Memoria y conciencia

“Hay memorias oficiales sostenidas por instituciones, incluso Estados y memorias subterráneas, escondidas, prohibidas. La ‘visibilidad’ y el reconocimiento de una memoria dependen también de la fuerza de quienes la llevan” (Enzo Traverso, El pasado, instrucciones de uso, citado en Revista SoB N° 30/31, p. 324).

Entre todas las telarañas que nos meten las clases dominantes para empañar nuestra conciencia colectiva, hay una que es clave. Es clave, aunque no la única, porque es la que permite encadenar los eslabones fragmentados, vapuleados y tergiversados de nuestra vida: la memoria histórica. Ningún joven, mujer, trabajador, puede saber realmente quién es si no sabe de dónde viene. Así como nos enteramos de la existencia entre nuestros ancestros de un bisabuelo anarquista, una abuela trotskista o un abuelo que protegía refugiados mirando un álbum de fotos viejas o charlando con nuestra familia, también descubrir nuestro pasado como clase o sector social oprimido nos ubica en el presente y mejor parados hacia cómo encarar el futuro.

Del progresismo acrítico a la falsificación reaccionaria

El período post Argentinazo, reabsorbido en el marco de la institucionalidad burguesa por el gobierno peronista K, centró su visión del período setentista como uno de gloria, de militancia de grupos y personalidades heroicas. Desde ya que, según su “relato”, todas de raíz peronista. Esa inundación de reivindicaciones generales, ocultando la participación de organizaciones de izquierda, el rol del movimiento estudiantil y sobre todo del movimiento obrero, sin ningún valor en profundizar sobre el carácter de clase de esas organizaciones, el seguidismo a un movimiento burgués como el peronismo, fue la tónica político-intelectual de la década anterior. Tuvo el mérito de politizar, al reabrir una discusión, pero sólo en un sentido. También de despolitizar, al quedarse en la “cáscara” y no ir al meollo de las cuestiones planteadas y así profundizar en la búsqueda de una salida estratégica.

Ahora, en la etapa PRO, la arremetida es más brutal y peligrosa porque viene por derecha y sin  medias tintas. Y por derecha nos quieren meter, vía el negacionismo del genocidio, también el negacionismo de un ascenso obrero y popular impresionante, la existencia de organizaciones luchadoras, de organismos obreros, como parte de nuestra historia de los últimos 50 años. Niegan también el Cordobazo, el Villazo, las huelgas, las tomas de fábrica con rehenes, la experiencia de las Coordinadoras fabriles zonales.

A los nuevos “plumíferos” surgidos de la nada en la era Macri se les quemaron las pestañas para escribir contra las organizaciones guerrilleras y sus “crímenes”, contra la izquierda, contra los defensores de las víctimas de la represión. De esa basura inundan  las librerías y llegan a los medios masivos de comunicación, dándole la palabra a nefastos genocidas e inclusive armando debates entre antiguos (y no se sabe hasta que no se los escucha si dejaron de serlo) rivales. De esa manera, en forma lenta pero sin pausa, bombardean la cabeza de los trabajadores y el pueblo. (1)

Y a ese peligro, y a esa “peste” que se propaga más fuerte que el mosquito del dengue, tenemos que atacar para destruirla. Nos quieren “pudrir” la cabeza, ¡fumiguémoslos antes!

La ideología de la clase dominante tiene matices, pero un solo color

Tienen el color de la mentira y con esas mentiras taladran nuestras cabezas y nos hacen pensar y repensar si no tendrán algo de razón. Pero como no se puede eludir el mosquito sólo fumigándolo, sino previniendo que nos ataque si está vivo, también debemos prevenir que la campaña para borrar nuestra historia llegue a nuestra conciencia. Que si llega a nuestros sentidos, podamos desecharla de un cachetazo.

Ahora intentan “lavar sus culpas” haciendo un gran operativo mediático con la detención del ex jefe del Ejército César Milani, que tiene que pudrirse en la cárcel, pero no tapa que la mayoría de sus pares estén en sus casas, porque no fueron procesados nunca o porque tienen el beneficio de la “prisión” domiciliaria.

Por eso la lucha por la memoria histórica es parte de una lucha estratégica. De una pelea que no sea una recuperación nostálgica, sino de una recuperación que sirva para luchar, para enfrentar desde el aquí y ahora, la explotación y la opresión capitalistas y darle una salida.

Tanto desde el “setentismo tardío” como del negacionismo de derecha ocultan bajo siete llaves el rol histórico de la clase obrera. Clase obrera que no olvida nunca a un delegado que “no se vendió” en su lugar de trabajo, a un compañero que se enfrentó a la policía, a otro que fue víctima fatal de la desidia patronal, pero a la cual le cuesta un enorme esfuerzo salir del ámbito inmediato de su experiencia. A ella tenemos que volcar nuestros esfuerzos para que la memoria, que es su memoria, la de sus luchas, sacrificios, triunfos y derrotas, llegue. Y a partir de que llegue, el camino para encarar los desafíos del presente, por más difíciles que sean, estará más despejado.

Clase obrera sin cuya acción y conciencia política no hay posibilidad de emancipación  ni revolución socialista que se pueda preciar de tal.

¡El 24 de Marzo todos en las calles para enfrentar a Macri y su gobierno negacionista del genocidio!

¡Que nuestra memoria, la de la clase obrera y los oprimidos, se imponga para poder avanzar en la lucha contra la explotación y la opresión!

Ana Vázquez

Notas

(1) Entre otras perlas, mencionamos Mentirás tus muertos, de José D’Ángelo, ex militar y el debate programado para el martes 21 por los canales de Infobae donde estarán presentes, entre otros, el autor del libro mencionado, quien escribe su prólogo (Luis Labraña), Aldo Rico y Eduardo Anguita.

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