por Tofi Mazú

Ya estamos en la tercera semana de debate en el Congreso por el derecho al aborto y ni la lluvia ni el correr de los días han logrado acallar al movimiento de mujeres. En el pañuelazo de este martes, otra vez, el dato más relevante fue la presencia multitudinaria de las estudiantes secundarias. Donde hay una adolescente, hay una mochila con un pañuelo verde. En los colegios -públicos y católicos- hay pañuelazos, charlas, reuniones, debates. Son verdaderos hervideros feministas. Si el movimiento de mujeres venía siendo dinámico, desde que las más jóvenes entraron en escena, parece que nada podría detenernos.

Este sistema capitalista y patriarcal está erigido sobre las espaldas del 99% de la población, dentro del cual las mujeres somos doblemente oprimidas. Nos encierran en la casa o en el prostíbulo, somos violentadas, violadas y asesinadas, no tenemos el derecho a decidir sobre nuestro cuerpo, sexualidad y maternidad, trabajamos en la precariedad, entre miles de barbaridades. Pero las pibas están hartas de no tener educación sexual, hartas de ver a sus compañeras de banco embarazadas a los 15 años, hartas de que las sancionen hasta por no usar corpiño (!!!), hartas de ser convertidas en objetos, hartas de tener miedo en la calle y de llorar a sus amigas. Las pibas están hartas y quieren crecer y vivir siendo libres. Y el movimiento de mujeres les enseñó algo muy importante: les enseñó luchar; y las pibas luchan. A eso mismo nos referimos Las Rojas cuando afirmamos «¡Es ahora compañeras!», cuando insistimos en que con esa fuerza se puede ganar el aborto legal.

 

 

Por un movimiento de mujeres que se plantee cambiar el mundo

 

Como socialistas y feministas que somos, apuntamos a cambiar el mundo. No nos conformamos con reformarlo y por eso, intervenimos hacia lo más granado del movimiento, hacia el sector que todo lo cuestiona y que quiere irrumpir en la realidad para transformarla. Las Rojas intervenimos en la realidad por lo mismo que intervienen las estudiantes secundarias. Porque, como dijo Rosa Luxemburgo, queremos una sociedad donde seamos socialmente iguales, humanamente diferentes y completamente libres.

El debate en el Congreso, en verdad, recién se inicia y nosotras alertamos desde el principio que es una maniobra en sí mismo. ¿Quiere eso decir que estamos en contra de que se esté dando? ¡Claro que no! También fuimos las primeras en salir a decir que fue una enorme victoria de la movilización en las calles haberle arrancado la discusión a este gobierno reaccionario. Pero la forma también es contenido. En este Plenario de Comisiones, cientos de expositores reaccionarios van a tener la misma voz que los cientos que defienden el derecho a decidir de las mujeres. En este debate, no sólo tiene lugar el proyecto de ley de la Campaña Nacional, sino otros tantos que darían lugar a la objeción de conciencia, a que sólo sea despenalización e incluso, a volver hacia atrás con el no punible. Para la democracia burguesa todas las voces valen lo mismo. Para nosotras no: nosotras queremos que se escuchen las voces de las cientos de miles de compañeras que se suman al reclamo, que defienden la vida de las mujeres. Queremos darles voz a las que no tienen voz, en esa cueva de bandidos que es el parlamento.

Las feministas revolucionarias peleamos por cada reclamo. Somos las que estamos a la vanguardia bancando a cada compañera en su lucha contra la justicia patriarcal, las redes de trata, contra el gobierno, contra la Iglesia y todas las instituciones del Estado; somos también las que estamos en la línea de fuego por el derecho al aborto. Pero no hacemos eso sólo porque queremos ver tal o cual derecho conquistado. Sino porque queremos que cada derecho conquistado sea el puntapié para seguir construyendo un movimiento que tenga como horizonte la emancipación de las mujeres y de toda la humanidad. En la lucha se aprenden las leyes de este mundo de opresión y explotación y se marcan las trincheras. Esa es la experiencia que empiezan a transitar cada vez más compañeras, centralmente las nuevas generaciones, que son una bocanada de aire puro en el giro a la derecha mundial con gobiernos como el de Macri, Temer o Trump.

 

 

La izquierda en el movimiento de mujeres          

 

El movimiento de mujeres es de por sí combativo y de lucha en las calles. Pero nosotras queremos ir más allá. Queremos que de cada luchadora nazca una revolucionaria. Es por eso que elegimos ser claras. La pelea no es fácil, pero se puede ganar. Para triunfar, lo primero que hay que hacer es clarificar contra quiénes estamos en guerra política. Parece una verdad de Perogruyo, pero no es tan simple. El miércoles 18 de abril, se celebró en la Universidad Nacional de General Sarmiento una «Mesaza por el Aborto Legal» donde tuvimos oportunidad de hablar todas las organizaciones de la izquierda. Allí nos sorprendió ver cómo para el FIT, particularmente para el Partido Obrero, el enemigo no era el gobierno de Macri, o cómo el MST elige ir por detrás de las circunstancias. Apuntaron los cañones o bien contra el Vaticano y el Estado en abstracto, o bien contra los mal llamados «pro-vida». Las Rojas elegimos apuntar, principalmente, los cañones contra el gobierno. ¿Es que negamos que existan sectores reaccionarios por fuera del presidente? ¿Es que no creemos que el Papa tenga influencia en la vida política de la Argentina? Por supuesto que no. Se trata de analizar la realidad, para entenderla y conseguir intervenir de modo tal que nos garantice la victoria.

