Socialismo o Barbarie, periódico Nº 193, 21/01/11
 

 

 

 

 

 

Crisis política de EEUU

Masacre en Arizona

Por Claudio Testa

Jared Lee Loughner

Cuando el sábado 8 el ex-estudiante desempleado Jared Lee Loughner –22 años, blanco de clase media baja y algo chiflado– disparó su pistola Glock en un meeting del Partido Demócrata, no sólo mató a seis personas e hirió a más de una docena (entre ellas a una legisladora demócrata, Gabrielle Giffords). En ese acto también se cruzaron las coordenadas de la crisis social y política en la que se hunde cada vez más EEUU, un imperialismo en decadencia. Por eso, los disparos retumbaron fuerte en todo el país y el resto del mundo.

Arizona, “Meca del prejuicio y la intolerancia”

Curiosamente, el primer análisis bastante acertado de este episodio lo hizo horas después el sheriff Clarence Dupnik, a cargo de su investigación. Dupnik describió el “clima” político de Arizona y EEUU con sorprendente claridad para un policía:

“Aquí se ve cómo gente desequilibrada responde al veneno que sale de ciertas bocas... La rabia, el odio, el fanatismo que se está encendiendo en este país es ya indignante. Y, desafortunadamente, Arizona, se ha convertido en la capital de eso. Nos hemos vuelto La Meca del prejuicio y la intolerancia…”

Efectivamente, Arizona, con la aprobación el año pasado de la infame “SB 1070”, la ley racista antiinmigrante que motivó un escándalo mundial, se había ganado merecidamente el título. Ahora, la masacre de Tucson certifica que mantiene el primer puesto... y también que el mal abarca a todo EEUU.

Es por eso que gran parte de los medios, en primer lugar los que destilan ese veneno, como Fox News, lanzaron una campaña para presentar el hecho como la obra aislada e individual de un “loquito”, que nada tiene que ver con la prédica de intolerancia, racismo (en especial antiinmigrante), islamofobia, homofobia y los mil prejuicios que predica la derecha Tea Party-republicanos, encabezada por Sara Palin y Glenn Beck.

Como además Loughner es lo que se llama un WASP (Blanco, Anglo-Sajón y Protestante), entonces su crimen no puede ser político, sino producto de un desvarío personal.

¡Pero imaginemos lo que se diría si la masacre la hubiese perpetrado un inmigrante latino o una persona de religión musulmana! Fox News y la mayor parte de la TV y la prensa estarían llamando a la guerra santa contra el “terrorismo islámico” o a hacer pogroms antihispanos.

Pero a los republicanos (y especialmente al Tea Party) le resulta difícil lavarse las manos. Es que no se trata sólo de su agitación permanente de temas de odio, sino también de las poco disimuladas incitaciones a hacer lo que hizo Jared Lee Loughner.

Así, Sara Palin no pierde la ocasión de aparecer en los medios con un fusil de asalto u otras armas de guerra, ¡hasta cuando está en bikini al borde de una piscina! Durante la campaña electoral de noviembre, los principales candidatos demócratas eran presentados por su propaganda dentro de miras de fusil, llamando a liquidarlos. Jesse Kelly, el candidato republicano-Tea Party derrotado por la representante (diputada) Gabrielle Giffords, hacía su campaña con un cartel donde empuñaba un fusil M-16 bajo el lema: “Saque a Gabrielle Giffords. Dispárele todo un M-16 con Jesse Kelly”. Asimismo, en meetings demócratas, incluso en algunos donde ha estado Obama, se ha hecho frecuente que aparezcan grupos del Tea Party portando armas provocativamente.

Jared Loughner no ha hecho más que dar “un pasito más adelante” en esta senda trazada por la ultraderecha.

La farsa de Obama tocando el arpa

El alicaído Obama ha tratado de capitalizar políticamente el repudio a la matanza de Tucson. Pero, por supuesto, lo ha hecho con una pérfida política, que impide enfrentar en serio la peligrosa deriva de una extrema derecha que sigue siendo minoritaria, pero que actúa y se moviliza permanentemente, con el respaldo de corporaciones billonarias y de una parte importante de los medios.

Tocando el arpa, Obama llamó a los norteamericanos a “elevarse por encima de sus diferencias y unirse alrededor de los modos en que nuestras esperanzas y sueños vayan juntos”.

Esto puede caer simpático en contraste con la imagen de Sara Palin esgrimiendo un fusil de asalto. Pero resulta que las “esperanzas y sueños” de un trabajador que ha perdido su trabajo y/o su casa hipotecada tienen poco que ver con las “esperanzas y sueños” de Wall Street, de las 200 principales corporaciones y de su plutocracia de accionistas, que son los dueños de EEUU... y los amos de sus políticos, sean republicanos o demócratas.

Tampoco las “esperanzas y sueños” de los desenfrenados racistas de Fox News tienen algo común con las de los trabajadores latinos, que hoy constituyen gran parte de la clase obrera estadounidense.

Según las encuestas, hoy el 60% del pueblo estadounidense está a favor de irse ya mismo de Afganistán. Pero Obama es el primero en burlarse de esa “esperanza y sueño”. Su “pacifismo” no es incompatible con comandar ese genocidio.

