Interrogantes camino a las PASO

José Luis Rojo

“Coincido con la vicepresidente, Gabriela Michetti, quien en marzo manifestó que tener procesos electorales cada dos años paraliza y se genera una competencia destructiva que complica las reformas estructurales”. (Luis Pagani, presidente de Arcor, La Nación, 2 de septiembre 2017)

La coyuntura electoral aparece como “detenida en el tiempo”. Las especulaciones se multiplican pero nadie sabe a ciencia cierta quién se impondrá. Macristas y kirchneristas hacen igual cálculo: que en las PASO difícilmente se polarice la votación. Pero hacia octubre, el “cuco” de la vuelta de Cristina y/o el “voto útil” para derrotar a Macri, sirvan para beneficiar a uno u otro bando adelgazando las terceras alternativas.

En todo caso lo real es que los sondeos de opinión –¡igual que la calle!- muestran el retroceso de la popularidad del gobierno, al tiempo que el voto opositor se dispersa en varias expresiones, una de las cuales podría ser la izquierda, izquierda que como dijera el periodista Roberto Navarro, podría convertirse en una de las sorpresas de la elección (ver la reciente encuesta de Managment & Fit que comentaremos más abajo).

Más allá de esto, gane o pierda, el gobierno estaría decidido a aplicar un ajuste brutal luego de las elecciones: “fundacional”: imponer cambios de fondo que sólo se nos pueden aventurar como “thatcherianos” y que apuntarían a avasallar el mandato popular de una elección que muy probablemente no arrojará mayorías claras. De ahí la preocupación del empresario Luis Pagani por la reiteración de elecciones, así como el súbito cuestionamiento oficialista a las PASO, cuestionamiento que sólo podemos aventurar por la derecha cuando se trata de Macri[1].

¿Quién ganará las elecciones?

La primera reflexión tiene que ver con las perspectivas electorales del gobierno. Están en curso una serie de elementos contradictorios. Según la encuesta de Managment & Fit publicada el domingo 2/07 por Clarín, Macri tiene una desaprobación que ya alcanza el 45.6% a nivel de todo el país, un dato de importancia que marca cómo el gobierno ha quedado en minoría.

Las cosas son más graves en la provincia de Buenos Aires: su aprobación alcanza sólo el 35%, mientras que la desaprobación ronda el 49%, estirándose dicha cifra hasta el 55% en la tercera sección electoral, la más populosa de la provincia.

La encuesta agrega otros datos de importancia reflejados en el deterioro de las expectativas económicas de la mayoría, que para el total nacional arrojan que sólo el 27.2% considera que estará mejor en el futuro, mientras que el 45.7% piensa que estará peor o mucho peor.

Los datos de la encuesta no deberían sorprender. Aun si la misma ha sido manipulada por Clarín –un medio cuyo oficialismo nadie podría dudar[2]– confirman la temperatura que se siente en la calle: cómo viene creciendo exponencialmente la bronca contra el gobierno.

De todos modos, la encuesta no anula otros desarrollos. Uno fundamental es que si bien el voto opositor es mayoritario (49% contra 32.2% que apoyaría al gobierno), este voto aparece fragmentado en varias expresiones, que van desde el kirchnerismo y el Frente Renovador hasta llegar a la izquierda.

¿Qué nos enseña la encuesta? Algo que sabíamos antes de la misma: que a nivel de las representaciones burguesas no existe una expresión mayoritaria; que la elección la ganará la primera minoría, que no es exactamente lo mismo a formar una mayoría en materia de legitimidad, de un mandato para imponer medidas.

De ahí que el gobierno mantenga la aspiración de “ganar” la elección incluso si resta como un gobierno en minoría, situación que las elecciones no podrían modificar de manera sustancial.

Un conjunto de elementos están detrás de esta realidad. No hay ninguna duda que Macri concentra la voluntad mancomunada de la flor y nata de la patronal y el imperialismo.

Pero esto no significa que desde el punto de vista político sea un gobierno mayoritario. Lo sería si hubiese consolidado el 51% que obtuvo en el balotaje. Pero la novedad en los últimos meses es que ha perdido casi 20 puntos desde ese momento; que a lo sumo podría aspirar a algo en torno al 35% nacional, no más.

El kirchnerismo y el Frente Renovador tampoco están en cifras mayores: un 30/35% el primero, algo en torno al 20% el segundo; son fuerzas minoritarias también, lo que reenvía a la crisis del clásico bipartidismo peronista y radical que domino tantas décadas la Argentina; a que la expresión política se encuentra fragmentada, lo que por otra parte le está abriendo hoy espacios a la izquierda, una cuestión que retomaremos más bajo pero que le crea al gobierno el problema del “volumen” político y de legitimidad, que tendrá incluso si se impone en las elecciones, para llevar adelante sus medidas.

