Por Ale Kur

El pasado viernes 30 se realizó una gran movilización de 40 mil palestinos de la Franja de Gaza, que marcharon hasta los puestos fronterizos con el Estado de Israel. Allí estaba apostado un centenar de francotiradores israelíes que abrieron fuego a sangre fría sobre la multitud. El resultado fue de más de 18 palestinos muertos y más de 2 mil heridos. Se trata de una terrible masacre, un nuevo crimen contra la humanidad por parte del Estado de Israel, esta vez contra manifestantes desarmados. La “única democracia de Medio Oriente”, como se denomina a sí mismo el régimen sionista, se mostró una vez más como la más sangrienta y represiva de las dictaduras. Para peor, el ultraderechista ministro de Defensa Avigdor Lieberman salió a justificar públicamente las masacres, dándole al mundo un mensaje muy claro sobre la orientación política de Israel con respecto al pueblo palestino y a los supuestos “procesos de paz”.

La movilización palestina que fue brutalmente atacada se denomina “Gran Marcha del Retorno”, y tiene como eje la exigencia del derecho de los palestinos a regresar a las tierras de las que fueron expulsados. Es parte de un plan de lucha (a través de métodos pacíficos) de seis semanas de duración que culminará el 15 de mayo, aniversario de la “Nakba” o “Catástrofe” de 1948. En esa fecha, el día siguiente de la fundación oficial del Estado de Israel, el naciente enclave colonial (formado por inmigrantes mayormente europeos) intentó vaciar su “territorio” (autoproclamado) de su población originaria, los árabes-palestinos que habían quedado dentro de sus “fronteras” luego de la partición artificial del antiguo Mandato Británico de Palestina. Para ello las incipientes fuerzas armadas israelíes llevaron adelante una campaña de limpieza étnica contra más de 500 pueblos palestinos, provocando el exilio forzado de 700 mil personas, el 80% de toda la población que habitaba la región hasta el momento. Este es en realidad el verdadero hito fundacional del Estado de Israel, el desplazamiento en masa de sus habitantes originarios y su reemplazo por colonos judíos provenientes de todo el resto del mundo.

En la actualidad, como consecuencia de lo anterior, más de 5 millones de palestinos tienen status de refugiados y se encuentran dispersos a lo ancho del mundo: a ellos el Estado de Israel les impide rotundamente regresar a las tierras de sus padres y abuelos. Al mismo tiempo que Israel le niega el derecho al retorno a los descendientes de las personas de carne y hueso que habitaban sus territorios hace menos de 70 años, le garantiza cínicamente el “derecho al retorno” a los judíos de todo el planeta, la enorme mayoría de los cuales no tiene ninguna relación histórica con esos mismos territorios (como mínimo durante los últimos 2 mil años), con la sola justificación de un supuesto derecho bíblico.

La situación de desposesión histórica del pueblo palestino se ve agravada por la terrible situación en la que se encuentran actualmente aquellos que viven en los territorios que Israel ocupó en 1967, especialmente los de la Franja de Gaza. Allí viven hacinadas 2 millones de personas sometidas a un durísimo bloqueo por parte de Israel, que sumado a los frecuentes bombardeos e invasiones, consiguió la destrucción casi total de la infraestructura y economía palestinas, volviendo casi imposible el acceso al agua y la electricidad, provocando altísimas tasas de desempleo (de un 45%), generando hambrunas, faltantes de medicación y de toda clase de insumos básicos para la vida.

Por si todo esto fuera poco, la situación política se encuentra más explosiva que nunca, luego de que el presidente norteamericano Donald Trump anunciara el traslado de su embajada hacia la ciudad de Jerusalem. Esto es una provocación en toda la línea, ya que Jerusalem es la capital histórica del pueblo palestino (bajo el nombre árabe de Al Quds), y hasta la propia comunidad internacional reconoce a la anexión de dicha ciudad por Israel como ilegal e ilegítima, conseguida solamente a través del uso de la fuerza en la guerra de 1967. La medida de Trump significa en los hechos una “luz verde” de la principal potencia del mundo para que Israel continúe anexando los territorios palestinos y desalojando a sus habitantes originarios.

En estas condiciones, la “Gran Marcha del Retorno” sirvió como un catalizador para un enorme descontento popular, que se juega en la lucha hasta su propia supervivencia física. La gran campaña de movilizaciones del pueblo palestino muestra una vez más su indoblegable voluntad de pelear hasta el final por sus derechos. Desde estas páginas, nuestro más completo apoyo.

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