Contra la pintura de los falsi-medios occidentales de unferozoso ruso que atropella todo lo que tiene por delante, la política real del Kremlin ha sido –hasta ahora– extremadamente prudente… por no decir cobarde.

Esto es así, aunque como siempre sucedeen circunstancias como estas, los discursos y sobre todo la propaganda mediática son mucho más estruendosos que los hechos reales.Se cumple el refrán de “mucho ruido y pocas nueces”… Con el agregado, en el caso de Moscú, que contra más ruido hace, menos nueces pone en el casillero de Ucrania.

El hecho fundamental es que, después de lograr la recuperación de Crimea (cedida a Ucrania en 1954, en tiempos de la Unión Soviética), Putinno ha movido un dedo para apoderarse directamente o controlar en forma indirecta las regiones sublevadas del Este ucraniano. Nimucho menos las estáayudando materialmente (con armas y/o tropas) en su desobediencia a Kiev.

Por el contrario, todas susacciones van en el sentido del mantenimiento del statu quo… a cambio del “blanqueo” de la recuperación de Crimea. Claro que, simultáneamente, redobla los tambores para no perder sus oropeles de protector de los pueblos de habla rusa y confesión ortodoxa.

Con ese objetivo, Moscú gestionó y firmó el traidor acuerdo de Ginebra. Como dijimos en su momento, este pacto significaba para los sublevados “entregar las armas y el poder a cambio de… un papel mojado”.

Este acuerdo quedó desbaratado por el repudio de los sublevados en el Este ucraniano, que lo desacataron… lo que de paso desmintió la propaganda occidental, que presenta a los insurrectos como “soldados rusos disfrazados”… y además armados hasta los dientes.

Ahora, el relativo éxito de los ataques de las tropas de Kiev en los últimos días confirma lo mismo. El armamento de que disponen los “pro-rusos” es ínfimo: armas ligeras, viejos Kalashnikov y material de las tropas enviadas por Kiev que desertaron,cambiaron de bando… o incluso vendieron sus equipamientos.

Un reportaje excepcionalmente honesto de periodistas del mismísimo New York Times –insospechable de “pro-ruso”– pinta la difícil situación de los rebeldes del Este y las complejidades de la situación ucraniana. [Ver:“Behind the Masks in Ukraine, Many Faces of Rebellion”, by C. J. Chivers and Noah Sneider,NYT,May 3, 2014]

Además, si en verdad se tratase de fuerzas rusas disfrazadas de ucranianos, o si Rusia hubiese enviado suficiente armamento, las tropas de Kiev la hubieran pasado muy mal…

Moscú quedó satisfecho con el “regreso” de Crimea… y simultáneamente esto ya ha sido reconocido tácitamente por Occidente. Nadie habla ya de Crimea… y en las mismas negociaciones de Ginebra el tema quedó como un hecho consumado e irreversible.

Las razones de esta conductapusilánime del Kremlin son complejas… y puede haber cambios impredecibles en ella. Sobre todo si el imperialismo yanqui –que viene cuesta abajo desde hace años– se pasa de límites en el intento de acorralar a Moscú y pudrir en su beneficio las estrechas relaciones del capitalismo ruso con algunos países de la Unión Europea, en primer lugar, Alemania.

Pero sepamos que, hasta el momento, el gobierno de Putin está en la tarea de enfriarla cosa. Por eso, aunque la agencia Russia Today (RT) denuncie en todos los tonos las salvajadas de la “Junta de Kiev”, Moscú se ha cuidado muy bien –hasta ahora– de no enviar ni una honda a los rebeldes “pro-rusos”… y ni hablemos de armamento pesado ni menos de soldados rusos con el disfraz que sea…

Esta realpolitiktiene varios motivos. Ellos van desdeel fundado temor de“importar” a Rusia la peste de los ejemplos de rebelión y/o las poblaciones sublevadas, hasta diversas razones geopolíticas. Estas últimas afectan no sólo la posición de Rusia como potencia sino también los bolsillos de la mafia de burócratas y oligarcas que ejerce el poder, con Putin a la cabeza.

Ese bloque político-social tiene mucho que perder en esa materia si no recompone sus relaciones con Occidente; o, mejor, dicho con Alemania y algunos otros estados de la Unión Europea. Pero al mismo tiempo, si se extralimitaseel “apriete” impulsado ante todo por Washington (y no tanto por Berlín), podría hipotéticamente obligaral Kremlin a dar respuestas que vayan más allá de lo quedesea.

Por todo eso, la situación, tanto a escala de Ucrania como internacional no está ya “reacomodada” ni estabilizada. Puede haber sorpresas.

En un próximo artículo, intentaremos desarrollar un análisis más amplio de esta crisis desde el ángulo geopolítico; es decir, de las cambiantes relaciones de fuerza entre los estados, que hoy configuran un cuadro muy diferente al de la última posguerra, pero también al del fugaz período “unipolar” pos-Muro de Berlín, en que surgió (y fracasó) el esbozo de un “orden mundial” regido por una super-potencia inapelable, los Estados Unidos.

 

C.T.

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