Los filósofos se han limitado a interpretar el mundo de distintos modos; de lo que se trata es de transformarlo

 

Breve Introducción

El 5 de Mayo se cumplirán los 200 años del nacimiento en Tréveris (ciudad de una Alemania que aún no estaba unificada) de Karl Marx. El mundo académico lo está recordando en una versión light de su legado “mellando su filo revolucionario”, como supo decir Lenin. En Argentina como bien señala Fernando Dantés en la nota sobre “Marx nace” (1), Horacio Tarcus es un abanderado (no el único) de dicha postura. La máxima expresión de esto, hasta donde sabemos, la dio el gobierno ultra conservador de Alemania que emitió unos billetes conmemorativos a modo de souvenir con su imagen, que costaban 3 euros y agotó su primera tirada y ya se encuentra en preparación una segunda.

 

Marx decía que Aristóteles y Hegel, dos filósofos que lo precedieron eran “gigantes del pensamiento”. Otro tanto se podría decir de él. Su amigo Engels lo calificó de “genio”. Efectivamente creemos que su estatura intelectual era realmente portentosa, algo que se valora mucho más, pues como los dos referentes por él citados advertían: “para desarrollar aquella se necesita tiempo libre y no contar con grandes penurias materiales”. Marx tuvo mucho de estas últimas y luchó a brazo partido para obtener el tiempo suficiente para poder estudiar, investigar y escribir.(2)

 

Pero lo anterior sería incompleto si no dijésemos también que puso ese trabajo teórico de comprensión, de interpretación de lo que existe, al servicio de modificar, de transformar el estado de cosas existente. Se puede cambiar algo si se conoce su mecanismo interno y recíprocamente, al actuar sobre él  lograremos conocerlo con mayor profundidad. Que ese es el sentido de la frase suya del epígrafe. Y como no creía en salvadores ni héroes providenciales, develó qué  sujeto social (la clase trabajadora) y con qué organismos (partido, Comuna como dictadura del proletariado) deberían ser los encargados de esa prometeica (vocablo al cual era afecto) tarea. Desarrollaremos en lo que sigue y en otros artículos durante este mes, algunos aspectos que creemos nodales del autor de El Capital.

 

¿Por qué Marx hoy?

 

Un bloguero cubano nos da una pista de por qué Marx hoy. En un país en donde la adjetivación de marxista fue en gran parte bastardeada provocando en muchos jóvenes una sana desconfianza y por qué no, repulsa; lo que éste señala posee gran importancia. Escribe:

 

¿Pero qué pasa si un cubano, con deseos de llegar hasta la causa última del mal, se dedica leer a Marx, y descubre sorprendido que el filósofo le da la razón desde la lejana fecha de 1844, en la crítica del comunismo vulgar? Leer a Marx desde la Cuba del siglo XXI puede ser una experiencia interesante, sobre todo cuando se lee al mismo tiempo a Nietzsche. Uno comienza a leer a Marx con los ojos de Nietzsche y a Nietzsche con los ojos de Marx. La vida revolucionaria puede ser entendida entonces como una manifestación de la voluntad de poder; la lucha contra el capitalismo, como la determinación de construir un poderoso lazo de solidaridad entre hombres y mujeres libres.3

 

Más allá de la referencia a Nietzsche que ahora no abordaremos (4), lo que señala Kubknakaev es como un hilo rojo que recorre la obra de Marx, si bien en forma desigual (escribió mucho más sobre cómo es el capitalismo y su “fundamento oculto”): la crítica a proyectos socialistas y comunistas (en su vida no llegó a ver ninguno “real”) por su tosquedad y reduccionismo, y la puesta como horizonte de una sociedad futura que sea una efectiva asociación de los productores libres en sintonía con lo escrito por el cubano. Y para ello, hay que luchar y derribar al capitalismo, su presupuesto necesario, aunque no enteramente suficiente como iremos viendo. Si bien el estado cubano no es un estado capitalista, su conformación burocrática y las reformas en aquel sentido que vive en la actualidad, hacen precisa y necesaria la crítica allí esbozada.

 

Otra pista de por qué Marx puede estar presente nuevamente en el siglo XXI, la dio el gobernador del Banco de Inglaterra, Mark Carney. En su discurso en una “Cumbre de crecimiento” al Foro de Política Pública en Toronto, Carney se propuso provocar y captar los titulares con una declaración de que el marxismo podría volver a ser una fuerza política prominente en Occidente.  «Los beneficios, desde la perspectiva de un trabajador, desde la primera revolución industrial, que comenzó en la segunda mitad del siglo XVIII, no se sintieron plenamente en la productividad y los salarios hasta la segunda mitad del siglo XIX. Si sustituyes plataformas para fábricas textiles, máquinas de aprendizaje para máquinas de vapor, Twitter para el telégrafo, tienes exactamente la misma dinámica que existía hace 150 años (en realidad hace 170 años –MR-) cuando Karl Marx garabateó el Manifiesto Comunista (5). Las desigualdades sociales (un polo pequeño de riqueza concentrada y una pobreza e indigencia galopantes en el otro extremo), la precarización del empleo, el creciente ejército industrial de reserva (desocupación) y las crisis sistémicas son diversos botones de muestra del mundo que padecemos y del cual el banquero inglés parece muy consciente.

