Socialismo o Barbarie, periódico Nº 171, 04/03/10
 

 

 

 

 

 

La absorbente pelea gobierno K-oposición patronal

El chiquero político de cada día

“El nuevo Congreso que comienza a funcionar mañana será el mayor trampolín y escala previa para las elecciones presidenciales de 2011. Ya no quedan dudas de que tanto el oficialismo como la oposición utilizarán ese escenario como piedra angular para proyectar cualquier esquema de poder con vistas a la sucesión o continuidad de Cristina Kirchner” (La Nación, 28-02-10).

El lunes 1° de marzo Cristina K inauguró las sesiones ordinarias del Congreso. No se trató más que de un nuevo round entre gobierno y oposición en la asfixiante pugna que vienen llevando adelante desde hace meses. Intuitivamente amplios sectores de los explotados se dan cuenta que no se está jugando realmente ninguna partida a favor de los intereses populares, de ahí su apatía respecto de las cotidianas peleas entre Cristina, Cobos, Macri, Carrió, De Narváez y un largo etcétera.

La pelea a dentelladas que se está observando simplemente tiene que ver con la imposición de una u otra “agenda” (la de los K o la de la oposición) para que los trabajadores paguemos la crisis que viene desde el norte del mundo, al tiempo que se preparan para el recambio presidencial en el 2011 si es que éste no procede antes…

“Poniendo estaba la gansa”

La pugna que se concentra hoy en la cuestión de las reservas del Banco Central no tiene que ver con que unos quieran pagar la deuda y otros no. Tanto los Kirchner como la oposición quieren pagar. La pelea se reduce a la forma en que afrontar estos pagos. Si el gobierno pretende hacerlo con parte de las reservas, la oposición quiere “preservarlas” hasta el próximo gobierno al tiempo que le exige a Cristina –sotto voce– que lleve adelante un ajuste económico en regla.

Como el gobierno no quiere terminar de incendiarse del todo con un ajuste explícito (la inflación es su forma “disimulada” para hacerles pagar la crisis a los trabajadores), de ahí que hayan buscado la vuelta a cómo hacerse de las susodichas reservas del Central: anular el anterior DNU emitido a comienzos del año... sólo para reemplazarlo inmediatamente por otros dos al mismo efecto.

Se pretende así entregar 4.500 millones de dólares a los usureros internacionales que han mantenido bonos de la deuda externa argentina en default (adquiridos a precios de ganga del 10% de su valor nominal y que, canje mediante, obtendrían aproximadamente la friolera del 50%, pingüe negocio como se ve), al tiempo que se destinan otros 2.000 millones a afrontar los pagos con los organismos internacionales (los tan denostados por los K FMI y Banco mundial).

Repetimos: no es el pago de la deuda lo que objeta la oposición sino las “formas” mediante las cuales el gobierno pretende hacer frente a las “obligaciones externas”.

En lo inmediato, el anuncio de los nuevos DNUs –en plena inauguración de las sesiones parlamentarias del 2010– parece haber desatado un nuevo capítulo en la crisis política en curso entre los de arriba. Sin embargo, no hay que excluir que la oposición (en primer lugar, los radicales, que son los que más cuentan) dejen pasar estos pagos y sólo cacareen para profundizar los costos políticos del gobierno (no hay que olvidar que los famosos “mercados” festejaron la medida de los K con un aumento de la Bolsa).

De la plaza al palacio

Pero hay más cosas en juego en esta crisis que el pago de la deuda externa. Se trata de un determinado tipo de “procesamiento” de los conflictos que están buscando imponer los capitalistas por intermedio de una cierta recuperación –aún muy limitada por cierto– de la “legitimidad” de las instituciones de la “democracia”.

Es que la Argentina de hoy no es exactamente igual que la del 2001. A principios de la década, cuando el “Que se vayan todos”, lo que se expresaba era el hecho de que tanto oficialismo como oposición patronal estaban completamente desprestigiados a los ojos populares. Ese fue un factor –sobre el trasfondo de una crisis económica más dramática que la actual– que determinó que la oposición terminara siendo “la calle”: los cortes de ruta, los piquetes, las asambleas populares, las fábricas recuperadas, las huelgas docentes, etcétera.

