Se despeja el escenario parlamentario para el macrismo

Pasó la elección, aunque no del todo: todavía está por resolverse el resultado de la provincia de Buenos Aires, enrarecido por denuncias varias de robo de votos. Más allá de las picardías del gobierno escondiendo los números finales de la elección más esperada, justamente la de la provincia, de otros enjuagues con los datos y de los “análisis” interesados de los periodistas a sueldo, una mirada menos superficial y más atenta de los números oficiales deja tela para cortar en varios planos.

 

La performance de Cambiemos

 

Lo primero a señalar es, naturalmente, que se trata de un triunfo del gobierno. Curiosamente, ese triunfo se manifiesta más como una sensación política instalada (pero en política las sensaciones son parte de la realidad) que como un efecto directo de una “ola amarilla aplastante” que no fue tal. El estado de ánimo triunfalista en Cambiemos está perfectamente justificado, pero no tanto por una performance electoral apabullante (no lo fue) sino por el estado de dispersión y confusión que revela su principal rival parlamentario, el peronismo en todas sus variantes (incluido el kirchnerismo).

El balance para Cambiemos, como se desprende de las cifras que publicamos en gráfico aparte (1), es que a nivel nacional fue la primera fuerza, con el 37,6% de los votos. No es una cifra que meta miedo; de hecho, es muy baja para un oficialismo victorioso. Pero aunque la suma de votos del PJ y el kirchnerismo da apenas un punto y medio menos, esa cercanía es engañosa, porque la tal suma es más estadística que política: no hay en común entre las distintas facciones peronistas (no incluimos a Massa) ni proyecto, ni liderazgo, ni mucho menos estrategia o candidaturas. Veremos eso más abajo.

Cambiemos se impuso en 11 de los 24 distritos del país, incluyendo Capital, provincia de Buenos Aires (a diputados; no así a senadores, por estrecho margen) y Córdoba. Tanto en la provincia mediterránea como en la capital del país la victoria oficialista fue muy holgada, lo que contribuyó a darle tonos “épicos”  al festejo de la dirigencia PRO. Si bien cayó frente al PJ o el kirchnerismo en 13 provincias, Cambiemos tiene motivos para celebrar.

En primer lugar, se consolidó como fuerza nacional. De hecho, emerge como la única fuerza nacional entre los partidos tradicionales, a diferencia de 2015, en que el PRO tenía presencia real sólo en unos pocos distritos, y dependía del entramado de la UCR para cubrir la totalidad del país. Al respecto, la consolidación de Cambiemos fue sobre todo del PRO a expensas de la UCR, que fue semideglutida o cooptada. Esta situación dejó algunos rencores que probablemente no pasen a mayores mientras los resultados le sigan sonriendo.

En segundo lugar, como decíamos, la amplitud de la victoria en CABA y Córdoba se vio reforzada por la buena elección en la provincia de Buenos Aires. Aun perdiendo por margen mínimo con Cristina, el hecho de haber peleado la elección incluso en el Gran Buenos Aires fue fundamental para las aspiraciones del gobierno: una derrota dura a manos del kirchnerismo hubiera opacado todos los demás números. En cuanto al resto, si bien cayó en Santa Fe, de nuevo por escasa diferencia, se alzó con triunfos impensados en provincias-feudos del PJ como San Luis y La Pampa, y en general el gobierno logró un piso importante en todos los distritos.

Tercero, y más importante que una eventual mayor cosecha de diputados, es que lo anterior, sumado a la situación del peronismo que veremos enseguida, proyecta una “imagen ganadora” de Cambiemos de cara a las elecciones de octubre. Esa imagen, que es relativizada por los números fríos pero magnificada por los medios amigos, contrasta con la fragmentación del PJ y abona la posibilidad de recuperar la provincia de Buenos Aires y en general de mejorar en octubre la votación de agosto.

 

La dispersión del PJ y el negocio del gobierno

 

Pasemos al peronismo. Como señalamos, las cifras dan al conjunto de las opciones del PJ cerca de Cambiemos a nivel nacional, pero muy pocos consideran que el balance de conjunto de la elección sea ése. Y con razón, porque si algo queda claro del panorama del PJ es que sigue sin resolver su problema clave, la ausencia de conducción unificada y reconocida por todas sus facciones.

