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Noticias de Macrilandia XXVIII – 

Descenso de categoría del país en el mercado financiero internacional – Números que suben cuando deben bajar y viceversa – La macrinomics rompe los manuales – Parlamento: de la escribanía al toma y daca – Marcos Peña hace a los gobernadores una oferta que no pueden rechazar – Schiaretti 2014 vs Schiaretti 2016 – Presupuesto 2017, de goma – La autocrítica de un impostor

 

En el mundo de las finanzas, la Argentina pasó de ser una estrella brillante a un mediocre y oscuro planetoide. Las culpas son compartidas: una parte se debe a las nuevas condiciones generadas a partir del triunfo de Trump, y la otra, a la inefable impericia del “mejor equipo de los últimos 50 años”. Las señales son múltiples: el fin de la trepada de las acciones y bonos argentinos en Wall Street; las crecientes (y novedosas) dificultades del Tesoro para emitir deuda local en dólares y del Banco Central para renovar las Lebac; la también creciente impaciencia (cuando no malhumor) de los empresarios con el gobierno, y la reciente unanimidad de analistas y consultoras internacionales en cuanto a que a la gestión Macri se le acabó el dulce y se le viene un año bien áspero.

Un buen indicador de este cambio de estado de ánimo son los informes del Institute of International Finance (IIF), una asociación que agrupa a bancos internacionales cuyos reportes estilo FMI (envían misiones técnicas regulares a los países que relevan) suelen reflejar bien la mirada del planeta financiero. Hace menos de dos meses, el IIF señalaba con resignación que la gestión Macri había decidido postergar lo peor del ajuste para 2018 en aras de las necesidades electorales de 2017, pero si bien alertaba contra el “riesgo de complacencia”, había un moderado optimismo en cuanto al rumbo político de Cambiemos y sus posibilidades de éxito en su trabajo sucio. Pues bien, en cuestión de semanas ese optimismo está dando paso al desánimo y los pronósticos sombríos.

Resulta que el último informe del IIF revisa para peor todas las estimaciones de indicadores económicos para 2017. No hay rubro que se salve. La caída del PBI en 2016, que se calculaba en un 0,5-1%, desciende aún más hasta el -2,4%. En contraste, el supuesto “rebote” del PBI para 2017, que el Presupuesto macrista y otras consultoras “amigas” del gobierno llevaban a un rosadito 3 o 3,5%, para el IIF no pasará de un grisáceo 1,8%. Esto es, bastante por debajo del mediocre 2,3% de 2015 que dejó la “pesada herencia”. Como se dice en la jerga financiera para burlarse de los pronósticos optimistas que luego no se cumple, es el “rebote del gato muerto” (porque un gato que se estrella contra el piso rebota a cierta altura… pero ya está muerto).

Pero las pálidas siguen. El IIF ve un alto riesgo de empeoramiento de condiciones para el endeudamiento externo. Claro, el macrismo habrá pensado que la fiesta de endeudarse a niveles de casi 50.000 millones de dólares por año iba a seguir. No con Trump en la Casa Blanca: la suba de la tasa yanqui de interés, el “vuelo a la calidad” (escape de los riesgos altos que representan los emergentes), el “superdólar” que aplasta a las monedas periféricas y disminuye su capacidad de repago y hasta la saturación de deuda argentina en los mercados financieros harán que retomar el endeudamiento el año que viene sea mucho menos coser y cantar que 2016. ¿Y entonces? Según el IIF, se están dando las condiciones para que el ajuste que se pretendía postergar hasta 2018 deba ser puesto en marcha antes de las elecciones. Mala suerte.

