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¿De una  ruptura a otra? Bajo el signo de las crisis, se mueve el piso de gobiernos y Estados europeos

“Todo lo sólido se desvanece en el aire, todo lo sagrado es profanado, y, al fin, el hombre se ve obligado a considerar con mirada fría su vida y sus relaciones con los demás…”
(Marx y Engels, Manifiesto Comunista, 1848)

Por Claudio Testa

Está finalizando 2016, que posiblemente será recordado como el “año del Brexit” –la ruptura del Reino Unido con la Unión Europea– y quizás también como el año del relanzamiento o agravamiento de otras crisis y secesiones.

Efectivamente, en esta coyuntura mundial, “todo lo que era sólido se desvanece en el aire”, como advertía Marx en vísperas de las revoluciones del 48.

Como se lamenta uno de los principales diarios del continente, “la  Unión Europea se encuentra inmersa en una profunda crisis de identidad y proyecto. […] Las divisiones entre Norte y Sur, Este y Oeste, y miembros y no-miembros de la eurozona, mantienen paralizada a la UE.” (“Europa a la defensiva”, El País, 16/09/2016)

Simultáneamente, comienza a esbozarse otra ruptura dentro de la reciente ruptura británica: la de Escocia respecto al Reino Unido… para unirse a la Unión Europea.

Este es otro hecho, en el fondo, tan impactante como el agrietamiento de la UE. Se volvería a tres siglos atrás. En 1707, se firmó el Acta de Unión entre el Reino de Inglaterra y el Reino de Escocia, que dio nacimiento al “Reino de Gran Bretaña”, o “Reino Unido”. Allí tuvo lugar la Primera Revolución Industrial, que le dio la base material al Imperio Británico para dominar el mundo. Ahora, los restos de ese núcleo inicial, están  al borde de la escisión.

Nicola Sturgeon, la primera ministra de Escocia, hizo la propuesta de realizar otro referéndum de independencia de Escocia como el del 18 de septiembre de 2014.[1] Recordemos que en esa consulta de hace dos años, la pregunta: “¿debería Escocia ser un país independiente?” fue rechazada por el 55% de los votos…

Pero, como en el reciente referéndum del Brexit la mayoría de los escoceses votó por permanecer en la Unión Europea, Sturgeon alega que tienen derecho a ser consultados otra vez. Finalmente, ¿dónde quieren quedarse? ¿En la Unión Europea o en el Reino Unido?

El hecho es que tanto en la Unión Europea como el Reino Unido se perciben diversas y crecientes grietas. El telón de fondo es un descontento en aumento y una pérdida de apoyo popular y de legitimidad de la gran mayoría de los gobiernos. En el marco del estancamiento de sus economías que no levantan vuelo, de planes de austeridad y “reformas” que revientan a los trabajadores y las clases medias, y sólo engordan los bolsillos de bancos y corporaciones, las tensiones y las divergencias de intereses tienden a hacerse más exasperantes.

A eso se agregó la crisis de los refugiados por guerras en las que la Unión Europea (y EEUU) tienen una responsabilidad fundamental. Pero eso ha contribuido a que, por ahora, la bronca social se canalice en buena medida hacia la derecha.

El mes pasado, en dos artículos[2], analizamos las tensiones y problemas que están cruzando, por arriba y por abajo, a la Unión Europea post-Brexit. Éstos iban desde las catástrofes electorales domésticas de la Sra. Merkel –que le restaban legitimidad para continuar como Emperatriz indiscutida de la UE–, hasta el fracaso de su Conferencia de Bratislava (15/16 de septiembre pasado), donde no logaron disponer medidas de fondo para relanzar la Unión Europea y dar marcha atrás en las amenazas de desintegración.

Ahora este clima de grietas y tensiones que se ha ido complicando en el continente, comienza a percibirse también en las islas británicas. El reclamo rupturista de Escocia lo pone sobre la mesa… aunque al mismo tiempo da plazos relativamente largos (dos años) para ir negociando. Veamos algunos aspectos de esta crisis.

