“El tiempo estratégico está lleno de nudos y de giros, de aceleraciones súbitas y sensibles detenciones, de saltos hacia adelante y saltos hacia atrás, de síncopes y contratiempos (…) Se trata de un tiempo quebrado, acompasado por las crisis y los instantes a aprovechar (…) sin lo cual la decisión ya no tendría sentido y el papel del partido se reduciría al de un pedagogo que acompaña la espontaneidad de las masas, y no al de un estratega organizando la retirada o la ofensiva según los flujos y los reflujos de la lucha” (Daniel Bensaïd, “Tiempos históricos y ritmos políticos”[1]).

La lucha de clases es así: muchas veces el tiempo pasa y nada ocurre. Pero de repente los tiempos políticos y sociales se aceleran y en pocos días sucede lo que no pasó en meses o incluso años.

Un poco esto es lo que sucedió este lunes 6, martes 7 y miércoles 8 de marzo. Con el contundente paro y marcha nacional docente, la masiva y crítica convocatoria de la CGT y el enorme río de mujeres que se movilizó hoy miércoles, amplios sectores de vanguardia de masas irrumpieron en la escena política marcando un cambio de la coyuntura nacional.

Semejante aceleración de la coyuntura política en estos comienzos de marzo podría estar significando una transformación de magnitud: un profundo llamado de atención a Macri expresado en que amplios sectores sociales no solamente se están alejando del gobierno, sino que podrían pasar a la oposición abierta al mismo.

Este es el significado que tendría el paro general, de ser finalmente convocado: expresaría de manera gráfica un amplio sector de los trabajadores pasándose a la vereda de enfrente del gobierno; lo que no es un dato menor si se tiene en cuenta que Macri sólo tiene un año de gestión y que, por añadidura, este año hay elecciones…

Es verdad, de todos modos, que es difícil sacar conclusiones sobre la marcha de los acontecimientos; siempre es mejor para evaluar los cambios políticos profundos tener la perspectiva de aunque sea unos pocos días. Pero de todos modos, hay algo que ya se puede afirmar con certeza: estas jornadas están marcando un punto de inflexión. El acceso de Macri al gobierno significó un giro conservador en la situación sin que –¡y esta es la astucia de las cosas!- las relaciones de fuerzas hayan sido realmente desafiadas.

El actual endurecimiento que exhibe Cambiemos, tanto económico como político, rechazado en las calles en estas tres jornadas, significa que aun cuando esta contestación esté plagada de contradicciones (entre ellas, la vinculada a las direcciones burocráticas), podría abrir paso a un ascenso de la lucha de clases (dependiendo del desenlace de estas primeras batallas); esta es la importancia de las jornadas que hemos vivido estos días.

Por lo pronto, las dos grandes tareas planteadas en lo inmediato, es hacer todo lo necesario para que los docentes le tuerzan el brazo al gobierno y para imponer desde abajo una fecha concreta para el paro general.

Los idus de marzo[2]

Veamos algunas características de estas tres jornadas que han marcado la mayor contestación al gobierno de Macri desde su asunción. Los 50.000 docentes que se movilizaron el lunes 6 (sumados a los cientos de miles que paralizaron las escuelas en todo el país), los aproximadamente 100.000 trabajadores o más que acudieron a la convocatoria de la CGT, y las mujeres y la juventud en general que transformaron en un verdadero mar Congreso, Avenida de Mayo y Plaza de Mayo ayer miércoles 8, significaron el ingreso a la palestra de la lucha y el reclamo de amplios sectores.

Quizás todavía no se puede hablar de las masas como tales; aquéllas que se expresan en concentraciones de medio millón de personas para arriba, o en un paro general. Pero, de todos modos, y más allá de las contradicciones evidentes de la jornada del 7, configuraron la avanzada de un malestar que crece entre amplios sectores.

¿Qué sectores participaron de estas movilizaciones? La suma de una serie de movimientos de trabajadores y de lucha que la caracterizan desde hace varios años. En primer lugar, la docencia en todo el país, y particularmente la de Provincia de Buenos Aires. Si por ahora es exagerado hablar –como lo han hecho varios medios- de un “Maestrazo” como fue la histórica huelga docente de 1988 (en el sentido de una irrupción masiva de la base docente de todo el país en un proceso que se iba radicalizando), parece evidente que de prolongarse el conflicto y mantenerse el espíritu de lucha (se verá cómo maniobra la Celeste para evitar un desarrollo así), podría significar el ingreso a la palestra de capas crecientes de la base. Decimos esto para subrayar que lo que constituye un conflicto en regla es precisamente este ingreso a la pelea de la masa de los trabajadores, que cuando ocurre dificulta la capacidad de maniobra de los burócratas sindicales.

En segundo lugar, estuvo la compleja y contradictoria convocatoria de la CGT. Ocurrió algo paradójico para lo que se supone son experimentados dirigentes: mientras la bronca crecía entre los trabajadores, apostaron a una convocatoria en la que en vez de convocar a una medida de lucha buscaba obtener crédito para apostar a una enésima negociación con el gobierno…

Lo concreto es que la CGT llegó al acto sin un acuerdo para romper con el gobierno. Incluso si finalmente se ven obligados a convocar al paro general, esto no significará automáticamente que rompan con Macri (la circunstancia constituye toda una contradicción porque muchos de ellos rompieron con el gobierno K apostando precisamente a Cambiemos).

