Socialismo o Barbarie, periódico Nº 165, 04/12/09
 

 

 

 

 

 

El Cuerpo de Delegados del Subte acepta la propuesta del gobierno

Se dejó pasar una oportunidad

“Héctor ‘Chino’ Heberling, dirigente del nuevo MAS, declaró: ‘los ofrecimientos realizados por Tomada a los delegados del Subte aparentan ser una gran concesión hacia la demanda de los trabajadores, pero esconden una trampa, porque en el fondo no se soluciona el reclamo central por el cual los compañeros realizaron los paros; claramente, no se les reconoce la inscripción al nuevo sindicato. La lógica del gobierno es ofrecer una solución parcial con la ‘tutela’, sumar varias demandas sentidas, pero no aflojar la más importante políticamente que es la inscripción. De esa manera, gana tiempo y patea todo para más adelante con el objetivo de que en un futuro pueda controlar este y otros cuestionamientos al modelo burocrático de la CGT. Es decir, el gobierno trata de encapsular dentro del Subte el reclamo para evitar el contagio hacia otros sectores” (“La propuesta del gobierno es una trampa”, comunicado de prensa del nuevo MAS, 28 de noviembre del 2009).

Lamentablemente, la mayoría de los delegados del Subterráneo de Buenos Aires terminó aceptando la propuesta del gobierno que les hace un sinnúmero de concesiones pero a priori frustra –en lo inmediato– el principal reclamo de la lucha: el reconocimiento de su nuevo sindicato[1].

Esta decisión fue luego ratificada por asamblea de todas las líneas. Desde ya que el nuevo MAS respeta sin atisbo de dudas la decisión de los delegados y la base del Subte. Pero esto no quiere decir que la compartamos.

En lo que sigue, trataremos fraternalmente de fundamentar nuestro planteo de que habría que haber insistido en lograr –de manera inmediata– la inscripción del nuevo sindicato y que haber aceptado postergar este reclamo ha sido un grave error.

En todo caso, creemos que este debate puede servir a la acumulación de experiencias y aprendizajes de todos: tanto de los delegados del Subterráneo, como su activismo, el resto de las experiencias de la vanguardia, los demás partidos de la izquierda y, obviamente, también el nuevo MAS, que para nada se siente una secta con la verdad revelada.

Cambiando de caballo en medio del río

Partamos de los hechos: la circunstancia es que los compañeros venían realizando una serie de muy contundentes medidas de fuerza y que mediante el último paro por 24 horas habían logrado instalar en la palestra nacional el reclamo de su derecho de organizarse como ellos quisieran. Fue muy llamativo cómo durante el último paro los medios trataron de arrancarles declaraciones a los usuarios contra los trabajadores del Subte... y no lo lograban: ¡una mayoría social apoyaba su reclamo de reconocimiento ya contra la patota de la UTA!

Como si esto fuera poco, con su lucha lograron instalar el tema de la “libertad sindical” como uno de los principales problemas políticos nacionales: el modelo sindical quedaba cuestionado. Tan es así que la CGT se puso nerviosa amenazando con convocar a una movilización contra la izquierda en el movimiento obrero... Tamaño despropósito, de haberse consumado, hubiera catapultado seguramente a las corrientes de la izquierda independiente hacia un auditorio que difícilmente tengamos habitualmente.

A tiempo, el gobierno K hizo retroceder este torpe accionar. Sin embargo, el hecho no dejó de reflejar el estado de desesperación en el que parecía estar cayendo parte de lo más granado de la burocracia sindical argentina.

El acto finalmente no se hizo. Pero la situación continuó al rojo vivo: el reclamo por la simple inscripción del sindicato del Subterráneo siguió presente a lo largo de varias jornadas y todo el foco mediático se trasladó a las negociaciones en el Ministerio de Trabajo.

Incluso más: durante el fin de semana posterior al último paro, varios medios de comunicación pusieron como un hecho cierto que “tres delegados del Subterráneo se reunieron con Néstor Kirchner en Olivos”. No sabemos a ciencia cierta si esto fue verdad. Pero en todo caso, lo que reflejaba la versión, era una inmensa preocupación en el gobierno alrededor de su política “gremial”: esta cuestión llegó a abrirle –por unos días– una cierta crisis política.

