Socialismo o Barbarie, periódico Nº 119, 07/02/08
 

 

 

 

 

 

La gestión de Macri

La Capital PRO de la Argentina K

Por Manuel Rodríguez

Contra la fábula “progre” que pinta a Macri como un monstruo opuesto por el vértice a los Kirchner, el ingeniero-empresario-dirigente de fútbol enfrenta desafíos similares a los que aquejan al gobierno nacional… y con una política no tan distinta. A continuación, una reflexión sobre los objetivos y los límites de la gestión del jefe de gobierno porteño.

Mauricio Macri asumió como jefe de gobierno el 9 de diciembre del año pasado. El candidato de derecha se hizo de su cargo a pesar de la coyuntura de duras luchas obreras que recorrió la campaña, cuyo punto culminante fue el fusilamiento del docente Carlos Fuentealba, bajo la orden de un aliado suyo, el entonces gobernador de Neuquén Sobisch. Pero esta coyuntura no tuvo expresión electoral ni a nivel nacional ni en la Ciudad de Buenos Aires. La economía en plena recuperación, la fortaleza del gobierno K y un régimen político reconstruido luego del Argentinazo gracias al trabajo Duhalde-Kirchner fueron elementos “nacionales” que pesaron conservadora y decisivamente en que Macri y “Gabriela” llegaran a la Jefatura de Gobierno. A nivel local, Macri, aprovechando la interna entre Filmus y Telerman y el desgaste de 7 años de inservible gestión progre (Ibarra-Ibarra-Telerman), que no solucionó ninguno de los problemas de fondo de los porteños, se dedicó a hacer una campaña light, basada en la gestión, en el problema de “las veredas de los vecinos”, usufructuando el ya ganado capital como derechista, que nunca expuso durante la campaña, y el carácter “más humano” de “Gabriela”.1

A pesar de que por ese entonces Alberto Fernández dijera que los porteños votan como una isla, la elección de Macri como jefe de gobierno fue consecuencia de la política del gobierno nacional de “normalizar” el país y de terminar con el conflicto social, con la lucha obrera y popular por medio de la cooptación, aislamiento y represión. Sólo gracias al triunfo parcial de esta política un personaje de derecha como Macri puede ser jefe de gobierno. El gobierno, incluido el jefe de gabinete, lo sabe, lo aprecia y lo utiliza: parte de la “normalización” buscada es recrear la alternancia política entre partidos patronales, basados en una centro-izquierda y una centro-derecha. Macri es en este sentido producto y objetivo de la política del gobierno nacional.

Más que un programa, una meta

La gestión del PRO no cuenta con un programa de gobierno, ni nunca lo tuvo. En ese sentido, sólo sigue los pasos de la “clase política”, del plantel de políticos patronales que no tiene, desde el fin del menemato, ningún proyecto global para organizar a la Argentina capitalista. Hoy, la gran patronal apoya y confía en la política de los Kirchner, que han sabido improvisar una gestión satisfactoria para sus intereses.

Macri conoce a su clase. Sabe lo que necesitan. Y también sabe que corre con ventaja: el “trabajo fino” que los Kirchner (y Duhalde) hicieron hasta el momento. Es por estas dos cosas, más que por un estilo derechista como lo acusan los progres, que puede mostrar de manera más transparente la línea general de toda la política patronal hoy: la política del ajuste y la “disciplina fiscal” y el intento de reventar los derechos y organizaciones de los trabajadores, así como las conquistas que el pueblo porteño ha sabido conseguir, como un acceso relativamente masivo a la cultura y la educación.

Por otro lado, a la luz de su campaña electoral y especialmente en estos meses de gestión, se pueden observar características específicas, propias de Macri y Michetti, que los diferencia de las anteriores gestiones progres. Por empezar, Macri conformó su gobierno incorporando cuadros empresariales, como Juan Pablo Piccardo o Nicolás Caputo, e hizo su caballito de batalla de la necesidad de hacer “eficientes” y “productivo” a los empleados públicos. Toda una marca de origen de un burgués que intentará manejar la Ciudad como una empresa, esto es, con criterios de “productividad” para los empleados, “ganancia” para las cuentas fiscales y “safisfacción” para los “vecinos”, el sujeto político al que tanto “Gabriela” como “Mauricio” interpelan.

