Intervención de Roberto Sáenz en la 2ª Jornada de Pensamiento Socialista Hotel Bauen

“Si el hombre no poseyera ninguna capacidad para soñar (…) no podría traspasar aquí y allá su propio horizonte y percibir en su fantasía como unitaria y terminada la obra que empieza justamente a surgir entre sus manos; me sería imposible imaginarme en absoluto qué motivos podrían llevar al hombre a echar sobre sus hombros y conducir a término amplios y agotadores trabajos en el terreno del arte, de la ciencia y de la vida práctica. La escisión entre sueño y realidad no es perjudicial, siempre que el que sueña crea seriamente en su sueño, siempre que observe atentamente la vida, siempre que compare sus observaciones con sus quimeras y siempre que labore concienzudamente en la realización de lo soñado. Si se da un punto cualquiera de contacto ente el sueño y la vida, puede decirse que todo está en orden” (Lenin, ¿Qué Hacer?, citado por Ernest Bloch en El principio esperanza).

Primero quiero agradecer la presencia de todos los compañeros: de Hernán Camarero, de Claudio Katz, de Pablo Bonavena y del compañero Catatao del MAIS de Brasil. Voy a referirme a dos o tres problemas con un énfasis respecto a lo abierto que están los desarrollos similares al que puso Claudio.

La apertura radical de los asuntos humanos

Primero, una cuestión muy general que tiene que ver con la apertura radical de los asuntos humanos: con la crítica a la apreciación poco materialista de que no sería posible la revolución hoy. Vivimos en un mundo donde el capitalismo es brutal, el grado de desigualdad social está adquiriendo un nivel que levanta alertas hasta en sectores del propio capitalismo (ver la obra de Thomas Piketty[i]), el grado de explotación del trabajo se multiplica brutalmente, se retiran conquistas por la salida de escena del fantasma de la revolución social, se está cocinando a fuego lento la posibilidad de un enfrentamiento hegemónico ente China y EEUU, etc., está la cuestión ecológica, que tiene una presencia creciente aunque a veces en países como el nuestro lo vemos menos: ¡es irreal pensar que está fuera de la agenda la perspectiva de la revolución social!

Quiero recuperar la idea de cómo los asuntos humanos son asuntos radicalmente abiertos, y cómo, en definitiva, la misma idea de la revolución social, o sea, el levantamiento de los explotados y oprimidos contra los opresores, es un factor derivado de las condiciones de explotación y de opresión que se están multiplicando porque la burguesía imperialista se está cebando. Y al cebarse es peligrosa porque desafía a los explotados y oprimidos[ii].

Es cierto que partimos de un grado de conciencia menor que a comienzos del siglo pasado: hay que refundar y reconstruir la memoria histórica de la clase obrera. Pero también es verdad que estamos ante una clase obrera mucho más masiva, el grado de asalarización mundial es inmenso; es muy difícil, más bien prácticamente imposible, pensar a la revolución social por la exclusión de la clase obrera como podría haber sucedido en la segunda posguerra (China/Cuba). Entonces, pensando en la apertura radical de los asuntos humanos, y en lo cebada que está la burguesía mundial, con la acumulación de contradicciones, puede no estar tan lejos el retorno de la revolución social.

Si lo pensamos desde este punto de vista, la Revolución Rusa, la revolución obrera y socialista por antonomasia, nos resulta mucho más contemporánea de lo que creemos. Quizás el “silencio” de la burguesía mundial sobre la Revolución Rusa (¡la revolución social más grande en la historia de la humanidad!), que presentó tan bien Roberto Ramírez, sea capcioso: un “silencio a gritos” sobre algo que se recuerda, que retorna como un fantasma. No es un silencio sobre algo que no importa. Por supuesto que no quiero hacer una evaluación objetivista. Pero sí quiero decirles que, paradójicamente, con escalas y desarrollos distintos, los problemas de la Revolución Rusa son nuestros problemas. Tiene esa actualidad la revolución, aunque la maduración de los factores subjetivos sea hoy más lenta. Esta idea hay que conectarla con la idea de apertura radical de los asuntos humanos y con la recuperación de la perspectiva de la transformación social, no dejarse aplastar[iii].

Esta es mi primera reflexión, que se conecta inmediatamente con otra reflexión que es la pregunta sobre si nuestra época histórica es la misma que la de la Revolución Rusa. Lenin la había definido como una época de crisis, guerras y revoluciones. Hubo una especie de “compás de espera”, un período de “gran moderación” desde la caída del Muro de Berlín, los años ‘90, el neoliberalismo y el imperio universal de la democracia burguesa. Pero ahora hay que prepararse para la eventual apertura de un período más clásico: enfrentamientos en la lucha de clases con elementos más directos.