Macri en el espejo de Temer

Las consecuencias son complejas para las aspiraciones del oficialismo. La patronal lo está azuzando alrededor de si pretende ser un gobierno que “administre” la crisis o que esté para imponer “reformas históricas”; que tenga la aspiración de pasar a la historia y no meramente reelegirse en el 2019.

De ahí el título de una de las principales notas de La Nación del domingo pasado: “El gobierno prepara profundas reformas para después de las elecciones”; u otra de igual tenor: “Sin Plan B, Macri apuesta todo a un gran acuerdo de necesidad y urgencia”.

¿Qué insinúan estas notas? Que gane o pierda Macri la elecciones (y ya hemos visto que en cualquier escenario será por estrecho margen), el gobierno estaría tratando de convencerse que luego de octubre vendría el verdadero giro thatcheriano, “reformista”, “fundacional”, lanzándose a imponer contra reformas brutales en el terreno de la legislación laboral, impositivo, congelando las incorporaciones de personal al Estado, aumentando la edad jubilatoria y una larga lista de medidas regresivas tomadas con la excusa de “aumentar la competitividad y productividad del país”, la llegada de las inversiones que tanto se hacen esperar, etcétera.

¿Cuál es la contradicción en esto? ¿Qué pasa si Macri pierde las elecciones o las gana por muy poco margen? Tendrá una bajísima legitimidad para aplicar medidas que se adelantan durísimas. Sería como un giro “a lo Temer” en el sentido de las declaraciones del presidente brasilero (originado en una maniobra parlamentaria destituyente reaccionaria, y con una base de cero legitimidad, de excepción), que reiteradas veces ha afirmado que “no le importa la popularidad” ni retirarse con un 5% de aprobación si es que logra “cumplir con la patria”[3]

La contradicción en esto es que como Temer es un gobierno de excepción, hasta cierto punto puede hacer caso omiso del “piso de legitimidad” que viene de una elección; elección de cualquier modo distorsionada por ser una votación burguesa (pero que de todos modos expresa elementos de legitimación).

Cuando Macri habla de que no tiene un Plan B; que en cualquier escenario electoral, frente a cualquier resultado se aplicará este plan brutal, un poco es como desconocer los mínimos criterios democráticos: no importa cómo salgan la elecciones, de cualquier amanera se avanzará con los brutales planes de ajuste: “(…) madura la idea de que el gobierno de Mauricio Macri se acerca a un punto de inflexión histórico. Un quiebre que marca la oportunidad de pasar de una fase inicial de toma de control del poder (…) a otra etapa de profundización de reformas y transformación completa de la matriz productiva (…) ¿Y qué pasa si el oficialismo no gana las elecciones? La respuesta es uniforme: no hay plan b” (Jorge Liotti, La Nación, 2 de julio 2017).

La contradicción en esto viene por partida doble. Por un lado, porque en el país existen toda una serie de “factores mediadores”. La oposición política patronal, el kirchnerismo y el Frente Renovador, la burocracia sindical, todos ellos facilitan la gobernabilidad.

Pero eso no quiere decir que exista hoy en el país un gobierno de coalición; se trata de fuerzas políticas opositoras –desde el punto de vista patronal- que a la vez que garantizan la gobernabilidad, operan hasta cierto punto como un factor mediador; factor mediador que se adelgazaría de imponerse el gobierno en las elecciones, pero que de ser derrotado en las urnas las cosas se pondrían más complejas: un brutal ajuste sin legitimación suficiente podría dar lugar a una enorme escalada de las luchas sociales y sindicales (y todo el desarrollo anterior sin hablar de todos los fenómenos que podrían darse de manera independiente).

El alerta de una elevada elección de la izquierda  

Aquí se coloca otro interrogante de importancia que tiene que ver con la dinámica.

Ocurre que la encuesta de Managment & Fit anticipa una enorme elección para la izquierda en la categoría a diputados nacionales. Guarismos en provincia de Buenos Aires y Córdoba del 10% (sumando ambos frentes de la izquierda); incluso cifras del 15% en Santa Fe y altos números en muchas otras provincias (sólo en CABA la cifra parece ser más baja); cifras que significarían un alerta –aun distorsionado electoralmente– frente a la dinámica de la lucha de clases que podría venirse.