La situación, hoy por hoy, no es igual, al menos no todavía. Porque la realidad es que a lo largo de los últimos años la burguesía se ha esforzado –y, hasta cierto punto, logrado– “institucionalizar” la vida política del país encauzando los conflictos por la vía de las instituciones de la democracia de los ricos[1].

Esto es: volver a la normalidad de que la “mediación” de las diversas pugnas se “ventilan” mediante las instituciones mismas y nunca en las acciones de lucha directas de los explotados y oprimidos.

La sede de los “reclamos” debe ser así el Congreso Nacional o la “Justicia”, instituciones monopolizadas por el personal político y administrativo de los de arriba, que son los que imponen, al mismo tiempo, su propia y tramposa “agenda”. Una agenda que nada de nada tiene que ver con las necesidades de los trabajadores y los sectores populares: “federalismo”, “republicanismo”, “el respeto de los procedimientos institucionales” y abstracciones por el estilo.

La mismísima Ley de reforma política del gobierno K viene a colaborar con este objetivo: busca volver a poner en pie el tradicional bipartidismo al tiempo que, reaccionariamente, excluye a las fuerzas “menores” sobre todo las de la izquierda roja.

Una pelea de procedimientos que ningún mortal puede comprender

Esta misma “institucionalización” de la vida del país (repetimos, en la que no está en juego ningún interés favorable a los trabajadores) es la que transforma la vida política nacional en un acontecimiento “incomprensible” por las amplias masas.

Este es un efecto –concientemente impulsado– de la permanente querella de procedimientos entre oficialismo y oposición: que DNU sí, que DNU no; que presidencia de las Cámaras, pero no mayoría en las comisiones; que reconocimiento de la nueva presidenta del Banco Central, que no; que recurso de amparo, o apelaciones en la Justicia; que quórum propio en las Cámaras, que no… y así hasta el aburrimiento.

Se trata de toda una serie de procedimientos institucionales que han adquirido una importancia inusitada para dirimir sus peleas en la vitrina de los medios de comunicación. Una serie de procedimientos que, convenientemente, ningún mortal puede entender, pero que acaparan –día y noche– prácticamente toda la vida política nacional buscando la vía de desplazar la eventualidad de la acción directa en las calles.

Hay que recordar que incluso, en las circunstancias del año 2008, la Mesa de Enlace de los patrones del campo cortó rutas y movilizó decenas de miles de personas de las clases medias altas del campo y la ciudad en defensa de sus egoístas intereses de “productores” capitalistas. Sin embargo, como ha reconocido el propio Biolcati (presidente de la Sociedad Rural), hay bastante consenso en que apelar a esos métodos “no es lo mejor en este momento”. Tanto los K como la oposición buscan dirimir sus disputas en el ámbito de las instituciones dejando a las masas populares como pasivos (tele) espectadores del inentendible teatro de la política patronal.

El Congreso Nacional como cueva de bandidos

En el contexto anterior, nada mejor que apelar a la definición de Lenin acerca del significado del parlamento patronal: una verdadera cueva de bandidos.

El hecho es que el parlamento de la democracia de los ricos aparece –y es vendido- ante los ojos de la población, como la “representación de la soberanía popular” en la medida que senadores y diputados son electos mediante el voto secreto.

Pero esto esconde dos redondas falsedades. Por un lado, las elecciones con voto universal bajo el capitalismo siempre han sido un mecanismo tramposo en la medida que las mismas son monopolizadas por los grandes aparatos burgueses que son los que cuentan con fondos multimillonarios para hacer campaña y con el control absoluto de los medios de comunicación para vender sus eslóganes.

Junto con lo anterior, hay otro elemento: la inexistencia de la revocatoria de los mandatos. Los candidatos hacen campaña prometiendo una cosa. Pero cuando se apoltronan en sus bancas hacen otra burlando sus “mandatos” sin que nadie pueda cuestionarlos.

En realidad, los legisladores no son los “representantes naturales” de la masa de los votantes sino de una y otra fracción patronal a la que responden (que son las que les dan de comer).

