Socialismo o Barbarie, periódico Nº 119, 07/02/08
 

 

 

 

 

 

Coyuntura, Casino y burguesía nacional

El que está al mando es el gobierno

“La tarea de los socialdemócratas no se limita a realizar la agitación política en el plano económico: su misión es transformar esa política sindicalista en lucha política (…), aprovechar los destellos de conciencia política que la lucha económica ha despertado en el espíritu de los obreros, para elevarlos hasta el nivel de la conciencia política” (V.I. Lenin, ¿Qué hacer?)

Hace semanas que venimos señalando que la coyuntura está cruzada por una serie de luchas defensivas muy duras y aisladas. En estos meses la sociedad está como “mirando para otro lado”; algunos de vacaciones, otros en el sopor del verano. No es que los bajos salarios y la inflación no aprieten, ni que la creciente crisis económica mundial no esté acumulando negros nubarrones a pesar de las ridículas teorizaciones del gobierno K sobre supuestos “blindajes” y “desenganches”. El martes 5 se vivió una nueva jornada negra en los mercados financieros internacionales, que confirma que la recesión yanqui viene más profunda de lo que se esperaba. También la jornada fue aleccionadora respecto de los mitos construidos acerca de que los “países emergentes” podrían “desengancharse” de la crisis, con la Bolsa argentina cayendo como las del resto del mundo y más.

Pero para las grandes mayorías, el año político todavía no empezó. El conjunto de los trabajadores está esperando la llegada de marzo para poner las barbas en remojo y hacerse cargo de que la plata alcanza cada vez menos.

Claro que esto va de cabeza a unas paritarias donde se buscará “teatralizar” una negociación en la que los empresarios ofrecerán entre un 13 y un 15% y donde Moyano –de la mano del gobierno K– asumirá una posición “responsable” y “madura” buscando “estirar” la cosa a no más del 15 al 18%. Claro, lo que se busca es que el “pato de la boda” sean los trabajadores, en las condiciones en que –según los trabajadores del INDEC– la verdadera inflación del 2007 rondó entre el 22 y el 26%.

Un debate en las filas de la izquierda

La manera de hacer frente a esta dura coyuntura ha abierto un debate en las filas de la izquierda. Nos referiremos sólo los aspectos en este momento más importantes.

Hay dos “teorizaciones” que se dan la mano en un punto común: la cerrada negativa a hablar del gobierno K. Para unos (el PO), la idea de identificarlo como el responsable último y enemigo principal que enfrentan luchas como la del Casino estaría resuelta “en los hechos”. Para otros, la denuncia al gobierno no podría hacerse porque “los K están muy fuertes” (el PTS). Sólo se podría hablar, entonces, de empresarios como Cristóbal López o el que sea.

Pero lo curioso es que ambas “teorizaciones” difieren 180 grados en el análisis y/o caracterización del momento actual, pero coinciden en la política final. Partamos de estas caracterizaciones.

La primera de ellas desestima todas las dificultades y ve una continuidad mecánica con diciembre de 2001. Todo parece siempre “pum para arriba”; se trata de una desviación facilista.

La otra cae en una unilateralidad opuesta pero simétrica. En la actual coyuntura, toda lucha estaría casi condenada “fatalmente” a la derrota desde el comienzo, y el gobierno estaría tan fuerte que no conviene siquiera hablar de él.

Desde el nuevo MAS no compartimos ninguna de estas dos visiones. Nos plantamos firmemente en contra del facilismo y de violar una regla de comportamiento leninista elemental: siempre hay que decirle la verdad a los trabajadores, por amarga que sea.

La coyuntura actual es muy mala y no hay vuelta que darle. La burguesía avanzó sustancialmente en la normalización del país desde diciembre del 2001, al punto que los esposos K acaban de ser reelectos y eso es lo que explica, materialmente, la dureza de las luchas en curso y las que se vienen.

Pero tampoco estamos de acuerdo con la posición que sugiere una “inevitabilidad” de las derrotas en el actual momento. Ya hemos señalado que estamos en una coyuntura muy defensiva en la que para nada es descartable que se produzcan un conjunto de luchas perdidas (algunas de importancia), como hace tiempo no se veía.

Pero aquí vale hacer dos aclaraciones. Por un lado, no se debe perder de vista que con todos los avances que la “normalización” del país ha tenido, aún se sigue en el marco (no sólo en la Argentina, sino en la región como un todo) de las relaciones de fuerzas más generales creadas por las rebeliones populares; no estamos en un retorno a los 90. De no ser esto así, el “reflejo” en las alturas de esta realidad no sería un gobierno K sino, para poner algo ejemplificador, uno comandado por Macri.

Además, por mala que sea la coyuntura, de ahí no se sigue que enfocar la política –en conflictos como los del Casino– directamente sobre el gobierno K sea imposible. A lo sumo, puede variar la forma de hacer esto.