Es destacable cómo en su programa especial de la noche del 25 de junio, cuando Roberto Navarro presentó la candidatura de Manuela Castañeira, destacó que la izquierda “medía muy bien” y que podría llegar a ser una de las “sorpresas” de las PASO.

¿Qué refleja la encuesta publicada por Clarín respecto de la eventualmente alta votación de la izquierda? Podría estar expresando problemas de fondo: la vacancia política, la crisis de representación, el que una parte del electorado más joven y dinámico del país –aunque también sectores de mayor edad más politizados- estén buscando realmente una alternativa[4].

Se trata de fenómenos internacionales que hacen a los elementos de polarización no sólo hacia la derecha sino también hacia la izquierda; fenómenos tipo Sanders o Corbyn, pero que dadas las particularidades de la Argentina, es la izquierda trotskista la que lo viene a capitalizar (además de darle una profundidad y proyección potencial mucho mayor).

Es verdad que entre la eventual votación de la izquierda y su peso orgánico existe una enorme desigualdad, desproporción. De todo modos, como adelanto de lo que se pueda venir frente a un ajuste brutal del oficialismo, quizás no sea el mejor escenario para Cambiemos ganar por estrecho margen la elección (o incluso perderla), estar decidió a aplicar un ajuste brutal y que, al mismo tiempo, la izquierda siga creciendo en protagonismo a partir de una elección de importancia.

El ascenso de la candidatura de Manuela

Para concluir no podemos dejar de destacar el porcentaje que la encuesta le otorga a la candidatura de Manuela: un 3.9%.

Se trata de una encuesta y nada más; una encuesta que todavía deberá ser ratificada por otras más. Y, sobre todo, por la actividad de nuestro partido y de la Izquierda al Frente por el Socialismo como un todo en la campaña.

Pero de todas maneras no deja de tener al mismo tiempo enorme importancia porque significa un elemento de objetivación: de alguna manera esa cifra salió; una cifra nada menor en relación no sólo al voto histórico de la izquierda trotskista, no sólo a la importancia estratégica de la provincia de Buenos Aires, sino también al 6.1% que la encuesta le otorga a Del Caño, lo que representa proporciones muy definidas (y para nada resueltas aún) entre ambas figuras y frentes de la izquierda; proporciones que muestran un enorme ascenso de la figura de Manuela. 

No sorprende entonces el nerviosismo del FIT; los reflejos de estupefacción del aparato; el hecho que la votación podría estar burlándoles su “negocio”; la inmensa posibilidad de que nuestro frente y partido estemos realmente más cerca de romper el piso proscriptivo e ir muchísimo más allá en el desafío que podría abrirse para octubre; todas noticias que de confirmarse, de concretarse, serían de un inmenso valor porque al mismo tiempo y a pesar del propio FIT, abrirían una nueva historia en la izquierda: la posibilidad de una unidad entre ambos frentes de la misma.

En todo caso, la tarea del momento es redoblar la campaña de nuestro partido y de la Izquierda al Frente por el Socialismo para intentar lograr una votación histórica de Manuela en la provincia de Buenos Aires (y del frente en todo el país), reafirmando nuestros ejes políticos, llamando a que se sumen a la campaña todos los nuevos compañeros y compañeras que ya lo están haciendo, empezando a pensar en un enorme acto de cierre, así como en largar una amplia y masiva campaña para fiscalizar la elección de Manuela en la provincia de Buenos Aires.

Se han abierto posibilidades que podrían ser históricas y sin ningún exitismo ni triunfalismo, la tarea de toda la militancia de nuestro partido es lanzarse a aprovecharlas, porque como dijimos en la reciente conferencia, la acción del partido podría hacer la diferencia: ¡7 por 24 debe ser la consigna de toda la militancia!

[1] Demás está decir que nuestra posición siempre ha sido por la eliminación de las PASO por proscriptivas, manteniendo de todos modos los espacios gratuitos de radio y tv. En manos del macrismo su cuestionamiento a ellas seguro tiene segundas o terceras intenciones, que no están nada claras y que seguramente apuntarán a hacer más antidemocrático aún el sistema electoral.

[2] No debe llamar la atención que en la encuesta de Clarín la intención de voto a senadores de Bullrich esté levemente por arriba de Cristina, cuando la mayoría de los sondeos dan cuenta de una situación inversa; si Clarín retocó la encuesta en este respecto, de todas maneras la misma parece de considerable seriedad.

[3] Lo que viene a ser como facilitar las condiciones de súper explotación de las masas trabajadoras brasileras.

[4] Sorprendió a este respecto lo bien que cayó la referencia de Manuela a la Revolución Rusa, incluso entre electorado proveniente del peronismo.

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