Así, el Congreso es lo contrario a lo que nos inculcan en la escuela: es la institución por excelencia del engaño y la burla al mandato popular: ¡un chiquero donde los bandidos representantes de los de arriba arreglan sus chanchullos!

Esto no quiere decir que en la tradición de la izquierda revolucionaria no haya que tener parlamentarios. Al contrario: estos son importantísimos como herramienta para salir de la marginalidad política haciendo lo contrario a los políticos patronales: ¡para denunciar que lo que se hace en el Congreso Nacional es burlar las necesidades, intereses y voluntad de los trabajadores! De ahí que mediante la reforma política se pretenda asegurar bajo siete llaves que no haya representantes de la izquierda independiente en el Congreso.

Pero hacer esto es lo opuesto de “institucionalizar el conflicto social” como pretenden Solanas y el resto de la centroizquierda. Por el contrario, el objetivo de la izquierda revolucionaria debe ser desatarle las manos a las masas de la “ciega” y atrasada confianza en las instituciones e impulsar la acción directa en las fábricas y las calles.

Lucha salarial e impulso de un sindicalismo clasista

Como ya hemos señalado, los K han preferido el mecanismo de ajustar la economía por la vía inflacionaria. ¿Qué significa esto? Sencillo: en lugar de hacer un ajuste económico ortodoxo que “revalorice” el peso, salde los pagos de la deuda externa achicando los gastos y haga escalar el desempleo, prefieren pagar deuda con reservas, aumentar la cantidad de moneda circulando, mantener el peso devaluado contra el dólar y que los empresarios se hagan la “América” vía la demarcación de los precios: “La mayoría de los economistas estiman que la inflación este año va a superar –con mucha probabilidad– el 20%, y señalaron que se debe estar atentos a que no aumente la frecuencia de negociación de los contratos como las negociaciones salariales, porque ese es un primer indicio de una situación que se puede complicar más”[2].

Todo empresario sabe que siempre los precios irán por el ascensor y los salarios por la escalera. Esto por la sencilla razón que para aumentarlos dan una orden y punto, mientras que los salarios están atados a todo un procedimiento “administrativo” (las paritarias) que, para colmo, está en manos de burócratas sindicales funcionales a los K.

Burócratas que, como CTERA, SUTEBA y UTE en el gremio docente, acaban de garantizar no sólo aumentos por detrás de la inflación… sino paz social para todo el presente año!

Sin embargo, el ajuste inflacionario no puede dejar de tener eventualmente graves problemas para los de arriba en materia de “estabilidad social”: la demarcación de los precios es un aguijón permanente para los trabajadores que a la hora de hacer las compras, atenderse la salud o mandar a los chicos al colegio, se dan cuenta que no hay dinero que alcance.

Este aguijón es el que a pesar de los servicios prestados por la CGT y la CTA, eventualmente podría hacer irrupción en las próximas semanas y meses en conflictos de magnitud ante la escalada inflacionaria.

Para ese escenario hay que prepararse tratando de imponer aumentos por encima de la inflación, la votación de paritarios en asambleas para controlar las negociaciones, la revisión periódica de los acuerdos (por ejemplo, una vez cada tantos meses) que signifique una cláusula gatillo de aumentos contra la inflación[3].

En fin: de una u otra manera la lucha salarial podría convertirse en el elemento más dinámico para hacer estallar los planes de ajuste tanto de oficialismo como de oposición (así como el monopolio de la vida política solamente para sus asfixiantes peleas en las alturas), al tiempo que servir de punto de apoyo para desbordar a los “dirigentes” de la CGT y la CTA apostando al desarrollo del sindicalismo clasista que está emergiendo en múltiples lugares de trabajo y sindicatos.


[1] Esa ha sido una de las más grandes contribuciones del kirchnerismo al orden de cosas capitalista existente en el país a pesar de todos sus discursos de “barricada”…

[2] La Nación, 28-02-10.

[3] Cláusula gatillo que no puede ser la trampa que se acaba de firmar en algunos casos por la burocracia docente y que es lo opuesto a la misma: el obtener aumentos escalonados.