POR ANTONIO SOLER

El lanzamiento de la pre-candidatura de Guillermo Boulos (Dirección Nacional del MTST) a la presidencia por el PSOL el pasado sábado 3 de marzo, durante la «Conferencia Ciudadana», contó con la presencia de artistas e intelectuales de gran proyección nacional e internacional e incluso con el mensaje por video de Lula. Como no podía dejar de ser, ese evento y la posterior filiación de Boulos al PSOL (el 5 de marzo) tuvieron gran repercusión y provocaron una catarata de discusiones.

Para entrar en ese debate, en primer lugar queremos pasar por el actual contexto nacional para luego detenernos en las cuestiones planteadas más concretamente -esos son los principales criterios para guiar cualquier orientación o debate en el interior de la izquierda-, para luego tocar los temas metodológicos y organizativos.

Es lugar común en los análisis de la izquierda partir diciendo que vivimos en una situación con un fuerte sesgo reaccionario. Situación marcada por una ofensiva que comporta la maniobra palaciega que resultó en el Impeachment, en las contrarreformas políticas y económicas, en las medidas jurídicas de excepción y en el fortalecimiento político de la extrema derecha.

Sin embargo, no vemos que estemos en una situación reaccionaria totalmente cerrada, ya que hay matices a considerar para hacer un ejercicio de aproximación del movimiento político como un todo y de sus principales contradicciones, pues existen varias expresiones de resistencia de los trabajadores, de las mujeres y de la juventud, que necesitamos considerar en el análisis para que estemos atentos a las posibilidades reales de eclosión de procesos de resistencia que están ocurriendo de forma molecular o incluso de forma localizada, pero con gran potencial explosivo.

Es ese marco político que, en parte, explica por qué Temer no consiguió imponer la contrarreforma de la previsión hasta el momento y fue obligado a girar a su gobierno para la intervención militar en Río de Janeiro y para la agenda de la seguridad.

Queremos decir que, a pesar del avance de la ofensiva reaccionaria, la clase obrera y los oprimidos en general no sufrieron una derrota política de larga duración; al contrario, demuestran gran capacidad de resistencia y que no derrota a este gobierno reaccionario, que cuenta con apenas el 6% de aprobación popular, debido a las sucesivas maniobras hechas por la burocracia lulista para que la Huelga General de abril del año pasado no se desdoblara en una poderosa jornada de luchas.

Esta situación política se enmarca en un ciclo más general, marcado por una profunda recesión, por la polarización social y crisis de representatividad. Ciclo éste que desde el principio puso en cuestión al gobierno lulista -Dilma Rousseff- de colaboración de clases y su reformismo sin reformas.

La polarización en los últimos años se inclinó a la derecha y ha permitido que las instituciones del Estado burgués -particularmente organizadas por la Operación Lava Jato- hagan una cacería jurídico-política hasta ahora selectiva en relación a Lula y el PT. Como ya dijimos en varias otras notas, Lula y el PT son corresponsables por la actual situación política en la medida en que, durante sus gobiernos, e incluso fuera de ellos, crearon las condiciones políticas y económicas para que la burguesía tomara la actual ofensiva.

Con el avance de la ofensiva reaccionaria después del Impeachment, hubo un fortalecimiento relativo del lulismo, pues de modo comparativo sectores de masa lo ven como una alternativa a Temer y sus contrarreformas, lo que explica la intención de voto en Lula (35%) y el fortalecimiento de la burocracia sindical y estudiantil. Pero la gran popularidad de Lula y la fuerza de la burocracia a su alrededor no posibilitó hasta el momento que la intención de voto en el petista se transforme en procesos masivos contra su condena, imposibilidad de candidatura y amenaza de prisión.

El Impeachment y las contrarreformas produjeron un fenómeno contradictorio, pues al mismo tiempo que interrumpieron la experiencia de las grandes masas con el lulismo, permitiendo la recuperación parcial del PT y de Lula, la dureza de los ataques vividos en los últimos años colocó de forma ineludible para sectores del movimiento social la necesidad de hacer un balance crítico -aunque aún de forma parcial, superficial y sin conclusiones más radicales- a la larga experiencia de conciliación de clases expresada por el lulismo.

En este contexto de crisis crónica, que afecta a todo el espectro del mundo político, en el caso de la derecha esta crisis se manifiesta también en un proceso de quiebra de los viejos jefes, fragmentación partidista y crecimiento de las expresiones fascistas, de experiencia mediada con el lulismo y reorganización parcial de la izquierda que coloca el movimiento de aproximación política entre MTST y PSOL y el acuerdo político-electoral que hizo Boulos, pre candidato a presidente por el PSOL.

