Socialismo o Barbarie, periódico Nº 193, 21/01/11
 

 

 

 

 

 

Las tareas de la izquierda revolucionaria en el próximo período

Por el triunfo de la lucha de los tercerizados,
la recomposición obrera y el castigo de
los asesinos de Mariano

Pongamos en pie una gran campaña conjunta contra
la proscripción electoral de la izquierda

Para enfrentar el ataque del gobierno contra
la izquierda

Afiliáte al Nuevo MAS

La coyuntura política nacional está marcada por una serie de importantes luchas y debates políticos. La de los trabajadores tercerizados  del ferrocarril está a la orden del día, y desde el Nuevo MAS estamos poniendo todas nuestras fuerzas en ganarla. Ligada a esta pelea, está la de justicia por Mariano Ferreyra y cárcel a Pedraza. Pero en este año que comienza se empieza a agregar otra disputa política, y es que las candidaturas presidenciales patronales están preparándose para las elecciones. En ese contexto, y como parte de la campaña totalitaria del gobierno contra la izquierda roja, éste lleva adelante una reforma política derechista sin precedentes en los últimos 30 años, que pretende dejar a la izquierda fuera de las elecciones. Esta ley pone trabas, que para poder presentarse, en los hechos sólo pueden pasarlas partidos millonarios como el PJ y la UCR, siendo un escándalo suprimir a la izquierda con una amplia tradición que lleva varias décadas. A partir de esto es que nos vas a ver en varios puntos de Capital Federal, Gran Buenos Aires y distintas provincias, juntando firmas para enfrentar la proscripción. Como parte de enfrentar la avanzada del gobierno contra la izquierda, ayudá al Nuevo MAS en esta batalla afiliándote.

“Para un periodista socialdemócrata –o algo así– como el que escribe estas líneas, los troskos son tipos raros, sectarios, dogmáticos, intransigentes, con los que cuesta mucho convivir. Personajes casi borgianos, de otros tiempos, incapaces de entender que la realidad no cabe en ninguna teoría cerrada o que el capitalismo no va a explotar por sus contradicciones y, si lo hace, no va a ser precisamente una buena noticia. Pero, a estas alturas, quién sabe quién tiene razón, ¿no? Corre tanta agua bajo el puente que tampoco se puede juzgar a los demás como si uno fuera no sé qué cosa. Sobre todo si se trata de gente que entrega su vida a la lucha por ideas y no transa. En su defensa hay que decir que nunca fueron lopezrreguistas, ni mataron gente, ni opinaron que Videla era un general democrático, ni se confundieron con Menem o Rodríguez Saá, ni con la Alianza, ni con nadie. Y fueron perseguidos como los que más. O sea que, en un país de gente equivocada, no han cometido equivocaciones demasiado graves. Y si son un poco locos, en fin, hemos tenido cada uno al frente del país –Cavallo, por citar a uno de ellos, ¿se acuerdan?– que mejor no comparar” (Ernesto Tenenbaum, 2-2-11).

Enero es propicio para una reflexión general acerca de las tareas políticas planteadas para la izquierda en el año que se inicia. De no mediar desarrollos imprevistos, en octubre se realizarán las elecciones presidenciales. Las principales fuerzas políticas burguesas ya están ordenando sus pasos alrededor de esto, frente a lo cual la izquierda deberá dar una pelea a brazo partido para no quedar proscripta.

Esto no quiere decir que la vida política del país vaya a reducirse solamente a elecciones. Hay un conjunto de procesos y tendencias que van a cruzar el panorama nacional de los próximos meses, y entre ellas el proceso inflacionario y el grado de “conflictividad social” estarán en primer lugar. En lo inmediato, la pelea por el triunfo en la lucha de los tercerizados del ferrocarril es la tarea más importante de la izquierda. También continuará a la orden del día el giro conservador del gobierno K y su campaña de estigmatización de la izquierda trotskista. Nuestros partidos y tradición política, estamos poniendo nerviosos a los kirchneristas, lo que plantea un escenario donde seguramente recrudecerán los ataques oficialistas.

La burguesía pretende dirimir el rumbo del país

Uno de los principales procesos del 2011 serán las elecciones presidenciales, con dos aspectos a destacar más allá de la querella de candidaturas. El primero es que, en cierto modo, se van a dirimir los trazos gruesos de los rumbos gubernamentales del país de los próximos años. En el fondo, las tendencias juegan más a favor de Cristina que de ningún opositor. Como hemos escrito en estas páginas, el kirchnerismo ha sido el personal político burgués que mejor leyó las tendencias económicas y políticas de los últimos años, que hoy siguen jugando a su favor. Su lógica de cierta intervención del Estado en la economía y recuperar el papel “mediador” por parte de las instituciones políticas en los conflictos sociales parece difícil de ser superada con otro abordaje en los tiempos que corren.

