Socialismo o Barbarie, periódico Nº 193, 21/01/11
 

 

 

 

 

 

Intelectuales a sueldo del gobierno despotrican contra la izquierda trotskista

La versión K de la “teoría de los dos demonios”

Por Sergio Revelli

Durante el último mes, el kirchnerismo, de la mano de algunos de sus intelectuales adictos, se ha dedicado a una campaña de difamación y calumnias contra las fuerzas políticas del trotskismo. Mientras figurones, que van desde Horacio González, Norberto Galasso hasta el docente Mario Toer, la hacían a través de notas en Página 12 (devenido en boletín oficial de la Casa Rosada) o cartas abiertas por Internet, los ministros se cansaban de hacer declaraciones públicas sobre un “trotskismo duhaldista” o que le “haría el juego a la derecha”. Como si fuese una paradoja, en simultáneo, desde el gobierno nacional se avanzaba rápidamente en la judicialización de todo tipo de protesta de trabajadores y de sectores populares: las detenciones durante diciembre de los militantes ferroviarios Omar Merino y Jorge Hospital, y la persecución a un gran número de trabajadores tercerizados del Roca, se suman a los siete muertos en luchas en los últimos 3 meses, la prisión de Roberto Martino entre más de 4.000 procesados por luchar.

Lejos de ser algunos casos aislados, hay que tomar esta intragable y persecutoria campaña como una profundización de la iniciada contra la izquierda luchadora ya desde los conflictos del Casino, Subte, FATE, Kraft (por citar algunos ejemplos), y que ahora está dando un paso más, buscando barrerla también de las elecciones nacionales del 2011 con la reaccionaria reforma política. En este artículo no sólo responderemos las acusaciones lanzadas desde el kirchnerismo, sino que empezaremos por desarrollar las razones de fondo de la histeria contra la izquierda.

El lugar ganado por la izquierda en las luchas obreras, estudiantiles y populares

Tiempo antes a que el Argentinazo del 2001 ganara las calles, la izquierda trotskista se ganaba un lugar destacado entre los luchadores. Con una gran participación en los movimientos de desocupados, empezaba a ganar en influencia social y política. Al mismo tiempo, era una protagonista principal del proceso de fábricas recuperadas, se insertó con todo en las asambleas populares y conquistó un gran espacio dentro del movimiento estudiantil.

La llegada de los Kirchner al gobierno tenía una misión clara: desde el plano económico necesitaba salvar a los capitalistas argentinos de su debacle, y desde el político sacar de las calles a las masas, empezando por su vanguardia. Duhalde había intentado por la vía de la represión pura y dura, y tras el asesinato de Kosteki y Santillán tuvo que llamar a elecciones anticipadas.

Entonces los K, que llegaban al poder de la mano del mismo Duhalde, debían hacer un trabajo más sutil, de cooptación de algunos movimientos de lucha, de derechos humanos, estudiantiles, etc. Pero así como una parte de la vanguardia se fue tras el doble discurso kirchnerista y hoy engordan las listas de funcionarios y punteros, la izquierda trotskista no se comió el sapo y siguió luchando en las calles.

Y con la recuperación económica, el trotskismo empezó a ganarse un lugar en las luchas de un sector en el que durante toda la década de los 90 hubo un duro monopolio de la burocracia sindical peronista: el proletariado industrial. Y ahora, empalmando con algunas coyunturas de luchas obreras, con un movimiento obrero que se pone de pie de manera lenta pero sin pausa, y al mismo tiempo de desgaste de la burocracia patotera y asesina, la izquierda trotskista es vista por sectores importantes de trabajadores como una referencia.

Esto es lo que empezó a desesperar a burócratas como Moyano, Barrionuevo o Pedraza: que empiecen a surgir nuevas comisiones internas, cuerpos de delegados independientes, influenciados por la izquierda revolucionaria. Porque si hay algo de lo que el kirchnerismo está tomando nota, es que ese desprestigio de la burocracia sindical se está transformando en grietas de esos diques de contención que son para la clase obrera la CGT y la CTA; que a partir de esas grietas surgen nuevas experiencias obreras de lucha e independientes, y que es justamente la influencia de la izquierda trotskista la que lleva ese proceso hacia un nuevo clasismo.