 

Combatir la apología y el sectarismo

 

Ante la «Conferencia Ciudadana», de la filiación al PSOL y de la oficialización de la pre-candidatura de Boulos hubo básicamente dos reacciones en el interior del partido. Una marcada por la apología acrítica y la otra por el fatalismo sectario; ambas desconocen, a nuestro modo de ver, las contradicciones entre las posibilidades y los límites de este proceso.

Para entender esta alianza, vamos de forma breve a seguir la evolución política del MTST. Esta organización se ha colocado en los últimos años como uno de los principales movimientos sociales de Brasil, suplantando el peso y el dinamismo presentado por el MST en las décadas de los 80 y 90. Además, a partir de junio de 2013, con la ola de movilizaciones estudiantiles y la apertura del ciclo de polarización social, ese movimiento ganó más visibilidad por actuar en movilizaciones, actos y campañas que no se restringen a la cuestión de la vivienda.

Pero sabemos que es un movimiento con una composición social específica, orientado hacia el derecho a la vivienda y que en general tiene un programa de combate a la desigualdad social basado en «reformas populares» y en la democratización del Estado, o sea, ejes programáticos marcados por la vieja concepción gradualista, de que para lograr reformas de hecho no es preciso destruir el Estado y dar pasos para la superación del capitalismo a nivel local e internacional; es decir, una concepción programática muy parecida a la que defendió históricamente el PT y todos los otros sectores reformistas, viejos y nuevos.

Pero ante la ofensiva reaccionaria y la debacle petista, la necesidad de hacer la lucha directa contra el gobierno Temer y el fortalecimiento político del PSOL, el MTST hace un giro que se da en dos etapas: en primer lugar, lleva adelante la construcción del Frente Pueblo Sin Miedo de la que participan movimientos, sindicatos y tiene el apoyo de partidos de izquierda, principalmente del PSOL. Se trata de un frente para luchar en el que la burocracia lulista no tiene hegemonía y de una alternativa de organización -aún minoritaria en el movimiento- mucho más combativa y abierta a la incorporación de nuevas demandas que la CUT y las demás burocracias del movimiento sindical, estudiantil y popular.

En el segundo semestre del año pasado, transcurridas las contrarreformas laborales y la política, sin que la CUT y el PT dieran una verdadera batalla para enfrentarlas, al contrario, desviaron el poderoso movimiento que se armó en el primer semestre y ante una percepción más clara de la crisis del lulismo, en asociación con el PSOL y otros sectores, el Frente Pueblo Sin Miedo, inspirado en experiencias como la de Podemos de España, crea una plataforma digital (llamada VAMOS) y una serie de debates presenciales con el objetivo de construir un programa político.

Como resultado de estos debates, se construyeron directrices programáticas en consonancia con la concepción programática del MTST y la mayoría del PSOL, pues estas directrices mantienen la concepción gradualista de la lucha de clases, un programa que no es el PSOL, ni siquiera el «PT de los orígenes». Sin embargo, se sistematizaron propuestas correctas como resultado de los debates de VAMOS, medidas que van desde la suspensión de todas las contrarreformas del gobierno Temer, de la atención a las necesidades inmediatas de los trabajadores y de los oprimidos, de la organización desde abajo hasta el rechazo de gobernar -como lo hizo el PT- en alianza con las oligarquías políticas tradicionales. Pero el resultado de las discusiones de VAMOS peca por no hacer un balance de los gobiernos petistas, por no considerar que incluso las medidas progresivas más inmediatas, tales como la reforma urbana o la estabilidad en el empleo, sólo pueden realizarse con la adopción de medidas anticapitalistas que pasen necesariamente por la movilización revolucionaria de los trabajadores y por el enfrentamiento a muerte con el Estado burgués.

