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Segunda vuelta de las elecciones presidenciales

Por Rafael Salinas

Finalmente, después del susto de la primera vuelta de las elecciones presidenciales, realizada el 19 de noviembre pasado, el candidato de la derecha, el billonario Sebastián Piñera, ganó la segunda vuelta con algo más del 54% de los votos. Su competidor, el candidato “independiente” Alejandro Guillier¸ sostenido por casi todos los partidos de la anterior coalición de gobierno, la “Nueva Mayoría”, obtuvo un 45,5%.

La concurrencia a las urnas siguió siendo baja, más aún considerando que se trata de elecciones presidenciales. Votó sólo un 49% de los inscriptos. Apenas un 2,3% más que en la primera vuelta.

En su momento, en la primera vuelta de noviembre, fue toda una sorpresa lo de ir a un ballotage. Y como es costumbre en los últimos tiempos, las encuestadoras no la pegaron ni de lejos en sus pronósticos. Habían pronosticado una arrasadora victoria de Piñera, que lograría mayoría absoluta y evitaría las molestias de la segunda vuelta. Pero de más del 50% de los votos que preveían para Piñera, el billonario sólo arañó el 35%.

Esos números de noviembre (incluyendo la enorme abstención), junto con la votación del domingo pasado, reflejan una situación político-social mucho más compleja, tensionada y crítica que el “festival de la democracia” que pretenden pintar los medios de falsificación masiva.

La crisis social del Chile post-Pinochet

Para entender esto, hay que ver el marco político-social y las razones de este triunfo de la derecha.

Un elemento fundamental de ese marco es la profunda crisis, descontento y deslegitimación del régimen post-Pinochet; es decir el régimen de la “Concertación”, que Bachelet ha coronado con esta desastrosa segunda presidencia.

Recordemos que al final de la dictadura de Pinochet, para evitar un derrumbe catastrófico como fue el de la última dictadura militar en Argentina, se conformó en 1988 la “Concertación de Partidos por la Democracia”, una coalición de casi todos los partidos de derecha y de “izquierda”. Era encabezada por los dos más importantes en ese entonces, el Demócrata Cristiano y el Partido Socialista[1].

El acuerdo entre la dictadura de Pinochet y la “Concertación” permitió que el dictador no sólo se retirase tranquilamente de la presidencia. Además se lo mantuvo durante un tiempo en el cargo de comandante en jefe de las Fuerzas Armadas… Durante esa “transición”, el dictador tuvo a mano el garrote, como garantía de una continuidad profunda que se iniciaba…

Así, en esas condiciones, en marzo de 1990, el líder demócratacristiano Patricio Aylwin, recibió la presidencia de Chile de manos de Pinochet… Aylwin había sido electo presidente en diciembre de 1989.

La era iniciada por la “Concertación”, sería también simultáneamente, la era de la continuidad económico-social del pinochetismo… y en cierto modo también la de cierta continuidad política, ya que no se puede separar absolutamente una cosa de la otra.[2]

Esto sería fuente de crisis para la originaria “Concertación” y sus partidos… obligándolos a cambiar de fachadas, pero no de política. El último producto de estos “recauchutajes” y “cirugías plásticas” fue la coalición “Nueva Mayoría”, que llevó al gobierno a la presidenta Bachelet, que entregará el mando a Piñera en marzo próximo.

Dos grandes ejemplos de esa continuidad económico-social, “estructural”, del pinochetismo son la restrictiva enseñanza paga y el escandaloso sistema de las AFPs (Administradoras de Fondos de Pensiones); es decir, del robo de las jubilaciones. Ambos temas motivaron los mayores estallidos de la era “post”-Pinochet… y están muy lejos de haberse solucionado…

Las protestas exigiendo, entre otras reivindicaciones, la gratuidad de la enseñanza, tomaron fuerza creciente en el 2011, aunque ya venían de antes. Los gobiernos tuvieron que dar concesiones, pero de ninguna manera establecieron una verdadera y total gratuidad de la enseñanza.

El inmenso movimiento juvenil de esos años sería también la matriz de donde emergerían nuevas corrientes de izquierda y nuevos dirigentes políticos que hoy encabezan el Frente Amplio. Recordemos que en la primera vuelta de las presidenciales, este nuevo Frente logró un increíble 20%.

Aunque no son corrientes obreras ni revolucionarias y, además, han virado del “autonomismo” al electoralismo, implicaron un importante desarrollo por fuera de lo que fue, primero, la “Concertación” y, luego, la “Nueva Mayoría”, donde se ubicaba la vieja “izquierda” del Partido Socialista y el PCCh.

Pero lo que generaría finalmente más crisis social y política… y desilusión con la “Nueva Mayoría” fue el tema de las AFPs y las pensiones de retiro.

Esta bomba de tiempo en la continuidad económico-social del pinochetismo gestionada inicialmente por la “Concertación”, fue una bomba de “acción retardada”. Tardó en estallar, porque inicialmente la gran mayoría de trabajadores englobados en las AFPs no estaba en edad de jubilarse. Pero ahora, en los últimos años, se produjo la avalancha. Y ya hace más de dos años que movilizaciones inmensas, a lo largo de todo Chile, exigieron terminar con esta estafa.