Sin la izquierda revolucionaria, podrían jugar un papel más destacado burócratas reciclados como Yasky o Micheli, que son buenos felpudos del gobierno y la oposición patronal y obedientes para traicionar todas las luchas… pero contra el trotskismo consecuente, que no se vende ni al gobierno, ni a los sojeros ni a ninguna rama de la burocracia sindical, que fomenta las asambleas y la democracia directa, que no transa y que lucha hasta el final, la tienen mucho mas difícil.

Las nuevas viejas acusaciones

Es en este marco más general que el kirchnerismo está rabiosamente desesperado por acallar a la izquierda trotskista, y mientras prepara nuestra proscripción en las próximas elecciones nacionales mediante la reaccionaria reforma política y persigue judicialmente a varios de nuestros compañeros, lleva adelante una campaña de ataques político ideológicos buscando desprestigiar nuestras organizaciones.

El eje argumental de las difamaciones es una versión reciclada de la “teoría de los dos demonios”: la izquierda y la derecha serían algo similar porque atacan al gobierno.  Sostienen que luchar contra este gobierno (y todo gobierno nacionalista burgués) sería “hacerle el juego a la derecha”.

Vamos a citar algunos ejemplos. Horacio González, director de la Biblioteca Nacional y miembro de Carta Abierta, sostuvo en Página 12, hablando sobre Cristina, Evo, Correa y Chávez que “estos gobiernos están acechados por viejas y nuevas derechas y también son condenados dura y simultáneamente por un ramillete significativo de izquierdas de todo cuño.

Estas son encrucijadas que generan un punto de entrecruzamiento de todas esas fuerzas, lo que no es nuevo en la historia, pero ahora adquiere una significación trágica al poner en antesalas neogolpistas de derrumbe y desgaste a gobiernos democrático-sociales” (Página 12, 27/12/10). En el discurso de González el gobierno K sería un pobre rehén defensor de la democracia entre los acechos a derecha e izquierda, dando una de las versiones resignificadas de la “teoría de los dos demonios”. A su vez se queja de que estos gobiernos son “frágiles” frente a las “reformas” que encaran ellos mismos, y que así y todo “no satisfacen a los partidos provenientes de las antiguas herencias de izquierda”.

Señor González, ¿cuáles son las reformas profundas con las que no estamos de acuerdo? ¿Acaso hay una real libertad sindical o siguen actuando libre e impunemente las patotas de los Pedraza y los Moyano? ¿Hubo algún cambio respecto del trabajo precario o se mantienen las condiciones de flexibilización laboral y tercerización heredadas del menemismo? ¿Hubo una recuperación real del salario o un INDEC “dibujado” para negar la inflación y congelar los salarios? ¿Hemos dejado de pagar la deuda externa para financiar la salud y la educación o fuimos los mejores pagadores del FMI de los últimos años? Así podríamos seguir hasta el hartazgo, pero para los kirchneristas es mejor negar la realidad y echarle la culpa a la izquierda, aunque haya cero fundamentos.

Otro que se sumó a la campaña macartista, con una columna de opinión también publicada en el pasquín oficialista (Página 12, 3/01/11), es Mario Toer, dando más letra para la “nueva teoría de los dos demonios”. Luego del corte de vías por parte de los tercerizados y la provocación montada en Constitución, afirma que “los argumentos de que [los trotskistas. SR] no son responsables de la ira de los trabajadores que querían regresar a sus casa resultan francamente asombrosos”. Salieron pruebas en los medios que hubo parte de la burocracia sindical destrozando todo, pero para Toer no sólo está en un mismo nivel la legítima lucha que la provocación montada por la derecha, sino que sería el piquete el último responsable de todo. ¡El mismo argumento para abrirles causas penales a los luchadores!

