En la última semana murieron por culpa de la codicia capitalista el mecánico de la línea 60 David Ramallo, el trabajador de la construcción Ricardo Alcaraz, y el laburante de INTA Castelar, Diego Soraire. Los tres fallecieron en sus lugares de trabajo, debido a la falta de inversión de las patronales en medidas de seguridad y a pesar de que en todos los casos había sido advertido por parte de los laburantes la peligrosidad que representaba trabajar en esas condiciones. En ningún caso la patronal puso ni un peso para evitar estas muertes, ni la burocracia llamó a una sola medida de fuerza para torcerle el brazo a la patronal ni el gobierno intercedió para proteger la vida de los compañeros. Estos tres nombres son sólo de la última semana y los que más resonaron en los medios, tristemente deben haber decenas más. Seguro de vida, ART, más o menos costo político según la fuerza y politización del gremio en cuestión y a otra cosa.

Las contradicciones en la historia son muchas y estudiarlas es el terreno más fértil para entender nuestra realidad. Proponemos en esta nota un ejercicio de reflexión comparativa entre lo que cuesta la vida de un trabajador en la Argentina del 2016 y de los laburantes de otros modos de producción. Pensemos en los esclavos de la Antigua Grecia, por tomar un solo ejemplo. La gran parte de la economía griega de la época era motorizada por la agricultura, en pequeñas explotaciones trabajadas por grupos familiares más amplios que la familia burguesa actual, que podía incluir algunos miembros adheridos al núcleo familiar más o menos libres. Los esclavos en tanto tales, aquellos bienes muebles sin derechos sobre su vida o su cuerpo de los que habla Aristóteles, eran principalmente bienes suntuarios, trabajadores domésticos que le daban status a una familia, que además de ganarse la vida podía mantener a un “bien mueble parlante” que les facilitara la cotidianeidad. Para una familia más o menos acomodada tener un esclavo bien alimentado, sano y fuerte era motivo de orgullo y ostentación frente a las familias que no podían costearlo. Que ese esclavo se enfermase, perdiera un miembro o muriese era una catástrofe económica, ya que la inversión que había implicado la compra de ese esclavo pensaba amortizarse con el nacimiento de nuevos sujetos no libres. Esto no quiere decir que la vida de un esclavo valiera más, ya que el “valor” de un bien es diferente a lo que cuesta comprar el mismo. Tampoco significa que la vida de los esclavos de la Antigua Grecia fuera más feliz o cómoda, no se puede valorar económicamente cuánto vale la libertad de los hombres. Es un ejercicio puramente matemático el que proponemos. Volvamos a la Argentina de 2016: según la Resolución 39766/16[1] publicada el 12/04/2016 en el Boletín Oficial, el Seguro Colectivo de Vida Obligatorio, la suma asegurada si una persona muere en su lugar de trabajo, corresponde a 5,5 salarios mínimos, vitales y móviles; es decir, poco más de $33.000, algo más que lo que sale una TV Smart Samsung[2] con descuento por compra online. Estamos hablando de que a un patrón le cuesta lo mismo que muera uno de sus trabajadores que cambiar la tele del living. Menuda contradicción que en algunos siglos se haya pasado de no tener libertad pero tener techo y comida asegurados a contar con la libertad de morirnos de hambre o bien trabajar exponiéndonos a perder la vida.

Este es sólo un ejemplo de cómo las leyes laborales que se supone que deben proteger a los trabajadores están hechas en realidad a medida de los patrones. En estas páginas nos hemos cansado de denunciar cómo la codicia capitalista deshumaniza a los trabajadores industriales incluso en épocas de bonanza económica: “rompe” a los laburantes para después desecharlos. Sin depositar ni un gramo de confianza en la Justicia burguesa ni en el gobierno, hay que exigir, por cada caso de negligencia patronal, de falta de inversión, de mal estado de maquinarias, de falta de elementos de seguridad, por cada compañero lastimado en su lugar de trabajo, que se abran sumarios, que se investigue, enjuicie y sancione a las patronales. Hay que acompañar cada medida de fuerza en cada lugar de laburo.

Con el ajuste viene la flexibilización laboral, la tercerización, el manoseo de las leyes laborales, de los convenios colectivos de trabajo. No hay que dejar pasar ni una de estas medidas que sólo apuntan a subir las ganancias de las patronales a costa de lo que sea: incluyendo la vida de los trabajadores.

Violeta Roble

[1] http://servicios.infoleg.gob.ar/infolegInternet/verNorma.do?id=260309

[2] http://www.fravega.com/smart-tv-samsung-55-55js7200-501501/p

Dejanos tu comentario!