Hay más. La inversión externa directa seguirá sin llover: pasará del modestísimo 1,5% del PBI en 2016 a casi lo mismo, un 1,6% del PBI en 2017 (bajo el kirchnerismo “espanta inversiones” era del 1,1%). La inflación rozará el 40% en 2016 pero, contra los delirios del presupuesto oficialista, no bajará del 21% en 2017. ¿Y el famoso déficit fiscal? Mala pata también aquí: para el IIF, la “pesada herencia” de 2015 era un déficit de las cuentas públicas del 6,6% del PBI, pero el macrismo ¡lo subió al 7% en 2016! Y el año que viene seguiría igual, en el 6,9%. No es de extrañar que la nota del IIF a Macri esté bien lejos del 8 con que generosamente se autocalificó el presidente.

Lo del macrismo es una verdadera hazaña que desafía todos los manuales económicos: devalúa, genera recesión, aumenta el endeudamiento externo, deprime las exportaciones, baja el salario real, sube la desocupación, aumenta el déficit fiscal y de cuenta corriente, no trae inversiones… todas malas a la vez sin acertar una buena ni por compensación.

 

“Responsabilidad y seriedad”

 

El sainete de la discusión por la modificación al Impuesto a las Ganancias está dejando muchas lecciones invalorables para quien las sepa apreciar. Empecemos por el curso acelerado de política sobre el régimen democrático burgués. Bajo el kirchnerismo, toda la oposición de derecha se quejaba de que el Parlamento era una “escribanía” que sólo votaba dócilmente los proyectos del Ejecutivo. Era de esperar: como el gobierno tenía mayoría en las dos cámaras legislativas, no perdía el tiempo en debates inconducentes e iba a los bifes. Ahora la situación es otra, e “institucionalmente” mucho más interesante, porque el macrismo no tiene mayoría propia ni en Diputados ni en el Senado. Esto convirtió súbitamente a la escribanía en un mercado persa con reglas cercanas a las de Al Capone. El mecanismo “institucional” es más o menos el siguiente: el gobierno les dice a los gobernadores “yo tengo la plata (los aportes del Tesoro nacional a las provincias) y ustedes tienen los votos (diputados y, sobre todo, senadores que se disciplinan a los gobernadores). ¿Cómo hacemos?” Y las virtuosas “instituciones de la democracia”, el “diálogo fructífero”, el “juego parlamentario”, consisten en, bueno, gente que negocia votos en el Congreso a cambio de dinero del Estado nacional para las arcas provinciales y viceversa, según quién tenga la mayor urgencia.

Veamos un ejemplo: como los gobernadores no garantizaban el rechazo del Senado al proyecto de Massa y el kirchnerismo aprobado en Diputados, la Jefatura de Gabinete advirtió ¡en una conferencia de prensa! (ya ni siquiera disimulan; antes estas cosas se hacían con más discreción) no sólo que podía haber veto presidencial, sino que “habría indefectibles recortes al presupuesto para obra pública en las provincias, además de demoras en la restitución de fondos de coparticipación”. Llamar a esto chantaje alevoso es quedarse corto, porque al menos los chantajistas profesionales operan en secreto, no en público. Los gorilas que con el kirchnerismo estaban ansiosos por recuperar el funcionamiento cabal de las instituciones de la democracia deben estar emocionados hasta las lágrimas ante este espectáculo republicano.

Pero eso no es todo. El macrismo, empezando por el propio presidente, se dedicó a batir el parche de la “seriedad” en los proyectos de ley, y pretendió quedarse con la bandera de gente responsable que revisa escrupulosamente las cifras antes de votar o no un cambio en la legislación impositiva. Lástima que tanta coherencia quede empañada por las acciones del propio gobierno, de las que daremos dos ejemplos. Primero: uno de los gobernadores más cercanos al Ejecutivo, y más rabiosos críticos al proyecto opositor de modificación de Ganancias, es el cordobés Juan Schiaretti. Pero resulta que Schiaretti, en 2014 y cuando era diputado, presentó un proyecto de actualización del mínimo imponible para llevarlo hasta 50.000 pesos de sueldo, con actualización semestral (algo muchísimo más audaz que el timorato proyecto del massismo y los K). Claro, todos son audaces con los gobiernos ajenos, pero “responsables” cuando se trata del propio…

Pero hablemos del propio gobierno al respecto. Dejemos de lado la minucia de que la eliminación (¡no rebaja!) del Impuesto a las Ganancias fue una clara, contundente y jerarquizada promesa de campaña de Macri. Qué le hace una raya más al tigre. No; veamos el tratamiento “serio” y “responsable” que le dio el gobierno a una ley mucho más importante, la “ley de leyes”, el Presupuesto. Es adorable.