Es decir, la plataforma peca por el método gradualista (reformista) que crea una brecha entre las tareas inmediatas y las de transición, que desconsidera que para que tengamos conquistas mínimas o democráticas, cada vez más será necesario luchar por medidas anticapitalistas y de poder de los trabajadores. ¿Alguien en sana conciencia puede creer que vamos a garantizar la reducción de la jornada de trabajo sin reducción de salario -constante en el documento final de la plataforma VAMOS- sin una durísima lucha contra los patrones, sus representantes políticos y su Estado? Creer en ello sería una tremenda ingenuidad política o mala fe …

 

 

En relación al tema metodológico, tampoco podemos perder de vista que el proceso no estuvo exento de problemas. En primer lugar, fue marcado por una resolución política ambigua votada en el último Congreso Nacional del PSOL, realizado en diciembre de 2017. La mayoría del partido -dirigida por la tendencia Unidad Socialista- votó que el PSOL tendría «(…) una candidatura propia que amplíe el debate de reorganización de la izquierda, que tenga como lastre programático el proceso democrático y participativo construido por la plataforma VAMOS más la acumulación programática del partido (…)».

En realidad, la votación aprobada no dejaba claro que buscaba prioritariamente un acuerdo político (alianza electoral) con el MTST y que si el movimiento aceptase la propuesta el candidato a presidente no sería un cuadro del PSOL. En realidad, esa resolución fue una maniobra de conciencia y, por eso, no armó al partido para una táctica consecuente de frente único electoral. Para aglutinar más ampliamente partidos y movimientos sociales -particularmente el MTST- en torno al PSOL, sería necesario dejar claro que la candidatura a presidente no sería ocupada por un cuadro del partido, que tendríamos que esperar el tiempo político de los demás sectores y, para finalizar la política estratégica, una vez realizada la alianza con, la Conferencia Electoral de marzo tendría un carácter formal.

Al optar por no definir claramente cuál era la táctica que estaba siendo puesta en acción y realizar todos los movimientos políticos por encima y sin que una amplia discusión programática fuera hecha por la base, el lanzamiento de la candidatura de Boulos por el PSOL en la «Conferencia Ciudadana” el pasado sábado se constituyó como una falta de respeto a la democracia interna. Lo que no es sólo un problema formal, pues demuestra lo que la mayoría ve: la necesidad y elaboración de las tácticas y políticas a partir de la consulta y discusión con las bases partidistas.

Además, el lanzamiento en gran estilo (sic) de la candidatura de Boulos antes de la Conferencia Electoral fue una barrera táctica, pues el líder del MTST y el PSOL podrían haber hecho un acto de filiación política, la Conferencia Electoral, y realizado la fiesta después, claro que sin mensaje de apoyo de Lula y demás elementos que marcan de manera muy fuerte el proceso aún limitado de ruptura por la izquierda de Boulos y del movimiento que dirige.

 

Luchar por un desdoblamiento completamente progresivo

Durante el Pre-congreso del PSOL fuimos a favor de la candidatura Boulos con un programa anticapitalista. Ahora, ante la efectividad en la práctica de su pre-candidatura, tenemos que posicionarnos ante los hechos. Evidentemente, nuestra agitación de «Boulos con programa anticapitalista» todavía está muy lejos de ser efectiva, pues el programa construido hasta ahora opera con una lógica reformista y son necesarios pasos políticos para que esa candidatura se configure de manera plenamente independiente.

A pesar de que esta alianza es progresiva, como todo proceso, puede retroceder si no da los pasos necesarios para rebasar los elementos de retraso. Tendremos que dar una inmensa batalla para que la candidatura Boulos asuma abiertamente un programa anticapitalista y se haga plenamente independiente. Por eso, nos diferenciamos de parte de los sectores que tienen la opinión de que estamos ante un fenómeno totalmente progresista, pues de esta forma acaban no dando la batalla para que ese proceso contradictorio, problemático y arriesgado, de hecho, se encamine hacia la izquierda. Así, pensamos que los sectores que hacen una apología acrítica a esa alianza desarman las bases partidarias para las batallas que necesitan ser dadas en el próximo período.

Por otro lado, también nos colocamos de forma crítica en relación a los sectores que sólo ven los elementos negativos de esa alianza. Pues, a pesar de las mediaciones, de las contradicciones puestas, se trata de un movimiento abiertamente progresista y que puede inclinarse más a la izquierda. Estamos ante un importante paso, y que puede ser histórico, para la recomposición de la izquierda en Brasil, para la necesaria ruptura con el lulismo entre sectores más amplios de la clase trabajadora y de los oprimidos y para la construcción del PSOL.

Pero para disputar ese proceso es necesario romper con el sectarismo fatalista y recomponer a la izquierda del partido para dar la batalla política, programática y organizativa hasta el final. Para así fortalecernos ante la base partidaria para que de esta forma podamos estar en condiciones de disputar políticamente ese nuevo proceso de recomposición que apenas se inicia.

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