 

 

Cinco dificultades para escribir la verdad

 

Para desarrollar algunos ejes de la obra de Marx, utilizaremos en este primer artículo, lo que el dramaturgo y escritor marxista Bertolt Brecht decía en relación a las dificultades para escribir la verdad. Señalaba que éstas eran:

 

La perspicacia de descubrirla

 

El valor de escribirla

 

El arte de hacerla entendible

 

La inteligencia de saber elegir a los destinatarios

 

Astucia de saber difundirla

 

Tomaremos en esta nota sólo las dos primeras “dificultades”. En cuanto a la inicial, más que de perspicacia (aunque ésta siempre cumple un rol) es más pertinente hablar de esfuerzo y dedicación para descubrirla. La verdad del capitalismo y su democracia, aquel “Edén de la libertad y los derechos del hombre”, es que a semejanza (y también a diferencia) de los sociedades de clase que la precedieron, existe la explotación del hombre por el hombre, aunque en forma mucho más velada. La teoría del valor de Marx (superación de la del economista clásico David Ricardo) lo lleva a lo que él consideraba su mayor logro: la distinción entre trabajo abstracto y trabajo concreto, entre trabajo y fuerza de trabajo. El obrero se vende al capitalista en el ámbito de la producción generando plusvalor (que aumenta en la medida que disminuye el valor de la fuerza de trabajo, el salario del trabajador) y que el capitalista tendrá que realizar en otro ámbito: el del mercado. Esa contradicción era el fundamento oculto del sistema capitalista, que las versiones light de Marx ocultan o descalifican por entenderla  pura metafísica (pura charlatanería, para decirlo en criollo). Naturalmente que este rechazo lo que hacía era encubrir su criterio de clase: la burguesía y sus escribas no pueden admitir que su sistema se asienta en la explotación del trabajo ajeno y que en cierta forma si no se lo derriba conducirá a más barbarie.(6)

 

El valor de escribirla:  

 

Toda la obra de Marx (y Engels), desde sus primeros artículos más filosóficos que políticos, fueron escritos y publicados en revistas cuasi clandestinas con la intención de difundir lo que en ellos se decía. Más adelante un texto de polémica contra el anarquista Proudhon y por supuesto el Manifiesto Comunista son trabajos de  clara propaganda para la acción política. Charlas que Marx daba en pequeños núcleos proletarios tanto en Bélica como en Francia (de donde fue expulsado para arribar a Inglaterra en donde redactará el resto de su obra y encontrará la muerte en 1883) se convirtieron luego en folletos para la educación revolucionaria de los trabajadores.

 

El valor de hacer esto durante y luego de las revolución francesa y europea de 1848, es el de ser consciente de estar expuesto, como ya dijimos, a la proscripción, la cárcel y la deportación, cosa que finalmente ocurrió. Y aún El Capital, texto científico por antonomasia, también tiene una impronta política explícita que desarrollaremos en el próximo artículo. Decimos sí, que allí el valor pasa también por lo destacado, lo meritorio de ese hallazgo que choca contra el sentido común impuesto. El estudio sesudo para arribar a una conclusión general como ya señalamos (diciendo al pasar, que de todas maneras es una obra inconclusa ya que era parte de un proyecto más ambicioso) y que para entreverla hubo que desenmascarar el fetichismo que el capitalismo objetivamente tiene: presentar al capital como una “cosa” encubriendo que es una relación social en donde éste busca valorizarse constantemente y por ende, explota al trabajador con tareas embrutecedoras, extensas jornadas de labor o introduciendo maquinarias para disminuir el tiempo necesario de reproducción del obrero como tal. No estamos diciendo que el capitalismo de 1867 (primera edición de El Capital) sea exactamente igual que éste de 2018, pero tampoco es sustancialmente diferente. De allí la todavía actualidad de Marx y de allí también que su espectro se pasee orondo con una sonrisa irónica entre el mundo de los vivos.

 

Guillermo Pessoa

 

 

     Referencias

 

(1) Marx nace. Fernando Dantés.  SoB 464

 

(2) Por ejemplo, un intelectual marxista a quien respetamos (Herbert Marcuse) refería en la introducción y agradecimientos de uno de sus trabajos, que dispuso de una beca otorgada por instituciones como la Rockefeller Foundation. Tampoco existían aún los revolucionarios profesionales que podrían contar con ese tiempo y cierto apoyo económico como los que mencionábamos.

 

     (3) Cuba crecer entre las ruinas. Yassel A. Padrón Kunakbaev. SoB 465

 

(4) Para una somera aproximación al tema ver Breve apostillas sobre Nietzsche. Guillermo Pessoa.  SoB 314

 

(5) Citado por Michel Roberts en Marx 200: Carney, Bowles y Vaoufakis

Michael Roberts Blog | blogging from a marxist       economisthttps://thenextrecession.wordpress.com/

 

(6) Como muy bien afirma el marxista británico Michel Roberts en el artículo ya citado: En resumen, podemos demostrar que la teoría del valor de Marx es lógica, coherente y respaldada empíricamente.  Incluso proporciona una explicación convincente de los movimientos de precios relativos en el capitalismo, aunque ese no es su objetivo principal. Su objetivo principal es mostrar la forma particular que tiene el modo de producción capitalista para explotar el trabajo humano con fines de lucro; y por qué ese sistema de explotación tiene contradicciones inherentes que no pueden resolverse sin su abolición.

 

 

 

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