“Extracto de la sentencia a Videla. (…) Total de cargos. 66 homicidios, 306 privaciones ilegales de la libertad, 93 tormentos, 26 robos. Años de prisión que le hubieran correspondido a Videla si las penas fueran acumulativas: 10.248 años”. (El dictador, la historia secreta y pública de Jorge Rafael Videla. María Seoane/Vicente Muleiro)

Los avances obtenidos en la condena a unos centenares de genocidas no fueron en un día, ni en un decenio. Son más de 40 años de lucha sostenida, plagada de altibajos, de estafas políticas de todo tipo y color para quebrarlos, entorpecerlos, frenarlos. A pesar del frente único fuerzas armadas-empresarios-políticos patronales-iglesias, en nuestro país están condenados, con cifras muy superiores, más represores que en el resto de América latina, África y probablemente también en el resto del mundo.

¿Qué hacer para que no nos arrebaten estos pasos de gigante que hemos dado?

Desde la caída de la dictadura, desde los gobiernos más “democráticos”, con Alfonsín a la cabeza, hasta el más liberal, como el de Menem hicieron las mil y una para “perdonar” a los responsables del genocidio. Menem dictó el indulto que dejó libres a las Juntas Militares condenadas, pero los partidos patronales nucleados en la Multipartidaria, junto a los milicos y la Iglesia intentaron una amnistía para todos en 1983 que les salió mal porque la bronca contra la salvaje represión estaba en la calle, en las aulas, en lugares de trabajo. No pasó la prueba de la lucha directa.(1)

Los radicales tuvieron que llevar adelante el Juicio a las Juntas y la movilización del Nunca Más para intentar sofocar los malos intentos de “reconciliación” vividos. Vaya una muestra de esto en ocasión de cumplirse el primer aniversario del golpe militar (23 de marzo 1984) durante el primer gobierno democrático después de caída la dictadura: “En su discurso, pronunciado desde los balcones de la Casa Rosada, el Dr. Alfonsín hace una convocatoria a la unidad nacional superando las ‘discusiones estériles’ entre los sectores políticos para poner en marcha ‘una empresa de todos que cambie el actual estado de las cosas y logre, en definitiva, que cobremos fuerza juntamente con nuestros hermanos de América latina, para ser protagonistas en las decisiones del mundo en el campo internacional’” (Negritas nuestras). Juicio y castigo a los genocidas del Proceso no figuraba en su agenda.

Menem liberó a las Juntas presas, pero el Argentinazo retomó la memoria histórica que es parte indisoluble de la lucha de los trabajadores y los oprimidos. Y logramos poner entre rejas a las Juntas y a unos cuantos más (522 condenados, 57 absueltos y 250 sobreseídos o con falta de mérito, según datos suministrados por el presidente del CELS, Horacio Verbitsky en Página 12 del 11/10/15).

¡Primer gran triunfo resonante en la cara de los opresores del país y del mundo! ¡El máximo responsable militar del genocidio, el general Jorge Rafael Videla, se pudrió en la cárcel!

Ahora, el gobierno más reaccionario desde la última dictadura militar, que ya les otorgó la “domiciliaria” a decenas de condenados, como el jefe militar Luciano Benjamín Menéndez, Guillermo Suárez Mason, entre otras “perlas”. Ahora, vía la “sacrosanta” resolución de la Corte Suprema, les quiere abrir las puertas de las celdas, para que monstruos como Alfredo Astiz y otros de su calaña, vuelvan a sus casas… como “héroes” no sólo de Malvinas, sino también por haber masacrado a una generación de luchadores obreros, estudiantes y oprimidos que enfrentaban al gran capital. ¡Los quieren largar y condecorar porque masacraron a una generación de luchadores!

Para que tengan que enterrar el 2×1 que nos quieren imponer debemos prepararnos desde ahora. La lucha no va a ser fácil, pero tenemos que enfrentarla como lo que es: ardua, dura, llena de contratiempos, de provocaciones. Como las que hemos sufrido previas a la conmemoración del 24 de Marzo, cuando taparon los baldosones recordatorios de las Madres de Plaza de Mayo. Otras vendrán seguramente. Las presentaciones legales contra el 2×1 son tan necesarias como insuficientes para parar esta brutal ofensiva.

Pero convencidos de que es fundamental pararle la mano a este gobierno de empresarios defensores del genocidio, porque también son los que hoy nos arrebatan el salario, el trabajo y no van a tener empacho en arrebatarnos la vida. Así como hacemos un fraternal llamado a los trabajadores que confían en los partidos patronales mayoritarios, como el peronismo y el radicalismo, a que rompan con ellos porque, aunque “se vistan de seda” todas sus cúpulas han sido cómplices del encubrimiento y la impunidad. Para seguir el camino de la movilización iniciado esta semana, avanzar para festejar más triunfos, sigamos la pelea, desde abajo, con todas nuestras fuerzas, para derrotar con la movilización este 2×1 que es el veneno que nos quiere hacer morder el gobierno para que enterremos la memoria.

Estamos convencidos que no lo lograrán y con ese convencimiento apostamos a redoblar la movilización unitaria de las nuevas y las viejas generaciones de trabajadores, mujeres y estudiantes.

  • La ley de Pacificación Nacional N° 22.924 (llamada ley de autoamnistía) promulgada el 22/9/83 con el acuerdo de las FFAA con la dirigencia política, eclesiástica y burocrática, fue derogada por el Congreso tras la restitución de la democracia.

 

¿Viejos ruegos cumplidos?

“(…) El Gobierno argentino ha pedido formalmente a la Iglesia que interceda ante el país para que sea aceptada la futura ley de amnistía o de pacificación nacional. El ruego fue formulado por el presidente de la Nación, teniente general Reinaldo Bignone, al presidente de la Conferencia Episcopal, cardenal Juan Carlos Aramburu, en una imprevista reunión celebrada en la residencia presidencial de Olivos.” (Martín Prieto, El País, 31/7/83)

Mientras nos distraen con promesas de que “la Iglesia va a abrir los archivos”, de que “están digitalizados”, de que “reconciliación no es impunidad”, etc., la Iglesia sigue fiel a lo que juramentó ante las Juntas Militares del 76: amnistía para todos. Aunque esto ya es imposible, porque algunos fallecieron en la cárcel o en su casa, otros gozan de “domiciliaria” o nunca serán juzgados, el tema excede a los nombres y apellidos de los militares del Proceso. Es la ansiada reconciliación con las FFAA como garantes de la estabilidad y el dominio de las clases dominantes. Sin esa seguridad, la Santa Iglesia tiembla, al unísono con  la Corte Suprema, que está junto a las jerarquías eclesiásticas unida hasta el fin del mundo (de “su” mundo) en el eterno juego de que las instituciones burguesas tienen que defenderlas hasta el final. Sino los trabajadores y el pueblo aprenderán rápidamente cómo reemplazarlas por aquéllas que defiendan los intereses de los de abajo. ¡Que el diablo no meta la cola es su consigna!

Dejanos tu comentario!