“Frente a los reclamos por las AFPs que ya se oían al inicio de su mandato –decíamos en un artículo anterior–, Bachelet creó una «Comisión Asesora Presidencial sobre el Sistema de Pensiones». La Comisión no tuvo mucho apuro… tardó casi dos años en producir un informe con propuestas de «reformas»… que además no implicaban un cambio del sistema. Con algunos retoques, seguiría marchando la estafa de las AFPs. Pero lo que terminó de indignar a las masas que han tomado las calles, es ni siquiera esas modificaciones cosméticas se llevaron a cabo. No fueron ni discutidas en el Congreso!” [3]

La farsa continuó a lo largo de todo el 2017, con montañas de “estudios” y “proyectos” que jamás se llevaron al Congreso, ni tan siquiera para hacer reformas cosméticas… ¡Así, las AFPs siguen tal cual las parió el régimen de Pinochet! ¡Durante los cuatro años de presidencia de Bachelet, finalmente no se le tocó un pelo!

¿Pero por qué estas estafas de quienes se presentaban como la “izquierda” (o más bien el “centro-izquierda”) de Chile, contribuyeron al triunfo de Piñera, un billonario inicialmente pinochetista que luego se presentó como un neoliberal “democrático”?

No existe un solo motivo. En primer lugar, el fiasco con el gobierno de Bachelet –que había generado enormes esperanzas en un cambio– se tradujo en una desmoralización de sectores populares que directamente no fueron a votar.

Pero también advirtamos que, simultáneamente, el Frente Amplio –un agrupamiento político recién nacido–, logró el 20% de los votos. Más allá de las limitaciones del Frente Amplio y las corrientes que lo impulsan (tema que examinamos en artículos anteriores[4]), ese voto fue objetivamente de radicalización.

Asimismo Piñera, el beneficiario por la derecha de la estafa de Bachelet y la Nueva Mayoría, se cuidó muy bien en la campaña electoral de presentarse como un derechista rabioso. De su anterior presidencia (de 2010 a 2014) no había salido incinerado, como es el caso actual de Bachelet. Y en esta campaña Piñera se centró en hacer promesas agradables, como por ejemplo: “vamos a convertir a Chile en un país desarrollado”… sin explicar cómo lograría ese milagro un país esencialmente exportador de materias primas (cobre 57%, seguido de frutas, vinos y pescado).

Son todos “globos” –como fue en Argentina, el de la “pobreza cero” de Macri–. Pero la frustración y el desengaño con un gobierno presuntamente “de izquierda” como el de Bachelet, fue lo decisivo. Le aportó, de rebote, un sector del voto popular que permitió a Piñera ganar la presidencia.

Prepararse para la que se viene

Desde ya, las promesas de Piñera se van desvanecer en el aire, aún más rápido que las de Bachelet y la Nueva Mayoría.

Pero lo indudable es que a los reclamos de los trabajadores, la juventud y los sectores populares no les va a suceder lo mismo. Por ejemplo, el fraude de las AFPs no va a ser desmontado por Piñera, defensor incondicional del capital financiero chileno y sus estafas.

Que muchos lo hayan votado con esperanzas, puede ser inicialmente un factor de pasividad. Pero luego se puede transformar en rabia por haber sido estafados.

En este punto –la resistencia a Piñera– tienen una responsabilidad inmensa, decisiva, los nuevos sectores de la izquierda. La mayoría están agrupados en el Frente Amplio y se fortalecieron en contraste con la crisis y el desprestigio del PS, el PCCh y otros de la Nueva Mayoría.

Si se dedican al mero parlamentarismo, van a frustrar las esperanzas de renovación combativa de la izquierda, que muchos de sus votantes depositan en ellos.

Por el contrario, si el Frente Amplio, pasadas las elecciones, se convierte en un centro de organización de la resistencia y las luchas contra el nuevo gobierno de derecha –tomando, por ejemplo el reclamo insatisfecho contra las AFPs, y otras demandas de los trabajadores y la juventud–, se abriría otra perspectiva muy diferente.

Esperamos que así sea.

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1.- Aunque inicialmente estuvo excluido, el Partido Comunista de Chile (PCCh) dio siempre “apoyo crítico” a la Concertación.

2.- Un detalle que muestra esa continuidad es la norma de brutal represión de las manifestaciones en las calles, incluso bajo gobiernos con presidentes y ministros que se dicen “socialistas” y “comunistas”.

3.- “Chile – Más de un millón de manifestantes en las calles contra la estafa de la jubilación privada”, SoB n° 394, 25/08/2016.

4.- Ver: “¿Surge un Podemos chileno?”, SoB n° 403, 27/10/2016 y “Sorpresas en la primera vuelta de las elecciones presidenciales”, SoB n° 449, 23/11/2017.

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