Rafael Salinas



Con modales de matón de suburbio, el presidente electo del imperialismo yanqui amenaza a Cuba

 

Entre las reacciones internacionales al fallecimiento de Fidel Castro, hay que prestar atención a la de Donald Trump. Muchos de los aspectos de su futuro gobierno están entre signos de interrogación… pero en relación a Cuba las incógnitas podrían oscilar entre lo malo y lo peor.

Como han revelado los sectores de la prensa de EEUU que odian al nuevo presidente, Trump, durante sus épocas de magnate en el rubro hotelería y turismo, ensayó variedad de maniobras de dudosa legalidad para saltarse el bloqueo decretado por Washington y poner hoteles en Cuba. Seguramente Trump estaba disgustado por la “cancha libre” que EEUU, con esas medidas de bloqueo, le había regalado a sus competidores europeos, especialmente a las cadenas de hotelería españolas.

Pero hoy Trump actúa en el modo “presidente electo”. Y debe pagar la factura que le presentan los “gusanos” de Miami. Efectivamente, sin el apoyo de la burguesía cubano-norteamericana y los políticos anticastristas rabiosos del Estado de Florida, difícilmente hubiese ganado la presidencia.

Por eso, su primera reacción ante la muerte de Castro fue enviar un tweet de festejo, por la desaparición del “brutal dictador que ha oprimido a su propio pueblo por cerca de seis décadas”.

Poco después, Trump fue por Twitter al tema de las medidas contra Cuba: “Si Cuba es incapaz de hacer un mejor acuerdo para el pueblo cubano, los cubano-norteamericanos y los EEUU de conjunto, voy a dar por terminados los acuerdos.”

Los términos de “un mejor acuerdo” no están exactamente definidos, como es la costumbre de Trump, para tener márgenes que le permitan luego negociar y dar pasos atrás o adelante. Pero los reclamos de los políticos “cubano-norteamericanos” como Marco Rubio, Mario Díaz-Balart, Ileana Ros-Lehtinen & Co. que deberían dar su consentimiento, son simplemente de rendición incondicional del maldito “castro-comunismo”. O sea, volver a la política de bloqueo total (o algo peor), a ver si esta vez tras la desaparición de Castro tiene éxito.

En este curso, volvería a ponerse al rojo la cuestión de la independencia de Cuba, que se entrelaza con el hecho de existen dos burguesías “cubanas”: por un lado, los descendientes en Miami de la exiliada burguesía prerrevolucionaria, por un lado, y, por el otro, en la Isla, la burguesía en formación a partir de la alta burocracia y la multitud de “emprendedores”, que han crecido al calor de la apertura y los acuerdos negociados con Obama, pero no cerrados totalmente.

Esto ha desatado la polémica en las filas del dividido imperialismo yanqui. El New York Times (28/11/2016) ha salido al cruce de Trump, explicando cómo la política impulsada por Obama “no ha sido un catalizador instantáneo de democracia, libertad y prosperidad; pero ayudó a establecer condiciones para que la gente común y corriente de Cuba tenga una mayor autonomía… El restablecimiento de las relaciones diplomáticas, y medidas de apertura comercial, generaron un mayor flujo de dinero en efectivo al naciente sector privado de Cuba, etc., etc.”

En síntesis: el objetivo confeso de los acuerdos de impulsar en Cuba a la “sociedad  civil” y, concretamente, un sector privado cada vez más amplio se desarrolla con éxito… y también una élite militar-empresarial que opera los grandes negocios del Estado… y simultáneamente engorda en silencio… a la espera del recambio generacional. Así, “Gaviota” –la mayor corporación de turismo que es el gran negocio de la isla– es un holding controlado por los militares.

Y es sobre esas bases sociales que tarde o temprano se van a ir dando los cambios políticos que deseamos, concluye el New York Times

Pero eso que con mucha razón señala el New York Times, no es del agrado de los personajes de Miami que hicieron campaña por Trump. Es que así quedarían por fuera de la fiesta.

¿Hacia un nuevos choques frontales?

Dentro de la relativa imprevisibilidad del gobierno de Trump, la opinión predominante en las alturas es que no va a hacer grandes cambios.

