Socialismo o Barbarie, periódico Nº 171, 04/03/10
 

 

 

 

 

 

8 de marzo - Día Internacional de la Mujer Trabajadora

Homenaje a las mujeres trabajadoras

Por Inés – Agrupación Las Rojas

A propuesta de la dirigente revolucionaria Clara Zetkin, el Congreso de Mujeres Socialistas de Copenhague proclamó en 1910 el 8 de marzo como Día Internacional de Lucha de la Mujer Trabajadora.  Al cumplirse 100 años de ese primer 8 de marzo, la agrupación de mujeres Las Rojas quiere rendir homenaje a las mujeres trabajadoras. Publicamos a continuación el testimonio de Lucy Luck,  quien fue capaz de escribir sus memorias. Lucy nos muestra la opresión que sufren las mujeres trabajadoras y que lejos de la propaganda de que las mujeres estamos mejor que nunca, revela la continuidad de la opresión patriarcal burguesa.

Lucy M. nació en Tring, cerca de Londres. Su padre, albañil, abandonó a la familia cuando Lucy tenía tres años; ella le describía como “un borracho y un bruto”. La madre de Lucy no tenía manera alguna de mantener sola a sus hijos. En 1848, en Inglaterra ya se había puesto fin al sistema de “ayuda externa”, que significaba que los necesitados recibían los donativos de caridad en su propia casa; en lugar de eso, a la madre de Lucy se le dijo que debía ingresar en el asilo local si quería recibir algún tipo de asistencia. Lo hizo como último recurso (en todas las memorias de la gente de la clase obrera aparece el temor de tener que acudir a la asistencia pública y vivir en las condiciones carcelarias del asilo) y Lucy recuerda en sus memorias que cuando su madre llegó al asilo “se sentó en las escaleras con uno de nosotros a cada lado y con otro en brazos llorando amargamente por nosotros antes de meternos adentro”.

Separada de su madre, Lucy creció en el asilo (a los niños se les separaba de sus padres para desanimar a la gente a entrar). Su recuerdo más vivo era el de una comida horrible: “Solíamos tener tazones de lata para tomar la papilla de harina y agua o la leche. Una mañana mi taza estaba medio llena de migas secas y la papilla casi fría no la mojó. Os dejo que adivinéis cómo era aquello cuando lo removí. He pensado en ello muchas veces, particularmente cuando veo pegamento para empapelar.” Lucy aprendió a leer en el asilo, y a los ocho años fue enviada a una fábrica de seda. “El primer día que fui trabajar estaba tan asustada por el ruido del trabajo y las ruedas girando a toda velocidad por todos lados que no me atrevía a pasar a los talleres donde estaban trabajando solamente hombres, y me quedé quieta llorando, pero sin embargo, tenía que ir. Yo era demasiado pequeña para llegar  a lo que tenía que hacer, y me tuvieron que subir en lo que llamaban un caballo de madera para que trabajara de pie sobre él.” En la casa de una de sus familias adoptivas cosía, en la otra trenzaba paja para hacer sombreros. Hasta los 18 años trabajó sucesivamente como sirvienta, en distintas casas “donde me trataban como un perro”. En el verano de 1864 trabajó como aprendiza en el trenzado de la paja, así lo describe: “Fui de un sitio a otro en busca de trabajo. A veces obteniendo sólo lo suficiente para conseguir un poco de comida. Pero no podía obtener nada más y mis botas se me deshacían en los pies, haciéndome ir a veces con los pies mojados. Cuán a menudo me vi tentada a llevar una mala vida, pero siempre pareció haber una mano que me retenía.” A los 18 años encontró trabajo cosiendo en un taller y se alojó con la familia que lo dirigía. “Yo había trabajado noche tras noche hasta las 11 ó las 12, usando una vela de junco, y mis ojos habían comenzado a ponerse tan mal que apenas veía.” Su patrón le aconsejó que se casara con Will Luck, un labriego de 21 años, diciéndole: “Él nunca te pegará”. La única descripción de su marido dice: “Will era un muchacho responsable y ahorrador.” Continuó trabajando en la costura y trenzando paja. “Las cosas iban bien por lo general, viviendo felices juntos pero trabajando mucho; descubrimos lo difícil que era escapar de los problemas, y con el paso del tiempo, yo tuve tres niñas.” La tercera hija murió a los ocho meses; la segunda a los cuatro. Cuando nació el cuarto hijo, la familia necesitaba más dinero. Cuando Luck pidió un aumento le dieron un mes para que se fuera. Will se trasladó a Londres para trabajar en el ferrocarril. Lucy le siguió: “Nunca olvidaré mis primeros dos o tres meses en Londres… Creo que estuve llorando la mayor parte del tiempo, porque mi esposo tenía trabajo de noche y yo estaba entre extraños y pensando en mi pobre niña que tan poco hacía que había enterrado.” Pero se adaptó al cambio. Resumió el resto de su vida escuetamente: “He trabajado durante 47 años y no he perdido ni una sola temporada, aunque tengo una familia numerosa (al final tuvo 7 hijos vivos)… En mis temporadas de trabajo he trabajado prácticamente día y noche. También he trabajado fuera de casa como asistenta y lavando, y he arreglado la casa de un caballero algunas veces, y también me he dedicado a la costura”. Compraba tela en las rebajas y hacía la ropa de sus hijos. Se enorgullecía de haber hecho siempre todo lo posible “para educarlos respetablemente” y cuando cumplió los 70 años fueron sus hijos los que la animaron a escribir sus memorias.

Por las Lucy que todavía hoy sufren la opresión del capitalismo patriarcal y por las que se levantan  y se levantarán para enfrentarlo:

¡Viva el Día Internacional de la Mujer Trabajadora!