Este 8 de Marzo será excepcional, porque cobrará más fuerza que nunca su carácter internacionalista. Millones de mujeres de decenas de países nos preparamos para garantizar un paro activo con movilizaciones, actos y protestas porque estamos cansadas de no vivir en el mundo en el que queremos vivir. No queremos vivir en un mundo donde una de cada cinco mujeres es violada. No queremos vivir en un mundo donde hay 200 femicidios por día. No queremos vivir en un mundo donde el aborto es ilegal y clandestino en la mayoría de los países y estados. No queremos vivir en un mundo donde se nos niega el derecho a decidir sobre nuestro cuerpo, sexualidad y maternidad. No queremos vivir en un mundo que no nos ofrece perspectivas y en el que no somos dueñas de nuestro propio destino.

¡Basta de violencia hacia las mujeres! ¡Gritemos bien fuerte #NiUnaMenos!

En la Argentina muere una mujer por día víctima de violencia de género. El abuso sexual y la violación son cotidianos. El gobierno de Macri y todas las instituciones del Estado son cómplices de este flagelo, porque mientras miles nos organizamos y millones salimos a las calles para denunciar esta barbarie; los violadores y femicidas quedan libres. Nos quieren hacer creer que el problema es meramente cultural, que la «cultura machista» es una especie de mano invisible que gobierna nuestras cabezas. Que es culpa nuestra y nuestra responsabilidad. Lo que esconden es que la cultura de una sociedad es la cultura que imprimen las clases dominantes y quienes gobiernan e «imparten justicia». ¿Cómo va a cesar la violencia si por violentar a una mujer no hay consecuencias? ¿Cómo van a cesar los femicidios si no hay refugios ni planes de vivienda para que las mujeres puedan escapar de las casas de los violentos? ¿Cómo va a aprender un niño o un adolescente a respetar las decisiones de las mujeres sobre su cuerpo y su vida, si no hay educación sexual con perspectiva de género? El Estado y sus funcionarios educan en la impunidad y son quienes perpetúan la violencia machista. Ya salimos a la calle a gritar #NiUnaMenos en dos masivas movilizaciones, hemos parado el país; cada vez son más las mujeres que se atreven a denunciar públicamente estas barbaridades. El dinamismo que ha adquirido el movimiento de mujeres, la masividad que ha alcanzado este grito son históricos. Es momento de apoyarnos en esa fuerza y poder apuntar los cañones contra los responsables políticos de la violencia. Que se sepa que el gobierno de Macri y Fabiana Túñez, quien encabeza el Consejo Nacional de la Mujer y se dice a sí misma «feminsita», no mueven un dedo para combatir la violencia, sino todo lo contrario. El 8 de Marzo paramos y marchamos para frenar los femicidios. Paramos para exigir vivienda, trabajo y refugios para las mujeres que sufren violencia y abuso. Paramos para exigirle al gobierno políticas públicas que protejan a las mujeres , la reclusión de los violadores y femicidas y la destitución de los jueces y funcionarios que los amparan.

¡Aborto legal en el hospital! ¡Separación de la Iglesia y el Estado!

Es sabido que en nuestro país hay la misma cantidad de nacimientos que de abortos al año. El aborto es una realidad, precedida por otra realidad: no existe la educación sexual; y el ya más que insuficiente plan de distribución de anticonceptivos gratuitos fue desmantelado por el gobierno de Macri. También es sabido que un porcentaje considerable de esos abortos acaba con la vida de cientas de mujeres al año, porque son practicados en la clandestinidad, en condiciones antihigiénicas y sin profesionales de la salud. A las mujeres que integran el gobierno no les afecta la ilegalidad del aborto: pueden pagar decenas de miles de pesos e hipócritamente hacerse un aborto en la clínica privada mientras le niegan ese derecho al resto de las mujeres. Las que mueren son las mujeres de la clase obrera y las pibas de los barrios más pobres. El Estado, en vez de garantizar antoconceptivos y educación sexual, destina un presupuesto escandaloso a la Iglesia para financiar la educación confesional, que enseña atrocidades como que la mujer debe ser sumisa y que el preservativo no previene el VIH. El gobierno prefiere que las mujeres se sigan muriendo en la clandestinidad, antes que concedernos el derecho a eligir si queremos ser madres o no, cuándo y cómo. El 8 de Marzo paramos y marchamos para exigir el derecho al aborto libre, legal, seguro y gratuito en el hospital público. Paramos porque queremos educación sexual laica, científica y feminista. Paramos, porque es imprescindible la separación del Estado y la Iglesia, esa institución misógina y arcaica, enemiga histórica de todos los explotados y oprimidos. Paramos porque queremos, de una vez por todas, que seamos nosotras las que decidamos sobre nuestro propio cuerpo: ni el Estado, ni la Iglesia. Nosotras.

¡Desmantelamiento ya de las redes de trata y explotación sexual!

