Pichetto, el amigo fiel – Maquillaje electoral – Mucho cotillón y poco “empalme” – Llueven dólares (de Argentina hacia el exterior) – La reforma tributaria: realismo y realismo mágico – Los hermanos sean unidos / porque ésa es la ley primera / el que no blanqueó la guita / seguro la dejó afuera.

Fue uno de esos eventos que casi no trascienden pero donde aflora la verdad de las cosas mucho más que en tanto acto solemne y televisado. Se trata de la reunión de la Fundación de Estudios Políticos, Económicos y Sociales para la Nueva Argentina (FEPESNA), a la que concurrieron unos 80 representantes de lo más granado de la burguesía argentina, la que han dado en llamar el “círculo rojo”. Allí, la estrella de la noche fue el senador Miguel Pichetto, del PJ-FpV y ex jefe de bloque de senadores del kirchnerismo en el gobierno de Cristina. Justamente a propósito del resultado de las PASO, Pichetto se dedicó a repartir palos a CFK por la “derrota”, que atribuyó a haber construido “una estructura con una visión de izquierda tipo PC” y ajena al peronismo tradicional. Pero la música para los oídos llegó cuando Pichetto comprometió su colaboración con el gobierno para llevar adelante las reformas impositiva, previsional y laboral, además de habilitar los presupuestos para 2018 y 2019. Según cuentan periodistas sobre la velada, Pichetto “hasta aseguró que está dispuesto a discutir la política tarifaria de los servicios públicos. (…) Muchos de los concurrentes se apresuraban al final del evento a enviar el mensaje de Pichetto vía WhatsApp, con emoticones y sonrisitas complacidas” (R. Rabanal y C. Burgueño, Ámbito Financiero, 17-8-17). He aquí, señores, en resumen, la razón principal del balance político satisfactorio que hizo la clase capitalista de las elecciones de agosto.

Hablando de elecciones, el macrismo ya puso en marcha el operativo de cosmética de campaña. Primero con los datos del crecimiento: si cuando todo venía barranca abajo hablaban de brotes verdes, ahora que el INDEC tira datos (sospechosamente) algo más alentadores, para qué. Uno lo escucha a Marcos Peña y parecemos la URSS y China de los planes quinquenales. Segundo maquillaje, la inflación. Después de amargas experiencias con un INDEC informando más o menos la realidad, decidieron pedirle a su titular, Todesca, que dé una manito. Es así que la inflación viene bajando milagrosamente a tiempo para las elecciones. Y por último, ya escaldados con las torpezas de Aranguren y su pasión por los tarifazos sin medir los tiempos políticos, parece que lo tienen más controlado, al menos por unas semanas. No sólo no habrá nuevos tarifazos hasta noviembre (ahí ya no pueden contener más a Aranguren), sino que antes de octubre las tarifas de gas vendrán en ¡cuatro! cuotas, tanto como para que el mazazo se note menos. Si alguien se pregunta quién paga el costo financiero de ese “favorcito”, es el Estado. Se ve que la idea es bajar subsidios y que el usuario se joda, pero si es para mejorar las chances electorales del oficialismo, se puede hacer una pequeña excepción. La idea principal está clarita: vote en octubre y pague en noviembre, diciembre, enero…

Hablando de maravillas numéricas, es imposible no hablar del Plan Empalme. Recordemos que este plan se proponía “empalmar” a  actuales beneficiarios de planes sociales con su inserción laboral, de manera de ir integrándolos al mercado de trabajo en la actividad privada, aunque en una primera etapa iban a seguir cobrando el subsidio. Fue anunciado justamente el 1º de mayo por el mismo Macri, en un acto con bombos, platillos, fuegos artificiales, más de medio gabinete y burócratas varios de la CGT. Fue tapa gigante de Clarín, La Nación y afines. Ríos de tinta derramados (derrochados) y ojos en blanco revoleados de parte de los periodistas a sueldo por esta genial idea de acabar con los “choriplanes” y generar “empleo genuino”. Pues bien, a cuatro meses del anuncio, y según las estadísticas oficiales, ¿cuántos “empalmados” hay? No juguemos a la intriga: 78. Setenta y ocho. Siete-ocho. No falta ningún cero. El objetivo inicial del gobierno era que los “planeros” que consiguieran “empleo genuino” fueran 400.000 (no sobra ningún cero). Y pensar que nos burlábamos del Plan Primer Empleo y el convenio con Mc Donald’s, que había logrado apenas 400 nuevos empleos subsidiados. Claro, un fiasco, pero comparado con el “éxito” del Plan Empalme, es el premio Nobel al combate a la desocupación.