En el medio algo pasó: el pliego de reivindicaciones fue cambiado. Es decir, de un pliego donde la inscripción del sindicato era el punto fundamental y casi excluyente se pasó, sin solución de continuidad, a otro donde esto quedaba en el último escalón. Cambiar el programa de la lucha en medio del “río” nos parece un grave error que cometieron los compañeros del cuerpo de delegados (o de la mayoría del mismo).

Lo obtenido

Lógicamente, el gobierno K algo (o mucho) debía ceder si es que quería conformar a los compañeros para que retiraran el hierro candente de la inscripción de su nuevo sindicato[2].

Lo que se consiguió es lo siguiente: según el acta que ha sido hecha pública, lo obtenido en el plano digamos estrictamente “gremial” es:

a) El reconocimiento de hecho del cuerpo de delegados del Subte por un año. Es decir, a los más de 80 delegados de la “Asociación” se les reconoció la tutela sindical.

b) También se le reconoció la potestad de negociar paritarias.

c) A cambio de lo anterior, los compañeros se comprometieron a una “paz social” por un año en materia de reclamos “sindicales”. Es decir, no pueden hacer medidas de fuerza por un año para insistir en la inscripción.

Luego están las reivindicaciones estrictamente “económicas”. No tenemos claro si se acordaron de “palabra”, o si serán próximamente firmadas. Lo cierto es que hay tres enormes reivindicaciones económicas que al parecer están por ser concedidas al Subte:

a) En primer lugar, los compañeros volverían a tener –como en el pasado– dos días de franco consecuentes por semana y no uno solo como es el caso hoy.

b) En segundo lugar, obtendrían la jubilación a los 55 años con el 70% de los ingresos en actividad.

c) Y, en tercer lugar, se les habilitaría una bolsa de trabajo para que los familiares de los compañeros puedan trabajar en el Subte.

Desde ya que todo esto no es poco. Lógicamente,  estos reclamos seguramente actuaron como un “dulce” a la hora de la aprobación del acuerdo en las asambleas de base. Pero en todo caso, de lo que se trata, es de hacer una evaluación descarnada del tema con criterios que no sean puramente “reivindicativos” sino políticos. Esto es lo que corresponde en un caso cuando de lo que se trata es de una pelea que excedió el mero terreno “sindical”[3].

Pan para hoy y hambre para mañana

El hecho cierto es que, desde el punto de vista estrictamente “gremial”, los compañeros obtuvieron su funcionamiento de hecho como sindicato pero sólo por un año.

Es decir, lo que se ve –al menos por ahora, y salvo que la “jugada” estrictamente judicial les salga bien, lo que no hay que descartar, pero depende de un sinnúmero de factores independientes de la lucha misma– es un reconocimiento de hecho de su nuevo sindicato (de ahí la tutela sindical y la capacidad de negociar y firmar paritarias) pero solamente por el transcurso de un año.

¿Cuál es el problema de esto? Simple: en un año pueden cambiar todas las condiciones políticas que rodearon este momento de la lucha y en vez de extenderles el Ministerio por un nuevo período la tutela... podría acompañar una eventual ofensiva de la UTA por la cual ésta vuelva a la carga con su “potestad” sobre los trabajadores del Subterráneo[4].

Es decir: el reconocimiento de hecho del sindicato está marcado por una absoluta precariedad que puede ser pan para hoy y hambre para mañana. Esto hasta por el hecho de que las circunstancias que rodean una lucha no necesariamente se pueden volver a repetir. Como decía el gran revolucionario ruso León Trotsky, ¡el tiempo en política es mucho más importante que en gramática!

Pero además, está la maniobra de cambiar reivindicaciones políticas por económicas: esto es lo que acaba de ocurrir con las reivindicaciones a las que acabamos de hacer referencia.

Claro, quién podría no valorar los dos días de franco, una jubilación digna anticipada o la posibilidad de hacer entrar a sus hijos en un lugar de trabajo como el Subterráneo. Sería un marciano o un “izquierdista” de leso propagandismo.

Pero lo que se les ha escapado a los compañeros es que este ha sido el mecanismo tradicional para cortarle las aspiraciones políticas y de independencia al movimiento obrero.

