En las últimas semanas circuló la noticia de que Cresta Roja, hasta ahora manejada por el grupo Proteinsa, pasaría a manos de Tres Arroyos, gigante de la industria avícola, la cual compitiera en 2015 con la misma Proteinsa  para quedarse con la planta cuando Rasic declaró la quiebra. Con esta noticia surgió también el rumor de que Tres Arroyos haría un plan escalonado de reactivación de actividad: en junio de este año comenzaría a trabajar la Planta 1, en septiembre el turno mañana de la Planta 2 y finalmente en junio de 2019 el turno tarde de Planta 2. Esto rápidamente generó el rechazo de los trabajadores y mucha incertidumbre, centralmente sobre si cobrarían su salario o no durante ese período y en todo caso qué porcentaje. Incluso un sector previó que “se viene la lucha de nuevo” ante semejante ataque.

Pero estas incertidumbres fueron aclaradas en la última semana cuando, reunión con los abogados de Tres Arroyos y los delegados de los trabajadores mediante, se dio a conocer el detalle: no solamente era cierto el rumor de la reactivación por etapas sino que además el plan incluye un achicamiento del plantel de operarios. En total quedarían fuera de la fábrica más de 500 trabajadores (sumados a los despedidos que aún hoy no han sido reincorporados de la quiebra del 2015). Para colmo los trabajadores que no ingresaran a planta cobrarían el 60% del sueldo hasta junio de 2019 y los que para esa fecha no hayan ingresado, pueden darse por despedidos. Y si a cualquier trabajador este “acuerdo” le parece una brutalidad inaceptable, todavía falta una cosa: el salario pasaría a ser “a convenio”, es decir, se eliminarían bonos, premios y demás montos que conforman parte importante del salario de los trabajadores de Cresta Roja.

Todo esto conforma un ataque brutal a los trabajadores. La patronal de Proteinsa ha fallado en su objetivo de normalizar la planta. La combatividad de los trabajadores, que acumula años de experiencia, logró revertir, más no sea parcialmente, varias de las condiciones impuestas luego del traspaso en el 2015 y obtener otra serie de conquistas. Por eso, el proyecto de Tres Arroyos viene precedido de un “ablande” a los trabajadores, a través de la discontinuidad del pago de salarios y un cuasi lock out patronal en los últimos tres meses. Tres Arroyos sabe que está frente a un fierro caliente, su plan es deshacerse del activismo e imponer una derrota total en la cabeza de los compañeros.

 

La consonancia con el gobierno es evidente: la nueva patronal intenta llevar adelante de hecho la reforma laboral que Macri tuvo que archivar después de las jornadas del 14 y 18 de diciembre.

Por eso, no hay que conceder ninguna conquista en pos de algún arreglo. El activo más grande de los compañeros es su tradición de lucha y combatividad, y eso es lo que Tres Arroyos y el gobierno quieren desarmar.  No hay acuerdo posible pasando por encima de los derechos de los compañeros. Y si Tres Arroyos se niega a que el acuerdo sea con la reactivación inmediata de las dos plantas, que no haya ningún despido, recorte salarial o de antigüedad; hay que exigirle al gobierno de Macri y Vidal que sean los encargados de garantizarlo, procediendo a hacerse cargo de la empresa, y que se ponga a funcionar sin demoras bajo administración de sus trabajadores.

Para ir por este camino es fundamental que todos los pasos a seguir se discutan en asambleas conjuntas de las dos plantas y que se le exija a los gremios que se pongan a la cabeza de la lucha.

Leazo Hiro

 

 

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