A menos de un mes de las elecciones francesas, aún si las mismas han estado marcadas por todo tipo de giros en la situación, comienza a delinearse un escenario que podría tener a cristalizar en las próximas. Sin adentrarnos en pronósticos demasiado preciso, podemos señalar que las mismas están poniendo al rojo vivo el desgaste del régimen de partidos y del régimen político francés, y que aún si la figura que salga de las mismas desatará sin dudas una ofensiva contra la clase trabajadora, muy probablemente no lo hará desde una muy solida posición.

La crisis del PS se profundiza: defecciones de la candidatura de Hamon y la seducción del fenómeno Macron

Este mismo miércoles 29 de Marzo, una noticia que se esperaba desde hace semanas terminó de confirmarse: el ex Primer Ministro Manuel Valls se negó a apoyar al candidato electo en la primaria del Partido Socialista (Benoit Hamon, contra el cual Valls perdió la segunda vuelta de la primaria) y declaró que votará al candidato de “En Marche!” (En marcha), Emmanuel Macron, ex Ministro de Economía del gobierno de François Hollande que decidió fundar su “propio movimiento” en aras de la “renovación de la política”.

El PS ya atravesaba una fuerte crisis como fruto de los cinco años de gobierno, en las cuales traicionó cada una de sus promesas electorales y desató importantes reformas contra los trabajadores, como la Ley El Khomri que desencadenó un fuerte proceso de movilización y sólo fue aprobada gracias al mecanismo antidemocrático del “decretazo”. La primaria del PS profundizó esta crisis: orquestada como una farsa para reafirmar a Hollande como candidato, terminó viendo la renuncia de este, y finalmente la victoria de su sucesor Valls a manos de Hamon, representante del “ala izquierda” del partido, que se había opuesto (sin jamás ir hasta el final) a la Ley El Khomri y otras medidas del gobierno.

Este hecho, que expresó de manera distorsionada (porque encauzada en los marcos de un partido podrido como el PS) el profundo repudio popular a la política social-liberal de su dirección mayoritaria, sólo fracturó más aún al partido. Desde entonces, cada vez más defecciones en favor del ex PS Emmanuel Macron, favorito hoy de las encuestas, se fueron dando mientras avanzaban los días. Las declaraciones de Valls son la frutilla del postre de una larga serie de estocadas en la espalda a Hamon, que se encontró con la casi imposible tarea de resucitar un aparato descompuesto que ni siquiera lo apoya, y que ha vuelto a ser superado por el “radical” Jean Luc Melenchon.

La hipótesis de una “pasokización” (en referencia al derrumbe del PS griego, el PASOK) del Partido Socialista aparece entonces como la más probable: un candidato del PS que obtenga el quinto puesto, y un partido que se vaya descomponiendo lentamente en favor de otras opciones más “exitosas”. No se trata de un dato menor: estamos hablando de uno de los pilares de la alternancia burguesa de los últimos cincuenta años, que llegó a gobernar o co-gobernar en numerosas ocasiones. Esto abriría la vía a desarrollos a su derecha (en particular hacia Emmanuel Macron que intenta encarnar una suerte de “Partido Demócrata” yanqui), pero también hacia su izquierda, que en este momento favorecen a su versión institucional y chauvinista, Melenchón, pero que también podrían beneficiar a la extrema izquierda.

Fillon, el candidato de la derecha, cada vez más lejos de la segunda vuelta

Por su parte, la derecha tradicional, encarnada en el partido Los Republicanos, también se encuentra en una fuerte crisis. Su candidato, François Fillon, es el centro de escándalos de corrupción desde hace meses: desde la acusación de haber tenido como “ñoqui” a su mujer e hijos en tanto que asistentes parlamentarios, hasta las revelaciones más recientes sobre los lujosos regalos que recibió cuando era Primer Ministro: trajes y relojes por valor de decenas y decenas de miles de euros.

La derecha ha sido por el momento incapaz de salir de este pantano y de hacer escuchar su programa: cada meeting de campaña de Fillon está precedido de un nuevo escándalo que va marcando el ritmo de sus apariciones. De esta manera, la derecha tradicional se aleja cada vez más de la posibilidad de cumplir su rol histórico de “alternancia” frente al PS: los últimos sondeos le dan a Fillon entre 17 y 18%, muy lejos del 24 o 26% del que gozan Emmanuel Macron y Marine Le Pen.

