Miguel Alejandro Hayes Martínez – Tomado de La Joven Cuba

Cuando un cubano que vive en Cuba va a buscar un nuevo trabajo en el sector estatal, que es el que ofrece la mayoría de los empleos en nuestra sociedad, tiene que pasar determinados procesos. Dentro de estos, está el de las llamadas verificaciones. ¿Son verdaderos diagnósticos en aras de velar por una correcta contratación o un anacronismo heredado de épocas más dogmáticas?

Si bien es cierto que el proceso no se da en muchas ocasiones de la manera ideal, sí juega un papel importante en la contratación del ciudadano. Durante el proceso, en los CDR se debe buscar información sobre su comportamiento en el barrio. Si es buen vecino, si hace las guardias, si tiene una actitud político-ideológica correcta, es parte de lo que se averigua. ¿Cuál es el origen de semejante cosa? ¿Por qué se mantiene en nuestra sociedad? ¿Para qué sirve?

Todo empezó en épocas de euforia revolucionaria, -de paranoia e ignorancia diría yo-, donde el que no estaba con el proceso, es decir, el que verbalmente no expresaba su simpatía, era rechazado. Nuestra sociedad en su política, no podía convivir con esas personas. Solo podíamos construir el socialismo, se pensaba, con quienes estuvieran de acuerdo. ¿Es esa una concepción correcta?

No todo el que vive en el capitalismo está perdidamente convencido de que el capitalismo es el último estadio social y el más avanzado. Incluso, muchos extranjeros del capitalismo del primer mundo vienen a decirnos a los cubanos ‘’el paraíso’’ que tenemos, y según ellos es mejor, pero viven en ese capitalismo y regresan a él. El hecho de que vivan ahí, es lo que fortalece al capitalismo, y aunque digan que les gusta Cuba, todo su aporte es este, y solo contribuyen al proceso de construcción socialista con ahorros vacacionales.

Digo esto porque tiene que quedar claro, quién aporta a una sociedad y quién no. Marx afirmó que un sistema se valida cuando las mejores mentes trabajan para él. Eso llevado a un plano más amplio, nos conduce a pensar que se fortalece una sociedad que suma, socializa, logra incorporar individuos, no excluirlos. Al capitalismo en los marcos de estado nación, le importa que produzcan y consuman, solo quien atente contra esto representa un enemigo.

Debemos aprender alguna de esas cosas. No tiene que ser una persona simpatizante de la máxima dirección del país y de las políticas que se llevan a cabo, para que aporte a la sociedad su trabajo. Si lo excluimos, lo estamos privando del derecho laboral, incitando a la tan condenada “disidencia” y la sociedad pierde el aprovechamiento de una capacidad productiva más.

Siempre habrá quien haga uso oportunista del gastado recurso de “la plaza sitiada”, y plantee que posturas como las defendidas en este post van contra la tradición revolucionaria. Sin embargo, el más puro pensamiento revolucionario, el de Ernesto Guevara, pudiera responder ante el rechazo y la negación de empleo a quien no apoya al gobierno:

“De tal manera que hay que reconocer la realidad actual, y reconocer que hay una cantidad, una determinada categoría del pueblo de Cuba que no está con la revolución, que no tiene mucha simpatía o que no tiene ninguna simpatía, pero como individuos que venden su trabajo o su fuerza de trabajo durante determinadas horas, que percibe un sueldo, y que si lo dejan tranquilo, con su mujer y sus hijos, su forma de educarlos, él se queda en su casa. A ESE HOMBRE HAY QUE RESPETARLO.” (1 p. 171)

 

Bibliografía

 

Borrego, Orlando. El camino del fuego. La Habana : Imagen Contemporánea, 2011.

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