Con un alto tono de desprecio, entre una larga lista de barbaridades, sostiene entre otras cosas que la izquierda, “contando con razonables estándares de libertades públicas (…) en una compulsa electoral rondan el uno por ciento”. Vale aclarar que las “libertades públicas” de las que habla no son tales, ya que no sólo porque las campañas del gobierno y la oposición las financian los grandes capitalistas con millones y millones de pesos, sino que ahora de manera totalmente antidemocrática, el gobierno está intentando apoderarse de los votos de la izquierda excluyendo a la misma, por lo cual pareciera que los guarismos electorales de la izquierda no son tan despreciables.

Toer propone en su artículo a una especie de “cruzada” contra la izquierda, llamando a salir a “debatir y consolidar autoridad política” contra los trotskistas, “allí donde se hagan presentes” y “poniendo en evidencia a quién están sirviendo”, ya que “son los principales artífices del crecimiento de la derecha, incluso en sectores populares”. Por un lado, hay una especie de desesperación por parte de los kirchneristas por la audiencia que la izquierda gana en las luchas obreras, populares y estudiantiles, y es por eso que necesitan acallarnos y calumniarnos. Por el otro, sostener que ayudamos al crecimiento de la derecha, parece un chiste de humor negro, cuando fue el gobernador kirchnerista Insfrán el que aplicó el pedido de mano dura, asesinó a dos compañeros de la comunidad qom y contó con el apoyo de la misma Cristina.

No vamos a desarrollar cada una de las estupideces que dijeron en sus notas, porque carecería de sentido y cansaría al lector. Ya desde tiempos remotos, Lenin fue acusado de “agente del imperialismo alemán”, Trotsky de agente de la Gestapo y/o del “Intelligence Service” por parte de la camarilla stalinista. Lo mismo a millares de bolcheviques para justificar su exterminio.

Entrado el siglo XXI vemos que el repertorio de acusaciones berretas por parte de los felpudos de los gobiernos burgueses y de la burocracia sindical, que ahora es repetido como loros por los discípulos de “6,7,8” o Página 12, no se ha modernizado en lo más mínimo.

¿Quién le hace el juego a la derecha?

En un escenario político donde el gobierno nacional manda contra las luchas obreras y populares patotas sindicales, barrabravas, policía e infantería; negocia con Macri cómo desalojar las ocupaciones de terrenos; impulsa la judicialización de la protesta social, sostener abiertamente que la izquierda le hace el juego a la derecha no sólo es una acusación hueca, sino que es un lavado de cara al giro derechista por parte de Cristina.

Mientras los trotskistas sostenemos que es la democracia directa, con asambleas, las que deben organizar al movimiento obrero, Cristina sostiene que Moyano es la columna vertebral del proyecto “nacional y popular”.

Mientras los trotskistas apoyamos a los trabajadores tercerizados por el pase a planta permanente y luchamos por justicia para Mariano Ferreyra, Cristina apaña a un Pedraza que sigue libre como “Pancho por su casa”.

Mientras los trotskistas planteamos viviendas para todos, Cristina y Macri mandan a la Metropolitana y la Federal contra las ocupaciones.

Mientras los trotskistas planteamos el no pago de la deuda externa, Cristina le pagó todo al FMI y ahora negocia con el Club de París, con millones de personas que mueren de hambre.

Mientras los trotskistas planteamos un salario acorde a la canasta familiar, indexado a la inflación, Cristina niega la inflación, maneja el INDEC con una patota y congela los salarios.

Mientras los trotskistas reclamamos la aparición con vida de Julio López y la disolución del aparato represivo, Cristina no mueve un dedo por el compañero desaparecido y funda el “Ministerio de Seguridad” para reprimir pero “democráticamente”.

Después de todo esto, ¿hace falta aclarar quién le hace el juego a la derecha?