Un enfoque alternativo, más liberal, de dejar hacer al libre mercado o imposición de orden social a los palos no termina de estar acorde con las relaciones de fuerzas sociales vigentes. De ahí que le cueste tanto a la oposición, en todas sus expresiones, armar un discurso convincente. En todo caso, este rumbo burgués del país será parte de lo que esté en juego entre los de arriba en las elecciones.

Hay un segundo problema: las reglas de juego para realizar las elecciones parecen estar bastante cuestionadas. No solamente desde la izquierda, debido a su escandaloso aspecto proscriptivo.

Si la UCR es mayormente cómplice del asunto (la ley electoral beneficia el bipartidismo), otras fuerzas e incluso aliados de importancia del mismo radicalismo la cuestionan en uno u otro aspecto. También los principales jueces electorales del país, como Servini de Cubría en la Capital Federal y el juez Blanco en la provincia de Buenos Aires, han planteado críticas sobre todo a los tiempos para cumplimentar la aplicación de la ley.

Esta historia seguramente continuará. El gobierno y la oposición seguramente llegarán a algún tipo de acuerdo –lo más probable es que sea reaccionario, aunque esto dependerá al menos en parte también de la campaña de la izquierda– porque difícilmente se pueda ir a unas elecciones que un sector considerable de las fuerzas políticas patronales cuestionen como relativamente ilegítimas.

Luego, está la danza de los candidatos. Hoy, a priori, Cristina aparece como la mejor posicionada: con una imagen positiva del 57%. Sin embargo, en los tiempos que corren, por la situación internacional y regional y también por lo dinámico que es el país, todavía falta demasiado tiempo como para hacer juicios más aventurados.

La pelea por la recomposición obrera y su defensa de los ataques reaccionarios del gobierno

“El juez Armella, que investigó el corte de vías del pasado 23 de diciembre, procesó a los militantes que mantuvieron detenido el tren (…) [y señaló]: ‘Es hora de que se privilegie la paz social y la institucionalidad. La protesta social no da derecho a quitarle el libre tránsito a la ciudadanía, y el Poder Ejecutivo tiene atribuciones para detener los cortes de vías flagrantes y no alentar estas actitudes (…) Es hora de encauzar las cosas por carriles comunes a un país normal” (La Nación, 6-1-11).

Si las elecciones serán el principal escenario de disputa para la burguesía, la izquierda, aun luchando para participar en ellas y derrotar el totalitario intento de proscripción, tiene que seguir jugando sus principales fichas en el proceso de la recomposición obrera. Que este proceso es un hecho objetivo en la vida política nacional es a esta altura innegable. Desde ya que tiene limitaciones, sobre todo en el orden de la conciencia política de los compañeros: su carácter mayormente reivindicativo hace que a la izquierda independiente le cueste trasladar al plano político general y en crecimiento orgánico su influencia en la lucha.

Pero más allá de eso, casi todas las coyunturas del último período han tenido como uno de sus componentes algún destacado proceso de lucha dónde la izquierda ha cumplido un importante papel. En los últimos meses, esto se ha dado con la pelea de los tercerizados ferroviarios. Si esta lucha comenzó con el ferrocarril Roca y pegó un salto de visibilidad a partir del asesinato de Mariano Ferreyra, el hecho es que luego se extendió a otras líneas como el Belgrano Norte. El gobierno –de la mano de las burocracias de la Fraternidad y la Unión Ferroviaria de Pedraza viene maniobrando para incumplir los compromisos, deslegitimar la pelea, perseguirla judicial y represivamente y un largo etcétera. Pero la pelea de los tercerizados, con el apoyo de la izquierda, a pesar de todas estas maniobras sigue más viva que nunca. Ahora, para garantizar el pase a planta de los tercerizados de seguridad del Roca. Lo que indica la profundidad del proceso de reorganización obrera en curso, que seguramente tendrá nuevos capítulos en 2011.

Estratégicamente, éste es el principal proceso para la izquierda revolucionaria en el país. La imprescindible pelea contra la proscripción electoral tendrá como uno de sus centros batallar a brazo partido por darle una expresión político-electoral a esta amplia vanguardia que está emergiendo, desde las banderas de la independencia política de clase de los trabajadores. De ahí que esa pelea se deba combinar desde ahora mismo con el planteo de poner en pie un Frente Clasista de los trabajadores y la izquierda.

Parte íntima de sostener el proceso de la recomposición obrera es defenderlo de los ataques reaccionarios del gobierno K, la “justicia” y la patota sindical. Es decir, con las tareas democráticas que plantea.

