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Atornillando la exclusión bajo la dirección del Vaticano –

En el número anterior de SoB, en una nota sobre la injerencia del papa en la política del país, escribimos sobre Juan Grabois, dirigente de la CTEP, y su combinación del “ni yankis ni marxistas” de la derecha peronista de los 70 con la reivindicación posmoderna de los “excluidos”. Comentábamos allí que este movimiento reconocía tener más diálogo con este gobierno que con los K.

Y es cierto: Triaca les dio la personería social en el Ministerio de Trabajo, y la Stanley, desde Desarrollo Social, fondos para las herramientas de las “cooperativas” (grupos de beneficiarios de planes sociales que se ocupan de arreglos y limpieza de espacios públicos). Ahora, junto a la CCC, Barrios de Pie y Cáritas, están haciendo por encargo del gobierno un relevamiento en villas y barrios carenciados para sumar más niños a la cobertura de la AUH. La CTEP puso tres mil encuestadores.

No hay nada raro en estas buenas relaciones. Un gobierno que produce desocupados de a miles por semana tiene mucha más necesidad que los K de organizaciones como esta, que mientras despotrican contra el capitalismo porque condena a la exclusión a millones de trabajadores, hacen de esta exclusión su principio y fin sagrado.

En la página de la CTEP Argentina, donde explica por qué esta organización es necesaria para los trabajadores excluidos, podemos leer: “Comprendimos que, en el mercado capitalista, no hay ni habrá lugar para nosotros. (…) Frente a este panorama, tenemos dos opciones: conformarnos con subsistir como ‘ciudadanos de segunda’ magramente asistidos por el estado en las periferias del mercado, o construir una nueva economía que rompa con la lógica de la ganancia, la Economía Popular”.

Cada vez que abre la boca o agarra la lapicera, Grabois aprovecha para enseñar que la izquierda marxista es una corriente del “liberalismo ilustrado”. No sé cuán ilustrados seremos en este partido, pero gracias a Dios, nos basta para darnos cuenta de que esas dos opciones son una sola, y que la “economía popular”, por más mayúsculas que se le pongan, es y ha sido siempre y en todas partes “subsistir como ciudadanos de segunda magramente asistidos por el estado en las periferias del mercado”.

Como lo demuestran años de experiencia en nuestro país y en el mundo, los microemprendimientos, las pequeñas cooperativas, el mercado informal, etc., son herramientas inevitables para una población que busca sobrevivir mientras se hunde en la pobreza, pero jamás han sacado a nadie de ella: desde el estado nacional hasta el Banco Mundial, por varios años han subsidiado con millonadas de dólares estas “economías populares”, con la intención de que los trabajadores desocupados dejaran de luchar por trabajo genuino y permitiendo que los patrones aumentaran sus ganancias con jornadas de doce horas en lugar de crear más puestos de trabajo. Pero en cuanto se terminan los subsidios, se vienen abajo todos los emprendimientos de ese tipo, que no pueden competir en el mercado aunque impliquen unas condiciones de explotación (autoexplotación en este caso) más dura aun que la de las fábricas capitalistas.

En el mismo texto leemos una gran verdad: “…tras diez años de crecimiento ininterrumpido en nuestra región, aprendimos que el mejoramiento de los indicadores macroeconómicos, el aumento de la productividad, el desarrollo de la tecnología y el incremento en las inversiones no se traduce en trabajo formal y dignidad para todos nuestros compañeros”. ¿Pero entonces, en base a qué suponen que en un contexto de crisis mundial y nacional, recesión y desinversión les va a ir mejor a los trabajadores excluidos? ¿Cuál es el programa para pasar de ciudadanos de segunda a ciudadanos de primera en este contexto de neoliberalismo salvaje?

En un escrito sobre la CTEP publicado en Resumen Latinoamericano en 2013, el propio Juan Grabois resume los objetivos de su organización: “También luchamos por los derechos laborales. Nuestro objetivo es que todos los laburantes tengan cobertura de salud y de accidentes, que gocen de las licencias habituales por enfermedad o maternidad, que reciban la totalidad de las asignaciones familiares, que ningún compañero trabaje más de ocho horas, que las condiciones de higiene y seguridad sean óptimas, que los pibes tengan guarderías, que todos tengan acceso a la capacitación, al deporte y la vida cultural, al crédito para consumo y vivienda, y que puedan conocer la Patria al menos una vez por año gozando de sus merecidas vacaciones como Evita quería”.

Es maravilloso, y cuando los trabajadores se sienten lo bastante fuertes para enfrentar a los patrones, hacen de todo por objetivos como estos, hasta revoluciones socialistas y expropiación de los medios de producción a los capitalistas. Decir que podemos lograr estas cosas plantando yuyos en la banquina y fabricando ladrillos a mano mientras los capitalistas siguen siendo dueños de la tierra, la industria y la energía, es pura charlatanería. En realidad, el único fin de este movimiento es mangarle al gobierno unos pesos para subsidiar la pobreza, y a cambio le garantiza la “paz social” que necesita en el año electoral.

La coincidencia entre el neoliberalismo y los “economistas populares” se revela en seguida cuando hablan de trabajo. Hace poco Pratt Gay decía que los jóvenes que se están educando hoy van a tener que inventar empleos si quieren trabajar. Y la CTEP dice de sus integrantes: “Los compañeros se inventaron su propio trabajo y desde ahí inventarán su propio destino”.

No hay mejoras duraderas en la situación de los excluidos que no pase por la lucha por trabajo genuino, la unidad con los trabajadores ocupados y el enfrentamiento contra el Estado y el sistema capitalista. La única salida a la desocupación creciente es el reparto socialista de horas de trabajo, para que los adelantos tecnológicos que permiten ahorrar trabajo humano se pongan al servicio de acortar la jornada laboral y dedicar ese tiempo a la educación y las relaciones humanas, al tiempo que nadie se queda afuera de la producción. Y para luchar por esos objetivos no hay que seguir al papa sino construir movimientos revolucionarios.

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