Socialismo o Barbarie, periódico, Nº 85, 17/08/06
 

 

 

 

 

 

Lanzamiento anticipado de la carrera electoral

Danza de candidatos patronales

El momento político actual se caracteriza, ante todo, por el hecho de que el gobierno ha logrado relativa estabilidad respecto de los meses de apogeo de los reclamos salariales. El aparente control de la inflación –contenida artificialmente a un precio que en algún momento habrá que pagar– y la invalorable colaboración de la burocracia de Moyano y Cía. para “cerrar” el piso-tope salarial, han dado como resultado una coyuntura donde los conflictos son la excepción, no la regla. Incluso algunos de los procesos de lucha salarial más importantes en estos momentos, como el de los docentes y estatales cordobeses, también están mediados por las internas políticas burguesas y los enjuagues electorales, que han pasado al centro de la escena.

En efecto, por más que a la inmensa mayoría de la población esas componendas le importan un rábano, hoy ordenan la agenda política del país.

Candidatos, partidos y régimen político

Sin embargo, el adelantamiento de la campaña electoral deja ciertos elementos para el análisis y la denuncia. Por ejemplo, el hecho de que, siguiendo una tendencia mundial, los partidos políticos tradicionales se vacían cada vez más de contenido, transformándose en cáscaras sin base social activa de masas ni lineamientos ideológicos distintivos. Por eso, reflejan de modo cada vez más directo una dependencia de su soporte económico-material, vinculado a la gestión del Estado.

El caso de los “radicales K” y la candidatura de Lavagna ilustra esto. Los dirigentes radicales que tienen “responsabilidades ejecutivas” –esto es, gobiernan algo– son justamente los más proclives a acordar una coalición electoral con Kirchner. ¿Las razones? Simples: dependen de la caja del Estado.

En cambio, los radicales “políticos” –que no gestionan grandes distritos– y los duhaldistas y menemistas (desplazados del poder), buscan amucharse alrededor de un candidato “potable”, y en ese sentido, Lavagna les cayó como maná del cielo.

La “coalición Lavagna” es un poco más “ortodoxa” en su visión de la economía, más renuente en imponer regulaciones al dios mercado que la “coalición K”. Pero sería un error suponer que esos matices van demasiado más allá.

Por el lado de la derecha clásica, Macri y López Murphy representan la defensa de un esquema neoliberal puro y duro. Pero los sectores más concentrados de la clase capitalista están más que conformes con el rumbo económico actual, que les asegura pingües ganancias. Además, mientras no haya olas en la economía, ninguna candidatura burguesa opositora podrá hacerle sombra al gobierno. ¿Con qué van a convencer a la mayoría de los electores que son mejores que Kirchner? ¿Con los llamados a la “calidad institucional”? Y a la misma esterilidad está condenada la candidatura de Carrió y el ARI.

Este escenario, donde lo que manda son las coaliciones basadas en aprovechamiento de la gestión y los recursos del Estado, muestra entonces grietas en una de las principales instituciones del régimen democrático burgués: los partidos tradicionales, que en el caso de la UCR está cerca de ser terminal. Y más allá del señalado vaciamiento de los partidos patronales, en el caso argentino se agrega que esta realidad es producto de que aún no se ha cerrado del todo la crisis de las instituciones abierta en diciembre del 2001.

“Hegemonismo” K y formas bonapartistas en América Latina

En este contexto, una característica del actual ciclo político en América Latina es que todos los nuevos gobiernos quieren contar con más tiempo para ejecutar sus proyectos. Chávez quiere quedarse hasta el 2030, según dijo. Evo Morales no le anduvo en zaga. Aquí se habla del proyecto de “asegurar”, mediante una sucesión de mandatos de Néstor y Cristina Kirchner, una “dinastía K” hasta el 2020... A escala más modesta, todos los gobernadores que pueden buscan modificar la constitución provincial para permitir la reelección indefinida. Ya lo hizo Alperovich en Tucumán, lo intenta ahora Rovira en Misiones y hasta Felipe Solá quiere un pronunciamiento de la Corte Suprema bonaerense que le permita presentarse a la reelección en el 2007. Los constitucionalistas se rasgan las vestiduras y los opositores braman: “¡Hegemonistas! ¡Dictadores! ¡Quieren quebrar la alternancia democrática!” Tienen, sin duda, una parte de razón.