La democracia burguesa adquiere rostros más agresivos incluso en algunos países del centro imperialista. Son factores de mediación que existen pero que van a empezar a convivir, posiblemente, con más decretazos y más decisiones en el sentido de Estados de excepción. También, en la medida que la clase obrera y la humanidad están vivas, el desarrollo, el camino, la apuesta es hacia formas de lucha más radicalizadas.

Formas de lucha más directas y menos mediadas que dialécticamente nos acercan a la experiencia de la Revolución Rusa. Entonces, es como que venimos de un gran paréntesis y es factible que estemos entrando en un mundo con más rasgos, más características, con más similitudes, salvando las inmensas distancias, con los períodos no de mediación democrático-burguesa, sino de revolución y contrarrevolución.

Estos períodos incorporan otros problemas: el problema de la acción directa, el complejo problema del cuestionamiento de la legalidad (incluso por parte de los de arriba). Dejo la reflexión de que posiblemente estas cuestiones estén más próximas de lo que creemos; que la experiencia de la Revolución Rusa no esté tan lejana como se piensa a primera vista.

La Revolución Rusa forjó nuestras armas

El centenario de la Revolución Rusa a nivel “macro” es lo que dice Roberto: cierta relegación en las agendas oficiales. Pero a nivel “micro” nos da la apasionante posibilidad de volver a estudiar la Revolución Rusa: volver a estudiar la experiencia del gobierno bolchevique; re-estudiar críticamente las otras revoluciones sociales del siglo pasado.

Quiero retomar algo interesante que dijo Katz. Ahí hay un elemento fundamental que, a veces, en la militancia revolucionaria, perdemos de vista, pero que tiene inmensa actualidad (a pesar de los elementos de actualización y renovación imprescindibles): que nuestra práctica política, las enseñanzas que nos guían de forma no consciente, nuestras armas políticas y nuestras prácticas militantes, se forjaron en la experiencia del bolchevismo.

Desde ese punto de vista, el trotskismo a nivel general, internacional, el marxismo revolucionario, es el bolchevismo de nuestros días: nuestra ciencia y arte de la política revolucionaria, nuestra ciencia y arte de la insurrección, nuestra ciencia y arte del poder, nuestra ciencia y arte del partido son herramientas que, actualizadas y reapropiadas[iv], se forjaron en la experiencia de la Revolución Rusa, aun con los claroscuros de la misma Revolución Rusa[v].

Nuestro quehacer político tal cual lo entendemos hoy, surgió de los bolcheviques. Nuestra política cotidiana tiene que ver con las enseñanzas del bolchevismo, y no es casual, porque es la forma más alta “sintetizada” a partir de la experiencia de la Revolución Rusa, de la política revolucionaria: tiene más elementos de síntesis que el anarquismo, que el populismo, que el autonomismo, etcétera.

Nuestra forja es la forja de la corriente bolchevique y ahí, quizás, aunque la estrategia se actualiza cotidianamente, de manera dialéctica, no mecánica, tenemos una “guía” del momento más alto de la experiencia revolucionaria de la clase obrera y del socialismo revolucionario, que es la experiencia del bolchevismo, que son los Cuatro Primeros Congresos de la Internacional Comunista, que es el Izquierdismo, enfermedad infantil del comunismo, etcétera.

Cosas que se las digo porque son de una educación profundísima y a veces no somos conscientes de que si esas enseñanzas no fueran vigentes, todo nuestro quehacer político sería de marcianos, sería ridículo.

Revolución socialista es combinación de tareas y sujeto 

Un tercer elemento tiene que ver con el balance de las revoluciones del siglo pasado. En nuestra concepción la revolución socialista combina el sujeto social y político y las tareas. Las revoluciones sociales de posguerra en abstracción del poder de la clase obrera, dieron lugar a Estados que no correspondieron a la emancipación y a la elevación de la clase obrera como clase histórica. En China, en Cuba, en todas las sociedades de posguerra donde hubo conquistas, no hubo un rio de sangre con la burocratización de la revolución que apartara la clase obrera del poder; esto fue así sencillamente porque la clase obrera nunca estuvo en el poder.

En Rusia, sí: la Revolución Rusa llevó a la clase obrera al poder; era más profunda: fue la apuesta a la transformación de la clase obrera en clase histórica. Nuestra definición de socialismo y de transición al socialismo no son sólo las tareas anticapitalistas, que son fundamentales, sino que es la elevación de la clase obrera a clase histórica en la realización de dichas tareas. Nuestra perspectiva es que la clase oprimida, explotada, el último orejón del tarro, se eleve históricamente y le proponga un vínculo al resto de las opresiones: al movimiento de mujeres, a las distintas nacionalidades, etc.

La combinación de tareas y sujetos es para nosotros fundamental, junto al partido, porque el balance de tareas sin sujeto social y político, es la pérdida de la estrategia. Esto lo digo fraternalmente como siempre con Claudio. Pero yo no pienso que Fidel fuera “la expresión de Lenin” en América Latina… Fidel fue combativo y anticapitalista: ¡pero no tiene nada que ver con la auto-emancipación de la clase obrera!