Aquí hay que entender la lógica de la burocracia sindical que administra el reclamo y sus privilegios, pero no desafía el gobierno de los capitalistas. Trabajan para que un político patronal reemplace a otro y cuando asume un nuevo gobierno reeditar el minué de los reclamos. De ahí que una eventual ruptura con Macri deberá ser canalizada de manera inmediata detrás del PJ o el Frente Renovador. Pero se trata de una decisión que de conjunto no parece tomada por los líderes cegetistas, entre otras cosas porque está en juego otro valor muy caro a la burocracia: el cuidado de la gobernabilidad capitalista[3].

De todas maneras, un sector de los trabajadores que concurrieron lo hicieron reflejando una bronca creciente con Macri y esperando encontrar una respuesta en los dirigentes; fueron la expresión de que la bronca entre los trabajadores ha crecido a fuerza de la caída del poder de compra de los salarios y del crecimiento de las suspensiones y los despidos.

Finalmente, y en tercer lugar, está claro que el movimiento de mujeres es uno de los más pujantes internacionalmente y en nuestro país. Ya tenemos el antecedente de dos históricas jornadas del #NiUnaMenos y un paro de mujeres en octubre pasado, a la cual se le vino a sumar ahora el paro y la histórica movilización de este miércoles 8.

Que recordemos nunca se vivió una movilización tan masiva en un 8 de Marzo como la de hoy; un movimiento que atañe a las mujeres, a la juventud en general e incluso a amplios sectores populares y, porqué no, de trabajadores que, sin importar el sexo, dieron miles de pruebas de solidaridad hoy.

Es probable que el gobierno no tenga una lectura unificada de lo ocurrido estos días. Morales Solá se ha dedicado a escribir editoriales consoladoras que podrían desubicarlo aún más. Pero quizás algunos avispados en sus filas hagan otra lectura, asumiendo el contraste que significa la aplicación de un durísimo ajuste económico y de medidas de abierta provocación contra los trabajadores (como los ataques reaccionarios contra los docentes), en una Argentina en la cual las relaciones de fuerzas no están resueltas.

Lejos de eso, la realidad es que se ha abierto un clima de movilización que con sus alzas y bajas, increíblemente, tiene elementos de continuidad que vienen desde el 2001 y no han podido ser quebrados ni por los K ni, al menos por ahora, por Macri.

Estos “idus de marzo” han puesto un signo de interrogación sobre el destino de esta nueva fase del ajuste sin que debamos tomar la ofensiva del gobierno a la ligera: cuenta con una base social reaccionaria que le es fiel. Y, además, los trabajadores tienen el problema de su dirección: la izquierda ha crecido. Pero esta lejísimos por ahora de poder erigirse realmente como una dirección de alternativa; tarea que está planteada al calor de la actual coyuntura pero que no es nada sencillo resolver.

¿Una radicalización potencial?

Si una nueva coyuntura política se ha hecho visible estos días, el tema es entender sus fundamentos; lo que está por detrás de esta irrupción movilizadora.

Lo primero es la bronca e incluso hartazgo con el gobierno que de repente ha salido a la superficie. Desde hace meses venimos poniendo el “termómetro” entre amplios sectores (preocupándonos por observar su evolución) y la resultante venía siendo muy contradictoria: pesaba todavía el discurso de la “herencia”, y el hecho que los compañeros y compañeras que votaron a Macri no querían dar el brazo a torcer…

Hoy parece que esto se ha terminado. Se le atribuye a Macri lo que es: un gobierno exclusivo para los de arriba que no ha tomado una sola medida para los de abajo. De ahí que no solamente haya un alejamiento político con el gobierno, sino incluso un hartazgo en el sentido de una bronca más activa.

Existe una multitud de expresiones de esto. Por ejemplo, el de muchas maestras que habían votado a Macri y Vidal y que de repente han pasado a repudiarlos por sus ataques macartistas contra la docencia. En fábricas del Gran Buenos Aires una franja de trabajadores votó a Macri. Pero ahora la bronca es creciente: se repudian la miseria salarial, los despidos, los aprietes en los ritmos de producción, el cambio de los convenios y regímenes de trabajo, etcétera: una amplia franja de trabajadores aparece alejándose del gobierno, cuestión que habrá que seguir con lupa y que podría dar un salto cualitativo –cristalizar- en la medida que se concrete el paro general.

A este creciente sentimiento contra el gobierno se le agrega otro factor revelado en la crisis de la CGT: el sentimiento antiburocrático.