Pero además, hay que destacar que no se trata solamente del tema de la corrupción el que le ha quitado vuelo a la campaña de la derecha. La cuestión es que Fillon encarna el ala más dura de la derecha, expresamente admiradora de Tatcher, que propuso desencadenar una brutal ofensiva sobre la clase trabajadora y los sectores populares. De alguna manera, Fillon representa una política de las clases dominantes que está demasiado a la derecha para la situación actual, en un país que estuvo al borde de ser bloqueado por las movilizaciones contra la última reforma laboral.

Es esto lo que les da aire a sus dos competidores inmediatos. Emmanuel Macron, a su “izquierda”, se presenta así como un candidato liberal “moderado”, con una política más gradualista, 100% pro patronal pero con una lectura más cuidadosa de la posible conflictividad social que podrían desatar esta medida. E incluso, a su derecha, el programa ultraliberal de Fillon en relación a los gastos estatales, en los cuales atacó a la sacrosanta “Seguridad Social” francesa, le permitió a Marine Le Pen posar de “popular” y acusarlo de querer instaurar un modelo de salud “para ricos” como el de Estados Unidos.

Finalmente, también es significativa la razón por la cual un candidato con tan mala imagen sigue a la cabeza de uno de los partidos históricos de la burguesía francesa. La razón de fondo es que, aunque varios sectores, tanto los ligados al candidato a los primarias Alain Juppé (más moderado, que perdió la segunda vuelta contra Fillon) como al ex presidente Nicolás Sarkozy, barajaron durante meses la posibilidad de “bajar” a Fillon, el problema es que no había ningún remplazante unánime. La gran fragmentación y la crisis que viene larvada desde hace años en la derecha hubieran abierto una guerra de sucesión fratricida, lo cual favoreció el status quo de un candidato que es visto por amplios sectores como el reflejo de los peores vicios de la “política profesional”.

Dos «outsiders» favoritos de las encuestas, las perspectivas inciertas del régimen de dominación

Esta situación de grave desgaste del bipartidismo lleva a un escenario sin precedentes en la historia de la Vta República francesa : los dos candidatos que pasarían a la segunda vuelta no forman parte de los aparatos tradicionales de la gobernabilidad burguesa. Es cierto que en 2002, Jean Marie Le Pen se calificó a la segunda vuelta, pero se trató de un evento totalmente inesperado, de un traumatismo social producto de un derrumbe profundo del PS. Hoy, la situación es diferente: el Front National es candidato seguro de la segunda vuelta desde hace meses, se trata del partido con la base electoral más fuerte, con menos fluctuaciones.

Claro que escribimos outsiders entre comillas: se trata de dos personajes totalmente al servicio de la clase dirigente, un alto funcionario de carrera, ex banquero en Rothschild, Emmanuel Macron, y la hija de millonario y dirigente político desde hace décadas, Marine Le Pen. La política que defienden, además, es perfectamente coherente con los intereses de la clase capitalista : más flexibilidad laboral, más destrucción del sistema social francés, con el agregado de un discurso xenofobo y racista hasta la médula de parte de Le Pen, que apunta precisamente a dividir a los explotados y oprimidos para garantizar el éxito de estas políticas anti obreras.

Pero precisamente, el hecho de que dos puros productos de la clase dominante hayan logrado venderse a las masas como dos «outsiders», incluso como dos «antisistema», es un síntoma del profundo desprestigio que golpea a los partidos tradicionales del régimen. Es la crisis del régimen bipartidista la que abre las brechas para el desarrollo de estos fenómenos, que si logran encauzar por el momento la bronca popular por la vía institucional, podrían reforzar la crisis de la misma.