La falsa retórica anti-armas y las tensiones sociales

El shock de Arizona agitó no sólo el debate acerca de la ultraderecha y sus campañas de odio. Lógicamente se hizo otra vez presente el tema de la “segunda enmienda” de la Constitución, que otorga a los ciudadanos el derecho de portar armas. Arizona es uno de los estados más permisivos en ese sentido. Cualquier chiflado –como Jared Lee Loughner– puede comprar armas de guerra sin mayores restricciones.

Gran parte del “progresismo” estadounidense sostiene la tesis de que aboliendo la “segunda enmienda” o reglamentando por lo menos severas restricciones, se impedirían hechos como el de Tucson y muchos crímenes violentos.

Por supuesto, esto es una ilusión. Muy cerca de EEUU, México, los países centroamericanos y, más al sur, Colombia, demuestran que no hay prohibiciones que valgan, si en las entrañas de la sociedad laten las causas que generan violencia, ya sea de delincuencia o por motivos políticos.

La presente crisis ha desgarrado brutalmente el “tejido social” estadounidense. Ya no son sólo los jóvenes de las minorías negras o latinas los castigados por el desempleo masivo. El mismo Jared Loughner es un caso típico de los millones de jóvenes blancos, de familias de clase media baja o ex “aristocracia obrera”, que no pueden seguir estudiando y que tampoco logran empleo. También por eso, la acción de Loughner no se puede explicar por su mera chifladura personal. Es en ese contexto que el discurso rabioso de la extrema derecha pudo calar en su “insanía”.


Combatir al Tea Party sin hacerle el juego a Obama

La necesidad de una respuesta independiente
frente a la catástrofe social

Por Claudio Testa

Un columnista estadounidense concluye, agudamente, que lo de Loughner y su violencia “es parte del colapso del Partido Demócrata como alternativa al GOP (Partido Republicano). Cuando usted está viviendo los peores tiempos económicos desde la Gran Depresión, y dos de las más infructuosas guerras de nuestra historia, y ve a los herederos del New Deal favoreciendo descaradamente los intereses de Wall Street sobre el de los ciudadanos comunes –que enfrentan la pérdida de su empleo y/o su vivienda–, usted debe esperar que ciertas formas de locura llenen la brecha”.[1]

Efectivamente, Obama y el Partido Demócrata no son hoy una alternativa a la derecha republicana ni a la extrema derecha Tea Party, ni siquiera en los marcos absolutamente capitalistas en que lo fue el New Deal de Roosevelt durante la Gran Depresión de los años 30.

Por múltiples razones, no hubo y difícilmente pueda haber una reedición del New Deal en la Gran Crisis del siglo XXI. Sólo una respuesta política independiente de cualquier sector de la burguesía, asentada en la clase trabajadora y las masas populares de Estados Unidos, podría configurar una alternativa en serio.

Pero en EEUU, a pesar de la gravedad de su crisis social, es uno de los países donde vienen más retrasadas las luchas y protestas de las masas trabajadoras, y sus expresiones sociales y políticas. Es en este vacío donde operan –y prosperan– el Tea Party y en general las corrientes de extrema derecha.

Repitiendo un fenómeno que se ha dado muchas veces en la historia, la ausencia o debilidad de una alternativa independiente de la clase trabajadora capaz de polarizar a la sociedad desde la izquierda, deja el campo libre a los que se presentan desde la derecha como los abanderados de la “ira del pueblo”. Es decir, de la rabia por la catástrofe social que los revienta.

A sueldo de las grandes corporaciones –como es el caso del Tea Party– la extrema derecha se dirige especialmente a los sectores cada vez más arruinados de la pequeñaburguesía y la “clase media” asalariada que añoran el “paraíso perdido” por la crisis, para desviar su bronca hacia otros blancos. Se trata de convencerlos que la responsabilidad no es del capitalismo, sino de los inmigrantes (por eso no hay empleo), de los musulmanes (que quieren destruir EEUU, por lo que hay que seguir y extender las guerras en Medio Oriente), de los gays y lesbianas (que por su inmoralidad atraen el castigo de Dios sobre EEUU), de los negros (vagos y delincuentes), de los sindicatos (que defienden “privilegios” intolerables), de la intervención y gastos del estado en salud, educación, subsidios de desempleo, bonos de comida (que crean los déficits que arruinaron a EEUU; del gasto militar no se habla), etc., etc.

Sin embargo, a pesar de operar con la ventaja que le da la debilidad de las luchas obreras y sociales (y también de la izquierda independiente), el Tea Party sigue siendo un movimiento minoritario. La reacción general de repudio a la masacre de Tucson (y los débiles tartamudeos de Sara Palin) no indican un vuelco irrefrenable al fascismo, como dicen algunos... para justificar el apoyo a Obama como “mal menor”.

Sin embargo, eso no significa que el Tea Party no sea un enemigo fundamental a combatir. Pero, para eso, es indispensable tener las manos libres, romper toda atadura con Obama y los demócratas.


Nota:

1.- Sam Smith, “America Helped Create Jared Loughner”, CounterPunch, January 11, 2011.