Ley contra el trabajo en negro



 

“Tanto el gobierno de Cristina como el que le suceda tendrán que reducir o eliminar muchos impuestos si es que quieren que la economía vuelva a crecer. Pero no deja de ser alentador ver que comienzan con la reducción de los impuestos que encarecen el costo laboral de las empresas que cumplen con las leyes laborales e impositivas. Se trata de un comienzo tímido, pero que va en la dirección correcta” (“La reducción de aportes patronales va en la dirección correcta”, en el blog de Domingo Cavallo www.cavallo.com.ar, 16-4-14).

 

El miércoles pasado el Senado dio media sanción a la ley de “Promoción del trabajo registrado y prevención del fraude laboral”, larguísimo nombre abreviado como Ley contra el trabajo en negro. Tanto el contenido de la ley como el resultado del debate dejan bastante tela para cortar, y a eso nos dedicaremos ahora.

Lo primero que llama la atención es un hecho que debe tener pocos o ningún antecedente desde el inicio de la gestión del kirchnerismo: la ley fue votada por absoluta unanimidad de todas las bancadas y senadores presentes en la sesión. Fueron 57 votos a favor, cero en contra, cero abstenciones.

Eso, habitualmente, sólo pasa con declaraciones insustanciales, como una felicitación al Papa argentino por haber sido electo, el saludo a alguna hazaña deportiva o cosas así. Pero es muy raro que haya unanimidad con una ley de verdad, que además era una de las iniciativas políticas importantes de la agenda oficial en este período. ¿Qué pasó? ¿Cómo fue posible?

Simple: el kirchnerismo decidió desempolvar, como estrategia contra el trabajo en negro, las mismas medidas que recomiendan todos los neoliberales del mundo y que Cavallo pusiera en práctica en los años 90: la reducción (o eliminación) de aportes patronales. Ante este acto de conversión a la fe liberal por parte de los K, la oposición de derecha, con lágrimas de emoción, no pudo menos que sumarse con alborozo a la iniciativa. Fue el abrazo del pastor que recibe a la oveja descarriada en su vuelta al redil.

 

Cifras y razones del trabajo en negro

 

El trabajo en negro existió siempre, pero pasó a ser un problema endémico de la economía argentina en los años 90, en particular desde la segunda mitad de esa década. Al compás del crecimiento de la desocupación y de la profundización de la recesión, las patronales (grandes o pequeñas; en eso no hay matices) aprovecharon tales condiciones para mantener un porcentaje variable de su personal fuera del registro formal. De esta manera, no sólo se ahorraban los aportes a la seguridad social, sino que lograban una mayor explotación en condiciones de trabajo y pagar menor salario a trabajadores totalmente desprotegidos. Por supuesto, tanto el Ministerio de Trabajo como las entidades “de control” hacían alegremente la vista gorda.

Tan ventajoso era y es este esquema que la tasa de empleo en negro, ya del orden del 35% del empleo total en 1996, llegaba al ¡50%! en 2003, en el piso de la crisis post 2001, y luego de cinco años de recesión.

¿Qué pasó bajo el kirchnerismo? Otro de los tantos índices de la magra performance económica del ciclo K después de los años iniciales es que, mientras que entre 2003 y 2008 (los verdaderos “años dorados”) el empleo en negro cayó del 50 al 37%, en los seis años siguientes la reducción del empleo en negro sólo llegó al 34%. Así lo reconoció la senadora oficialista María de los Ángeles Higonet (La Pampa) en el debate de la ley: “Se ha reducido el trabajo informal, pero se ve un estancamiento desde 2009”.

Contra lo que pudiera parecer, esa baja se dio no tanto porque se blanquearan trabajadores, sino porque se incorporaron millones de nuevos empleos, muchos de los cuales eran en blanco, sobre todo en la industria y en el empleo público.

