La elección de la izquierda estuvo en general en línea con las últimas dos votaciones (2013 y 2015). La suma de los dos frentes (FIT e IFS) da un total de unos 1.150.000 votos. De esa cifra se desprenden dos conclusiones. Por un lado, está claro que la izquierda logra mantener un piso del orden del millón de votos que es un terreno conquistado y que la ubicado como un actor real, aunque minoritario, del escenario electoral nacional. Por el otro, también está a la vista que la izquierda en su conjunto, justamente al repetir resultados anteriores, no logró transformarse en un canal electoral que capitalizara de manera significativa la bronca que hay en amplios sectores de la población, sobre todo en el Gran Buenos Aires, contra el gobierno. Queda entonces un sabor agridulce, ya que la consolidación de un espacio político de más de un millón de votos no alcanzó para aprovechar la oportunidad electoral que daba el desgaste de la gestión de Macri. Por otro lado, si el propio kirchnerismo no pudo hacer una votación más contundente que le infligiera una derrota al macrismo en la provincia, eso significa que quizá la bronca no ha madurado tanto a nivel más amplio como para traducirse en un rechazo electoral contundente al gobierno. En ese sentido, la elección de la izquierda está enmarcada dentro de los límites de la elección en general.

Dicho esto, queda evidenciado una vez más que la pretensión del FIT de aparecer como “la única izquierda” está, sencillamente, fuera de la realidad. Hubo dos listas de la izquierda, y entre esas dos listas hubo, además, relaciones proporcionales bien definidas, que ya se habían manifestado en elecciones anteriores. Los casi 900.000 votos del FIT (incluyendo los distritos donde se presentó como tal y aquellos en los que la legalidad correspondía a uno solo de sus integrantes) y los 265.000 de IFS (computados con el mismo criterio, aclarando que, por supuesto, no consideramos los votos del frente que hizo el MST en Santa Fe) muestran que el FIT no es “la única” representación electoral de la izquierda, sino el 77% de ella. El 23% restante le corresponde a Izquierda al Frente por el Socialismo. De hecho, las proporciones entre el FIT y el IFS muestran que, lejos de borrar del mapa al resto de las fuerzas de izquierda, el FIT debe compartir incluso más que antes el espacio electoral “rojo”.

Antes de pasar a considerar la performance de ambos frentes, una aclaración. En el marco de una elección buena pero no rutilante para la izquierda, no se verificó la posibilidad de un sector importante del electorado que detesta a Macri se radicalizara políticamente. Fue perfectamente lícito y correcto haberse jugado a esa posibilidad, que finalmente no se dio, pero esa apuesta debía tener algunos parámetros de realidad.

Fue lo que no sucedió con el PTS, que parece haberse contagiado de su socio el PO la vocación por la aritmética delirante. En efecto, en cada aparición pública de los candidatos del PTS, sobre todo Nicolás Del Caño, se insistía con la importancia de lograr “20 o 30 diputados de izquierda”. Para decirlo rapidito: si los resultados de agosto fueran los definitivos, el FIT no lograría “20 o 30 diputados”. Ni siquiera lograría la décima parte de eso, es decir, 2 o 3 diputados. De hecho, no habría obtenido ni un solo diputado. Y tal como viene la elección, y salvo que alguna novedad política fuerte cambie el panorama sustancialmente, la máxima aspiración del FIT es justamente lograr 1 (un) diputado en la provincia de Buenos Aires.(1)

A las metas electorales fantasiosas del PTS se acopló, con total seguidismo, el PO. Si fueran consecuentes, su balance debiera ser que la campaña del FIT fue un fracaso total: cero diputados sobre veinticinco. Por suerte, no lo son, y hacen un balance un poco más cercano a este planeta: una vez descartadas las alucinaciones, queda la sobria realidad de una elección razonablemente buena que mantiene el lugar de la izquierda en la escena nacional.

Cabe mencionar la notable elección del FIT en Jujuy, donde obtuvo un 12,5%. Felicitaciones a los compañeros, entonces, por ese resultado, pero ojo con subirse al caballo blanco. No hay que perder de vista que se trata de fenómenos casi puramente electorales, muy poco o nada orgánicos, que así como aparecen de manera súbita pueden desaparecer o debilitarse, como ocurrió con “Salta la trotska” (PO, que deliraba con ganar la gobernación) o con el 15% en Mendoza que logró el PTS y que llevó a Del Caño al Congreso.

En cuanto a la campaña de Izquierda al Frente por el Socialismo, para no repetir, señalaremos lo siguiente. En primer lugar, se trata por lejos de la mejor campaña y performance electoral de nuestro partido, el Nuevo MAS. Si bien no se logró sumar mucho más allá de la suma de los votos obtenidos por el Nuevo MAS y el MST en 2015, el saldo es sumamente positivo, por dos razones. Primera, la categórica instalación de Manuela Castañeira como una de las figuras públicas indiscutidas de la izquierda trotskista en la Argentina. No sólo por sus apariciones, su crecimiento en el nivel de conocimiento y los más de 100.000 votos en la provincia, sino por el perfil político, la frescura y la pasión militante que le aportó al conjunto del espacio de izquierda. Faltaron apenas algo más de 30.000 votos para sortear el piso del 1,5 por ciento en la provincia de Buenos Aires, pero el avance en el terreno de conquistar un lugar para las posiciones y el perfil del Nuevo MAS en el panorama político nacional es inmenso. Y segundo, por primera vez nuestro partido, en un frente con el MST, logra sortear el escollo proscriptivo de las PASO en varias provincias, entre ellas algunas de las de mayor importancia y visibilidad política del país, como Córdoba, pero también Neuquén, Río Negro, Santa Cruz, La Rioja y otras cuyo mérito corresponde sobre todo a los compañeros del MST.

Los 265.000 votos obtenidos por IFS representan, además de un activo importantísimo para que el Nuevo MAS afiance su proyección como partido nacional y de la figura de Manuela, una muestra innegable de que la izquierda trotskista en Argentina está representada, en lo electoral, por dos frentes. No queda margen para la autoproclamación y para que quienes tienen la mayoría, sí, pero de ninguna manera la totalidad de los votos de izquierda sigan ignorando la realidad política, militante y también electoral de Izquierda al Frente por el Socialismo y el Nuevo MAS.

Marcelo Yunes

 

Notas

  1. Los problemas político-estratégicos más grave de semejante pretensión fueron adecuadamente señalados por nuestra compañera Manuela Castañeira en una intervención en TV. Sólo diremos que la meta de los 20 diputados, además de ser un disparate fuera de toda proporción realista, no habría tenido en sí mismo nada del efecto “revolucionario” que le adjudicaba Del Caño. Porque sucede que justamente este gobierno en particular se las ha ingeniado para sacar adelante sus iniciativas incluso en minoría parlamentaria, con la complicidad del massismo, el PJ y parte del kirchnerismo. Y cuando tuvo que pisotear incluso leyes votadas en el Parlamento (como fue el caso de la ley antidespidos o de la prohibición del blanqueo para familiares de funcionarios), lo hizo sin despeinarse. Lo que Del Caño y el PTS debieran haber educado en la campaña es el ABC del marxismo: que todos los logros parlamentarios son impotencia pura (con 3 diputados, con 30 o con 120) sin la movilización extraparlamentaria de los trabajadores.

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