“La mayoría de expertos –dice la corresponsal de El País en Miami– considera por ello que aunque Trump puede llegar a ralentizar la normalización de relaciones [con Cuba] e incluso frenar algunas medidas, es muy improbable que vaya a revertir todos los pasos, puesto que supondría un golpe fuerte a grandes intereses económicos estadounidenses, desde las grandes aerolíneas –que van a operar hasta 110 vuelos diarios a Cuba antes de fin de año– a los agricultores que también presionan por hacer más negocios con la isla.

“Una de las personas más próximas a Trump, su asesora y exjefa de campaña Kellyanne Conway, matizaba ya el domingo las declaraciones de Trump sobre Cuba. El presidente electo «está abierto a estudiar y, de hecho, a reiniciar las relaciones con Cuba», aseguró en la cadena ABC. «Su crítica a lo que ha pasado en los dos últimos años es muy simple: que no hemos recibido nada a cambio» de la apertura, afirmó. Según indicó, Trump afronta las negociaciones con Cuba como hace con sus intereses comerciales: «No puedes renunciar a todo y no recibir nada a cambio».” [Silvia Ayuso, corresponsal en Miami, “Trump amenaza con «liquidar el acuerdo» con Cuba”, El País, 29/11/2016]

Efectivamente, a los sectores y corporaciones que vienen haciendo buenos negocios en Cuba –y que prevén un salto formidable especialmente en el turismo– no debe agradarle hablar de rupturas. Asimismo, Trump sería aficionado a los “bluffs” para lograr que adversario “se vaya al mazo”.

Sin embargo, sería un error dar por descartado “a priori” un renovado enfrentamiento. Trump expresa un giro a la derecha, que se apoya en sectores particularmente beligerantes del imperialismo yanqui. Breitbart, la publicación de extrema derecha y racista que hoy se ha convertido en el vocero extraoficial del “trumpism”, tiene en estos momentos a Cuba como eje de una campaña tan violenta como repugnante.

Esto, además, se da en el marco de condiciones internacioales difíciles, de un curso a la derecha en América Latina, por la crisis y/o caída  de los regímenes “progresistas” como el PT en Brasil y el kirchnerismo en Argentina. Asimismo, Venezuela, que fue un punto de apoyo importante político y económico para Cuba, hoy con Maduro está al borde del desastre.

Por último, hay un signo de interrogación en referencia a la misma Cuba. Los funerales de Castro habrían motivado la presencia y desfiles de enormes multitudes. Pero no están del todo claro los alcances políticos y generacionales de estos hechos. Y es difícil evaluarlos bajo un régimen burocrático.

En verdad que Cuba ya no está en las peores décadas del stalinismo de los ´70 y ´80, y hay una variedad de sectores de vanguardia y de izquierda con opiniones propias y críticas. Pero no es fácil hacer una caracterización de muchos temas, como por ejemplo la ruptura generacional. O las consecuencias de la creciente polarización social, al compás del desarrollo del capitalismo.

Dentro de eso, una incógnita aún más importante y crítica, es qué pasa con la clase obrera y trabajadora. Al haber convertido todos los organismos obreros y sociales en aparatos del régimen de partido único, han quedado en gran medida vaciados.

Mientras tanto, la burocracia sigue lejos de resolver cuestiones vitales. En 2015, según CubaDebate, publicación de la burocracia, más de un millón de hectáreas de tierras cultivables estaban ociosas. Simultáneamente, Cuba importa el 75% de los alimentos que consume. De conjunto, el curso restauracionista no ha producido en Cuba un boom económico como los de China o Vietnam. Esto de una u otra manera debe reflejarse en los grados de consenso popular.

Y ahora, concretamente, tras la desaparición de Fidel Castro, ¿qué puede suceder si Cuba debe enfrentarse a otro choque directo y frontal con el imperialismo, esta vez bajo Trump?

En su momento, los acuerdos firmados con Obama y el restablecimiento de relaciones con EEUU, crearon lógicas ilusiones y expectativas… Ahora, lo indudable, es que si Cuba –bajo Trump– debe ir a otro enfrentamiento con el imperialismo yanqui, será imprescindible que sus trabajadores y la juventud cierren filas y se den direcciones muy distintas de la anquilosada burocracia.

Al mismo tiempo, si Trump impulsa un giro agresivo hacia Cuba, América Latina debe ponerse de pie y movilizarse en su defensa. Esto significará, en primer lugar, enfrentarse a los gobiernos títeres de Washington, al estilo de Macri, Temer & Cia.

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