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Por Johan Madriz

“Ésta fue una rebelión de niñas.

Cualquiera que viva aquí cerca sabe que esto es un infierno.”

Mientras en más de 50 países se estaban realizando paros y manifestaciones durante el Día Internacional de la Mujer Trabajadora exigiendo detener la marea de mujeres muertas en el mundo por el solo hecho de ser mujeres, en Guatemala vivíamos uno de los asesinatos más bárbaros del patriarcado en los años recientes.

Este se produjo en el albergue Hogar Seguro Virgen de la Asunción (que resultó no ser para nada seguro) donde más de 800 menores de edad vivían hacinados en un espacio físico con capacidad para 500 personas y estaban sometidos constantemente a vejaciones y violencia sexual. Este centro, dependiente de la Secretaría de Bienestar Social de la Presidencia, tenía denuncias ante organismos internaciones y los tribunales de justicia nacionales desde hace más de un año. Ninguna institución hizo nada.

Las constantes vejaciones y la inacción del gobierno ante las quejas provocan la reacción de un grupo de chicas que trata de escapar de esta prisión sin éxito (otro grupo de cerca de 60 jóvenes sí lo logra), siendo encerradas bajo llave en uno de los salones de clases a forma de castigo.

En protesta, al parecer, quemaron sus colchones, provocando un fuego que se salió de control. Pero la reacción de los encargados de la institución no fue dejarlas salir y salvaguardarlas si no al contrario. Las mantuvieron cautivas para hacerlas pagar por su rebeldía y quejas mientras las llamas y el humo las asfixiaban y calcinaban. Una medida que debería servir de ejemplo a los demás chicos y chicas del centro.

Reproducimos in extenso algunos extractos de una nota publicada por un medio guatemalteco[i] recogiendo desgarradores testimonios de testigos y familiares de las víctimas:

“Una señora sube con los ojos llorosos. Le preguntamos si busca a un hijo y nos dice que no, que es una vecina. Que ayer subió cuando escuchó que habían problemas, que vio cómo las niñas, tiraban piedras a sus maestros y a los policías mientras gritaban:

– Viólennos aquí, delante de todos. Vengan a violarnos pues, si eso quieren otra vez.

La señora sigue con los ojos llorosos.

– Ésta fue una rebelión de niñas. Cualquiera que viva aquí cerca sabe que esto es un infierno.

El infierno no es una metáfora”.

“’Ustedes no salen de aquí hasta que me hagan sexo oral’, ordenó el maestro Edgar Rolando Diéguez Ispache a los estudiantes de 12 y 13 años de edad, cuando éstos pretendían salir del salón en el que recibían los cursos de quinto y sexto primaria”.

“El mismo maestro ordenaba a alumnas y alumnos caminar desnudos frente a sus compañeros en el salón de clase. Uno de los albañiles, José Roberto Arias Pérez, violó a una niña con retraso mental. Un supuesto trabajador, descrito en una de las 28 denuncias a la Secretaría de Bienestar Social como Joseph, obligaba a las niñas a tener relaciones sexuales con él y las sacaba del hogar.

Diéguez Ispache está en juicio. Arias Pérez fue condenado a 8 años de prisión. Joseph probablemente todavía trabaja en el Hogar Seguro”.

Y es que en este crimen queda sumamente clara la responsabilidad del gobierno. Las muertes se producen en una instancia del Poder Ejecutivo que encubrió abusos y violaciones mientras sometía a los y las jóvenes a condiciones de vida paupérrimas. El Judicial no le dio la importancia correspondiente a la situación, dejando acumularse denuncias en escritorios sombríos en los sótanos de los tribunales. El Legislativo cumple su papel sancionando leyes que avalan la explotación y opresión y garantizan la impunidad.

Pero más allá de estas cuestiones puntuales, el gobierno, como garante de las relaciones de explotación capitalistas y opresión de unos sectores sobre otros, como salvaguarda del patriarcado y la sumisión de la mujer, es el gestor de la descomposición social y la violencia que en primera instancia llevó a esos jóvenes a estar encerrados en ese centro.

 

“¿Por qué delito están allí esos niños y niñas y adolescentes? Algunos fueron reclutados por las pandillas para el robo, la extorsión o el asesinato. Otros cometieron la insolencia de pertenecer a una familia que los abandonó a la calle, a un padre que les pegaba hasta que un vecino llamó a la policía. A una red que las prostituía siendo niñas. A unos padres que no supieron qué hacer cuando vieron que su hijo tenía capacidades especiales. Otros nacieron allí, hijos de adolescentes violadas por sus compañeros o sus maestros o los trabajadores de la Secretaría de Bienestar Social”.

 

Como vemos es esta descripción, todas son situaciones que fomenta y avala el Estado patriarcal y que como tal se ensaña en subyugar a las mujeres: la dependencia económica a una pareja violenta producto de la falta de educación y trabajo que permita sostenerse a sí misma y a su familia si es necesario. Las redes de trata y la permisibilidad con el acoso y la violencia sexual que produce violaciones y embarazos no deseados al tiempo que se prohíbe el aborto. La pobreza que empuja a padres y madres a abandonar a sus hijos por la incapacidad para mantenerlos o los empuja a las redes de sicariato y narcotráfico. Todo causado por el gobierno en alianza con la patronal y las iglesias. Todo con tal de mantener atada a la mujer que puede ser tan revolucionaria.

Los guatemaltecos han mostrado su repudio y se han realizado manifestaciones donde “gritaban consignas como ‘fue el Estado’, ‘no fue un accidente, fue una ejecución’ y ‘el único accidente es este Presidente’, en referencia al mandatario Jimmy Morales”[ii]. Es ese sentido la tarea es salir a las calles a exigir justicia por la muerte de estas chicas y la renuncia y encarcelamiento del presidente Morales y todos los responsables.

Este 8 de Marzo fue de luto en Guatemala pero al mismo tiempo de furia y enojo que ahora debe transformarse en organización para no permitir que algo así vuelva a suceder y esto será posible sólo con un movimiento de mujeres fuerte, movilizado en la calle que señale a los culpables y presione a la justicia para su procesamiento y castigo.

La sangre de estas chicas cae sobre todo el podrido Estado guatemalteco que, como garante y auspiciador de estas violaciones, es el responsable.

Notas

[i] “Las razones de las niñas para amotinarse en el Hogar Seguro” de Nómada (https://www.facebook.com/notes/n%C3%B3mada/las-razones-de-las-ni%C3%B1as-para-amotinarse-en-el-hogar-seguro/1127265157383218)

[ii] http://www.lanacion.com.ar/1992314-sube-a-39-numero-de-ninas-fallecidas-por-incendio-en-guatemala

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