El gobierno de Macri es profundamente antipopular en todos los niveles y ya ha demostrado que no lo espanta la idea de resolver los conflictos sociales con al represión… o con el decreto. Es fundamental que entendamos que Macri gobierna con la mano dura y que si no lo derrotamos a él, no hay conquista que valga. Derrotar políticamente a Macri con la movilización en las calles es lo único que nos puede garantizar el derecho al aborto, aunque lo hubieran aprobado previamente el Congreso y el Senado.  Es por eso que nosotras depositamos todas nuestras fuerzas en la organización independiente del movimiento de mujeres, con las miras puestas en la Casa Rosada, y no en el parlamento. Vanina Biasi del PO declaró tanto en el Congreso como en la citada charla, que «peleamos contra el Estado, que hace más de cien años ha decidido penalizar esta práctica con el Código Penal». El derecho al aborto no es un problema de leyes, ni de creencias personales o religiosas: es un problema político y social de primer orden, que va mucho más allá de la legislación pura, sino que se inscribe en un programa emancipatorio que permita a las mujeres ejercer su derecho a disponer del propio cuerpo. Es cierto que el Estado es la institución – o conjunto de instituciones- que representa al sistema Capitalista y Patriarcal. Pero hablar de la responsabilidad del Estado en abstracto y de su legislación no resuelve el problema, cuando Macri tiene el poder del veto. También sería imprudente no apoyarse en la bronca creciente de amplios sectores contra el gobierno, en las luchas de las y los trabajadores y de la juventud, para aunar fuerzas, como hicimos el 14 y el 18 de diciembre.

Por otro lado está la discusión contra el Vaticano, el principal sector contra el cual se erigió la dirigente del FIT en esas ocasiones. ¿Esto es así porque la Iglesia es efectivamente una institución repodrida, medieval y misógina? Sólo en parte. Lo que lleva al PO a centrar su polémica en Roma, no es otra cosa que un intento de demostrar que Bergoglio está con los K (vaya novedad) y así, arrancar el debate electoral (un año antes) para quedarse con los votos más progres del kirchnerismo. El Papa no está con Macri,  pero sí está con la gobernabilidad y con la cabeza puesta en las urnas, al igual que Cristina y todos sus acólitos. ¡No podemos hacerle seguidismo a esta maniobra institucionalista! Tampoco es que el Papa esté con el resto de la Iglesia Católica argentina, que sí está abiertamente con Cambiemos. Hay un mundo de tiras y aflojes al interior del régimen, donde se mezclan la burocracia sindical, los movimientos sociales, el peronismo, la Iglesia y la ultraderecha, donde parece que están todos separados, excepto por una cosa: sacar a las mujeres y a lxs trabajadorxs de las calles, para encauzar todo hacia las elecciones, donde medirán fuerzas. Mientras todos insisten en la consigna «hay 2019», Las Rojas decimos que la izquierda debe plantarse por el «hay 2018», un 2018 de lucha callejera.

Por otro lado, Vilma Ripoll del MST propuso una salida a la defensiva, dando la misma discusión de años atrás, cuando el movimiento de mujeres no era la marea de jóvenes rebelándose de hoy en día, y centrándose en discutir con los «por- vida». También eligió detenerse en explicar que «los abortos se hacen igual» y que «la penalización fracasó» porque hay 500.000 abortos por año. Esto último es rotúndamente falso. La penalización no fracasó, pues en sí misma no se trata de meter presas a todas las mujeres que abortan, sino de mantenernos sumisas y controladas, sin el pleno ejercicio de la decisión sobre el cuerpo y la sexualidad. Por otro lado, es necesario aclarar que la marcha anti-mujeres del 25 de marzo no fue marginal, pero fue magra si la comparamos con la multitud que inundó las calles el 8M y con la popularidad de los pañuelazos de los martes. Lo mejor que dieron estos fachos son los memes del feto ingeniero y la indignación popular frente a los dichos terribles de «La Loca del Bebito» al ser entrevistada por Infobae. La izquierda no puede elegir hablarle a estos mamarrachos o a la «población indecisa», cuando en verdad debemos hablarles a las grandes mayorías que se posicionan por el aborto legal (lo cual expresa un hecho histórico).

¿Por qué polemizamos con las compañeras de la izquierda? Porque los debates aportan a poder decidir qué camino tomará el movimiento de mujeres y ese camino definirá si ganamos o no. Las Rojas insistimos en que debemos plantarnos contra Macri, apoyadas en el dinamismo y la combatividad de este nuevo movimiento de mujeres. No se trata de demostrar con plebiscitos que somos más lxs que estamos a favor del derecho a decidir, o de informar con estadísticas que en los países donde el aborto es legal, hay menos abortos. Eso ya está conquistado. La tarea de las revolucionarias es difícil, sí, pero es concreta: se trata de ganar a todas y todos los que están a favor del derecho al aborto para la lucha en las calles y a todxs lxs que ya están luchando, para que batallen contra el gobierno, con la perspectiva de que den un paso más y abracen la pelea por terminar con este mundo de barbarie y construir uno nuevo sin explotación ni opresión. Sigamos movilizadas, porque estamos llamadas a hacer historia.

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