Parte importante de lo que son Macri y el PRO es su política de “seguridad”, para la cual le vienen peleando al gobierno nacional la Policía Federal, pieza indispensable para cumplir el plan de saturar la calle de efectivos, y también para avanzar en la “limpieza social” que quieren ejecutar aplicando a rajatabla el Código de Convivencia (que fue reformado bajo el acuerdo entre Macri e Ibarra cuando éste era jefe de gobierno). Por último, se destaca la insistencia en la excusa legalista, la aplicación de reglamentos, procedimientos y códigos para camuflar, pobremente, las decisiones políticas de la gestión PRO, como en el caso del intento de “limpiar la calle de piqueteros” la semana pasada.2

Pero ¿busca Macri algo más allá de ajustar y reprimir? ¿Tiene alguna meta propia? Sí: el ingeniero tiene el objetivo de convertir a la Ciudad de Buenos Aires en una ciudad modelo de “orden y limpieza social”, “segura”, apta para los grandes negocios inmobiliarios, oficinas y el turismo. Una ciudad militarizada, sin las plagas urbanas de la pobreza, la juventud o la protesta social, donde cualquier turista gringo u hombre de negocios (como él mismo) se sienta seguro y satisfecho. Una ciudad de elite que sólo pueda ser habitada por una elite. Su ilusión es transformar a Buenos Aires en una isla-fortaleza militarizada para los ricos y los turistas.

Sus medidas dan cuenta tanto de la meta que encandila al gobierno del PRO como de la política de ajuste y represión. Se ve en los brutales despidos y el ajuste a la planta de municipales, los despidos en el Garrahan y la dura ofensiva contra los docentes cómo el gobierno porteño busca terminar con toda una serie de derechos laborales e implantar un régimen de trabajo explotador, al mejor estilo patronal.3 También ajustaron con el impuestazo de hasta el 250% de aumento del ABL, cargando especialmente no sobre los sectores acomodados que pueden pagar ese aumento y más, sino en el 100% de aumento a hogares obreros y populares en un marco inflacionario. O, como se señaló, en el plano de la seguridad, con la pelea por el control de la Federal y la aplicación a rajatabla del Código de Convivencia. Pero también esta combinación de política e intenciones se ve en el escándalo de negar la atención en materia de salud a la población que vive en el conurbano. Lo mismo ocurre en el diseño del Plan Urbano Ambiental, que busca moldear la ciudad en función del turismo y los mega emprendimientos inmobiliarios, que, junto al aumento de los impuestos, busca expulsar de la Ciudad a los habitantes de las villas y a los pobres de las zonas “turísticamente reciclables” (como Abasto, Monserrat, San Telmo). Podemos contar también el intento de cancelar decenas de programas sociales y culturales, la negativa a crear un laboratorio estatal de medicamentos a falta de socio privado con el cual crear/subvencionar una empresa mixta.

Ya vemos lo que vale la “seriedad y eficiencia” de Macri. Con el impuestazo y los despedidos prometió hacer un análisis caso por caso ya pasado el guadañazo, y nada asegura que esto se haga. La “seriedad” y “transparencia” de las medidas del PRO son sólo una estrategia de marketing. Pero tampoco se trata de una “avanzada de la derecha”, o un “retorno a los 90”, como denuncia la progresía porteña. Mauricio Macri y su gestión no salen de la media de los políticos patronales. ¿Acaso Ibarra y Telerman no se jugaron al turismo, el boom inmobiliario y los acuerdos sectoriales con empresas privadas para subsidiarlas (Polo Informático y Farmacéutico en la zona sur)? ¿No ampliaron los negocios de la mafia de la Corporación Sur? Y saliendo de la ciudad, ¿por qué Scioli, Bruera y otros tomaron la posta de Macri anunciando despidos en estatales, siendo parte del PJ kirchnerizado? ¿O ningún progre escuchó decir al flamante ministro de Seguridad de Scioli, Stornelli, que “la policía tiene que recuperar la calle”? Ni hablar ya de la “seriedad y eficiencia” del secretario de Comerio Interior, Guillermo Moreno, a la hora de manejar los precios internos; de los negocios del grupo Repsol o Techint con el gobierno nacional, o la designación nada menos que del CEO de Peugeot Argentina como embajador de Francia. A pesar de sus matices, la gestión Macri-Michetti no escapa de la generalidad de la política patronal argentina de la era K. Y por eso los progresistas se llaman al silencio cuando Cristina recibió al “restaurador” Macri en la Casa Rosada el 23 de enero pasado, junto a Scioli –ninguna casualidad–, para blanquear el diálogo y trabajo conjunto.