El socialismo revolucionario del siglo XXI se debe caracterizar por la apuesta a la auto-emancipación de la clase obrera en la tradición de Marx, Engels, Lenin, Trotsky y Rosa[vi]. Su elevación a clase histórica es compleja, está mediada por el partido revolucionario: es la apuesta a que los asuntos humanos puedan ser resueltos cada vez más por los explotados y oprimidos. Es la asamblea de la que hablaba Alcides Christiansen en su intervención en el panel anterior. Aunque esto no funciona mecánicamente. Funciona con el partido revolucionario: porque hay vanguardia y retaguardia, atraso, hay de todo.

Eso los bolcheviques lo vivieron en carne propia. Por eso el balance del bolchevismo tiene que ser serio. El balance del bolchevismo en el poder es complejo, no admite simplificaciones. Lo decía también Hernán Camarero: no se trata de llevar adelante un balance facilista, autonomista, “anarcoide”, como está de moda en ciertos sectores. Porque el balance autonomista de la Revolución Rusa es un balance antibolchevique, superficial, que no deja verdaderas enseñanzas críticas sobre la complejidad del poder proletario. Y esto no quiere decir que no hubiera inercias: los bolcheviques cometieron graves errores algunos de los cuales retomaremos al cierre de este panel.

Entonces nosotros, en este punto, tenemos la definición de que el siglo XX demostró que la perspectiva de la revolución socialista y la transición al socialismo, requiere de la combinación de tareas anticapitalistas y sujeto social y político en la revolución. El problema real es que hubo un desarrollo histórico-concreto, estuvo la revolución, después estuvo la contrarrevolución burocrática y hubo un fenómeno histórico inédito que fue el desvío que significaron las revoluciones anticapitalistas de posguerra sin clase obrera, sin la perspectiva del poder y el gobierno de la propia clase trabajadora, sin el partido revolucionario sustituido por partidos-ejército, sin el ejercicio de la democracia obrera, de las formas soviéticas de poder, de la democracia socialista.

En síntesis: sin la idea profunda del marxismo revolucionario (¡que no es ingenua, ni automáticamente realizable!), de que la humanidad debe tender a dirigir sus propios asuntos: el pasaje de la pre-historia a la historia de la humanidad como pedían Marx y Engels.

La férrea necesidad del partido

Eso no puede hacerse por excepción de la clase trabajadora consciente; se hace como una tensión dialéctica con la clase trabajadora como sujeto consciente que asume las tareas. Tampoco es ingenuo esto: está mediado por el partido. Estudiar la revolución bolchevique y el balance es entender el rol del partido revolucionario: el factor subjetivo por excelencia de la revolución, por así decirlo.

Tenemos que hacer una inflexión profunda en esto: pensar la Revolución Rusa como el evento sólo de los soviets, sin el partido, es una abstracción. Los soviets estaban dominados por los conciliadores y, en definitiva, subordinados a la burguesía. Es la idea de que las enseñanzas de la Revolución Rusa, de la ciencia y arte de la revolución, de “nuestro bolchevismo”, se hacen expresión y balance concreto en la crítica estratégica a las revoluciones sin clase obrera y sin la perspectiva de la auto-emancipación de la posguerra; de no asumir conscientemente las tareas, de que venga el secretario general o el comandante a sustituir a los trabajadores y que significa un tipo de partido, el partido revolucionario por oposición del partido-ejército guerrillero. Es duro, incluye violencia, terror, ojo compañeros: es la revolución y la contrarrevolución. Pero por ahora dejo acá. Gracias por escucharme.

 

 

[i] Piketty es un economista reformista francés que ha hecho toda una elaboración de El capital en el siglo XXI para alertar en sustancia que las desigualdades del capitalismo de hoy comienzan a asemejarse a las que desde finales del siglo XIX que terminaron llevando a las revoluciones sociales el siglo pasado.

[ii] El conocido historiador español Josep Fontana señala cómo el temor inspirado por la Revolución Rusa fue el que llevó a los capitalistas a hacer concesiones en el siglo pasado; por oposición es la falta de ese temor lo que está llevando a que se ceben demasiado creando las condiciones para que la fiera de la revolución social vuelva a hacer su aparición histórica.

[iii] A cuento de esto pusimos la cita del filósofo marxista Ernest Bloch parafraseando a Lenin al comienzo de esta intervención.

[iv] Trotsky señala agudamente que cada nueva generación no debe simplemente asumir las enseñanzas anteriores sino reapropiarse de ellas a partir de su propia experiencia.

[v] Volveremos sobre esto en nuestro cierre de la jornada.

[vi] Antonio Gramsci también puede ser ubicado aquí.

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