«Si la víctima no tiene interés en que se investigue no podemos investigar».

J.M. Campagnoli, fiscal en la causa por abusos en River Plate

 

Este dicho del fiscal resume el primer paso de la trampa dispuesta para encubrir el abuso sexual en cualquier parte. Lo escuchamos cientos de veces en los casos de trata o violación. Se espera que las víctimas de una aberración superen la vergüenza, el terror, la soledad, la desprotección total frente a abusadores con mucho poder económico y político, y actúen como si tuvieran la igualdad ante la ley garantizada.

En River la denuncia la hizo una médica que atendió a dos chicos de las inferiores con claros signos de abuso y a la que las autoridades del club le “recomendaron” guardar silencio. Poco tiempo después fue desvinculada de la entidad.

Campagnoli se hace el tonto y declara: “Estamos acostumbrados a otros tipos de problemas con los clubes de fútbol que tenemos en la jurisdicción, con los barras, con los trapitos”, y que esta situación “es algo fuera de lo común”. Pero poco después recibe una carta de un ex integrante de las inferiores de River, que afirma que desde los años 70 hay una red de pedófilos operando en el club.

En Independiente sí hablaron las víctimas. Hasta ahora la fiscal Garibaldi tiene el testimonio de varios chicos y hay seis detenidos, entre ellos un juez de línea, un organizador de torneos amateur, un representante de jugadores y el conocido proxeneta mediático Cohen Arazi, el mismo que en 2010 provocaba las risas de Rial y sus panelistas contando cómo le llevaba pibes de las inferiores de All Boys a Ricardo Fort.

En verdad, las víctimas de abuso sexual en el fútbol ya han hablado en otras ocasiones. En 2017, la madre de un chico que concurría al club MacAllister, de La Pampa, denunció a Kruber por abuso sexual y dijo que las autoridades del club le pidieron realizar una estrategia para que el asunto “no saliera a la luz”. Ahora pidieron su detención, pero había pasado años yendo de un club a otro y nadie lo denunció.

El chico abusado por el Bambino Veira también habló y el abusador solo pasó once meses en la cárcel.

Esta vez, sin embargo, las denuncias en Independiente y River provocaron una crisis. Más allá del interés momentáneo del gobierno de joder a Moyano o de los enchastres de Natacha Jait en lo de Mirta, parece que por primera vez la gente estuviera reaccionando frente a esta aberración, no solo como algo “que siempre pasó”, sino como algo que no tiene que pasar.

Seguramente ayuda el hecho de que se trate de clubes grandes de Buenos Aires y no de La Pampa, o de Tucumán, donde la Chancha Alé, el jefe de la red de trata que desapareció a Marita Verón, fue presidente del club San Martín durante años. A nadie se le había ocurrido fijarse que habrá hecho la Chancha con los pibes a su cargo, hasta ahora: después del escándalo en Independiente, los padres de los chicos de las inferiores fueron llamados a “charlas” sobre abuso sexual, organizadas por la otra cámara internacional de pedófilos, la Iglesia Católica. El club llamó a los expertos para que lo ayuden a cubrirse las espaldas por si se viene la ola de denuncias.

Veira también era de un club grande de Buenos Aires, y después de su corta estancia en la cárcel allá por 2010, se fue a la tele a contar divertidas anécdotas de esas que hacen reír a la familia, señora. Ahora, Hugo Tocalli, coordinador de las inferiores de San Lorenzo, el club de Veira, sufre un montón: “Estamos todos asustados, muy preocupados. Habría que hacer un estudio, controles, un montón de cosas más, y todos los días”.

¿Qué pasó para que los simpáticos proxenetas y violadores de niños ya no reciban tantas palmadas de camaradería? Pasó que se instaló la idea de que el abuso sexual es algo malo, que la víctima no tiene la culpa, y que hay que condenar a los victimarios, y eso, estimado boludo del “nadie menos”, se lo debemos a la presencia y masividad del movimiento de mujeres. Aun cuando las víctimas sean varones, porque el abusador es siempre, y muy claramente en el fútbol, un privilegiado del capitalismo patriarcal.

En este caso también será necesario que la indignación popular se manifieste más allá de las causas judiciales. Hasta ahora, los acusados son los abusadores directos y otros que hacían de “nexo” entre ellos y los chicos, pero hay que poner en juicio a la organización del fútbol como tal. Los directivos de los clubes, como reconoció Mac Allister (hermano del secretario de Deportes de la Nación y presidente del club del mismo nombre), saben que esto sucede; si nunca hicieron nada para frenarlo, están implicados en el negocio. Estamos hablando de una organización que se aprovecha de las necesidades y el desamparo de los chicos que muchas veces vienen de otras provincias, están lejos de sus familias, y con demasiada expectativa puesta en zafar de la pobreza con el fútbol. Es una red de trata con todas las letras, y los directivos y funcionarios que la amparan son tan responsables de los abusos como los violadores.

 

 

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