En los últimos días, la patronal del Rioplatense, la burocracia sindical del gremio y los delegados de la Lista Roja (lista que dirige Opinión Socialista) llegaron a un acuerdo en relación con los 32 despidos del Rioplatense, que implica un retroceso en conquistas y organización en las posiciones ganadas por el activismo en la Carne. El acuerdo, aceptado después en asamblea por la mayoría de los trabajadores del frigorífico, contempla la reincorporación de 16 trabajadores a cambio de dejar afuera a otros 16 (con indemnización del 60%) y una serie de cambios en la producción y organización de la planta como, por ejemplo, que la patronal impone condiciones en la realización de asambleas y define la legitimidad de los métodos de lucha de los trabajadores. 

El acuerdo fue producto de negociaciones donde la patronal estuvo siempre a la ofensiva y desde el primer momento reveló sus intenciones: despidos para imponer cambios en el frigorífico que implicaran un fuerte retroceso en las conquistas de los trabajadores. Frente a esto, no hubo respuesta en términos de lucha. Se le cedió a la patronal, incluso, cuando pregonaba que los despidos eran con causa, cuando claramente no se debían a la excusa de haber roto una conciliación, sino a su ofensiva política de servirse de ellos para infligir un claro golpe a los trabajadores y al activismo en el Rioplatense y disciplinar a los compañeros. La respuesta debió haber sido política también y de lucha: los despidos son ilegítimos, y lo único que buscan es avanzar sobre nuestras conquistas; todos adentro o paramos. Sin embargo, en ausencia de eso, la patronal siguió montando provocación tras provocación, como no pagarles el salario a delegados, fomentar su renuncia y volantear a los trabajadores la amenaza de seguir con despidos. Una patronal que siempre tuvo la iniciativa y, sin respuesta, logró imponer este acuerdo.

Desde el Nuevo MAS, no somos irresponsables. Sabemos que la coyuntura es jodida. Macri y los empresarios están lanzando un duro ataque antiobrero, con la complicidad de la burocracia sindical y la oposición patronal, mediante aumentos, tarifazos, despidos, flexibilización y precarización laboral, aumentos en la productividad al servicio de la rentabilidad y un largo etcétera. Todo para barrer nuestras conquistas en beneficio de los empresarios, normalizando el país a la burguesa. Y para ello les resulta indispensable barrer al activismo para poder disciplinar a la clase. Y es en este marco que la patronal del Rioplatense, avanza en su ofensiva antiobrera. Pero no se puede confundir la caracterización con la política. Que sea jodido, no implica atarse las manos y bancar el chubasco a la defensiva para retroceder lo menos posible. Caracterizar de esta manera la coyuntura implica precisar las condiciones en las que los revolucionarios damos pelea, saber reconocer en qué condiciones luchamos, con qué métodos y herramientas contamos para hacerlo y qué responsabilidades y tareas se nos imponen en ese marco. El conflicto en el Rioplatense nos muestra un ejemplo de las estrategias y tácticas que van a usar las patronales en esta coyuntura. Nuestra respuesta tiene que estar a la altura de las circunstancias, apostando a los métodos de lucha de nuestra clase para salir a enfrentar estos ataques, y confiando (e interviniendo en ese sentido) en que a través de la lucha, y en esa misma lucha, se puedan construir nuevos mojones en materia de conquistas en conciencia y organización de los trabajadores para también barrer por los aires a los burócratas que nos entregan y enchalecan. Nuestra respuesta no puede ser depositar confianza en instituciones burguesas ni en instancias de negociación con la patronal parados a la defensiva, sin pelear, para proteger a la interna desligándolo de la lucha por la reincorporación de los 32 compañeros despedidos. La defensa de nuestros organismos es crucial pero es luchando y enfrentando la política antiobrera de Macri y los empresarios que los defendemos, y no negociando atados de pies y manos.

Ahora, compañeros, nos encontramos con un gremio donde sigue dirigiendo la burocracia porque no se apostó a luchar, ni siquiera en paritarias, mientras parecía esperarse la entregada para capitalizar la bronca en las urnas, y, entre idas y venidas a destiempo y provocaciones infantiles, se confió en que Triaca o la justicia burguesa mirara con buenos ojos la democracia obrera. Y en el Rioplatense, con una patronal inflada, envalentonada, que sin esfuerzo ganó su primera batalla, haciendo retroceder a los delegados e imponiendo regímenes de convivencia fabril. No reconocer esto como un retroceso es dañino porque no arma a los trabajadores en los peligros y tareas que se nos vienen por delante ante un nuevo ataque de la patronal. 

Y, finalmente, no reconocer esto implica mirar para otro lado cuando el saldo de ceder sin luchar más urgente es que ¡quedan 16 trabajadores afuera! Haberles conseguido el 60% de indemnización no es ganancia alguna. Son compañeros que están afuera no por parar en una conciliación (medida irresponsable motorizada por los mismos delegados ante un reclamo legítimo por una provocación de un encargado), sino que están afuera por ser trabajadores, porque la patronal los necesitaba afuera para que se firmara lo que se firmó. No se puede esconder esto bajo la alfombra. La primera tarea que está al orden del día es la organización del fondo de lucha de los despedidos para que puedan pelear por su reinstalación. Porque quieren entrar. Porque sus despidos son ilegítimos. Hay que ayudarlos con todo para que estén adentro nuevamente. Esa, y no otra, es la tarea que se impone y la fábrica tiene que estar a disposición de la misma mientras se prepara para la próxima pelea.

Natalia-Pacheco Regional Norte

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