A simple vista se puede ver el rol del instaurado Ministerio de Seguridad. La Gendarmería ha sido sacada a la calle para mostrarse en el Gran Buenos Aires armada hasta los dientes contra no se sabe qué enemigo… Si se trata de los delitos comunes, éstos continúan como si tal cosa, la más de las veces con complicidad policial. Por más que se intente disimular las cosas, el hecho es que el nuevo ministerio fue creado en oportunidad de la ocupación por parte de los sin techo del Parque Indoamericano. Es decir, su objetivo principal es la lucha social y no el mentado combate a la “delincuencia”.

No se puede separar la nueva política de seguridad K de las apelaciones de Cristina presentando los cortes de calles como un “delito” y las veladas amenazas de perseguir judicialmente a aquellas fuerzas o dirigentes que encabecen peleas por fuera de lo que dispongan Moyano y Cía. Ése es el verdadero contenido del Pacto Social que pretenden instaurar más o menos “institucionalizado”: reprimir a los que saquen los pies del plato de los acuerdos salariales y de condiciones de trabajo que no sean tan miserables y explotadores. Esto hace parte del operativo integral por ir a un curso más conservador que de paso garantice el beneplácito de los empresarios para apoyar a Cristina en sus aspiraciones reeleccionistas.

Así las cosas, las tareas democráticas contra esta escalada se van a poner en el tope de la agenda de las tareas de la izquierda este año. Por ejemplo, la lucha por el castigo a los responsables del asesinato de Mariano, causa que está evidentemente cajoneada. O contra el procesamiento y la amenaza cierta de prisión para los compañeros ferroviarios y tercerizados que vienen encabezando parte de las luchas del sector.

Por una campaña política unitaria contra la proscripción

En este contexto, el intento de proscripción de la izquierda revolucionaria merece una reflexión de conjunto. Si este ataque del gobierno de Cristina aparece como meramente “electoral”, en verdad tiene un alcance mucho mayor. Lo fundamental es que la izquierda trotskista se ha transformado en la expresión política que sistemáticamente está a la cabeza o es parte íntima del proceso de lucha y reorganización de amplios sectores de la vanguardia obrera y estudiantil.

Este proceso ha venido desbordando por la izquierda al gobierno de Cristina, como se observa hoy en la lucha de los tercerizados del ferrocarril (contra lo que decían personajes como D’Elía de que “a la izquierda del gobierno sólo está la pared”). Y además, está cuestionando el monopolio de la representación sindical de la burocracia sindical de la CGT y ambas fracciones de la CTA. Ésa es la verdadera amenaza.

El gobierno tiene entonces una preocupación estratégica respecto de la izquierda independiente, y busca resolverla mediante un juego de pinzas. Por un lado, agudizando su abordaje represivo del problema, buscando evitar de todas las maneras posibles el desarrollo de luchas que desborden el encuadramiento sindical tradicional.

Pero, por el otro, lo que pretende es ilegitimarla mediante el operativo de dejarla fuera de las elecciones presidenciales del 2011. La maniobra es simple: como la izquierda tiene habitualmente una votación de amplia vanguardia pero no de masas (esto no siempre es así: en 2001 alcanzó prácticamente el millón de votos), pretende dejarla afuera de octubre y utilizar este marginamiento para legitimar su exclusión represiva del movimiento obrero.

El truco es muy viejo y connatural a la democracia de los ricos, un régimen del cual Lenin decía que los trabajadores “elegían” cada cuatro años qué verdugo los iba a estrangular. Porque es una falsa democracia. Mientras que partidos tradicionales como el PJ, la UCR o Macri mantienen el control de las grandes masas con aparatos propagandisticos y clientelares millonarios, se busca marginar a la izquierda que, entre otras cosas, no tiene ni la visibilidad en los medios (es sistemáticamente censurada), ni presupuestos caudalosos para hacer campaña, amen de todos los prejuicios que destilan diariamente sus voceros periodísticos, tanto liberales (Grupo Clarín, La Nación, América, Telefé, etc.) como “progresistas” (los medios oficialistas y sus amigos).

Pero este objteivo no es tan fácil de cumplir. La izquierda tiene una tradición histórica en el país. Puso su alta cuota de desaparecidos en la segunda mitad de los 70. Y ha sido un actor real en toda la etapa de la “democracia” desde 1983. Siglas como la del MAS o el PO, o sus principales figuras políticas, son ampliamente conocidas. Es una fuerza política minoritaria, pero no marginal. Por el contrario: es una fuerza social y política real, como se ha visto en los principales acontecimientos del país de las últimas décadas.

Entonces, la decisión de marginarla no es tan simple, e incluso podría ser contraproducente para los intereses del propio sistema. Es mucho más fácil intentar cooptar electoralmente a los sectores más “débiles” de la misma izquierda (no demos nombres...) que pretender dejarla afuera in toto del sistema político electoral[1].