¿Brexit “liviano” o “pesado”? That is the question

Hablar del Brexit era fácil en la campaña electoral. Ahora, que hay que concretarlo, las cosas se complican. Es que hay más variedades posibles de Brexit que de pizzas o, en este caso, de puddings.

El referéndum del Brexit del 23 de junio pasado en el Reino Unido  –en el que ganó el “Leave” (Salir) de la Unión Europea– no aclaraba cómo sería en concreto esa separación.

Inicialmente, en Londres se barajaba el proyecto (o, más bien, ilusión) de un “light” o “soft Brexit”; es decir,  un divorcio “amistoso”. Éste consistiría en mantener el grueso de los acuerdos económicos, comerciales y financieros que definían las relaciones del Reino Unido con la UE, pero cambiando esencialmente el tema de la “libre circulación”. También desaparecerían y/o se suavizarían los molestos controles de la UE sobre presupuesto, déficit fiscal, etc. Al mismo tiempo, las relaciones económicas y  sobre todo las financieras seguirían como siempre. No olvidemos, además, que la City de Londres es, junto con Wall Street, un gran centro financiero mundial.

En resumen, el “light Brexit” sería una relación “con un pie adentro y otro afuera”, similar a la que tiene, por ejemplo, Noruega con la Unión Europea.

Para Londres, el cambio principal y no negociable sería el de la circulación (y radicación) de personas. Hasta ahora, todos los ciudadanos de la Unión Europea (incluyendo a los del Reino Unido) pueden viajar libremente por sus territorios y, además, establecer su residencia en cualquiera de sus Estados. El nuevo gobierno conservador de Theresa May no acepta que eso continúe.

La respuesta de la UE fue de rechazo. O Londres acepta la libre circulación y residencia de los respectivos ciudadanos, o todo queda cuestionado. Esto implica que el divorcio ya no se orienta a ser “amistoso”, sino de tirarse los platos por la cabeza.

Theresa May se encaminó entonces hacia el “hard Brexit”, lo que abrió también una cierta crisis política, incluso en las propias filas conservadoras. Hubo una especie de revuelta parlamentaria y renuncias de funcionarios… pero todo por arriba… hasta ahora.

Escocia: Si se van, nos vamos

Entre estas reacciones, la más grave (potencialmente) es la del gobierno de Escocia, que propone votar nuevamente por la secesión. Quizás por esa razón, la primera ministra escocesa Nicola Sturgeon patea esa votación a un mediano plazo de dos años. ¡O sea, tiempo para negociar! Asimismo, en las turbulencias y sorpresas de la actual situación mundial, dos años es casi la eternidad.

En Escocia, ya se habían iniciado movilizaciones por un nuevo referéndum. Algunas han sido importantes… pero no arrasadoras… El 30 de julio pasado, en Glasgow, en la principal ciudad de Escocia, unos 10.000 manifestantes exigieron que se convoque al “indyref2”. Es decir, al 2º referéndum de independencia.

Para reclamar otra votación se esgrime un argumento democrático. Como ya recordamos, en el plebiscito escocés de 2014, el 55% votó por no independizarse del Reino Unido. Pero, en ese momento, el Reino Unido era miembro de la Unión Europea… y era además “inconcebible” que llegase a romper con ella. Ahora, en la votación del Brexit, el 62% de los escoceses votó por seguir en la UE.

Conclusión: considerando ese 62%, la posición pro-UE sería mayoría en Escocia… claro que ahora implica la ruptura del Reino Unido. Habría que aclarar eso en un nuevo plebiscito.

Por supuesto, el pueblo de Escocia tiene derecho a su autodeterminación. Y, en ese sentido, a decidir democráticamente si sigue siendo parte del Reino “Unido”, o rompe con él y continúa en la Unión Europea.

Sin embargo, en la realidad se está comprobando que ninguna de esas dos opciones encarna los intereses de los trabajadores y la juventud.