Después de semanas y semanas de debate “serio” y de auditar minuciosamente las cifras, se aprobó el presupuesto hace cosa de días. Pues bien, a través de un decreto de necesidad y urgencia (¿y la república?) el Poder Ejecutivo amplió el gasto estatal de un plumazo nada menos que en 130.000 millones de pesos (más de 8.000 millones de dólares, la mitad de lo pagado a los buitres). ¿Por qué? Pues porque el presupuesto tan “serio” que ya se votó “no contempla cabalmente las reales necesidades presupuestarias de la Administración Nacional”. Traducción: “le erramos totalmente a los números”. Por eso decidió “reforzar los créditos vigentes” para atender subsidios (!) en “energía, transporte, obras públicas, seguridad, salud, asignaciones familiares, jubilaciones y AFIP” (se acordaron de que hay elecciones, parece). En una palabra: ¡todo el presupuesto 2017 es papel mojado y un dibujo indefendible, que hubo que modificar por decreto, sin consultar ni notificar a nadie!

Lo mejor de todo es cuando esta gente PRO que se jacta de “analizar los números” y “dar cuenta del origen y destino de los fondos” debe explicar de dónde van a salir esos 130.000 palos. El decreto de esta gente “responsable” se convierte súbitamente en un canto a la vaguedad absoluta: las nuevas partidas se financiarán “con mayores recursos tributarios (¿que pagarán quiénes?), aportes y contribuciones (¿podemos saber de quién, por favor?), ingresos no tributarios (¿cuáles? ¡recién eran tributarios!), recursos de capital (¿de quién, por Dios, de quién?), recursos de capital (¿cuáles y de quién?), rentas de la propiedad (¿y eso? ¿Vuelve Bienes Personales, o ponemos lo que sea, total es un decreto?), fuentes financieras adicionales (¡ya es todo cualquier cosa!) y mediante compensación de distintas partidas del Presupuesto de Administración Nacional” (Ámbito Financiero, 14-12-16). Ya entendimos: la reasignación de partidas a cargo del Ejecutivo no obedece a ninguna a otra “responsabilidad” más que las necesidades políticas del macrismo. Como se ve, un cambio radical respecto de las prácticas “antirrepublicanas” del kirchnerismo.

 

Frase PROtuda de la semana: otra vez estamos en problemas. En los concursos de arte, cuando las obras presentadas no alcanzan un nivel mínimo de calidad, el premio se declara “desierto”. Acá nos pasa lo contrario: habría que declarar el premio “colmado”. Esta gente no nos da respiro. Sólo porque venimos de unas semanas de ausencia, vamos a elegir al creador y alma mater de esta sección:

 

“A la larga, cuando uno es un impostor, sale a la luz” (Mauricio Macri)

Hay que defender a Macri de sus malintencionados intérpretes, incluido Clarín, que insisten en que Macri se refería a Sergio Massa. El jefe de gabinete Marcos Peña, con toda razón, lo desmintió, pero se negó a aclarar quién era el destinatario de la frase. Vamos a dilucidar el misterio, y le damos al lector una ayudita: ¿quién es el impostor que dijo que iba a eliminar Ganancias, que no iba a devaluar, que no iba a sacar ningún derecho, que no iba a haber tarifazos, que no iba a haber despidos, que iba a negociar duro con los holdouts, que iba a mantener Fútbol para Todos, que con la confianza que generaría su gobierno iba a atraer millonarias inversiones, que tenía declarados todos sus bienes, que sus empresas offshore eran legales, que no iba a permitir “jueces macristas”, que…? Pero basta de dar ayudas, piensen un poco ustedes, qué caramba.

 

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