Pero hay algo más. Lo simétrico de las dos posiciones que estamos criticando es que reducen la política a la caracterización. Y, justamente, una regla de oro de la política revolucionaria es que no se hace política con la caracterización; la política (como la insurrección) es una ciencia pero también un arte.

El análisis de en qué condiciones se da la lucha es el elemento esencial para tener los pies sobre la tierra y no formular orientaciones totalmente desmesuradas o en el aire. No es lo mismo una coyuntura defensiva –como la actual– que una de ascenso de las luchas. Ni el optimismo más fatalista podría violentar reglas básicas y objetivas de la lucha de clases.

Pero de esto no se sigue que se pueda desprender de manera mecánica la política en cada pelea de la caracterización general. Porque no siempre se puede elegir el momento de salir a la lucha (más bien lo contrario, las luchas hay que darlas en condiciones que muchas veces nos son “objetivas” a los trabajadores y la vanguardia). Y porque no está escrito que sólo se pueda salir con triunfos o derrotas categóricos: a veces un empate digno vale tanto como un triunfazo en otra coyuntura. Sin perder de vista que puede haber duras derrotas en una coyuntura favorable, como también extraordinarios triunfos en una muy desfavorable.

Para esta segunda versión de la orientación política en la actual coyuntura, no se debería hablar entonces del gobierno K porque éste está demasiado “fuerte”. Habría que apuntar sólo sobre los empresarios, sea Cristóbal López o cualquier otro.

El gobierno: junta administradora de los negocios comunes de los capitalistas

Esto nos lleva a dedicar unas líneas a definir qué es el gobierno y cuál debe ser la actitud de los luchadores obreros y los socialistas revolucionarios frente a él. Según ha sido establecido clásicamente por Marx, no es más ni menos que la “junta encargada de administrar los asuntos comunes de los capitalistas”.

No se trata de que un progreso en la conciencia de los trabajadores se pueda limitar a entender que su enemigo es el patrón. Esto lo saben casi todos los compañeros por experiencia propia (en el límite, para eso, no hacen falta los militantes socialistas). Se trata –por el contrario– de que en toda lucha de importancia hay que hacer esfuerzos porque los compañeros se eleven a comprender que su pelea no se da en una isla, sino dentro del conjunto total de relaciones económicas y políticas del país, cuyo jefe –en el momento dado–, es precisamente el gobierno nacional como representante político general de todos los capitalistas.

El gobierno, precisamente es el encargado de coordinar los esfuerzos mancomunados de la clase explotadora para mantener a raya a los explotados. Pero esto no quiere decir que siempre sea tan “visible”, sobre todo en el caso de la mayoría de los trabajadores que están empleados por un capitalista privado.

Lo paradójico ha sido que en la lucha del Casino, la visibilidad de este aspecto ha sido casi total. ¿Dónde se ha visto que cualquier capitalista –de manera individual– tenga el poder para movilizar a las instituciones del Estado a su servicio? Si este ha sido el caso de Cristóbal López, esto ha ocurrido solamente porque detrás de él, en las sombras, ha venido actuando el gobierno K como coordinador de todos los esfuerzos por quebrar la lucha de los heroicos compañeros del Casino.

No ser capaces de hacer ver esto a los compañeros (sean del Casino o en cualquier otra pelea) sólo puede llevar a hacer errática la orientación de la lucha.

Gobierno K y burguesía “nacional”

Claro está que lo anterior no quiere decir que se pueda prescindir del análisis concreto de la patronal que se enfrenta en cada caso. Ni que se puedan hacer extrapolaciones mecánicas olvidándose del enemigo inmediato que enfrenta toda lucha cuando se trata del ámbito “privado”. Es decir, la patronal. Claro que no. Porque el análisis más minucioso de este elemento es imprescindible para no caer en “abstracciones” que pierdan de vista el terreno específico en el cual se da esa concreta lucha de clases. Pero se trata de hacer esto sin perder nunca de vista la relación entre este capitalista “individual” y sus negocios, respecto del conjunto total de la clase capitalista y el Estado en general.

Pero el erratismo en identificar al gobierno K como el responsable último de todos los avatares de la lucha del Casino tiene otro problema más. Porque en el caso de Cristóbal López no se trata de cualquier patronal, sino de una particular, típica de este tipo de gobiernos populistas como son los esposos K, donde siempre se ha conformado una capa burguesa enriquecida específicamente bajo el amparo de los negocios con el Estado.

Por esto mismo, no es casual que en los medios esté de moda hablar acerca de la “peronización del establishment empresario”. Y aunque estos análisis sean intencionados (favorecer a otros empresarios con menos vínculos con el poder...) y sean, las más de las veces, vulgares y superficiales, no dejan por esto de reflejar elementos de verdad.