De parte de Marine Le Pen, comencemos por aclarar que ninguna encuesta (que sin embargo se han equivocado una y otra vez, desde el Brexit a Donald Trump) la pone como posible ganadora de la segunda vuelta ; pero más allá de estas tramposas encuestas, consideramos que la relación de fuerzas en la sociedad francesa está aún muy lejos de permitir una victoria de la candidata de extrema derecha. Incluso si este escenario se diera, nada está resuelto. Un problema muy grande es el de qué mayoría parlamentaria le permitiría gobernar: hoy en día, a causa del sistema electoral francés, el FN, que pesa alrededor de 30% del electorado, cuenta apenas con un puñado de parlamentarios. Pero sobre todo, se encontraría con una oposición muy fuerte de sectores de los trabajadores y centralmente de la juventud : en 2002, el pase a segunda vuelta del FN desencadenó movilizaciones masivas en todo el país y la construcción de colectivos anti FN de cierta importancia ; en varias regiones en las que el FN pasó a segunda vuelta en las últimas elecciones regionales, también hubo importantes movilizaciones de la juventud.

De parte de Macron, el problema sería centralmente el primero : como haría para gobernar un candidato «ni de izquierda ni de derecha», sin partido ni aparato electoral, necesarios para estructurar una campaña legislativa en regla. Su hipótesis es la de gobernar de manera «transversal» a ambos partidos tradicionales, apoyándose según la ocasión en uno o en otro, pero esto podría ser una enorme fuente de inestabilidad política, en una situación en la que los partidos tradicionales ya se encuentran fuertemente fragmentados y debilitados. Se baraja también la posibilidad de cerrar un acuerdo con el Partido Socialista hacia las legislativas, pero en este caso se trataría de la estafa del siglo, que podría reforzar aún más la descomposición del régimen de dominación : un candidato elegido en nombre de la «renovación» pero que viene del PS, es apoyado por la mayoría de los pesos pesados del PS, y cierra un acuerdo electoral con el PS, partido ampliamente repudiado por la población luego de cinco años en el gobierno.

A estas interrogantes sobre la futura gobernabilidad, se suma otro elemento de importancia : el fuerte desprestigio del sistema político electoral en su conjunto, que se expresa en una abstención que algunas encuestas calculan rondaría el 30%. Se trata de la expresión de la experiencia que cientos de miles hicieron con un sistema capaz de aprobar una reforma laboral rechazada por el 80% de la población, a fuerza de represión y decretazo. Con un sistema representado por un ex banquero, por un candidato de la derecha incapaz de decir en una entrevista cuanto cuesta en una panadería un «pain au chocolat», por una millonaria que habla en nombre del pueblo mientras vomita su odio xenofobo y racista, por un candidato del gobierno más odiado, que sos propios correligionarios abandonan para sumarse a otra apuesta más segura. Esta experiencia acumulada contra el régimen de dominación a través de la lucha de clases directa puede ser un factor muy dinámico ante la próxima ofensiva que desencadenaran las clases dominantes.

Una alternativa independiente 

En este cuadro de importante deslegitimación del régimen político, hay un espacio para que una voz independiente se haga oír, en defensa de los intereses de los trabajadores y de todos los sectores oprimidos. Este es el objetivo de la candidatura de Phillipe Poutou, militante del NPA y obrero de la fábrica Ford Blanquefort.

La presencia del NPA en la elección presidencial es una gran victoria del partido contra el régimen electoral antidemocrático, que permite que, frente a todos los candidatos al servicio del régimen, se presente uno que comparte el día a día de millones de explotados y oprimidos: que se organiza y pelea contra los despidos, contra la precariedad, contra los salarios de miseria y la destrucción de los servicios públicos.

La candidatura del NPA es la ocasión de propagandizar, aprovechando el megáfono de las elecciones, un programa anticapitalista y revolucionario frente a la crisis: la expropiación de los sectores claves de la economía, la prohibición de los despidos, la necesidad de tomar los asuntos en nuestras manos en todos los planos de la vida social. Es una oportunidad para preparar, desde ahora, a los explotados y oprimidos a la necesaria organización para resistir a los ataques que vendrán contra nuestra clase social, sea quien sea que gane las elecciones.

La participación del NPA en las elecciones debe ser también aprovechada de manera revolucionaria para construir una fuerte corriente anticapitalista y socialista entre todos los sectores de vanguardia que rechazan el régimen político y económico actual y están buscando una alternativa frente a este sistema en descomposición. La candidatura de Philippe Poutou puede transformarse en un punto de referencia para todos aquellos que vienen realizando una experiencia política en la lucha de clases de los últimos años, y debe ser aprovechada para organizarlos en una perspectiva política revolucionaria.

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