Es verdad que en el acto se mezcló la interna peronista (los K acusaron a viva voz a la CGT de traidores por haberle retirado el apoyo a Cristina). Pero el dato fundamental es que la novel conducción tripartita de la CGT (el llamado “triunvirato”), leyó pesimamente la coyuntura: creyó que podría convocar al enésimo acto en quince meses sin acuerdo para lanzar un paro general y que, a pesar de esto, todo el mundo iba a bancarlos sin chistar…

La bronca encontró su canal por esto, independientemente que el canal haya sido la interna con los K. Pero a la vez se expresó algo más profundo: el hondo repudio a la dirección sindical burocrática entre la base trabajadora; repudio que muchas veces está larvado (con los compañeros aceptando a la burocracia como una “fatalidad”) y que, de repente (¡otra vez la aceleración de los tiempos políticos!), al aparecer un canal para manifestar repudio a la dirección tradicional, dicho repudio se manifiesta abiertamente (ver el copamiento del palco cuando la finalización del acto cegetista).

De ahí que el sector crítico participante del acto haya comenzado exigiendo el paro general y cuando se dio cuenta que el acto era para no convocar a ninguna medida de fuerza, empezara a acusarlos abiertamente de traidores; acusación que se repitió en toda la base trabajadora.

La suma del hartazgo con Macri y ese sentimiento antiburocrático difuso que emergió a la luz, es lo que marca la posibilidad de una politización entre sectores más amplios que los habituales; una posibilidad que habrá que verificar pero que, en caso de desarrollarse, puede dar lugar a una maduración política poco frecuente en los últimos años.

De todos modos, aquí ocurre algo paradójico para lo que es un año electoral. El año pasado Macri fue muy cuidadoso en la aplicación del ajuste; en vez de aprovechar el año lo dejó pasar. Pero este año que hay elecciones, Macri se lanza a un ajuste brutal: ¿cómo se entiende este mal manejo de los tiempos políticos?

Más allá de las circunstancias económicas que no abordaremos aquí, quizás se explique por la ya señalada equivocada lectura de las relaciones de fuerzas; un engolosinamiento con las encuestas (en las que Macri viene cayendo), las redes sociales, el mundo de lo virtual en detrimento de lo real…

El ajuste brutal chocándose con las relaciones de fuerzas es lo que en el fondo ha dado lugar a estos tres días históricos abriendo una nueva coyuntura.

El desafío de construir una dirección alternativa

Que se haya abierto una nueva coyuntura no quiere decir que la realidad deje de estar plagada de contradicciones; en primer lugar el problema de la dirección de los trabajadores. La cuestión es que si bien la CGT salió deslegitimada del acto, es la única que puede convocar a un paro general. Paro general que la dura pulseada de los docentes con Macri y Vidal necesita como maná del cielo (¡incluso así está la maniobra de no convocarlo ahora como sería necesario para los docentes!).

A nivel del conflicto docente está el mismo problema, sólo que mucho más agudamente colocado al ser un conflicto en curso y caso testigo para todas las paritarias.

Si bien la izquierda tiene una importante acumulación en el sector con la Lista Multicolor, está lejos de poder disputar realmente la dirección del gremio, incluso donde es más fuerte: provincia de Buenos Aires.

Para esto hace falta que el conflicto se transforme en un conflicto en regla y que se pueda procesar a fondo la experiencia con el repudiado Baradel; una cosa es repudiarlo, otra muy distinta poner en pie una dirección de alternativa.

Si colocamos el problema de la dirección es porque se pone al rojo vivo en momentos en que la lucha de clases se agudiza. La dirección de la CGT fue enormemente repudiada el martes pasado; pero otra cosa distinta es la capacidad que tiene hoy la izquierda de construir una dirección alternativa (cuando por responsabilidad, sobre todo del FIT, siquiera ha podido poner en pie un polo antiburocrático –ver el caso del entierro del Encuentro de Racing un año atrás-).

De todas maneras, no nos interesa entrar en detalles aquí sobre este tema; sólo subrayar el carácter crítico que adquiere el problema de la dirección cuando de lo que se trata es de derrotar una dura ofensiva oficialista que combina medidas económicas y políticas antiobreras y reaccionarias.

Se trata de una pulseada abierta en la que hay que apostar a que se profundice buscando las vías de construir en el camino una nueva dirección; elemento que será crítico para la evolución de la coyuntura actual y sus luchas.

Con la fuerza de las enormes y entusiastas columnas del Nuevo MAS, Las Rojas y la Izquierda al Frente por el Socialismo, nuestra militancia se pone a disposición de las tareas que plantea esta nueva coyuntura política para empujar la imposición del paro general desde abajo y el triunfo de la lucha de los docentes, quebrando el techo miserable que quiere imponerle Macri a las paritarias.

[1] Filósofo político marxista francés y dirigente de la corriente mandelista ya fallecido, muy agudo en materia teórica así como oportunista en política.

[2] Los “idus de marzo” correspondían en el calendario Romano a días de buenos augurios.

[3] Atención que todo esto no niega que se haya abierto una grave crisis en la CGT, crisis que todavía no está claro cómo será procesada.

¡Vamos por el paro general!

¡Vamos por el triunfo de los docentes!

¡Vamos por una dirección alternativa a la burocracia y una alternativa de independencia de clase para los trabajadores!

¡Adelante con los trabajadores, las mujeres y la juventud, el Nuevo MAS y la Izquierda al Frente por el Socialismo!

Roberto Sáenz

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