto del Partido Comunista. Volveremos sobre este último.

Y en ese marco de hacer entendible la verdad (las verdades) descubierta, señalemos rápidamente algunas de ellas, ya en un plano más general (“macro” dirían los economistas) de lo que habíamos señalado en el artículo anterior. Marx descubre que “el límite del capital es el capital mismo”, que el proceso de su gestación y desarrollo semeja el de las leyes naturales (aquí no como un sucedáneo de la ley de gravedad, sino como un proceso al cual el hombre no domina) y tiene períodos y etapas. Edades. De las crisis el capitalismo sale más envejecido (aspecto que pudo presenciar y desarrollar con más precisión Lenin) y que la tendencia al derrumbe (otro vocablo “peligroso”) está innata en él aunque tiene sus contra tendencias (la ley de la caída de la tasa de ganancia por ejemplo, muestra muy bien esto) y que siempre requerirá de la acción política conciente de la clase explotada para darle una resolución positiva a ese colapso para que éste no termine en la barbarie más atroz. Marx también trató de hacer entendible que el desarrollo de la maquinaria y las revoluciones tecnológicas está preñado de contradicciones, pero que en definitiva son el presupuesto de la sociedad del futuro y de la verdadera libertad del hombre, ya que ésta se basa en la disponibilidad de tiempo libre. Mientras esto no ocurre, paradójicamente, el trabajo se embrutece y se extiende la jornada laboral. Como un aguafiestas de los capitalistas advierte esto, ya que al realizar inevitablemente lo anterior, el capital socava su propio sistema.

Pero fue también aguafiestas de aquellos comunistas impacientes que no comprendían dicho presupuesto, ya que si esto no ocurría “sólo quedaba repartir la miseria y la vieja mierda volvería nuevamente” (aclarando que no era obstáculo para Marx, en cuanto a que si la posibilidad de una revolución se presentaba, no había que desaprovecharla aguardando el cumplimiento de todas las condiciones o presupuestos). Aspecto, aquél, que las experiencias de los socialismos reales del siglo pasado con poco desarrollo de las fuerzas productivas y sin el “socorro” de la revolución en países adelantados, confirmó con creces. También trató de hacer entendible la dialéctica histórica en donde casi siempre “la razón se convierte en sin razón”. El capitalismo cumple un rol progresivo en relación al feudalismo, pero se va tornando reaccionario y atentatorio contra la calidad de la vida humana y de la propia naturaleza, cuanto más se desarrolla y expande. Exactamente igual que la burguesía “que supo ser revolucionaria pero ya no lo es”. Al igual que su posición en cuanto a la envoltura política del capitalismo: “se puede ser enemigo del régimen constitucional sin ser partidarios del viejo régimen, que prefiramos la república burguesa sobre las monarquías (y los regímenes dictatoriales) no nos convierte en sus apologistas: creemos que a ésta hay que superarla con otro tipo de Estado y de democracia”. Naturalmente, hay fenómenos que no pudo conocer o que sólo pudo entrever su surgimiento. La toma del poder por los trabajadores hegemonizando a los campesinos en la Rusia zarista y su posterior degeneración y el surgimiento de la “etapa superior del capitalismo”, el imperialismo, si bien consideró esencial tener en cuenta el comercio exterior para el funcionamiento del sistema, algo que no pudo llegar a desarrollar en su monumental proyecto de El Capital.

Astucia de saber difundirla

Aquí tomamos la expresión de Brecht para ligarla al epígrafe de este artículo. Marx fue un hombre de ciencia (no es casual el rechazo de los posmodernos para con él, aquéllos que opinan que el mundo como tal es incognocible y que sólo se pueden conocer fragmentos de fragmentos del mismo) sino que además fue un hombre de partido.

Una vez ubicado el sujeto del cambio social, la clase trabajadora (aspecto que ya mencionamos y que desarrollaremos en el tercer y último artículo), Marx entiende, fervoroso estudioso de la historia como es, que luchar contra el Estado existente y la “santa alianza” de las clases dominantes y sus partidos, iglesia, etc; requiere de la organización de los “transformadores”. Si bien la expresión “partido” es relativamente nueva, el agrupamiento de sectores sociales para la defensa y realización de sus proyectos es tan viejo como la sociedad de clases.

En un aspecto que los “marxistas académicos” (equivalentes a aquellos “socialistas de cátedra” de los que hablaba y criticaba Marx) minimizan o directamente niegan, el autor de El Capital tendió siempre un puente entre sus investigaciones y aportes teóricos y las ligas y partidos que la incipiente clase obrera europea estaba creando.(1) El Manifiesto surge de la necesidad misma de una de esas agrupaciones para que se dote de un programa. Tiempo después polemizaba contra el “socialista” teutón Ferdinand Lasalle por “confundir socialismo con estatismo y presentarse como el guía irredento de la clase, aconsejándole a ésta que, en alianza con sectores propietarios y desde arriba, se podría imponer el socialismo” y luego en el Programa de Gotha terció ante las desviaciones que observaba en el recientemente creado partido obrero alemán. Otro tanto en relación a los partidos denominados marxistas que pretendían surgir en Francia. Sin olvidarnos que a la distancia vivió con pasión el alzamiento comunero de París en 1871, polemizó con anarquistas (corriente más fuerte numéricamente) y supo extraer las enseñanzas y lecciones de la misma.

Pero Marx no sólo era internacionalista para comprender la organicidad de la economía mundial, sino que como condición sine qua non de dicha caracterización, entendió que la organización de los trabajadores debía también extenderse al plano mundial. Como tal, fue uno de los impulsores de la creación de la I Internacional de trabajadores y uno de sus más importantes dirigentes entre 1864 y 1872, año que en que aquélla se disolvió. Pero la diplomacia no estaba entre sus virtudes y por eso peleó a brazo partido con bakuninistas varios que paradójicamente (recordar lo dicho en relación a Lasalle) lo acusaban de “estatista”, ya que no comprendían la necesidad de la organización y de una etapa de transición en donde la existencia de un semi Estado (el término es de Lenin) era inevitable antes de llegar al “objetivo común” (que en realidad no era tan “común”, problemática que no desarrollaremos  aquí)(2), de una sociedad y un mundo sin clases, sin mercado, sin Estado, etc.

Por último, señalemos que la efectiva concreción de ese partido mundial como de sus respectivos agrupamientos nacionales, era una tarea que (creemos) Marx no la visualizaba con las dificultades que luego el tiempo demostró que conllevaría. El capitalismo “creaba sus sepultureros”, como bien había escrito. Y si bien las “ideas dominantes eran las de la clase dominante”, como también manifestó, la adquisición de la conciencia de clase pareciera entreverse en él con menos obstáculos y mediaciones como las que tuvieron oportunidad de conocer y combatir otros dirigentes revolucionarios marxistas como Lenin, Rosa Luxemburgo o Trotsky.

En nuestra última entrega abordaremos la quinta dificultad de Brecht en relación a la verdad: la de poseer la inteligencia para saber escoger sus destinatarios y cómo eso se plasmó en la obra y el accionar de Karl Marx.

(1) Claro está que estos aportes y tareas se corporizan en consignas, en llamados a la acción, como aquella famosa de Proletarios del mundo, uníos del Manifiesto Comunista y de la futura Primera Internacional.

(2) Para un desarrollo de este tema, ver: Anarquismo y marxismo: cuestiones de táctica. Roberto Sáenz SoB 390.

Guillermo Pessoa  

 

 

 

 

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