Límites y perspectivas

El jefe de gobierno porteño no maneja su escenario: son las grandes coordenadas políticas y económicas nacionales e internacionales las que le imponen el terreno. La crisis financiera mundial y sus repercusiones en la Argentina, el Pacto Social, las próximas paritarias y las luchas, como la de los trabajadores del Casino4 tienen muchísima más importancia para la gestión de Macri que su plan de bacheo o la próxima inundación en Belgrano. Lo reconozca o no.

Hoy Macri no trae un nuevo modelo: no tiene programa ni base social y política para presentar una alternativa a la “patria kirchnerista”. Se encarga de gestionar con sus matices la Capital Federal de la Argentina kirchnerista. Si lo hace bien, si reprime con éxito a los trabajadores y luchadores, si asegura una buena cantidad de negocios a los grandes capitalistas mientras ajusta brutalmente cuentas y servicios, su meta de una ciudad limpia, no obrera, no pobre, encontrará terreno para hacerse realidad, constituyendo un modelo de derrota, y quizás lo conviertan en un líder opositor de un sector burgués que se quiera enfrentarse al gobierno K.

Pero no cabe hacer futurología. Antes de y para proyectarse como líder burgués nacional tiene que enfrentarse a los trabajadores y pueblo porteño, que ya están pasando por la prueba amarga de los despidos y el impuestazo. Macri no va a ofrecer discursos progres ni se va a codear con Chávez en la selva. Su política de ajuste y represión es clara, pero aún tiene que demostrar que puede hacer retroceder y desorganizar a los trabajadores, a los luchadores y a la izquierda. Ése es el “bache” más peligroso que tendrá que “saltar”.

En la Ciudad de Buenos Aires, los trabajadores, especialmente los municipales, los de la salud y la educación local, tienen que organizarse democráticamente, logrando el apoyo del pueblo de la ciudad para enfrentar y derrotar los planes antiobreros y antipopulares de Macri y su gestión. En cada lugar de trabajo y en cada barrio, frente a cada ataque, hay que poner en pie la oposición desde abajo, enfrentada a la estafa “progresista-kirchnerista” y su Pacto Social, para derrotar los planes de ajuste y represión de Macri… y del gobierno nacional. Como siempre, el camino a seguir y su resultante no los marcarán las metas difusas de un gobernante, sino la lucha de los trabajadores y el pueblo.


Notas:

1. Para un análisis más detallado del triunfo electoral de Macri, ver “Triunfo de Macri: giro a la derecha electoral en la Ciudad”, SoB 104, 14-6-07.

2. Macri toma como inspiración el modelo del ex alcalde de Nueva York, Rudolph Giuliani, consultado por todos los partidos patronales para importar al país su sangrienta política de “tolerancia cero” con el crimen.

3. El hombre no puede con su genio ni cuando hace campaña de imagen: en una reciente visita –para los medios– a una dependencia municipal, Macri criticó en la cara a empleados de la oficina por… tomar mate y tener una remera roja.

4. El empresario testaferro de Kirchner Cristóbal López y el diputado macrista y burócrata del sindicato de empleados de juegos de azar, Daniel Amoroso, son aliados inseparables en su lucha contra los pibes del Casino. ¿No queda claro que las “diferencias irreconciliables” entre macristas y kirchneristas encuentran su fin con la movilización de los trabajadores?