Haciendo un poco de historia digamos que la segunda posguerra estuvo plagada de este tipo de mecanismos. Y si lo propio no ocurre hoy de manera general en las condiciones de un capitalismo salvaje y neoliberal que no hace concesión alguna, esto no quiere decir que en casos particulares y circunstancias excepcionales, la patronal y el gobierno no puedan optar por conceder esto a cambio de algo más grave para ellos: la quiebra del modelo de unicato sindical que le ata las manos al movimiento obrero argentino.

El peligro del “corporativismo”

Lo anterior está ligado a otro gravísimo problema: obteniendo los compañeros del Subterráneo reivindicaciones para ellos solos, pero desentendiéndose del resto del movimiento obrero, los compañeros amenazan con que el gobierno K tienda una fosa entre ellos y el resto de la clase obrera...

Esto en varios planos. Por un lado, el reconocimiento de “hecho” pero no de “derecho” deja todo el reclamo de libertad sindical “extra muros” del Subte como está. Por ejemplo: los compañeros de la UTA que estaban esperando el resultado de la pelea del Subte por su nuevo sindicato para pasarse con ellos al mismo, una conclusión que pueden a sacar ahora es que “el nuevo sindicato no salió” y que entonces no hay adónde pasarse...

Además, aquí hay otra cuestión: el gobierno, la CGT y la propia UTA (a su manera) están ahora respirando más tranquilos porque, formalmente, el nuevo sindicato no ha sido reconocido. Lo que hay –al menos hasta ahora y en el caso que la vía judicial no prospere– es un reconocimiento de hecho que entonces no puede sentar precedente para el resto del movimiento obrero.

Por último, está el mecanismo –estrechamente “reivindicativo”– de cambiar reivindicaciones políticas por económicas. Aquí lo que se pierde de vista es que, como decía Rosa Luxemburgo, las reivindicaciones más importantes de los trabajadores con conciencia de clase, son siempre las que le permiten avanzar en su organización independiente y conciencia, no las estrictamente económicas[5].

Por el contrario, muchas veces las concesiones económicas se utilizan, precisamente, para suprimir la independencia del movimiento de trabajadores del que se trata.

En este contexto, insistimos: haber cambiado el pliego reivindicativo en medio de la lucha ha sido un grave error que puede tener la consecuencia no sólo de postergar “sine die” el reconocimiento del nuevo sindicato sino, peor aún, abrir una brecha por donde la burguesía y el gobierno se metan para intentar separar a los compañeros del Subte del resto de los trabajadores.

Sindicalismo a secas o sindicalismo revolucionario

Profundicemos en esto que venimos señalando un poco más. La realidad es que en un contexto donde los compañeros del Subte instalaron su reclamo como uno de los principales problemas políticos de la agenda nacional, el cuerpo de delegados terminó quedando por detrás de la realidad que ellos mismos habían generado: se movieron con un criterio de mero “sindicalismo” en vez de responder a las exigencias planteadas.

Es decir, estaban dadas todas las condiciones políticas para obtener la inscripción del nuevo sindicato ya. Y obtenerlo como subproducto directo de la lucha. Además, aprovechando el franco apoyo de la enorme mayoría de los trabajadores del país, los compañeros hubieran sentado un precedente que hubiera ayudado al resto de los trabajadores que tanto los han venido apoyando en su lucha a lo largo de estos años.

Pero los compañeros cometieron el error de quedar de “espaldas” a este sentimiento: su reconocimiento de hecho no alcanza para ayudar a desatarle las manos al resto de los trabajadores argentinos que también pueden querer recorrer el camino de la libertad sindical.

Esto nos conecta con otra cuestión: la idea de que las reivindicaciones se obtienen “paso a paso”, “una cosita hoy y otra más adelante”... Lamentablemente, en un sector de los delegados del Subte, se ha ido imponiendo una lógica “reformista”[6] donde lo que se pierde de vista es el objetivo de ir hacia un nuevo movimiento obrero.

La novedad y especificidad de este mecanismo tiene que ver con que hace décadas que entre los trabajadores ni siquiera se obtienen reformas. Es decir, lo que ha hecho la burocracia sindical , es administrar un retroceso histórico en las conquistas de la clase obrera. O, en todo caso, llevar adelante –como en los últimos años– disputas por porcentajes salariales, o peleas de “bolsillo” por encuadramiento sindical como Moyano, y que no lo hace a éste un “ejemplo” (como lamentablemente, llegó a decir uno de los principales delegados del Subte).