El argumento común a todos los intentos de perpetuarse es que “hace falta una refundación, un proyecto totalmente nuevo, que necesitará varias gestiones para consolidarse”. La “alternancia democrática” suena bien para los países “estables”, pero en esta castigada América Latina –sugieren Chávez, Evo o Kirchner– no es tan fácil darse esos lujos. Hay también en esto una parte de verdad. Veamos más de cerca la cuestión.

En el nuevo ciclo político inaugurado a comienzos de siglo en Sudamérica con la serie de rebeliones populares que tiraron abajo gobiernos “democráticos” y que dieron origen a la ola de gobiernos “centroizquierdistas”, éstos tienen necesidad de actuar con una mayor margen de maniobras que los del ciclo de los 90. Se trata de gobiernos que no sólo operan como una mediación a las luchas y revueltas populares, sino que también buscan operar como árbitros de la lucha social, poniéndose pretendidamente “por encima” de los conflictos entre las clases sociales, las fracciones internas de la clase dominante y el propio imperialismo. Este rol que pretenden asumir como condición para poder estabilizar el sistema, es uno de los rasgos de lo que en la literatura socialista se conoce como “bonapartismo”, aunque le falten otros.

Precisamente, el incremento de las luchas populares, la debilidad de la institucionalidad burguesa clásica en nuestro continente y la necesidad de gestionar un Estado con más capacidad de acción política y económica que en el período neoliberal clásico de los 90 son las que explican algunas de las formas políticas del proyecto K que tanto escandalizan a la oposición burguesa. Y también su insistencia en la necesidad de “perpetuarse”.

Nada de esto significa, por supuesto, el inicio de un nuevo “movimiento histórico” con el que a veces deliran los kirchneristas. Mucho menos que ese proyecto vaya a orientarse en un sentido antiimperialista o “popular”. En nada beneficia este continuismo patronal y burgués a los trabajadores y el pueblo, más bien todo lo contrario: es la búsqueda de instrumentos y atribuciones que les permitan terminar de reabsorber las rebeliones populares con las que despuntó el siglo en nuestros países.

En síntesis, se trata de casi una cuestión de instinto de conservación para un elenco político y franjas importantes de la burguesía local: sentar las condiciones para que uno y otras eviten perecer en la morsa de las tendencias más agresivas de la mundialización imperialista, por un lado, y las rebeliones populares que podrían poner en cuestión toda la dominación capitalista, por el otro.

Desenmascarar al gobierno K y apoyar las luchas obreras.

Poner en pie un Frente Clasista y Socialista

La actual coyuntura plantea una serie de tareas. Por un lado, hay una lucha política inmediata y cotidiana por desenmascarar todos los versos K, incluso los que parecen más “lejanos”. Varias corrientes de la izquierda (visiblemente nuestro partido) hemos estado haciendo esfuerzos con una campaña en defensa de la resistencia libanesa y palestina en Medio Oriente ante la agresión sionista e imperialista. Hemos hecho esto mientras que Kirchner, que posa de “progresista” y defensor de los “derechos humanos”, no ha hecho más que mirar para otro lado.

En segundo lugar, hay que redoblar esfuerzos por el triunfo de todas y cada una de las luchas parciales y / o aisladas que están en curso en estos momentos, producto de la complicidad con el gobierno de la CGT y la CTA. En este sentido, la coyuntura se caracteriza por la pelea contra una ola de despidos que buscan golpear a sectores de vanguardia y afectan lugares tan disímiles como FATE, el Hospital Francés, Jabón Federal y otras, que reflejamos en estas páginas.

En tercer lugar, se está instalado la discusión electoral en la izquierda. Más allá de todos los límites del Frente PSOL-PSTU-PCB, la campaña electoral del Brasil está mostrando un camino alternativo a tener que optar por una u otra candidatura patronal. Porque este frente, que lleva como candidata a Heloisa Helena, está logrando ser un polo de atracción de amplias franjas obreras y populares a la izquierda de Lula y el PT. De ninguna manera se puede fantasear con repetir esa performance en nuestro país. Las características y condiciones de uno y otro son muy distintas. Pero lo que sí es cierto es que la discusión de la puesta en pie de un Frente Clasista y Socialista para las próximas elecciones que se juegue a desenmascarar los versos K tiene la importancia de jugarse a trazar una línea política de clase frente a los actuales gobiernos que como Kirchner, Lula, Chávez o Evo Morales, se llenan la boca de proclamas “populares” y “antiimperialistas”, pero no dejan de ser 100% capitalistas.