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En días recientes, con el fallecimiento de Fidel Castro, se ha reavivado el debate sobre el carácter de la revolución y el Estado cubano. Han aparecido los defensores acérrimos de la idea que en Cuba hubo una revolución socialista y que es el “pueblo el que tiene el poder”, pasando por las viejas voces del trotskismo objetivista que aún señalan que en Cuba hay un “estado obrero degenerado burocráticamente desde su origen” y que sería una revolución socialista (PTS dixit), hasta las renovadas apariciones de Jorge Altamira que, para sorpresa de todos, ha revisado su posición histórica. El dirigente del Partido Obrero, rompiendo con la caracterización clásica de su partido señala ahora que Cuba no fue un Estado obrero ni tampoco una revolución socialista. En su lugar señala, de manera similar a la forma que venimos haciendo desde la Corriente SoB y el Nuevo MAS, que se trataría de un “estado burocrático pequeño burgués”, dejando atrás el viejo “criterio de las tareas” para evaluar el carácter social y político de una revolución por el sujeto social que se hizo del poder.

Los sujetos y las tareas

Las dos grandes revoluciones de la segunda post-guerra mundial, la china y la cubana, no fueron en vida de León Trotsky. Así, los que se ubicaron en la tradición del revolucionario ruso durante esa época lo hicieron basándose en análisis históricos previos y tomando en consideración distintos “criterios” a la hora de definir una revolución.

El debate giró en los siguientes términos. Toda una serie de corrientes sostuvieron que en ausencia de la clase obrera durante el proceso revolucionario chino y cubano, otras fracciones de clase (campesina en China, pequeño burguesa urbana en Cuba), tomaron en sus manos la realización de tareas obreras y socialistas. La principal tarea era, claro está, la expropiación de los medios de producción a la burguesía. Estos trotskistas optaron por lo que podemos denominar el “criterio de las tareas” para definir el carácter de una revolución: si se expropia a la burguesía ya el Estado que surge es obrero y socialista. Esta definición es la que sostuvieron Michel Pablo, Ernest Mandel, Nahuel Moreno y en la actualidad es la definición de corrientes como el Partido Obrero, el PTS, el MST, el PSTU, Izquierda Socialista y casi todas las corrientes vigentes del trotskismo.

El otro criterio que asumieron otras corrientes fue el que podemos denominar el “criterio de los sujetos sociales”. Esta idea sostiene que el carácter de una revolución se define por la clase social (sujeto) que la hace y toma el poder efectivo de la propiedad (medios de producción) y del Estado. Si en Rusia la clase obrera hizo la revolución entonces el Estado que dio a luz es un Estado obrero y el camino que abre es el de una posible transición al socialismo. Si en China el campesinado enrolado en un ejército hizo la revolución, el Estado que surge es uno de características anticapitalistas, campesino y burocrático. Si en Cuba hubo una revolución comandada por sectores medios urbanos, el Estado que surgió es de características anticapitalistas, pequeñoburgués y burocrático. Nos explicamos. En China el Estado surge como producto de una revolución campesina pero el ejército que los dirige se hace del control del mismo y se separa de las masas. Eso lo transforma en un sector social y político ajeno a las mismas y por eso la denominación de burocrático. En Cuba las cosas se dan de una forma un tanto similar. Un ejército guerrillero toma el poder y asume el control de los principales resortes económicos de la isla. Sin embargo el proceso económico no lo asume la clase obrera y el campesinado.

El “criterio de los sujetos”, de las clases sociales en el poder, es el que tenemos en la Corriente Internacional Socialismo o Barbarie. Pero no es un criterio inventado; es la recuperación del clásico criterio marxista desde, al menos, la Comuna de París, donde Marx señalo que fue la primera experiencia histórica de dictadura del proletariado. Y lo hacía tomando en cuenta la clase que se había hecho del poder, por más poco tiempo que haya durado. Sin embrago, gran parte del trotskismo perdió esta brújula central que parte de ver los sujetos sociales, sus acciones, sus organismos y su rol en los procesos históricos. Un trotskismo que se perdió en el criterio objetivista de las tareas, creyendo que es de importancia secundaria quién es el sujeto que las impulsa y realiza.

Ahora bien, por haber expropiado a la burguesía y configurado una sociedad no capitalista, la revolución cubana dio lugar a toda una serie de conquistas políticas y sociales que los revolucionarios debemos defender. En primer lugar, la independencia nacional del imperialismo y sin dudas los beneficios en materia de derechos sociales como salud, educación, etc. Sin embargo, producto del aislamiento, del bajo desarrollo de las fuerzas productivas y de un curso a favor de restaurar el capitalismo en la isla por parte de la burocracia castrista, muchas de estas conquistas están siendo  erosionadas. Por eso hoy más que nunca la necesidad de elevar a la clase obrera al poder real y efectivo del Estado se vuelve acuciante.

Sacar lecciones estratégicas del pasado

La necesidad de profundizar en estos debates estratégicos no tiene como objetivo sólo adquirir una mayor comprensión de los hechos pasados, sino centralmente, sacar lecciones para las luchas presentes y futuras. Y la principal lección del siglo pasado es, sin dudas, que sólo la clase obrera consciente y organizada en su partido revolucionario es la que puede abrir un verdadero proceso de transición al socialismo. No es posible sustituirla por ningún otro sector social. El socialismo fue, es y será la obra consciente de los trabajadores. Y es tarea de los revolucionarios luchar por esta perspectiva.

 

Eric “Tano” Simonetti

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