El mismo resultado electoral contribuye a eso: por ejemplo, una derrota clara de Cristina habría, en un sentido, limpiado el panorama para el PJ al enviar a la ex presidenta definitivamente a cuarteles de invierno. Por el contrario, una victoria contundente de Cristina frente a una performance mediocre del PJ habría obligado al resto del peronismo, a regañadientes o no, a encolumnarse detrás de ella. Pero el resultado no fue tan claro ni en un sentido ni en otro: la victoria de Cristina fue muy estrecha, pero es victoria al fin, y en la provincia más importante del país, de modo que no se la puede jubilar. No obstante, tampoco, al mismo tiempo, alcanza para arrastrar a la liga de gobernadores a aceptar su liderazgo. Y todo queda como estaba antes de la elección, es decir, con un PJ acéfalo.

En este marco, el peronismo no tiene unidad de ninguna clase, y sigue siendo un cambalache de caciques provinciales más el kirchnerismo bonaerense y santafesino (que se anotó un triunfo, pero con sólo el 28% de los votos, aprovechando la fragmentación política en esa provincia).

El principal beneficiado de este cuadro será, sin duda, el gobierno nacional. Con un kirchnerismo que obtuvo un triunfo más bien pírrico en Buenos Aires (y habrá que ver si es capaz de sostenerlo en octubre), con un puñado de gobernadores triunfantes pero de poco peso específico (Urtubey en Salta, Zamora en Santiago, Insfrán en Formosa y no mucho más), el probable desenlace será que un PJ atomizado reanude sus “relaciones carnales” con el macrismo. Esto es, que se desentienda por ahora de la construcción nacional de un entramado PJ y que los caciquejos provinciales vuelvan al intercambio de votos en el Congreso por asistencia financiera del Tesoro Nacional.

Párrafo aparte, pero no muy grande, merece Sergio Massa. Su floja elección en la provincia (lejos de ser un tercero en discordia) y su presencia marginal en el resto del país dejaron a ese espacio muy deshilachado, con un 7,5% a nivel nacional que es en realidad el 15% en Buenos Aires y casi nada más. La “ancha avenida del medio” mutó en bicisenda, y el casi seguro destino de la alianza con Stolbizer es que pierda aún más terreno en octubre y que incluso antes comienza la sangría de dirigentes hacia el PJ o hacia el macrismo. Lo mismo, corregido y aumentado, vale para Florencio Randazzo.

Desde el punto de vista de las fuerzas políticas del régimen, entonces, posiblemente el saldo más importante para el macrismo no sea que apunte a obtener algunos parlamentarios más, y ni siquiera el hecho de consolidarse como primera fuerza a nivel nacional. Lo verdaderamente trascendente para el gobierno, al margen de quedar mejor posicionado para octubre, es que logra la relativa tranquilidad de que luego de la elección no se va a encontrar con ningún bloque parlamentario de oposición unificado que le perturbe la sanción de las leyes de ajuste que se vienen. No lo será un kirchnerismo no desaparecido pero sí aislado, ni tampoco un PJ fragmentado donde cada gobernador buscará salvarse como pueda, incluyendo, como hasta ahora, el alquiler de sus votos en el Parlamento. El macrismo consigue los votos para sus leyes; los gobernadores consiguen sobrevivir económica y políticamente, y todos ganan. Salvo el pueblo trabajador, claro.

Marcelo Yunes

 

Notas

  1. Es francamente extraño que la amplia mayoría de los análisis periodísticos y políticos de la elección, así como la cobertura de la prensa gráfica y televisiva, hayan soslayado un estudio de los resultados y porcentajes a nivel nacional. Siguieron en esto el curioso criterio de la página oficial de resultados, que ofrecía hasta el más mínimo detalle desagregado de los datos provincia por provincia, distrito por distrito y hasta mesa por mesa, pero en ningún caso hacía la sumatoria de todas las provincias para obtener un total nacional. Si esto se debe a una especulación para ocultar que el “categórico triunfo” de Cambiemos no llegaba al 40% o a simple incapacidad, es algo que dejamos a juicio de los lectores.

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