Esto explica el hecho de que, aunque el porcentaje bajó en total un 16%, el número absoluto no se modificó demasiado. En 2004, cuando los trabajadores en negro representaban el 48% del total, había 4,7 millones en esa situación. Hoy, con un índice del 34%, son 4,3 millones.

En síntesis: bajo el kirchnerismo, la mayor parte del empleo creado fue en blanco, pero el núcleo duro anterior del trabajo en negro no fue afectado en lo sustancial. Se trata de una de las tantas taras estructurales de la economía argentina que los K no quisieron, no pudieron o no supieron resolver, o siquiera atacar seriamente. Hasta ahora, con este ataque de cavallismo tardío.

 

Unanimidad pro patronal encabezada por los K

 

El diagnóstico que acabamos de dar no es un secreto para nadie que mire estadísticas con un poco de atención, pero el gobierno, obnubilado por un índice de desempleo en perpetuo descenso (gracias a los buenos oficios del INDEK), prestaba poca atención al problema. Ahora que se acumularon varios frentes de tormenta que se venían postergando desde años atrás, el kirchnerismo aborda la cuestión con la misma óptica con que enfrenta todas las otras últimamente: bien ortodoxa, pro empresas y pro mercados.

En efecto, en sustancia, lo que propone el proyecto de ley es, simplemente, reducir los aportes patronales como “incentivo” para que las empresas tomen nuevo personal. Esa reducción llega al 100% para los empleos nuevos de microempresas de hasta 15 empleados, y contempla sanciones para las empresas que, luego de inspeccionadas, sean ingresadas al nuevo Registro Público de Empleadores con Sanciones Laborales. Las empresas en falta no recibirán subsidios, beneficios ni créditos públicos.

Hasta ahora, las sanciones de las empresas a las que se descubría que empleaban en negro no les quitaban mucho el sueño a los patrones. De hecho, el propio ministro de Trabajo Carlos Tomada, encargado de controlar el tema, reconoce que “un 58% de las empresas inspeccionadas reinciden en el trabajo no registrado”  (Ámbito Financiero, 30-4-14).

Y no se trata sólo de PyMEs o microempresas sin registrar. El ministro Tomada admite también que el empleo en negro existe “en un 40% de las empresas formales” (ídem). Abreviando: casi toda la patronal recurre al empleo en negro, porque es más barato y no hay sanciones. ¿Alguien recuerda las rimbombantes campañas oficiales contra el trabajo en negro, que amenazaban a los “malos empleadores” con castigos terribles por su inconducta laboral? Bueno, no pasó nada. Nunca.

Debe ser por eso que el kirchnerismo, en su fase decadente y cada vez más pro mercado, llega, también en este terreno, a la misma conclusión que en otros: si no puedes convencer a los empresarios… haz lo que ellos te piden.

Y cuando de complacer a la patronal se trata, el resto de los partidos de oposición de derecha no presenta reparo alguno. Así, aunque antes de la sesión Rubén Giustiniani (PS) recordó que la política de baja de aportes mostró su ineficacia en los 90, en la votación del Senado no hubo fisuras. De modo que ya puede intuirse lo que valen las bravatas de gente de la UCR como Miguel Giubergia, secretario de Legislación Laboral de la Cámara de Diputados. ¿De qué vale vociferar que esto “forma parte de las recetas de Menem y Cavallo en los 90”, cuando sus correligionarios votaron la ley como un solo hombre? Por suerte, en la oposición hay gente más coherente como Pino Solanas, cuya posición sobre el tema es considerada por el mismísimo Domingo Cavallo en su blog como “constructiva”.

Con este panorama, la votación de la Cámara de Diputados no será por unanimidad (estarán los votos en contra del FIT, como mínimo), pero va a mostrar, seguramente, otra primorosa y sólida unidad en beneficio de los patrones de todos los tamaños, que recibirán generosos aportes estatales.

¿Alcanzará para reducir seriamente el trabajo en negro? Seguramente no, pero ¡no hay nada más lindo que la famiglia burguesa unita!

Marcelo Yunes

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