La trata de mujeres es el tercer negocio del mundo, luego de las armas y las drogas. Somos vendidas, traficadas, exportadas, secuestradas, convencidas, llevadas de aquí para allá. En una casilla en la ruta o en una vidriera lujosa de Holanda, somos expuestas a que un tipo, porque paga, tenga derecho a hacer lo que quiera con nuestro cuerpo. Una mujer en situación de explotación sexual es sometida a hasta trienta coitos diarios. Una mujer en situación de explotación sexual se vuelve dependiente de las drogas, para soportar el dolor y la humillación. Una mujer en situación de explotación sexual no conoce el placer, es completamente ajena a su sexualidad. Su sexualidad no le pertenece: es del fiolo y del «cliente», de los que son dueños de su cuerpo o lo alquilan por un rato. Esa es la barbarie en la que caen millones de mujeres. Arrastradas por la pobreza, la imposibilidad de estudiar, de trabajar. La falta de perspectivas las lleva a la esclavitud y la esclavitud es la miseria social, económica y personal más absoluta. ¿Y qué hace el gobierno a este respecto?: absuelve a los imputados de la causa de Marita Verón. El Estado es el primer proxeneta, porque garantiza el traslado y secuestro de las mujeres con la Gendarmería. Porque es la Policía la que «le cobra la parada» a la mujer prostituida en una esquina. Porque son sus funcionarios los mafiosos que regentean los prostíbulos. Pero sobre todo, es el responsable de sumir a las mujeres en la pobreza, de no ofrecerles educación, salud, vivienda y trabajo. Es el responsable de no garantizar un futuro para las mujeres, travestis y trans y de que se vean arrastradas a la explotación sexual. Y es el responsable de que si alguna logra salir de la prostitución, carezca de herramientas para no volver a caer en una red de trata. Alika Kinan, con la fuerza del movimiento de mujeres, fue la primera mujer en nuestro país en ser querellante en una causa judicial contra sus tratantes y proxenetas y contra el Estado que los ampara. Aunque sigue peleando para que se cumplan todas los puntos que estipula la ley de trata, ha triunfado: ha encarcelado a los responsables y ha arrancado al Estado una indemnización para poder sobrevivir. Alika es un ejemplo, una de esas mujeres que salen de su situación de víctima para convertirse en luchadora. El 8 de Marzo paramos y marchamos para exigir el desmantelamiento de las redes de trata y explotación sexual. Paramos para que sean los proxenetas los que tengamos miedo, no las mujeres. Paramos para que todas las mujeres, travestis y trans sean dueñas de su cuerpo y sexualidad y para que tengan plenos derechos humanos, sociales y políticos.

No, no queremos vivir en este mundo. No queremos vivir en el mundo que gobiernan sujetos como Macri o Trump. No queremos vivir en un mundo donde las mujeres sufrimos la explotación y la opresión de todas las maneras posibles. No queremos cargar en nuestras espaldas con el peso del ajuste y de la crisis económica. No queremos que nuestro destino sea la maternidad indiscutida o la explotación sexual. No queremos que nuestro lugar sea la casa: queremos que nuestro lugar sea el mundo. Queremos tomar las calles, como hicieron millones y millones de mujeres en todas partes del globo tras la asunción del violador y misógino de Trump a la presidencia de la primera potencia mundial. Y queremos dar esa pelea junto a todos los explotados y oprimidos. Eso es lo que hace falta para destruir este mundo capitalista y patriarcal, en el que no se puede vivir, y construir uno nuevo: un mundo donde no haya ningún tipo de opresión y explotación, donde podamos ser dueños todos y todas de nuestro destino.

Las Rojas somos feministas y socialistas. Como tales, nos sentimos parte de todas las batallas del movimiento de mujeres y de nuestra clase, la clase trabajadora. Entendemos que para ganar, es precisa la unión de todos los oprimidos, la solidaridad de todos los grandes movimientos sociales y políticos que pelean contra este monstruo que es capitalismo, ese sistema que garantiza riqueza y poder para unos pocos y la miseria y la violencia para millones. Este 8 de Marzo paramos y marchamos para que haya trabajo genuino para las mujeres. Paramos para que las mujeres tengamos salario igual por igual tarea que nuestros compañeros. Paramos para acompañar en su lucha a las obreras textiles que ocupan la planta en la provincia de Nuquén y también paramos por sus hermanos, los gráficos de AGR. Paramos para que todos tomen en sus manos las banderas del movimiento de mujeres. Paramos, también, para que el movimiento de mujeres tome las banderas de todos los explotados y oprimidos, de todos los que luchan contra un mismo enemigo. Paramos para que, como decía Rosa Luxemburgo, podamos vivir en un mundo donde seamos socialmente iguales, humanamente diferentes y completamente libres. Este 8 de Marzo, Día Internacional de la Mujer Trabajadora, vamos todas y todos al paro y a las calles.

 

Tofi Mazú

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