Por Inés Zeta



Tiene en su currículum haber sido presidente de la comisión de Minoridad y Familia de la Legislatura de Tierra del Fuego y también haber estado preso, condenado por matar a los sacudones al hijito de 7 meses de su entonces pareja. El bebé lloraba sin parar y lo hizo callar. Aunque fue condenado a 12 años de cárcel le redujeron la condena a 5, pero cumplió efectivamente 3 años. Eso sí, con sus intactas “convicciones cristianas” (A24, 26/3/18), Luis Velázquez marchó el último 25 de marzo contra el derecho al aborto.

Argentina fue el primer país en el mundo en instaurar el “día del niño por nacer” gracias a Menem, en 1998. Ningún gobierno después de él lo quitó del calendario. La fecha elegida para festejar a los nonatos no es casual. Es justo un día después del aniversario del golpe de la peor dictadura que, entre otras cosas, se apropió de más de 500 bebés de las mujeres detenidas en los campos de concentración de los genocidas. Tampoco tiene nada de casual que a las marchas de los anti aborto hayan asistido el confeso neonazi Biondini, la “loca del bebito”, chupacirios de todos los colores que luego dicen estar a favor de la pena de muerte, ex ministros de Educación que escriben “poemas” dignos de ser analizados por un simposio de psiquiatras, amigos del gatillo fácil, de la mano dura y de andar diciéndole a la gente cómo tiene que vivir su vida.

Aunque los diarios hayan querido maquillar la movilización de los autodenominados pro vida como multitudinarias, lo cierto es que no juntaron más de 10 mil personas, siendo generosas.  El número contrasta fuertemente con las más de 300 mil que marchamos, solo en Buenos Aires, el último 8 de marzo por el aborto legal. O las miles que nos autoconvocamos en los pañuelazos frente al Congreso. Contrasta, además, porque esa movilización de los fachos es financiada por el Estado a través de los subsidios que recibe ese partido político llamado Iglesia Católica, que gracias a esos mismos subsidios tiene una unidad básica cada cinco cuadras en todo el territorio nacional. También tiene un público cautivo de niños y adolescentes que asisten a las escuelas confesionales, también subsidiadas por el Estado. Y que tiene cientos de empleados full time financiados, otra vez, con las arcas del Estado.

Con todo ese poder, con el poder de estar adentro del Estado, en los medios de comunicación, tener funcionarios en ministerios clave del gobierno como el de Desarrollo Social (¡qué casualidad! el que maneja los subsidios para la gente que no tiene trabajo y que nunca va a tener), o la gobernación de la provincia más importante del país (todos sabemos que Caro y Mariu son militantes del Opus Dei). Aun así, con todo ese poder, no logran masividad en sus llamados a “defender la vida”.

Y es que suceden dos cosas: 1- El movimiento de mujeres no para de crecer, acá y en el mundo. 2- La gran mayoría de la población (y eso dicen también las encuestas que ellos mismos encargan) está harta de los discursos de tipos que hablan de castidad pero están denunciados por toda clase de abusos y violaciones a niños; de esposas de genocidas apropiadores de bebés, de ex ministros de Educación que no dudaron en recortar el presupuesto educativo para los niños ya nacidos… y de que todos esos anden diciendo qué tienen o qué no tienen que hacer las mujeres con su cuerpo.

Porque esa es la verdadera discusión. No es cierto que los que marcharon el 25 estén “a favor de la vida”. De lo que están a favor es de que las mujeres sigamos, como hace siglos, cumpliendo el destino de la maternidad obligada, es decir, cumpliendo el destino de incubadora. Un ejemplo que viene al caso es el de Julio Cobos, senador no positivo, que está contra el derecho al aborto y que acaba de presentar un proyecto para que sea legal la subrogación de vientres. Es decir, para que mujeres pobres sub 40 sean contratadas como incubadoras ambulantes por ricachones y famosos.

No es cierto que lo que defienden sea la vida de los niños, sino vean el currículum del Sr. Vázquez. O la bandera que pusieron en el centro de Santiago del Estero, oponiéndose al protocolo de abortos no punibles (el que garantiza el aborto en caso de correr riesgo la salud o la vida de la mujer o en caso de violación) y ¡oponiéndose a la educación sexual! Si defendieran la vida, se hubieran movilizado por Belén, la joven tucumana que estuvo presa dos años por un aborto espontáneo, y que hace un año logró sacar de la cárcel el movimiento de mujeres.

Los que realmente estamos a favor de la vida, es decir, los que defendemos el derecho de las mujeres a decidir sobre nuestro destino, empezando por lo más subjetivo e íntimo que es el cuerpo propio, vamos a seguir en las calles hasta lograr que se apruebe la ley de la Campaña Nacional por el Derecho al Aborto libre, legal, seguro y gratuito. Para que cada mujer pueda elegir libremente si ser madre y cuándo serlo. Porque como realmente estamos a favor de la vida, no queremos que haya ni una mujer más muerta por la clandestinidad del aborto. Y ya que estamos, vamos a exigir que de una vez se declare la separación de la Iglesia y el Estado. A ver si los curas, la loca del bebito y los Sres. Velázquez consiguen juntar a 10 personas sin usar la plata del Estado.

 

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