En todo caso, la enorme gravedad de la cuestión amerita desde la izquierda la puesta en pie de una verdadera campaña conjunta contra la proscripción político-electoral, algo que todavía no hemos hecho. No se trata simplemente de que cada organización busque la legalidad por su lado (lo que es legítimo). Se trata de lanzar una verdadera campaña política de conjunto con aspectos de frente único. Esto es más obligatorio aún entre las corrientes de la izquierda independiente que podríamos llegar a participar juntos de las elecciones mediante la herramienta de un Frente Clasista.

Para esta tarea, los reflejos de secta nos juegan en contra. Hay que tratar de deponerlos para impulsar una verdadera campaña conjunta que deje en un segundo plano nuestra propia “interna”, al menos hasta garantizar la participación electoral de las fuerzas principales. Sería criminal intentar sacar ventajas de manera no principista con la idea de que los mecanismos proscriptivos de la burguesía resolverán lo que debemos resolver a campo abierto: la disputa por la hegemonía en el seno de la izquierda. No hace falta recordar que es de principios exigir la libre participación sin condición alguna de toda corriente obrera y de izquierda que quiera presentarse a una elección.

El trotskismo es la corriente política hegemónica de la izquierda

La campaña política que desde el kirchnerismo se viene descargando contra la izquierda trotskista muestra que está realmente histérico con el peso que ésta está adquiriendo entre franjas de los trabajadores y el estudiantado. Franjas no solamente de mera vanguardia, sino que amenazan con irradiarse más allá. La última escalada de histeria antitrotskista comenzó con el asesinato de Mariano Ferreyra y volvió a ponerse sobre la palestra con los acontecimientos en Constitución del pasado 23 de diciembre.

Además de las razones “sindicales”, están las políticas. Parte del personal político K viene de las formaciones de la izquierda peronista de los años 70, que siempre se sintieron amenazados por la izquierda revolucionaria. Este personal político, sus funcionarios e intelectuales, han sufrido un proceso de aburguesamiento y cooptación estatal de conjunto. Muchos de ellos han devenido escribas del poder gubernamental-estatal con jugosos ingresos.

La situación de la militancia trotskista es la opuesta. No se ha dejado cooptar como fuerza política, y nadie se ha enriquecido con la militancia. Más bien lo contrario. Tampoco somos funcionarios en cargos estatales ni pretendemos serlo. La izquierda trotskista es prácticamente el único sector que milita por ideales y no por dinero o cargos, y configura una fuerza cuyo centro no son los entuertos parlamentarios sino las luchas cotidianas de los trabajadores.

Incluso más: sin ser la única izquierda independiente del país (hay otras expresiones de otro corte ideológico), a todos los efectos prácticos, el trotskismo se ha ganado un lugar hegemónico entre la izquierda “dura”.

De ahí la perfidia con que pretenden desprestigiarla. Es el ejemplo de Mariano Ferreyra, del cual Cristina no se dignó a hablar ni una sola vez. Han hecho una apología de que Néstor Kirchner habría “muerto por la causa” cuando murió millonario y de muerte natural. Pero no han dicho palabra de Mariano, representante de la militancia anónima, abnegada y comprometida con los explotados y oprimidos, asesinado “al pie del cañón”. ¡Ésa es la “mística” que hay que impulsar entre la juventud, no la de la gestión y los cargos estatales!

En el fondo, el problema es que el trotskismo está aumentando su influencia política y su organicidad, y eso es lo que los K –en esto sí, en nombre de toda la clase capitalista– quieren cortar.

Salgamos a las calles a derrotar la proscripción

En las próximas semanas tenemos planteadas dos tareas muy concretas. Por un lado, redoblar la apuesta por el pase a planta de todos los tercerizados del ferrocarril. Como habíamos alertado en estas páginas, no había que bajar la guardia antes de tiempo: el gobierno estuvo maniobrando para incumplir sus compromisos. Ahora está planteado volver a salir a la pelea de manera unificada y masiva, porque de nada sirven las acciones minoritarias o sustituistas.

Al mismo tiempo, hay que poner en marcha ya mismo una sistemática y unitaria campaña contra la proscripción de la izquierda, que incluya la pelea por la legalidad partidaria de cada fuerza (la afiliación de nuevos compañeros) pero no se reduzca solamente a ello.

Compañeros y compañeras: ¡manos a la obra!


[1] En un contexto más extremo, un ejemplo histórico de un operativo semejante fue la ilegalización de la emergente socialdemocracia alemana en las últimas décadas del siglo XIX llevada adelante por el canciller Bismarck, lo que a la postre sólo sirvió para que emergiera más fortalecida.