Sigamos con la magia de las cifras macristas. Como quien no quiere la cosa, se divulgó el dato del saldo de comercio exterior de los primeros siete meses: un déficit de más de 3.400 millones de dólares. Digámoslo de manera rápida y sencilla: es el déficit comercial más grande de la historia económica argentina. Comparemos: en el mismo período enero-julio de años anteriores, el saldo comercial fue superávit de 1.020 millones de dólares (2016), de 1.400 millones (2015) y de 4.100 millones (2014). Uno se pregunta: si las inversiones no vienen, si la fuga de dólares sigue a todo vapor, si con el blanqueo los capitalistas delincuentes declaran pero no traen la guita, si la balanza de turismo da un déficit mínimo de 5.000 millones de dólares y si la única fuente genuina de divisas nos da un déficit anualizado de otros 6.000 millones de verdes, ¿de dónde van a salir los dólares que tapen todos esos agujeros? ¿Todos del endeudamiento externo, como hasta ahora? ¿Cuánto aguanta este esquema?

Tal vez preocupados por este panorama, los funcionarios del equipo económico ya deslizan que la famosa reforma tributaria va a tener que ir bajando un poco el perfil. Quedaba muy lindo quejarse de la “insoportable presión tributaria” del orden del 41% del PBI, pero los primeros borradores que se conocen hablan de bajar esa cifra al 33%… en cinco años. Los muchachos PRO se mueren por bajarse los impuestos, pero la cuenta es sencilla: la guita no da, y si uno elimina fuentes de recaudación hay que subirle a otros o endeudarse más, y ambas opciones son poco digeribles económica y políticamente. Es así que, por ejemplo, la baja de retenciones va a tener que esperar. Lo que sí parece decidido es eliminar el impuesto al cheque, algo que pide todo el empresariado desde hace años. Pero eso representa 156.000 millones de pesos por año. El argumento macrista es que con el “crecimiento económico que se viene”, la recaudación del IVA va a subir lo suficiente como para compensar eso. ¡Mmmm…!

Última de numeritos: la plata de Macri. La nota de Horacio Verbitsky en Página 12 revelando que Gianfranco Macri (¡el “hermano pobre” de Mauricio!) blanqueó 622 millones de pesos, esto es, 35 millones de dólares, siendo que el patrimonio declarado del presidente Macri (el directivo más importante del grupo) es de “apenas” 120 millones. Al margen de que hay muchos otros nombres interesantes, el episodio deja varias moralejas. Primera: queda claro por qué había sido tan brutal la presión para garantizar la confidencialidad de los nombres que entraran al lavado (hasta se había intentado poner en la ley multas a periodistas que divulgaran esos datos). El lado gracioso de esto fue que los properiodistas como Carlos Pagni se mostraron muy preocupados… ¡por la filtración de los datos, no por lo escandaloso de la información! Segunda: queda claro por qué Macri cometió la bestialidad política de autorizar por decreto a parientes de funcionarios a entrar al blanqueo, cuando la ley votada en el Congreso lo prohibía expresamente. Tercera: queda claro que la declaración jurada de Macri (el más rico de un Poder Ejecutivo de millonarios) es una burla. No tiene explicación que su hermano, que comparado con Mauricio es un cadete del grupo Macri, haya blanqueado seis veces que el patrimonio de Mauricio. Para colmo, aparecen todo el tiempo propiedades millonarias del presidente sin declarar. Como dijimos aquí, en el blanqueo se declararon unos 116.000 millones de dólares (la gran mayoría siguen afuera), pero los verdaderos peces gordos más bien dejaron sus jugosos activos no sólo offshore sino sin declarar. Siendo así, lo irónico del caso es que probablemente el propio presidente no entró en el blanqueo que él mismo impulsó.

Frase PROtuda de la semana: en realidad es de hace unos días, pero vale la pena. Es una insuperable cruza de optimismo hueco duranbarbista, economía semikeynesiana y cinismo macrista de pura cepa y cuño original:

“El año que viene vamos a crecer más, lanzando más obras públicas, que serán la base para el desarrollo” (Mauricio Macri, ¿quién otro?).

Traducimos del macrista al castellano: el crecimiento de 2017 va a ser una lágrima, las inversiones no van a venir y la marcha de la economía va a seguir dependiendo del gasto estatal (exactamente igual o peor que en la era K), y el “trabajo de calidad” va a ser empleos temporarios en la construcción de obra pública.

Marcelo Yunes

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