Por Martiniano Rodríguez



Amados por unos, odiados por otros. Hay quienes ven en ellos el desarrollo de la nación, otros ven los representantes de la barbarie y el atraso. Los caudillos han sido tema de discusión desde el mismo siglo XIX. El personaje más conocido popularmente que discutió el rol de los caudillos es Sarmiento, principalmente en Civilización o barbarie.

Estos hombres relacionados al campo, fueron los que marcaron la historia luego de 1810. Se enfrentaron entre ellos y con la ciudad de Buenos Aires en la fatídica guerra civil posterior a 1820. Todo esto gracias al apoyo de los gauchos y peones, que formaron sus ejércitos personales. Pero no sólo fueron los protagonistas de la historia en Argentina. También en el resto de América Latina hicieron sentir su presencia.

¿Barbarie? ¿Progreso? ¿Qué fueron las montoneras y sus caudillos? ¿Los primeros representantes de una “burguesía nacional democrática”?

Los caudillos

Hombres de campo; terratenientes, mejor dicho. Eran criadores de vacas y su riqueza provenía de la venta de los cueros y algún negocio ligado al comercio. Todos ellos amasaron grandes fortunas, como Rosas, Quiroga o Urquiza, explotando sus miles de hectáreas a base de mano de obra gaucha (mayoritariamente temporaria). Por lo tanto estos “representantes del pueblo” eran gente adinerada, de la elite de esos años.

Todos heredaron una parte importante de sus tierras y sus fortunas. Ramírez, caudillo entrerriano, era hijo de una nieta del Virrey Vértiz y su padre pariente de un Márquez[1]. Bustos heredó una estancia de su padre. Quiroga heredó una gran estancia de su padre. El mismo Rosas también heredó tierras.

Más allá de esto, adoptaron el estilo de vida de los sectores populares, tomando por suyas costumbres y hábitos que los “igualaron” a sus peones y los gauchos. “Abandonaron” la ciudad para ser parte del paisaje rural, físicamente, pero también culturalmente, dejando costumbres y comodidades para instalarse en el campo (como Rosas). De aquí surge la dicotomía de los caudillos, representantes del campo que se enfrentaron a la ciudad. La realidad es que los caudillos representaron sus intereses, y ellos se encontraban en el campo, en sus tierras, en sus cueros.

Vale una aclaración. Los caudillos podrían ser vistos como estancieros netamente rurales, pero todos los caudillos guardaron estrechas relaciones con la ciudad. Tenían casas en la ciudad, pasaban parte del año en ella, sus hijos estudiaban en ellas, y sus relaciones comerciales con los exportadores ingleses las mantenían en los puertos de la ciudad.

Algunos quieren ver en estos caudillos los resabios del “feudalismo” en el campo argentino. Por ejemplo los teóricos del Partido Comunista Revolucionario (PCR) consideran a los terratenientes de esta época como “feudales”[2]. Una grave tontería que no tiene sustento material.

Estos caudillos son los representantes de una burguesía agraria en consolidación. Se dedicaban a criar vacas y vender cueros, en buena medida para la exportación al mercado mundial. Nada que pueda indicar “feudalismo”.

Sus tierras fueron la base de su poder económico, político y social. Pero los caudillos no sólo fueron ricos ganaderos. Pasaron a la historia como los dueños y amos de las montoneras, formadas por aquellos que trabajaban en las estancias del caudillo y sus amigos, o quienes recibían favores de ellos: peones y gauchos.

El gaucho

Por los campos vivían y transitaban los gauchos. Vivían de cazar y trabajar temporariamente en las estancias o ciudades. Con mucha libertad, lo cual enojaba a quienes buscaban transformarlo en mano de obra estable a través de sucesivas leyes de conchabo. Los estancieros no necesitaban tanta mano de obra fija. Por eso no se quejaban, aunque luego, en la medida que la economía creciera y los negocios se multiplicaran, tendrán necesidad de fijarlos a su lugar de trabajo.

Vendiendo algún cuero, trabajando algunos meses en los momentos en que la ganadería los necesitaba: con eso les bastaba para vivir (aunque en condiciones de pobreza, digámoslo). Otros pocos servían de peones fijos en las estancias, para los trabajos cotidianos.

Los gauchos necesitaban esos trabajos temporales y también cazar en las tierras de los estancieros, y los caudillos aprovecharon estas necesidades. A cambio de dar trabajo o permitir el tránsito por sus tierras, los guachos veían a su patrón más que como un patrón, casi como un padre.

La relación entre los caudillos y los gauchos fue paternalista. Los patrones de las estancias regulaban el trabajo y los permisos, y muchas veces eran los encargados de impartir justicia. Todo eso hacía que los estancieros aprovecharan esta relación paternal para formar sus milicias. Los gauchos estaban decididos a seguir a quienes los eximían de impuestos, les daban trabajo o les permitían cazar. Rosas fue el que más en profundidad llevó esta política[3], ganándose la confianza a base de regalos y trabajo.

¿Caudillos democráticos?

Fue esta relación la que “confundió” a más de uno. Los caudillos fueron vistos como los representantes de los intereses de toda la zona rural, de todos los gauchos. Por eso muchos creen que los caudillos eran representantes populares, los que representaban a la mayoría trabajadora o pobre del país y por eso eran los democráticos frente a los elitistas comerciantes de Buenos Aires.

Algo de verdad hay en esto, pero en sí mismo es una exageración. No representaban a toda la zona rural, sino a los intereses burgueses del campo, los intereses ganaderos. Los caudillos no podían permitir que se descuidara la frontera con el indio, que se mantuviera el control de la aduana por los comerciantes porteños, etc. Para poder enfrentar estos intereses, los caudillos recurrieron a los gauchos, a las montoneras para enfrentarse en el terreno militar con las tropas porteñas.

Eran la mayoría del país, como dice Milcíades Peña, aunque sus intereses no eran los de todo el país. Esto les da un cierto carácter democrático frente a los unitarios porteños, que sólo representaban a la ciudad portuaria. Era el interior conducido por los caudillos, contra la ciudad de Buenos Aires. Pero, al mismo tiempo, la salida de los caudillos federales era estructurar un país exportador de cueros. Eso, por supuesto, nos dejaba atados a la potencia del momento y sus comerciantes: Inglaterra. En definitiva, no eran una alternativa de desarrollo independiente, eran más sumisión en diferente forma.

La burguesía rural (en especial la litoraleña) tomó la forma de un movimiento federal que buscaba liberar la Aduana y los ríos interiores para poder conectarse mejor con sus socios ingleses, y estructurar un país exportador dependiente al igual que los unitarios. Pero, por lo menos, esto es lo que perseguían la mayoría de las provincias. En definitiva, no había en eso alternativa a la dependencia.



[1] Halperín Donghi, Tulio: “Historia de Caudillos federales” Alfaguara, Buenos Aires, 2000

[2] Gastiazoro, Eugenio: “El federalismo democrático en la revolución de mayo”, revista Política y Teoría n°70, mayo-junio 2010, pag. 65.

[3] Ver “Juan Manuel de Rosas, el mito de la soberanía”, en www.socialismo-o-barbarie.org.

Dejanos tu comentario!