La Unión Europea no sólo atraviesa la mayor crisis de su historia, sino que le hace frente “huyendo hacia adelante”, ratificando y avanzando en su política criminal y austericida, al servicio del capital financiero. Su profunda crisis quiere solucionarla tratando de hacer retroceder a los trabajadores europeos a las condiciones de vida y de trabajo del siglo XIX.

Ahora, para eso, pretende imponer dos tratados internacionales monstruosos –uno con Canadá (el CETA= Acuerdo Integral de Economía y Comercio) y otro con EEUU (el TTIP= Asociación Transatlántica para el Comercio y la Inversión)– con cláusulas secretas que imponen directamente la dictadura de las corporaciones.

Pero la alternativa que representa el gobierno del Brexit, el gabinete conservador de Theresa May, no es mucho mejor. Los argumentos patrioteros son la justificación para avanzar en los ataques a los trabajadores y las políticas de austeridad.

En Escocia, las cosas no son muy distintas bajo la conducción de Nicola Sturgeon y su Scottish National Party. Su política de recortes de gastos sociales y despidos va implicar en lo inmediato 15.000 despidos de empleados públicos… Y su asociación con los peces gordos de las corporaciones y las finanzas es la misma en Edimburgo que la de Theresa May en Londres… Y se justifican con discursos en el fondo iguales, los del “patriotismo” británico o escocés, respectivamente.

La necesidad de alternativas independientes

En diversos artículos, antes y después de  la votación del Brexit, alertábamos que ni la opción de “Salir”, ni la de “Permanecer” en la UE beneficiaría a los trabajadores del Reino Unido [3]. Ambas eran sostenidas por distintos bandos de la burguesía, cuyos intereses nada tienen que ver con los de la clase trabajadora, la juventud y otros sectores populares.

Lamentablemente, la gran mayoría de la izquierda británica fue detrás de una u otra opción, aunque principalmente tras la de “Salir”. Hoy es evidente que el tan festejado triunfo del “Salir” de la UE no ha traído ninguna ventaja ni conquista a los trabajadores. No se cumplieron ninguno de los pronósticos apocalípticos y triunfalistas, de que el Brexit implicaría el derrumbe del gobierno conservador y la apertura de una alternativa a la izquierda.

Simplemente, como advertimos, el único cambio fue el de sacar a un conservador pro-UE –David Cameron– para poner a una conservadora pro-Brexit –Theresa May–… que continúa con un austericidio igual o peor que el de Cameron. Y reforzó, además, los vientos chovinistas y racistas en todo el Reino Unido.

Pero el “voto de izquierda” por “Permanecer” en la UE tampoco ayudó a generar una alternativa independiente. Se basaba, además, en el sueño imposible de una “reforma de la Unión Europea”.

Ahora, en Escocia, el relanzado movimiento por el “indyref2” tiene un ala izquierda, la Radical Independence Campaign. Los compañeros critican a Nicola Sturgeon, su Scottish National Party y denuncian sus medidas de austeridad. Al mismo tiempo, habría que aclarar que la Unión Europea tampoco ofrece mayores posibilidades de “reformas”.

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1.- Claudio Testa, “Referéndum en Escocia para separarse del Reino Unido”, SoB, nº 304, 11/09/2014 (https://www.mas.org.ar/?p=3353).

2.- Ver Claudio Testa, SoB,  n° 398, 22/09/2016, “Merkel en el ojo del huracán que azota la UE” (http://www.socialismo-o-barbarie.org/?p=8656) y “Bombas de tiempo financieras en peligro de explotar” (http://www.socialismo-o-barbarie.org/?p=8650).

3.- Ver Declaración de SoB, “Brexit: Un salto en la crisis de la Unión Europea, que en esta primera instancia se canaliza por la derecha”, 24/06/2016 (http://www.socialismo-o-barbarie.org/?p=8145), José Luis Rojo, “La izquierda inglesa y el Brexit”, SoB,  n° 386, 30/06/2016 (http://www.socialismo-o-barbarie.org/?p=8168) y Claudio Testa, “La falta de una campaña por la abstención y el rechazo”, SoB n° 386, 30/06/2016 (http://www.socialismo-o-barbarie.org/?p=8165).

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