Pero justamente cuando la actual pelea (y discusión) sobre el modelo sindical se ha puesto sobre la palestra, no se puede tratar entonces de “encapsular” todo en los estrechos límites de la obtención de reivindicaciones parciales para un solo sector: se trata de elevarse a la perspectiva de una unión mucho más estrecha entre las reivindicaciones económicas, las sindicales y las políticas, poner en práctica elementos de un sindicalismo clasista y revolucionario.

Porque lo meramente “reivindicativo” es precisamente la tradición que marcó a la clase obrera argentina a comienzos del siglo XX y luego se perdió: primero de la mano de las traiciones del PC en la década del 30 y luego del sindicalismo peronista.

Es un hecho que la clase obrera argentina es muy combativa. Pero todavía está marcada por un enorme “reivindicacionismo”. Por esto, es un hecho completamente verdadero que la más de las veces sostener reclamos “políticos” es muy difícil.

Pero si alguien podría haberlo logrado era el cuerpo de delegados del Subte. Opinamos fraternalmente que su cambio de programa en el medio del río tuvo una influencia fundamental en que la base votara como votara a favor del acuerdo.

Transformar los errores en lecciones estratégicas

En fin: este error de los compañeros no quiere decir que todo esté perdido ni mucho menos. La pelea por la recomposición de la vanguardia y parte de la clase obrera argentina está pegando un salto y seguramente tendrá nuevos capítulos.

En un sentido profundo, va mucho más allá del Subte. Incluso no hay que descartar que por un “golpe de suerte” la inscripción del nuevo sindicato sea lograda judicialmente, lo que sería –de todo modos– un triunfo si bien algo “mediatizado”, pero triunfo al fin.

En todo caso, en el recorrido de esta experiencia de la recomposición, se trata de ir aprendiendo de los errores cometidos para transformarlos en lecciones estratégicas. Porque de esta manera seguramente se comenzará a comprender mejor qué significa un sindicalismo clasista y revolucionario para el que se vienen acumulando cada vez más condiciones.


[1] Es “increíble” como con cartelones rojos y otras formas los medios salieron instantáneamente a informar que el Subte había levantado la lucha sin obtener el nuevo sindicato.

[2] Señalemos de paso que la apelación judicial de este reclamo ya había tenido el fallo favorable en dos instancias donde se conminaba al Ministerio de Trabajo a que resuelva acerca del punto. En todo caso la vía judicial sigue abierta y el acta lo señala expresamente. Pero habrá que ver ahora si la “justicia” es tan “independiente” como habitualmente se dice.

[3] El compañero Néstor Segovia hizo llegar a nuestra redacción un comentario respetuoso pero muy crítico por la posición de nuestro partido acerca del acuerdo. Por otra parte, otros delegados nos hicieron llegar “informalmente” su opinión de que nuestra posición era una emitida “desde afuera” de las circunstancias y presiones que tienen los compañeros del Subte. Humildemente respetamos todas estas posiciones, más viniendo de compañeros importantes dirigentes de la nueva generación obrera del país, pero no las compartimos. Y nuestra obligación como corriente revolucionaria es sentar posición con total honestidad.

[4] No es por nada que el Ministerio de Trabajo, entre “gallos y medianoche” le acaba de reconocer a la UTA un nuevo Estatuto donde taxativamente se señala que el Subterráneo de Buenos Aires está “bajo su jurisdicción” (cosa que en el viejo no figuraba con tal claridad...).

[5] Este es uno de los argumentos fundamentales de su clásico texto “¿Reforma o revolución?”. Es decir, Luxemburgo afirma aquí la justeza de la pelea por reformas (lo contrario sería puro sectarismo) pero siempre en la perspectiva e indisolublemente ligado a la pelea por la transformación revolucionaria de la sociedad.

[6] Decimos “reformista” con todo el cuidado de que consideramos que –hasta el momento– el conjunto del cuerpo de delegados del Subterráneo está compuesto por compañeros independientes de todo aparato más allá de las equivocadas “ideologías” populistas que se están armando en la cabeza de algunos de ellos...