Respecto de esta capa empresaria específicamente enriquecida bajo el amparo del Estado, se señala: “la mayoría de los empresarios se ubican en tres cordones. En el primero están los parientes directos de la gran familia kirchnerista. A ese capitalismo de amigos se suman los empresarios del segundo cordón, que tienen negocios afines con el Estado. El primer y segundo cordón integran lo que, pomposamente, sigue llamándose ‘burguesía nacional’. Marx, que detestaba los populismos, afirmaba que ‘el Estado moderno no es otra cosa que un comité de administración de los negocios de la burguesía’. Finalmente, está el tercer cordón, donde figuran empresas que reciben algún tipo de subsidio (bajo regulaciones u otras formas creativas), y que acompañan complacientemente al oficialismo para no ser castigados” (Jorge Fernández Díaz, La Nación, 28-01-08).

Está claro que –no casualmente– el analista parece olvidarse de las grandes multinacionales, las que acaparan hoy la friolera de casi el 70% del PBI producido en el país y que, al mismo tiempo, no dejan de tener también íntimas relaciones con el gobierno K! Pero esto sería materia de otra explicación que no podemos hacer aquí.

Más particularmente, respecto de los inextricables vínculos de Cristóbal López con los K, se señala que: “Cristóbal López es el titular de un formidable negocio. Compone con Lázaro Báez y Sebastián Eskenazi, el grupo de empresarios más cercanos a Kirchner. López suele socorrer al kirchnerismo hasta en su logística menor: del traslado de militantes al alquiler de oficinas. Desde tiempos de Jorge Antonio los peronistas han dado este tipo de figuras”.

Y luego se agrega: “López (...) conduce la ascendente petrolera Oil M&S y, entre otros pasatiempos, los casinos de Palermo, Río Gallegos, El Calafate, Comodoro Rivadavia, Rosario, Santa Rosa, Mendoza, Misiones, Tucumán y la Rioja, además del 50% del de Puerto Madero. La de López es la fortuna más importante que se está construyendo hoy en la Argentina” (Carlos Pagni, La Nación, 20-01-08).

Está claro que más allá de las interesadas exageraciones de este matutino (insistimos reflejando otros intereses patronales eventualmente menos “agraciados” por el gobierno K), es a todas luces evidente que a un capitalista con estos vínculos con el poder no se lo puede derrotar si no se lo identifica directamente con el gobierno nacional!

Ninguna política revolucionaria puede prescindir del problema del gobierno

“Para mí, para los futuros luchadores, el consejo es no dejarse engañar de contra quién se está peleando. No dejarse engañar de que están peleando contra el SOMU, contra el sindicato. No, en realidad, estás peleando contra una idea de cómo tiene que ser un trabajador en la Argentina. Y nosotros, cuando empezamos esta lucha, era la primera vez que planteamos una reivindicación que no tenía que ver con lo económico (...). Recién cuando vimos a Servini de Cubría, Oyarbide, la Prefectura todos los días; o sea, la fuerza pública utilizada como seguridad privada, recién ahí nos dimos cuenta de que estábamos peleando contra el gobierno. Para mí, el conflicto, para todos los trabajadores que ahora vayan a salir a luchar por sus condiciones de trabajo (...), el consejo es que no entren en el engaño de que están peleando contra su patronal, están peleando contra un Estado (...). Yo creo que si desde el principio hubiéramos visto que detrás de este conflicto estaba el Estado, las cosas hubieran sido muy diferentes” (reportaje a un trabajador del Casino tomado de Prensa Obrera 1025).

Como conclusión, queremos decir que el problema del gobierno siempre hay que plantearlo en toda política que se precie de revolucionaria y pretenda ayudar a los trabajadores a triunfar y/o sacar las justas conclusiones y enseñanzas de sus luchas.

Claro que es de enorme importancia y depende de las circunstancias, la FORMA en que se plantea la lucha contra el gobierno. Sólo a una secta empedernida se le podría ocurrir hacer planteos del tipo “hay que derrotar al gobierno” o, mas aún, “hay que echarlo abajo”, si no hay condiciones.

Además, nunca podría no partirse de la percepción que tienen los compañeros trabajadores respecto de este mismo gobierno y el grado en que ha avanzado o no la experiencia política con él.

Pero, insistimos: con estos elementos lo que varía tácticamente (lo que no por ser táctico, deja de tener suma importancia) es –insistimos– la FORMA de hacer el planteo respecto de la responsabilidad del gobierno capitalista sobre todo lo que ocurre en el país en general y en cada lucha de importancia nacional en particular.

También, claro está, varía la orientación de la lucha respecto de cómo ubicarse con relación al gobierno: en cada caso hay que saber combinar las denuncias con la formulación de exigencias, reclamos, etc.

En definitiva, lo que debe quedar claro es que el planteamiento acerca de la responsabilidad del gobierno nacional en los avatares de las luchas más importantes es un elemento principista de toda política revolucionaria que se precie de tal. Esta es una de las más grandes enseñanzas que va dejando la heroica lucha de los compañeros del Casino a la nueva generación obrera que está emergiendo en el país.