La mayoría de los británicos votó irse de la UE

En el referéndum de ayer en el Reino Unido, una mayoría del 52% de los votantes votó por “Leave”. O sea, salir de la Unión Europea.

Lo primero que hay que señalar es que la campaña por la ruptura con la Unión Europea fue hegemonizada por sectores de derecha y extrema derecha, a saber, un amplio sector de disidentes del Partido Conservador encabezado por el ex alcalde de Londres, Boris Johnson, y el UKIP (United Kingdom Independence Party) de Nigel Farage, un político declaradamente racista.

El eje de su campaña fue la advertencia sobre las hordas de salvajes inmigrantes africanos, polacos y rumanos que invadirían el Reino Unido. Esa hordas no sólo quitarían los puestos de trabajo a los británicos, sino que además “pondrían a las mujeres británicas frente al peligro de violaciones masivas” (textual).

Se trató de una campaña demagógica que explotó temores y percepciones vinculadas con el deterioro en las condiciones de vida de amplios sectores de trabajadores, atribuyéndoselo a los inmigrantes. También cuestionan la globalización, pero desde un ángulo nacional imperialista y proteccionista, que busca ensalzar la “gloria perdida” de Gran Bretaña (¡un ángulo idéntico al que agita Trump en los EE.UU., en el sentido que el imperialismo yanqui recupere su “grandeza nacional”!).

Sin embargo, lo otro que debe subrayarse es que tanto el voto por irse de la UE (como así también el voto por permanecer), tuvieron otras motivaciones distintas a las le imprimieron las campañas oficiales del “Leave” y el “Remain”. Son motivaciones contradictorias y opuestas a esas campañas oficiales.

Ocurre que la campaña por el Brexit recogió el justo repudio que existe en amplios sectores a la “austeridad” y las privatizaciones, que es la “marca de fábrica” de la Unión Europea. También reflejó el repudio al gobierno conservador de David Cameron, que era el jefe de la campaña por permanecer en la UE y que tiene un record de ataques a los trabajadores. Así, uno de los sindicatos más importantes del Reino Unido, el de ferroviarios, hizo campaña por “irse”, con el justificativo de que permanecer en la Unión Europea haría imposible la renacionalización de los ferrocarriles, que es punto fundamental de pelea de ese sector.

Por su parte, la campaña de permanecer en la UE, tocó los acordes de ser más “favorables” a la inmigración, o el rechazo a las “guerras” que se podrían venir en Europa, etc., etc.

El hecho es que –según encuesta de TheEconomist en vísperas del referéndum– el 54% de los trabajadores y desempleados se inclinaba por irse de la Unión Europea, y sólo un 34% estaba de acuerdo con permanecer en ella. Por otro lado, entre los empresarios, ejecutivos, etc., no casualmente, esa proporción se invertía; un 54% estaba a favor de seguir en la UE. Sin embargo, contradictoriamente, y a pesar de Cameron, el 66% de la juventud (18 a 24 años) se inclinaba por seguir en la Unión Europea. ¡El patrioterismo racista de los líderes del “irse” no le cayó en gracia! Estos cortes sociales y generacionales del voto en el referéndum se expresaron en los resultados de ayer.

Un terremoto europeo y mundial

De todas maneras, e independientemente del balance de la ubicación de la izquierda frente al referéndum (que abordamos más abajo), está el hecho concreto que el triunfo del Brexit ha provocado un terremoto europeo y mundial. Agiganta las tendencias hacia la disgregación del orden mundial erigido en las últimas décadas.

Sería un error garrafal considerar este acontecimiento como un “problema británico”. El referéndum del Bréxit es un “bombazo” continental. Es la Unión Europea en su conjunto la que está en cuestión, en mayor o menor grado, en toda Europa. El Bréxit sólo expresa su crisis y deslegitimación global.

La UE es una institución dedicada a aplicar las políticas neoliberales de privatizaciones y de austeridad contra los trabajadores, las masas populares y la juventud europea, que tienen cada vez menos consenso. Trabaja exclusivamente en beneficio del capital financiero y las grandes corporaciones europeas, en primer lugar los bancos alemanes y franceses.

Es además, profundamente antidemocrática. El Parlamento europeo es sólo una farsa sin el menor poder, establecido para disimular la realidad de que todo lo manejan altos funcionarios y ejecutivos nombrados a dedo por esos poderes.

Hoy se está, quizás, frente a la crisis más grave en la historia de este engendro imperialista. Además, como un efecto boomerang del propio referéndum, ha quedado en terapia intensiva la unidad misma Gran Bretaña. Apenas finalizado el referéndum las autoridades de Escocia –¡y también las del Ulster (Irlanda del Norte!)– han planteado que quieren permanecer en la UE En el caso de Escocia, exige un referéndum para consular a la población, a fin de abandonar Gran Bretaña para integrarse a la Unión Europea.

Es necesario que la izquierda europea levante una alternativa independiente

En esa situación, de pérdida de legitimidad y consenso, de rabia creciente de sectores cada vez más amplios perjudicados por los diktats de Berlín y Bruselas, es urgente que toda la izquierda europea levante una alternativa independiente tanto ante la UE, como frente a la derecha y extrema derecha “aislacionista”.

Lamentablemente, en el caso del referéndum británico, no fue así. La gran mayoría de las organizaciones de la izquierda y el trotskismo se alinearon con una u otra opción (votar por “salir” o por “permanecer”), intentado presentar una versión “roja” de cada una de esas alternativas.

Pero la realidad es que la campaña por “salir” de laUE fue hegemonizada por los conservadores disidentes y los racistas del UKIP (¡y dada la coyuntura política europea y británica no había ninguna posibilidad de que esto no fuese así!). Y la campaña por “permanecer” en la UE fue encabezada por los conservadores de Cameron, con los laboristas de meros auxiliares. Es decir, una campaña de principales sectores burgueses, defensores de las actuales reglas del juego de la globalización neoliberal.

Embanderarse con uno u otro sector fue un gravísimo error. Que las principales fuerzas de la izquierda inglesa y continental no lograse presentar una alternativa independiente, es dramático. En el caso de este referéndum, una alternativa independiente se podía concretar en una campaña por el voto nulo frente a los dos bandos patronales.

El problema de fondo es que ni seguir con esta “Unión Europea”, ni volver a la disgregación de los viejos Estados nacionales, son salidas favorables a la clase trabajadora del continente. Ambas sólo benefician a tales o cuales sectores del gran capital y sus corporaciones.

La única salida que puede beneficiarnos es pelear por una tercera opción, una federación socialista de Estados de los trabajadores de Europa.

 

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